DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 17 de junio de 2020

17 JUNIO: Tu gracia me es dada. La reclamo ahora.

AUDIOLIBRO
 






EJERCICIOS



LECCION 168

Tu gracia me es dada. La reclamo ahora.



1. Dios nos habla. 2¿No deberíamos nosotros acaso hablarle a Él? 3Dios no es algo distante. 4No trata de ocultarse de nosotros. 5Somos nosotros los que tratamos de ocultarnos de Él, y somos víctimas del engaño. 6Él siempre está enteramente accesible. 7Él ama a su Hijo. 8De nada, excepto de esto se puede estar seguro, pero con eso basta. 9Él amará a su Hijo eternamente. 10Aun cuando su mente duerme, Él lo ama. 11Y cuando su mente despierte, Él lo seguirá amando con un Amor que jamás ha de cambiar.

2. Si supieras el significado de Su Amor, tanto la esperanza como la desesperación serían imposibles. 2Pues toda esperanza queda­ría colmada para siempre y cualquier clase de desesperación sería inconcebible. 3Su gracia es Su respuesta para toda desespe­ración, pues en ella radica el recuerdo de Su Amor. 4¿Cómo no iba Él a proporcionar gustosamente los medios a través de los cuales puede reconocerse Su Voluntad? 5Su gracia es tuya sólo con que la reconozcas. 6Y Su memoria despertará en la mente que le pida los medios a través de los cuales su sueño termina.

3. Hoy le pedimos a Dios el regalo que con más celo ha conser­vado dentro de nuestros corazones, en espera de que se le reco­nozca. 2Se trata del regalo mediante el cual Dios se inclina hasta nosotros y nos eleva, dando así Él Mismo el último paso de la salvación. 3Todos los pasos, excepto éste, los aprendemos siguiendo las instrucciones de Su Voz. 4Pero al final es Él Mismo Quien viene, y tomándonos en Sus Brazos hace que todas las telarañas de nuestro sueño desaparezcan. 5Su regalo de gracia es algo más que una simple respuesta, 6pues restaura todas las memorias que la mente que duerme había olvidado y toda la certeza acerca del significado del Amor.

4. Dios ama a Su Hijo. 2Pídele ahora que te proporcione los medios a través de los cuales este mundo desaparece, y primero vendrá la visión, y un instante más tarde, el conocimiento. 3Pues en la gracia ves una luz envolver al mundo con amor, y al miedo borrarse de todos los semblantes conforme los corazones se alzan y reclaman la luz como suya. 4¿Qué queda ahora que pueda demorar al Cielo un sólo instante más? 5¿Qué queda aún por hacer cuando tu perdón descansa sobre todas las cosas?

5. Hoy es un día nuevo y santo, pues recibimos lo que se nos ha dado. 2Nuestra fe radica en el Dador, no en nuestra aceptación. 3Reconocemos nuestros errores, pero Aquel que no sabe de erro­res es Quien ha de responder a ellos, proporcionándonos los medios con los que podemos dejarlos atrás y elevarnos hasta Él con gratitud y amor.

6. Y Él desciende para recibirnos, según nosotros nos acercamos a Él. 2Pues lo que Él nos ha preparado, Él lo da y nosotros lo recibi­mos. 3Tal es Su Voluntad, pues Él ama a Su Hijo. 4A Él elevamos nuestras oraciones hoy, devolviéndole tan sólo la palabra que Él nos dio a través de Su Propia Voz, Su Palabra, Su Amor:
5Tu gracia me es dada. 6La reclamo ahora. 7Padre, vengo a Ti. 8Y Tú vendrás a mí que te lo pido, 9pues soy el Hijo que Tú amas.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Pedir y sentir el regalo de la gracia, que nos dará primero el regalo de la visión, y después el conocimiento eterno. Esto nos elevará al Cielo por un momento, nos devolverá todos nuestros recuerdos olvidados y nos dará la seguridad del Amor. Éste es un día nuevo y santo.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Empieza con la oración del final de la lección: “Tu gracia me es dada. La reclamo ahora. Padre, vengo a Ti. Y Tú vendrás a mí que te lo pido, pues soy el Hijo que Tú amas”. Haz esta oración de todo corazón. Con ella, estás elevando tu corazón a Dios y pidiéndole un regalo de gracia, en el que Él se inclina hasta ti y te eleva a Él, devolviéndote la total consciencia de Él y de Su Amor. La siguiente lección explica que ese momento “sólo reemplaza a la idea de tiempo por un breve lapso” (L.169.12:3), pero este corto instante puede cambiar tu vida para siempre. Así que pídelo con todo tu corazón, y luego mantén tu mente en una espera silenciosa, preparada, sin moverte, esperando el descenso de Su gracia. Y si tu mente se distrae, repite la oración de nuevo, para traerla de regreso a esa espera en quietud.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Repite la oración y pasa un momento en quietud, esperando la gracia de Dios. Luego dale gracias por los reflejos de la gracia que has tenido en la hora que ha terminado. Y pregúntale que quiere que hagas en esta hora que empieza.

Comentario

¿Qué es la gracia?

Esta lección no da una definición formal, sino como una conversación personal con Dios. “Dios nos habla. ¿No deberíamos nosotros acaso hablarle a Él?” (1:1-2). La gracia es parecida al Amor de Dios, algo que viene con Su Amor como parte del paquete. Él siempre nos ha amado (1:7-11). La gracia es el efecto o aplicación de ese amor que garantiza que Su Amor será plenamente reconocido y recibido. La gracia es cualquier cosa que nos saque de nuestro sueño. Es el movimiento del amor que nos atrae de regreso a Él, el callado susurro de Su Voz en nuestra mente que no nos dejará alejarnos, la cuidadosa planificación de nuestro programa de estudios que nos ayuda a desaprender todo lo que nos hemos enseñado a nosotros mismos, la actividad del Espíritu que trabaja constantemente para ganarse nuestra confianza y devolvernos la alegría y deshacer nuestra culpa. Es Su respuesta a nuestra desesperación. Es el medio por el que reconocemos Su Voluntad (2:3-4).

Su gracia se me da. Su gracia es un “ya dada”, una seguridad, parte de lo que significa que Dios es Amor. Es un regalo, siempre disponible, siempre se está ofreciendo, y que espera sólo mi reconocimiento (2:5). “Se trata del regalo mediante el cual Dios se inclina hasta nosotros” (3:2). Y a la larga, la gracia es ese aspecto del amor en el que “al final es Él Mismo Quien viene, y tomándonos en Sus Brazos hace que todas las telarañas de nuestro sueño desaparezcan” (3:4).

Entonces, ¿no voy a sentarme, hoy, durante unos pocos minutos de conversación silenciosa con este Dios de Amor? ¿Ni siquiera puedo dedicar tiempo a pedirle que me conceda esta gracia, que Él ya me ha concedido? ¿No puedo expresar mi deseo de recibirla, para permitir que este mundo de sufrimiento desaparezca de mi vista, sustituido por la verdadera visión? ¿No puedo decirle que estoy deseando, al menos parte de mí, desaparecer en Sus abrazo? Me puede parecer que estoy haciendo una especie de rendición o renuncia, o que estoy dejando algo, o perdiendo algo que me es muy querido. Sin embargo, si abrirme a la gracia es rendición, es una rendición al Amor únicamente. Es un suspiro por abandonar la resistencia a todo lo que siempre, siempre he querido. Es abandonar el fingimiento, un regreso a lo que siempre he sido. Es una rendición a mi Ser. Es una rendición a mi Amado, nada más que eso, y nada menos. Es la última manifestación de “caer en el Amor”.

¿Dudo de mi propia capacidad de amar, y de responder adecuadamente al Amor eterno e inmaculado de Dios? “Nuestra fe radica en el Dador, no en nuestra aceptación” (5:2). No es el poder de mi decisión ni mi fe la que hace el milagro, es el poder de Aquel que lo da. Su gracia me da los medios con los que puedo dejar atrás todos mis errores (5:3), incluso cuando dudo de mi propia capacidad de dejarlos. Para eso es para lo que está la gracia. La gracia proporciona todo lo que yo pienso que me falta. Como Dios le dijo una vez al Apóstol Pablo: “Mi gracia te basta, que Mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza” (2 Corintios 12:9). ¿Qué es la gracia? Todo lo que necesitamos para llevarnos de regreso al hogar a Dios, sea cual sea la forma que tome la gracia.





TEXTO


III. La pequeñez en contraposición a la grandeza




1. No te contentes con la pequeñez. 2Pero asegúrate de que entien­des lo que es, así como también la razón por la que jamás podrías sentirte satisfecho con ella. 3La pequeñez es la ofrenda que te haces a ti mismo. 4La ofreces y la aceptas en lugar de la grandeza. 5En este mundo no hay nada que tenga valor porque es un mundo que procede de la pequeñez, de acuerdo con la extraña creencia de que la pequeñez puede satisfacerte. 6Cuando te lanzas en pos de cualquier cosa en este mundo creyendo que te ha de brindar paz, estás empequeñeciéndote y cegándote a la gloria. 7La peque­ñez y la gloria son las únicas alternativas de que dispones para dedicarles todos tus esfuerzos y toda tu vigilancia. 8Y siempre elegirás una a expensas de la otra.

2. Sin embargo, de lo que no te das cuenta cada vez que eliges, es de que tu elección es tu evaluación de ti mismo. 2Opta por la pequeñez y no tendrás paz, pues habrás juzgado que eres indigno de ella. 3cualquier cosa que ofrezcas como substituto será un regalo de tan poco valor que te dejará insatisfecho. 4Es esencial que aceptes el hecho -y que lo aceptes gustosamente- de que ninguna clase de pequeñez podrá jamás satisfacerte. 5Eres libre de probar cuantas quieras, pero lo único que estarás haciendo es demorar tu retorno al hogar. 6Pues sólo en la grandeza, que es tu hogar, podrás sentirte satisfecho.

3. Tienes una gran responsabilidad para contigo mismo, y es una responsabilidad que tienes que aprender a recordar en todo momento. 2Al principio, la lección tal vez te parezca difícil, pero aprenderás a amarla cuando te des cuenta de que es verdad y de que no es más que un tributo a tu poder. 3Tú que has encontrado la pequeñez que buscabas, recuerda esto: cada decisión que tomas procede de lo que crees ser, y representa el valor que te atribuyes a ti mismo. 4Si crees que lo que no tiene valor puede satisfacerte, no podrás sentirte satisfecho, pues te habrás limitado a ti mismo. 5Tu función no es insignificante, y sólo podrás escaparte de la pequeñez hallando tu función y desempeñándola.

4. No hay duda acerca de cuál es tu función, pues el Espíritu Santo sabe cuál es. 2No hay duda acerca de la grandeza de esa función, pues te llega a través de Él desde la Grandeza. 3No tienes que esforzarte por alcanzarla, puesto que ya dispones de ella. 4Mas debes canalizar todos tus esfuerzos contra la pequeñez, pues para proteger tu grandeza en este mundo es preciso mantenerse alerta. 5Mantenerse continuamente consciente de la propia gran­deza en un mundo en el que reina la pequeñez es una tarea que los que se menosprecian a sí mismos no pueden llevar a cabo. 6Sin embargo, se te pide que lo hagas como tributo a tu grandeza y no a tu pequeñez. 7No se te pide que lo hagas solo. 8El poder de Dios respaldará cada esfuerzo que hagas en nombre de Su amado Hijo. 9Ve en pos de la pequeñez, y te estarás negando a ti mismo Su poder. 10Dios no está dispuesto a que Su Hijo se sienta satisfecho con nada que no sea la totalidad. 11Pues Él no se siente satisfecho sin Su Hijo y Su Hijo no puede sentirse satisfecho con menos de lo que Su Padre le dio.

5. Anteriormente te pregunté: "¿Qué prefieres ser, rehén del ego o anfitrión de Dios?" 2Deja que el Espíritu Santo te haga esa pre­gunta cada vez que tengas que tomar una decisión. 3Pues cada decisión que tomas la contesta, y, por lo tanto, le abre las puertas a la tristeza o a la dicha. 4Cuando Dios se dio a Sí Mismo a ti en tu creación, te estableció como Su anfitrión para siempre. 5Él no te ha abandonado, ni tú lo has abandonado a Él. 6Todos tus intentos de negar Su grandeza, y de hacer de Su Hijo un rehén del ego, no pueden empequeñecer a aquel a quien Dios ha unido a Sí Mismo. 7Cada decisión que tomas es o bien en favor del Cielo o bien en favor del infierno, y te brinda la conciencia de la alternativa que hayas elegido.

6. El Espíritu Santo puede mantener tu grandeza en tu mente a salvo de toda pequeñez, con perfecta claridad y seguridad, y sin dejar que se vea afectada por los miserables regalos que el mundo de la pequeñez desea ofrecerte. 2Pero para que el Espíritu Santo pueda hacer esto, no debes oponerte a lo que Él dispone para ti. 3Decídete en favor de Dios por medio de Él. 4Pues la pequeñez y la creencia de que ésta te puede satisfacer, son decisiones que tomas con respecto a ti mismo. 5El poder y la gloria que hay en ti procedentes de Dios son para todos los que, como tú, se conside­ran indignos y creen que la pequeñez puede expandirse hasta convertirse en una sensación de grandeza que los pueda satisfa­cer. 6No des ni aceptes pequeñez. 7El anfitrión de Dios es digno de todo honor. 8Tu pequeñez te engaña, pero tu grandeza emana de Aquel que mora en ti, y en Quien tú moras. 9En el Nombre de Cristo, el eterno Anfitrión de Su Padre, no toques a nadie con la idea de la pequeñez.

7. En esta temporada (Navidad) en la que se celebra el nacimiento de la santidad en este mundo, únete a mí que me decidí en favor de la santidad en tu nombre. 2Nuestra tarea conjunta consiste en restaurar la conciencia de grandeza en aquel que Dios designó como Su anfitrión. 3Dar el don de Dios está más allá de tu peque­ñez, pero no más allá de ti. 4Pues Dios quiere darse a Sí Mismo a través de ti. 5Él se extiende Sí Mismo desde ti hacia todo el mundo, y más allá de todo el mundo hasta las creaciones de Su Hijo sin abandonarte. 6Él se extiende eternamente mucho más allá de tu insignificante mundo, aunque sin dejar de estar en ti. 7No obstante, Él te ofrece todas Sus extensiones a ti, puesto que eres Su anfitrión.   

8. ¿Es acaso un sacrificio dejar atrás la pequeñez y dejar de deam­bular en vano? 2Despertar a la gloria no es un sacrificio. 3Pero sí es un sacrificio aceptar cualquier cosa que no sea la gloria. 4Trata de aprender que no puedes sino ser digno del Príncipe de la Paz, nacido en ti en honor de Aquel de Quien eres anfitrión. 5Desconoces el significado del amor porque has intentado comprarlo con baratijas, valorándolo así demasiado poco como para poder comprender su grandeza. 6El amor no es insignificante, y mora en ti que eres el anfitrión de Dios. 7Ante la grandeza que reside en ti, la poca estima en que te tienes a ti mismo y todas las peque­ñas ofrendas que haces, se desvanecen en la nada.

9. Bendita criatura de Dios, ¿cuándo vas a aprender que sólo la santidad puede hacerte feliz y darte paz? 2Recuerda que no aprendes únicamente para ti, de la misma manera en que yo tam­poco lo hice. 3Tú puedes aprender de mí únicamente porque yo aprendí por ti. 4Tan sólo deseo enseñarte lo que ya es tuyo, para que juntos podamos reemplazar la miserable pequeñez que man­tiene al anfitrión de Dios cautivo de la culpabilidad y la debili­dad, por la gozosa conciencia de la gloria que mora en él. 5Mi nacimiento en ti es tu despertar a la grandeza. 6No me des la bienvenida en un pesebre, sino en el altar de la santidad, en el que la santidad mora en perfecta paz. 7Mi Reino no es de este mundo, puesto que está en ti. 8Y tú eres de tu Padre. 9Unámonos en honor a ti, que no puedes sino permanecer para siempre más allá de la pequeñez.

10Decide como yo que decidí morar contigo. 2Mi voluntad dis­pone lo mismo que la de mi Padre, pues sé que Su Voluntad no varía y que se encuentra eternamente en paz consigo misma. 3Nada que no sea Su Voluntad podrá jamás satisfacerte. 4No aceptes menos y recuerda que todo lo que aprendí es tuyo. 5Yo amo lo que mi Padre ama tal como Él lo hace, y no puedo aceptar que sea lo que no es, 6de la misma manera en que Él tampoco puede hacerlo. 7Cuando hayas aprendido a aceptar lo que eres, no inventarás otros regalos para ofrecértelos a ti mismo, pues sabrás que eres íntegro, que no tienes necesidad de nada y que eres incapaz de aceptar nada para ti. 8Y habiendo recibido, darás gustosamente. 9El anfitrión de Dios no tiene que ir en pos de nada, pues no hay nada que él tenga que encontrar.

11. Si estás completamente dispuesto a dejar que la salvación se lleve a cabo de acuerdo con el plan de Dios y te niegas a tratar de obtener la paz por tu cuenta, alcanzarás la salvación. 2Mas no pienses que puedes sustituir tu plan por el Suyo. 3En vez de eso, únete a mí en el Suyo para que juntos podamos liberar a todos aquellos que prefieren permanecer cautivos, y proclamar que el Hijo de Dios es Su anfitrión. 4Así pues, no dejaremos que nadie se olvide de lo que tú quieres recordar, 5de este modo, lo recorda­rás.


12. Evoca en todos únicamente el recuerdo de Dios y el del Cielo que mora en ellos. 2Allí donde desees que tu hermano esté, allí creerás estar tú. 3No respondas a su petición de pequeñez y de infierno, sino sólo a su llamamiento a la grandeza y al Cielo. 4No te olvides de que su llamamiento es el tuyo y contéstale junto conmigo. 5El poder de Dios está a favor de Su anfitrión eterna­mente, pues su único cometido es proteger la paz en la que Él mora. 6No deposites la ofrenda de la pequeñez ante Su santo altar, el cual se eleva más allá de las estrellas hasta el mismo Cielo por razón de lo que le es dado










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