DESPERTAR AL AMOR

jueves, 25 de junio de 2020

25 JUNIO: QUINTO REPASO. Repaso de las lecciones 161 y 162

AUDIOLIBRO
 



EJERCICIOS

LECCIÓN 176

Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.



1. (161) Dame tu bendición, santo Hijo de Dios.
2Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo. 

2. (162) Soy tal como Dios me creó.
2Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Dedicar más tiempo y esfuerzo a practicar, para que puedas acelerar el paso en tu viaje a Dios. Reconocer la verdad de la idea central (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). Hacer de este repaso un regalo a Jesús, y un tiempo en el que compartes con Él una experiencia nueva y sin embargo antigua.

La oración: Usa la oración de los párrafos 2 y 3 para dedicar el repaso a Dios. Le pides a Dios que dirija tus prácticas y que te llame de vuelta cuando te retrasas en tus prácticas, para que puedas progresar más rápido por el camino que te lleva a Él.

El pensamiento central: El centro del repaso es esta idea (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). El propósito de este repaso es llevarnos a un lugar donde entendemos y experimentamos esta idea de verdad. Y el propósito de las ideas que se repasan es apoyar la idea central, sacar diferentes aspectos de ella, y hacerla “más significativa, más personal y verdadera” (L.rV.In.4:2). Por lo tanto, haz que esta idea domine cada uno de estos diez días del repaso. Empieza y termina el día con ella, empieza y termina cada periodo de práctica, y envuelve con ella cada repetición de las ideas del repaso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Pasa un rato repitiendo el pensamiento central (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). Y las dos ideas del repaso. Envuelve cada idea del repaso con el pensamiento central. Usa las ideas del repaso para que iluminen algún aspecto del pensamiento central y hazlo más significativo para ti.
Luego entra en lo que llamamos “meditación de la mente abierta”. Mantén tu mente quieta y silenciosa, sin palabras. Las palabras son como señales indicadoras: señalan al significado; pero ahora estás buscando la experiencia directa del significado, y para esto las palabras se interponen. En este vacío de palabras, simplemente espera con “silenciosa expectación” (L.94.4:1) la experiencia de lo que nos hablan las palabras, la experiencia de nuestro verdadero Ser. Toda tu atención está esperando en “tranquila expectación” (L.157.4:3). Tu mente está en reposo, sin embargo también preparada. Toda tu consciencia está esperando que surja la comprensión y se extienda. Concéntrate en esto sin palabras. Sin embargo, cuando tu mente se distraiga, lo que sucederá de vez en cuando, repite el pensamiento central para recordarte a ti mismo lo que estás esperando: la experiencia de tu propio Ser; y luego vuelve a tu espera sin palabras.
Termina repitiendo el pensamiento central una vez más.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto (más corto si las circunstancias no lo permiten).
Sugerencia: Repite las dos ideas del repaso, rodeando cada una de ellas con el pensamiento central. Luego dale gracias a Dios por Sus regalos en la hora anterior, y pídele Su dirección para la hora que comienza. Termina con el pensamiento central.

Comentario

Párrafo 8 de la Introducción al Quinto Repaso:

Nuestras prácticas de alguna manera liberan al Cristo en el mundo. Abrir nuestra mente al Espíritu Santo nos deja dispuestos como canales para aquellos a nuestro alrededor. Por supuesto, el Espíritu Santo es “Aquel que ve tu extrema necesidad, y que conoce la respuesta que Dios le ha dado” (8:1). Creo que una de las cosas que hace que el Curso sea tan extraordinario es el modo en el que reconoce nuestra “extrema necesidad” y sin embargo afirma que en realidad no tenemos necesidades. Es como si nos dijera: “Sé que el mundo del dolor y la pérdida es sólo una ilusión y nada por lo que debas preocuparte, pero también sé que para ti es muy, muy real, y estoy dispuesto a trabajar contigo partiendo de esa base.

Claramente, se nos anima a desarrollar una relación con Jesús y el Espíritu Santo. “Juntos repasaremos estos pensamientos” (8:2). “Juntos les dedicaremos nuestro tiempo y esfuerzos” (8:3). No somos individuos practicando un tipo de manipulación mental; nos estamos comprometiendo a una relación, una aventura de colaboración:

La curación no procede de nadie más. Tienes que aceptar dirección interna. La dirección que recibas no puede sino ser lo que quieres, pues, de lo contrario, no tendría sentido para ti. Por eso es por lo que la curación es una empresa de colaboración. Yo puedo decirte lo que tienes que hacer, pero tú tienes que colaborar teniendo fe en que yo sé lo que debes hacer. (T.8.IV.5-9)

Así que estamos repasando estos pensamientos con él. No estamos pensando en ellos por nuestra cuenta, sino escuchando esa guía desde dentro mientras pensamos en ellos.

“Y juntos se los enseñaremos a nuestros hermanos” (8:4). ¿Te has dado cuenta de que casi cada vez que le Curso habla acerca del proceso que estamos pasando, termina con algún aspecto de compartir o extensión, algún modo de dar a nuestros hermanos lo que nosotros hemos recibido? El Curso no es un camino personal de salvación. Lo que es más, enseña que no existe la salvación individual, porque “el individuo” es una ilusión. No estamos solos. No somos individuos separados que pueden salvarse individualmente. Somos partes de un todo, y cuando empezamos a recibir lo que el Espíritu Santo tiene que enseñar, debemos compartirlo, porque compartir es lo que Él enseña. “Enseñar con acciones o con pensamientos; con palabras o sin ellas; en cualquier lenguaje o sin lenguaje; en todo lugar o momento, o en cualquier forma” (M.1.3:6).

Enseñamos porque el todo no está completo hasta que todos estén incluidos. Tal como Jesús no está completo sin nosotros, nosotros no estamos completos sin nuestros hermanos. Como Jesús, nosotros podemos reconocer que lo tenemos todo en nosotros mismos y al hacerlo, reconocer que nuestros hermanos lo tienen todo. El estado de estar completo está ahí, pero sin admitirlo ni reconocerlo: “Soy tal como Dios me creó”, como nos lo recuerda una de las dos ideas del repaso. “Nuestro hogar ancestral… se ha mantenido a salvo de los azotes de éste, así como inmaculado y seguro, tal como será cuando al tiempo le llegue su fin” (8:8). No lo podemos perder, pero hemos perdido la consciencia de él, y esa consciencia es lo que compartimos con los demás.

Cuando empezamos a aceptar que nada nos falta, nos convertimos en recordatorios para todos de que tampoco les falta nada, y de que lo compartimos todo con todos. No hay necesidad de “predicar”, ni de un grupo espiritual selecto diciéndole al resto del mundo “cómo es”. Es la feliz comunicación de que “Tú eres completo, como yo. Soy tal como Dios me creó, y tú eres tal como Dios te creó”. Venimos a nuestros hermanos no como superiores, sino pidiéndoles que nos den su bendición, reconociéndoles como el Hijo de Dios que son, junto con nosotros: 
“Dame tu bendición, santo Hijo de Dios”.


Tu santidad es la salvación del mundo. Te permite enseñarle al mundo que es uno contigo, sin predicarle ni decirle nada, sino simplemente mediante tu sereno reconocimiento de que en tu santidad todas las cosas son bendecidas junto contigo. (L.37.3:1-2)








TEXTO

IX. El instante santo y la atracción de Dios


1. Tal como el ego quiere que la percepción que tienes de tus her­manos se limite a sus cuerpos, de igual modo el Espíritu Santo quiere liberar tu visión para que puedas ver los Grandes Rayos que refulgen desde ellos, los cuales son tan ilimitados que llegan hasta Dios. 2Este cambio de la percepción a la visión es lo que se logra en el instante santo. 3Mas es necesario que aprendas exacta­mente lo que dicho cambio entraña, para que por fin llegues a estar dispuesto a hacer que sea permanente. 4Una vez que estés dispuesto, esta visión no te abandonará nunca, pues es perma­nente. 5Cuando la hayas aceptado como la única percepción que deseas, se convertirá en conocimiento debido al papel que Dios Mismo desempeña en la Expiación, pues es el único paso en ella que Él entiende. 6Esto, por lo tanto, no se hará de esperar una vez que estés listo para ello. 7Dios ya está listo, tú no.

2. Nuestra tarea consiste en continuar, lo más rápidamente posi­ble, el ineludible proceso de hacer frente a cualquier interferencia y de verlas a todas exactamente como lo que son. 2Pues es imposi­ble que reconozcas que lo que crees que quieres no te ofrece absolutamente ninguna gratificación. 3El cuerpo es el símbolo del ego, tal como el ego es el símbolo de la separación. 4Y ambos no son más que intentos de entorpecer la comunicación y, por lo tanto, de imposibilitarla. 5Pues la comunicación tiene que ser ilimitada para que tenga significado, ya que si no tuviese significado te dejaría insatisfecho. 6La comunicación sigue siendo, sin embargo, el único medio por el que puedes entablar auténticas relaciones, que al haber sido establecidas por Dios, son ilimitadas.

3. En el instante santo, en el que los Grandes Rayos reemplazan al cuerpo en tu conciencia, se te concede poder reconocer lo que son las relaciones ilimitadas. 2Mas para ver esto, es necesario renunciar a todos los usos que el ego hace del cuerpo y aceptar el hecho de que el ego no tiene ningún propósito que tú quieras compartir con él. 3Pues el ego quiere reducir a todo el mundo a un cuerpo para sus propios fines, y mientras tú creas que el ego tiene algún fin, elegirás utilizar los medios por los que él trata de que su fin se haga realidad. 4Mas esto nunca tendrá lugar. 5Sin embargo, debes haberte dado cuenta de que el ego, cuyos objeti­vos son absolutamente inalcanzables, luchará por conseguirlos con todas sus fuerzas, y lo hará con la fortaleza que tú le has prestado.

4. Es imposible dividir tu fuerza entre el Cielo y el infierno, o entre Dios y el ego, y liberar el poder que se te dio para crear, que es para lo único que se te dio. 2El amor siempre producirá expansión. 3El ego es el que exige límites, y éstos representan sus exi­gencias de querer empequeñecer e incapacitar. 4Si te limitas a ver a tu hermano como un cuerpo, que es lo que harás mientras no quieras liberarlo del mismo, habrás rechazado el regalo que él te puede hacer. 5Su cuerpo es incapaz de dártelo, 6y tú no debes buscarlo a través del tuyo. 7Entre vuestras mentes, no obstante, ya existe continuidad, y lo único que es necesario es que se acepte su unión para que la soledad desaparezca del Cielo.

5. Sólo con que le permitieses al Espíritu Santo hablarte del Amor que Dios te profesa y de la necesidad que tienen tus creaciones de estar contigo para siempre, experimentarías la atracción de lo eterno. 2Nadie puede oír al Espíritu Santo hablar de esto y seguir estando dispuesto a demorarse aquí por mucho más tiempo. 3Pues tu voluntad es estar en el Cielo, donde no te falta nada y donde te sientes en paz, en relaciones tan seguras y amorosas que es imposible que en ellas haya límite alguno. 4¿No desearías intercambiar tus irrisorias relaciones por esto? 5Pues el cuerpo es insignificante y limitado, y sólo aquellos que desees ver libres de los límites que el ego quisiera imponer sobre ellos, pueden ofre­certe el regalo de la libertad.

6. No tienes la menor idea de los limites que le has impuesto a tu percepción ni de toda la belleza que podrías ver. 2Pero recuerda esto: la atracción de la culpabilidad es lo opuesto a la atracción de Dios. 3La atracción que Dios siente por ti sigue siendo ilimi­tada, pero puesto que tu poder es el Suyo, y, por lo tanto, tan grande como el de Él, puedes darle la espalda al amor. 4La impor­tancia que le das a la culpabilidad se la quitas a Dios. 5tu visión se torna débil, tenue y limitada, pues has tratado de separar al Padre del Hijo y de limitar su comunicación. 6No busques la Expiación en mayor separación, 7ni limites tu visión del Hijo de Dios a lo que interfiere en su liberación y a lo que el Espíritu Santo tiene que deshacer para liberarlo. 8Pues es su propia creencia en la limitación lo que lo ha aprisionado.

7. Cuando el cuerpo deje de atraerte y ya no le concedas ningún valor como medio de obtener algo, dejará de haber entonces interferencia en la comunicación y tus pensamientos serán tan libres como los de Dios. 2A medida que le permitas  al Espíritu Santo enseñarte a utilizar el cuerpo sólo como un medio de comunicación y dejes de valerte de él para fomentar la separación y el ata­que, que es la función que el ego le ha asignado, aprenderás que no tienes necesidad del cuerpo en absoluto. 3En el instante santo no hay cuerpos, y lo único que se experimenta es la atracción de Dios. 4Al aceptarla como algo completamente indiviso te unes a Él por completo en un instante, pues no quieres imponer ningún límite en tu unión con Él. 5La realidad de esta relación se convierte en la única verdad que jamás podrías desear. 6Toda verdad reside en ella.  
















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