Que mi mente no niegue el Pensamiento de Dios.
Instrucciones para la práctica
Propósito: Dejar de negar el Pensamiento de Dios, sentirlo y luego abandonar todas las demás comparaciones sin ningún valor.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Practica tal como te indique el Espíritu Santo, pero la esencia debe ser deshacer tu negación del Pensamiento que te creó y que te apoya, y pedir conocer ese Pensamiento. De este modo, debe haber una atención negativa en abandonar tu negación y tu resistencia, y una atención positiva en pedir la experiencia del Pensamiento de Dios, la experiencia del Cielo. “Pide con fervor” (5:1) y “lleno de esperanza” (7:1). Es normal que tengas dudas acerca de cuánto lo deseas. La seguridad vendrá únicamente de experimentar lo que estás pidiendo. Esto te llevará más allá de todas tus dudas a donde sabes que esta experiencia es ciertamente lo único que quieres.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Repite la idea, intentando abandonar tu negación y dándole la bienvenida a la conciencia del Cielo. Luego dale gracias a Dios por Sus regalos en la hora que ha terminado, y pídele Su dirección para la hora que comienza.
Comentario
La lección de hoy, la de mañana, y las de antes y después, son un aliento inmenso para seguir adelante. En estos días, el Curso está intentando llevarnos más allá de la duda a un compromiso firme.
¿Qué es lo que hace que este mundo parezca real sino tu negación de la verdad que se encuentra más allá de él?... ¿Qué podría privarte de lo que te pertenece sino tu propia decisión de no verlo, al negar que se encuentra ahí? (1:1, 4)
Ken Wilber, autor de muchos libros de psicología transpersonal y crecimiento espiritual, señala que considerado como evolución, el crecimiento espiritual avanza hasta el punto de que deseamos morir al nivel inferior de vida para ir más allá y recordar el nivel superior. El hecho de que nuestra experiencia está a nivel del ego no es porque el nivel más alto no esté ya aquí, es porque hemos elegido el inferior como un sustituto del superior, y lo elegimos en cada instante. Cuando el nivel inferior se ha vivido a tope, se ha probado al máximo en cierto sentido, y se ha descubierto que no satisface, entonces hay motivación para ir al superior.
Necesitamos sentirnos desilusionados del ego hasta tal punto que empezamos a ver a través de sus ilusiones. El grado en que el ego nos parece real es la medida de nuestra negación de “la verdad que se encuentra más allá de él” (1:1). No podemos ver el mundo real porque no queremos verlo. Estamos negándolo activamente. La realidad del mundo real, si se percibe y se acepta, significa el final de la realidad tal como la conocemos ahora. El Cielo nos parece una amenaza a nuestro imaginado nivel de comodidad en el nivel del ego.
Jesús nos pide:
No niegues el Cielo. Hoy se te concede sólo con que lo pidas. No es necesario tampoco que percibas cuán grande es este regalo ni cuánto habrá cambiado tu mente antes de que te llegue. Pídelo y se te concederá. La convicción radica en él. Hasta que no le des la bienvenida como algo que te pertenece, seguirás en la incertidumbre. Mas Dios es justo. No tienes que tener certeza para recibir lo que sólo tu aceptación puede otorgar. (4:1-8)
No tienes que estar seguro antes de pedir el Cielo. “No tienes que tener certeza” (4:8). De hecho, no puedes estar seguro ni tener certeza antes de pedirlo porque “la convicción radica en él” (4:5); es decir, no encuentras la convicción, la seguridad, la certeza hasta que tienes el Cielo, y no puedes saber que lo tienes hasta que lo pides.
Mientras vivimos pensando que somos ego, pensando en ir hacia delante, pensando en abandonar al ego, el ego lucha por su propia existencia. Nos dice: “No sabes en lo que te estás metiendo. ¿Cómo puedes estar seguro de que te gustará? Mejor es asegurarte antes de dar un paso”.
La certeza, la seguridad y la convicción vienen de la experiencia. Cuando hayas experimentado el mundo real, aunque sea un poco, sabrás que eso es lo que quieres y que es lo que has buscado equivocadamente en el mundo de las ilusiones del ego. Así que, pide el Cielo.
Otro consuelo es que no necesitamos entender todo lo que es el Cielo, o el mundo real, antes de pedirlo. No necesitas tener una idea clara de lo que estás pidiendo, de “cuánto habrá cambiado tu mente” (4:3). Ese cambio de la mente no viene antes de la decisión de pedir, sino que viene después. Es el deseo lo que permite que venga.
¡Ni siquiera tienes que estar seguro de que el Cielo es lo único que quieres!
No tienes que estar seguro de que lo que estás pidiendo es lo único que deseas. Mas cuando lo hayas recibido sabrás que estás en posesión del tesoro que siempre anhelaste. (5:2-3)
Es normal entrar en esto a medias, con pensamientos como: “Quizá puedo tener el mundo real y también aferrarme a mis relaciones especiales. O quizá puedo tener paz interior y disfrutar también de mis pequeños placeres”. Todo esto desaparecerá una vez que hayas saboreado lo que es real. Una semejanza pobre, pero que lo aclara: “¿Cómo puedes retenerlos en la granja después de haber visto París?” Una vez que pruebas “el tesoro que siempre has buscado”, ¿por qué ibas a regresar a cosas más pequeñas?
Ya tenemos la seguridad dentro de nosotros, en la realidad. Eso es parte de lo que hemos ocultado con las ilusiones de nuestro ego. Cuando encontramos el Ser, lo encontramos con seguridad total. El proceso del Curso de “despejar los obstáculos que impiden experimentar la presencia del amor” (T.In.1:7), se reafirma aquí en forma de esa seguridad interior: “Este curso elimina toda duda que hayas interpuesto entre Él y tu certeza acerca de Él” (7:6).
El proceso consiste en hacernos conscientes de nuestras dudas, de que las tenemos, reconocerlas, y luego no tomarlas en serio. Éste es exactamente el mismo proceso que seguimos con otros obstáculos, tales como la ira, la tristeza y el dolor. Contémplalos con claridad para que puedas ver que las dudas son parte de la ilusión también. “No tienen sentido, pues Dios goza de perfecta certeza” (7:3). “Su certeza se encuentra tras cada una de nuestras dudas” (8:3).
La seguridad no es algo que nosotros podemos producir por nuestra cuenta. “Contamos con Dios, no con nosotros mismos, para que nos dé certeza” (8:1). Pero para que eso suceda, tenemos que querer avanzar hacia delante, querer “morir” al nivel inferior de vida que conocemos ahora y pedir algo más, una manera de ver diferente, un tipo diferente de visión. Necesitamos estar dispuestos a pedir que “el Pensamiento de Dios” entre en nuestra mente y expulse el sistema de pensamiento equivocado que hemos estado albergando. Necesitamos “seguir las instrucciones”, por así decir, que se dan en el Curso; si lo hacemos, la seguridad vendrá a nosotros.
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