DESPERTAR AL AMOR

viernes, 19 de junio de 2020

19 JUNIO: En Dios no hay crueldad ni en mí tampoco.

AUDIOLIBRO
 



EJERCICIOS




LECCION 170

En Dios no hay crueldad ni en mí tampoco.



1. Nadie ataca sin la intención de herir. 2En esto no hay excepcio­nes. 3Cuando piensas que atacas en defensa propia estás afir­mando que ser cruel te protege, que la crueldad te mantiene a salvo. 4Estás afirmando que herir a otro te brinda libertad. 5Y estás afirmando también que atacar cambia el estado en que te encuen­tras por otro mejor, más seguro, donde estás más a salvo de los asaltos del peligro y del temor.

2. ¡Qué descabellada es la idea de que atacando es la manera de defenderse del miedo! 2Pues he aquí donde se engendra el miedo y se le nutre de sangre para que crezca, se expanda y sea cada vez más rabioso. 3Ésta es la manera de proteger el miedo, no de esca­parse de él. 4Hoy aprendemos una lección que te evitará más demoras y sufrimientos de los que te puedes imaginar. 5Y es ésta: 

6Tú fabricas aquello de lo que te defiendes. aY al defenderte contra ello haces que sea real e ineludible. 7Depón tus armas, y sólo entonces percibirás su falsedad.

3. Parece ser un enemigo externo a quien atacas. 2Sin embargo, al defenderte forjas un enemigo interno; un pensamiento extraño que está en guerra contigo, que te priva de paz y divide tu mente en dos bandos que parecen ser totalmente irreconciliables. 3Pues ahora el amor tiene un "enemigo", un opuesto; y el miedo, el extraño, necesita que lo defiendas contra la amenaza de lo que realmente eres.

4. Si examinases detenidamente los medios por los que tu ilusoria defensa propia procede a lo largo de su curso imaginario, te per­catarías de las premisas sobre las que se basa la idea. 2En primer lugar, es obvio que las ideas tienen que abandonar su fuente, pues eres tú quien lanza el ataque y quien tuvo que haberlo concebido primero. 3No obstante, lanzas el ataque contra algo externo a ti y en tu mente te separas de aquel a quien atacas, completamente convencido de que la división a la que has dado lugar es real.

5. En segundo lugar, los atributos del amor se le confieren a su "enemigo". 2 Pues el miedo se convierte en tu refugio y en el pro­tector de tu paz, y recurres a él en busca de solaz y de escape de cualquier duda con respecto a tu fortaleza, así como con la espe­ranza de poder descansar en una quietud sin sueños. 3Y al así despojar al amor de lo que le pertenece a él y sólo a él, se le dota con los atributos del miedo. 4Pues el amor te pediría que depusie­ses todas tus defensas por ser éstas meras necedades. 5Y cierta­mente tus armas se desmoronarían y quedarían reducidas a polvo, 6pues eso es lo que son.

6. Al tener al amor como enemigo, la crueldad se convierte nece­sariamente en un dios. 2Y los dioses exigen que sus seguidores obedezcan sus mandatos sin rechistar. 3A aquellos que cuestionan la sensatez o cuando menos la cordura de tales exigencias, se les castiga severa e implacablemente. 4Pues son sus enemigos los que son irrazonables y dementes, mientras que ellos son siempre justos y misericordiosos.

7. Hoy examinaremos friamente a este dios cruel. 2Y nos daremos cuenta de que aunque sus labios están manchados de sangre y de que de su boca parecen salir llamas, está hecho de piedra. 3No puede hacer nada. 4No tenemos que desafiar su poder, 5pues no tiene ninguno. 6Y quienes ven en él su seguridad, no tienen ni guardián ni fortaleza a los que invocar en caso de peligro, ni ningún poderoso guerrero que salga en su defensa.

8. Este momento puede ser terrible. 2Pero también puede ser el momento en que te emancipas de tu abyecta esclavitud. 3Pues al estar frente a este ídolo y verlo exactamente como es, llevas a cabo una elección. 4¿Vas a restituirle al amor lo que has procu­rado arrebatarle para ponerlo a los pies de ese inanimado bloque de piedra? 5¿O vas a inventar otro ídolo para que lo reemplace? 6Pues el dios de la crueldad adopta muchas formas. 7Siempre es posible encontrar otra.

9. Mas no creas que el miedo es la manera de escapar del miedo. 2Recordemos lo que se ha subrayado en el texto con respecto a los obstáculos que la paz tiene que superar. 3De éstos, el último, el más difícil de creer que en realidad no es nada, si bien aparenta ser un bloque sólido, impenetrable, temible e insuperable, es el miedo a Dios Mismo. 4He aquí la premisa básica que entrona como un dios al pensamiento del miedo. 5Pues el miedo es vene­rado por aquellos que le rinden culto, y el amor parece ahora estar revestido de crueldad.

10. ¿De dónde ha surgido la creencia tan irracional de que hay dioses de venganza? 2El amor no ha confundido sus atributos con los del miedo. 3Mas los que le rinden culto al miedo perciben su propia confusión en el "enemigo" del miedo, y la crueldad de éste como parte del amor. 4¿Y qué podría ser ahora más temible que el Corazón del Amor Mismo? 5Sus labios parecen estar man­chados de sangre y de su boca parece brotar fuego. 6Pero sobre todo, Él es terrible e increíblemente cruel, y siega las vidas de todos aquellos que lo consideran su Dios.

11. No hay duda acerca de la elección que hoy has de llevar a cabo. 2Pues hoy posarás tu mirada por última vez sobre ese bloque de piedra que tú mismo esculpiste, y dejarás de llamarle dios. 3Has llegado hasta este punto antes, pero has elegido que ese dios cruel permanezca contigo en otra forma. 4Y por eso el temor a Dios volvió a apoderarse de ti. 5Pero esta vez lo dejarás allí. 6Y al volver regresarás a un mundo nuevo, aliviado de ese peso; un mundo que no se ve a través de sus ojos ciegos, sino a través de la visión que te ha sido restituida gracias a tu elección.

12. Ahora tus ojos le pertenecen a Cristo y es Él quien mira a tra­vés de ellos. 2Ahora tu voz le pertenece a Dios y se hace eco de la Suya. 3Ahora tu corazón permanecerá en paz para siempre. 4Lo has elegido a Él en lugar de los ídolos, y los atributos con los que tu Creador te bendijo te son por fin restituidos. 5La Llamada a Dios ha sido oída y contestada. 6Ahora el miedo ha dado paso al amor, al Dios Mismo reemplazar la crueldad.

13. Padre, somos como Tú. 2En nosotros no hay crueldad, puesto que en Ti no la hay. 3Tu paz es nuestra. 4Y bendecimos al mundo con lo que hemos recibido exclusivamente de Ti. 5Elegimos una vez más, y elegi­mos asimismo por todos nuestros hermanos, sabiendo que son uno con nosotros. 6Les brindamos Tu salvación tal como la hemos recibido ahora. 7Y damos gracias por ellos que nos completan. 8En ellos vemos Tu gloria y en ellos hallamos nuestra paz. 9Somos santos porque Tu santidad nos ha liberado. 10Y Te damos gracias por ello. 11Amén.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Pararte delante de la devoción que le tienes a la crueldad como un medio de seguridad, verlo como un ídolo sin significado, y elegir no servirle por más tiempo.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Necesitamos mirar con honestidad a nuestra creencia de que atacar a otros en defensa propia nos mantiene a salvo. Esto significa que creemos que la crueldad nos mantiene a salvo, ya que todo ataque tiene la intención de herir y el intento de herir es cruel. Esto ha puesto a la crueldad como a un dios en el trono de tu mente, un dios que no nos atrevemos a poner en duda.
Sin embargo, hoy, debemos poner en duda a este ídolo. Tenemos que mirar con serenidad a nuestra creencia de que la crueldad significa seguridad.
Por eso, primero, ponte en contacto con esta creencia dentro de ti. Fíjate en que crees que cuando atacas, tu ataque te mantendrá seguro.
Luego, estate dispuesto a poner en duda esta creencia. Piensa en la posibilidad de que tu propia defensa contra un ataque es lo que le da poder al ataque a tus ojos. Piensa en la posibilidad de que tu propia crueldad es a la larga lo que te hace tener miedo. Y piensa que esta creencia de que la crueldad es seguridad, es únicamente eso: una creencia, una idea que tiene que ser examinada de nuevo con calma, y no un dios a quien adorar.
Ahora examina otro aspecto de esta creencia. Te das cuenta de que Dios quiere que abandones tus armas, que renuncies al ataque y a la defensa. Esto Le hace parecer cruel, pues Él quiere quitarte tu protección. Él aparentemente quiere que seas manso y santo cuando te hieren. Tan pronto como veas a la crueldad como el ídolo que te protege, entonces el auténtico Dios de Amor te parecerá cruel. Estate dispuesto a ponerlo en duda. ¿Es posible que Él quiera tu seguridad más que tú? ¿Es posible que “el amor es tu seguridad”? (L.pII.5.5:4)
Al mirar a ambas creencias (que la crueldad es tu dios, y que Dios es cruel) te encuentras ante el mismo ídolo, y estás haciendo una elección. “¿Vas a restituirle al amor lo que has procurado arrebatarle para ponerlo a los pies de ese inanimado bloque de piedra?” (8:4). Mientras intentas tomar la decisión, sigue repitiendo: “En Dios no hay crueldad ni en mí tampoco”. Piensa que Dios es sólo Amor y que tu naturaleza es como la Suya, que la crueldad no forma parte de tu naturaleza en absoluto. Sinceramente intenta “posar tu mirada por última vez sobre ese bloque de piedra que tú mismo esculpiste, y dejarás de llamarle dios” (11:2).
Si tienes éxito, caminarás sobre un mundo nuevo, que verás con nuevos ojos. Mirarás a las mismas personas, pero mientras que antes veías peligro en ellas, ahora verás la gloria de Dios en ellas. Donde antes tu corazón estaba lleno de miedo y crueldad, ahora estará lleno de amor y nada más.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Repite la idea, intentando renunciar a tu lealtad a la crueldad, y aceptar el amor que es tu verdadera naturaleza. Luego dale gracias a Dios por los regalos de Su Amor en la hora que ha transcurrido. Y déjale decirte cómo manifestar en la siguiente hora el amor nuevamente encontrado en tu corazón.

Comentario

El pensamiento básico que contiene la lección de hoy es que nuestros intentos por defendernos a nosotros mismos son lo que hace que el ataque externo nos parezca real.

Tenemos miedo porque, en algún lugar muy dentro de nuestro corazón, creemos que hemos atacado y que merecemos castigo por nuestro ataque. Sentimos dentro de nosotros la creencia de que “herir a otro (nos) brinda libertad” (1:4). Esta creencia está detrás de cada ataque que consideramos en defensa de nosotros mismos. No importa cuánto intentemos justificar nuestros ataques, algo dentro de nosotros sabe que nuestro intento es herir a la otra persona porque creemos que hiriéndole nos liberará en algún modo de algo. Resumiendo, creemos que somos crueles por naturaleza.

Proyectamos nuestra creencia en el ataque sobre algo externo, vemos los ataques como si vinieran de fuera de nuestra propia mente. En realidad no hay nada fuera de nuestra mente, somos nosotros los que nos atacamos a nosotros mismos con nuestra culpa, pero creemos ver el ataque como externo a nosotros, justificando más ataques por nuestra parte. De este modo, el miedo y la defensa se convierten en los medios de protegernos a nosotros mismos. Y “al amor… se le dota con los atributos del miedo” (5:3): es decir, el amor se convierte en algo temible porque nos aconseja que abandonemos todas nuestras defensas. El amor se convierte en algo peligroso.

Desde este punto de vista, el miedo y la crueldad se convierten en “un dios”, un ídolo, algo que hay que proteger a toda costa. Abandonar el miedo se convierte en el máximo peligro. Por encima de todas las cosas tenemos miedo de no tener miedo; nos aferramos al miedo, creyendo que nos protege.

Llevada al extremo, esta “adoración” del miedo y de la crueldad terminamos proyectándola sobre Dios Mismo, Le vemos como un Dios vengativo, que expulsa fuego, que nos amenaza con el infierno, listo para engañarnos con Sus palabras de amor, que se ríe con alegría salvaje mientras nos hundimos en la derrota. De hecho, enterrado lo mejor que podemos, está nuestro miedo a Dios, disfrazado de muchas formas cuando sale de nuestro inconsciente, pero siempre presente, ésa es la idea básica “que entrona como un dios al pensamiento del miedo” (9:4).

“Este momento puede ser terrible. Pero también puede ser el momento en que te emancipas de tu abyecta esclavitud” (8:1-2). A la larga, todas nuestras defensas son defensas contra Dios. Enterrada muy hondo en nuestra mente está nuestra seguridad de que el universo va a por nosotros. Si miramos con honestidad, nos pasamos la mayor parte de nuestra vida reforzando nuestras defensas contra “cosas” que parecen amenazarnos.

El Curso nos dice que la única manera de descubrir que la amenaza no es real es abandonar las defensas (2:6-7). Dios no está enfadado. El universo no va a por nosotros. Si nos parece que Dios está separado de nosotros, sólo las barreras que hemos levantado hacen que así nos lo parezca. Sólo somos víctimas de nuestras propias defensas.

No tenemos nada que temer. No somos crueles, no podemos serlo, pues Dios Quien nos creó no tiene crueldad en Él. No hay ningún castigo acechando sobre nuestras cabezas. Somos el inocente Hijo de Dios, el Hijo que Dios ama. Sin ese miedo primario, no hay nada que proyectar sobre otros; cuando dejamos de proyectar nuestro miedo, no se percibe ningún ataque fuera; cuando no se percibe ningún ataque fuera, no hay necesidad de defensas.

Si examinamos con honestidad a nuestro “dios” de miedo y defensa, tenemos que ver que está hecho de piedra. No tiene vida, no puede salvarnos. El miedo provoca miedo, el ataque provoca ataque. Las guerras del mundo lo demuestran constantemente. Herir a otros nunca nos pone a salvo, únicamente aumenta el ciclo de miedo y ataque.

Darnos cuenta de que el método en el que confiamos para garantizar nuestra seguridad no sirve de nada, que nuestro guerrero ganador es un traidor, puede ser un momento aterrador. Los almacenes de misiles en los que hemos puesto toda nuestra confianza ¡apuntan directamente a nuestro propio corazón! “Este momento puede ser terrible. Pero también puede ser el momento en que te emancipas de tu abyecta esclavitud” (8:1-2). Pensar en abandonar las defensas por completo puede paralizarnos de miedo por un momento. Pero puede ser el momento en el que somos libres para reconocer que lo que tememos no existe, y se le permite la entrada al “enemigo” que nos hemos esforzado en mantener fuera, trayéndonos Su paz con Él.








TEXTO



V. El instante santo y las relaciones especiales



1. El instante santo es el recurso de aprendizaje más útil de que dispone el Espíritu Santo para enseñarte el significado del amor. 2Pues su propósito es la suspensión total de todo juicio. 3Los jui­cios se basan siempre en el pasado, pues tus experiencias pasadas constituyen su base. 4Es imposible juzgar sin el pasado, pues sin él no entiendes nada. 5Por lo tanto, no intentarías juzgar porque te resultaría obvio que no entiendes el significado de nada. 6Esto te da miedo porque crees que sin el ego, todo sería caótico. 7Mas yo te aseguro que sin el ego, todo sería amor.

2. El pasado es el principal recurso de aprendizaje del ego, pues fue en el pasado cuando aprendiste a definir tus propias necesidades y cuando adquiriste métodos para satisfacerlas de acuerdo con las condiciones que tú mismo habías fijado. 2Hemos dicho que limitar el amor una parte de la Filiación produce culpabilidad en tus relaciones, y, por lo tanto, hace que éstas sean irreales. 3Si intentas aislar ciertos aspectos de la totalidad, con vistas a satisfacer tus imaginadas necesidades, estarás intentando valerte de la separación para salvarte. 4¿Cómo no iba a producirse enton­ces culpabilidad? 5Pues la separación es la fuente de la culpabili­dad, y recurrir a ella para salvarte es creer que estás solo. 6Estar solo es ser culpable. 7Pues sentir que estás solo es negar la Unidad entre Padre e Hijo y; de ese modo, atacar la realidad.

3. No puedes amar sólo a algunas partes de la realidad y al mismo tiempo entender el significado del amor. 2Si amases de manera distinta de como ama Dios, Quien no sabe lo que es el amor espe­cial, ¿cómo ibas a poder entender lo que es el amor? 3Creer que las relaciones especiales, con un amor especial, pueden ofrecerte la sal­vación, es creer que la separación es la salvación. 4Pues la salva­ción radica en la perfecta igualdad de la Expiación. 5¿Cómo puedes pensar que ciertos aspectos especiales de la Filiación pue­den ofrecerte más que otros? 6El pasado te ha enseñado esto. 7Mas el instante santo te enseña que eso, no es así.

4. Todas las relaciones especiales contienen elementos de miedo en ellas debido a la culpabilidad. 2Por eso es por lo que están sujetas a tantos cambios y variaciones. 3No se basan exclusiva­mente en el amor inmutable. 4Y allí donde el miedo ha hecho acto de presencia no se puede contar con el amor, pues ha dejado de ser perfecto. 5El Espíritu Santo, en Su función de intérprete de lo que has hecho, se vale de las relaciones especiales, que tú utilizas para apoyar al ego, para convertirlas en experiencias educativas que apunten hacia la verdad. 6Siguiendo Sus enseñanzas, todas las relaciones se convierten en lecciones de amor.
5. El Espíritu Santo sabe que nadie es especial. 2Mas Él percibe también que has entablado relaciones especiales, que Él desea purificar y no dejar que destruyas. 3Por muy profana que sea la razón por la que las entablaste, Él puede transformarlas en santi­dad, al eliminar de ellas tanto miedo como le permitas. 4Puedes poner bajo Su cuidado cualquier relación y estar seguro de que no será una fuente de dolor, si estás dispuesto a ofrecérsela a Él para que no apoye otra necesidad que la Suya. 5Toda la culpabili­dad que hay en tus relaciones especiales procede del uso que haces de ellas. 6Todo el amor, del uso que Él hace de ellas. 7No temas, por lo tanto, abandonar tus imaginadas necesidades, las cuales no harían sino destruir la relación. 8De lo único que tienes necesidad es de Él.

6. Si deseas sustituir una relación por otra, es que no se la has ofrecido al Espíritu Santo para que Él haga uso de ella. 2El amor no tiene substitutos. 3Cualquier intento de sustituir un aspecto del amor por otro, significa que has atribuido menos valor a uno y más a otro. 4De esta forma, no sólo los has separado; sino que los has condenado a ambos. 5Mas tuviste que haberte condenado a ti mismo primero, o, de lo contrario, nunca habrías podido pensar que necesitabas que tus hermanos fuesen diferentes de como son. 6A no ser que hubieses pensado que estabas falto de amor no se te habría ocurrido pensar que ellos estaban tan faltos de amor como tú.

7. El uso que el ego hace de las relaciones es tan fragmentado, que con frecuencia va aún más allá una parte de un aspecto se ajusta a sus propósitos, pero al mismo tiempo prefiere diferentes partes de otro aspecto. 2De ésta forma ensambla la realidad de acuerdo con sus caprichos, incitándote a que vayas en busca de una imagen que no tiene contrapartida real. 3Pues no hay nada en el Cielo o en la tierra que se parezca a ella, y así, por mucho que la busques, no podrás encontrarla porque no es real.

8. Todo el mundo aquí en la tierra ha entablado relaciones espe­ciales, y aunque en el Cielo no es así, el Espíritu Santo sabe cómo infundirlas de un toque celestial aquí. 2En el instante santo nadie es especial, pues no le impones a nadie tus necesidades personales para hacer que tus hermanos parezcan diferentes. 3Sin los valores del pasado, verías que todos ellos son iguales y semejantes a ti, 4y que no hay separación alguna entre ellos y tú. 5En el instante santo ves lo que cada relación ha de ser cuando percibas únicamente el presente.

9. Dios te conoce ahora. 2Él no recuerda nada, pues siempre te ha conocido exactamente como te conoce ahora. 3El instante santo refleja Su conocimiento al desvanecer todas tus percepciones del pasado, y al eliminar de esta manera el marco de referencia que inventaste para juzgar a tus hermanos. 4Una vez que éste ha de­saparecido, el Espíritu Santo lo sustituye con Su Propio marco de referencia, 5el cual es simplemente Dios. 6La intemporalidad del Espíritu Santo radica sólo en esto. 7Pues en el instante santo, el cual está libre del pasado, ves que el amor se encuentra en ti y que no tienes necesidad de buscarlo en algo externo y de arrebatarlo culpablemente de donde pensabas que se encontraba.

10. Todas tus relaciones quedan bendecidas en el instante santo porque la bendición es ilimitada. 2En el instante santo la Filiación se beneficia cual una sola, y al quedar unida en tu bendición, se vuelve una para ti. 3El significado del amor es el que Dios le dio. 4Atribúyele cualquier otro significado que no sea el que Él le otorga, y te será imposible entenderlo. 5Dios ama a cada uno de tus hermanos como te ama a ti, ni más ni menos. 6Al igual que tú, tiene necesidad de todos ellos por igual. 7En el tiempo, se te ha dicho que obres milagros tal como yo te indique, y que permitas que el Espíritu Santo te traiga aquellos que te andan buscando. 8Mas en el instante santo te unes directamente a Dios, y todos tus hermanos se unen en Cristo. 9Aquellos que están unidos en Cristo no están separados en modo alguno. 10Pues Cristo es el Ser que la Filiación comparte, de la misma manera en que Dios comparte Su Ser con Cristo.

11. ¿Crees que puedes juzgar al Ser de Dios? 2Dios lo creó inmune a todo juicio: como resultado de Su necesidad de extender Su Amor. 3Puesto que el amor se encuentra en ti, no tienes otra nece­sidad que extenderlo. 4En el instante santo no hay conflicto de necesidades, ya que sólo hay una necesidad. 5Pues el instante santo se extiende hasta la eternidad y hasta la Mente de Dios. 6únicamente ahí tiene sentido el amor, y únicamente ahí puede ser comprendido.















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