DESPERTAR AL AMOR

jueves, 18 de junio de 2020

18 JUNIO: Por la gracia vivo. Por la gracia soy liberado.

AUDIOLIBRO
 





EJERCICIOS



LECCION 169

Por la gracia vivo. Por la gracia soy liberado.



1. La gracia es el atributo del Amor de Dios que más se asemeja al estado que prevalece en la unidad de la verdad. 2Es la aspiración más elevada que se puede tener en el mundo, pues conduce más allá de él. 3Se encuentra más allá del aprendizaje, aunque es su objetivo, pues la gracia no puede arribar hasta que la mente no se haya preparado a sí misma para aceptarla de verdad. 4La gracia se vuelve inevitable para aquellos que han preparado un altar donde ésta pueda ser dulcemente depositada y gustosamente recibida: un altar inmaculado y santo para este don.

2. La gracia es la aceptación del amor de Dios en un mundo de aparente odio y miedo. 2Sólo mediante la gracia pueden desapa­recer el odio y el miedo, pues la gracia da lugar a un estado tan opuesto a todo lo que el mundo ofrece, que aquellos cuyas men­tes están iluminadas por el don de la gracia no pueden creer que el mundo del miedo sea real.

3. La gracia no es algo que se aprende. 2EI último paso tiene que ir más allá de todo aprendizaje. 3La gracia no es la meta que este curso aspira a alcanzar. 4No obstante, nos preparamos para ella en el sentido de que una mente receptiva puede oír la Llamada a despertar. 5Dicha mente no se ha cerrado completamente a la Voz de Dios. 6Se ha dado cuenta de que hay cosas que no sabe, y, por lo tanto, está lista para aceptar un estado completamente dife­rente de la experiencia con la que se siente a gusto por resultarle familiar.

4. Tal vez parezca que estamos contradiciendo nuestra afirma­ción de que el momento en que la revelación de que el Padre y el Hijo son uno ya se ha fijado. 2Pero hemos dicho también que la mente es la que determina cuándo ha de ocurrir ese momento, y que ya lo ha hecho. 3Te exhortamos, no obstante, a que des testi­monio de la Palabra de Dios para hacer que la experiencia de la verdad llegue más pronto y para acelerar su advenimiento a toda mente que reconozca los efectos de la verdad en ti.

5. La unidad es simplemente la idea de que Dios es. 2Y en Su Ser, Él abarca todas las cosas. 3Ninguna mente contiene nada que no sea Él. 4Decimos "Dios es"; y luego guardamos silencio, pues en ese conocimiento las palabras carecen de sentido. 5No hay labios que las puedan pronunciar, ni ninguna parte de la mente es lo suficientemente diferente del resto como para poder sentir que ahora es consciente de algo que no sea ella misma. 6Se ha unido a su Fuente, 7y al igual que ella, simplemente es.

6. No podemos hablar, escribir, ni pensar en esto en absoluto. 2Pues aflorará en toda mente cuando el reconocimiento de que su voluntad es la de Dios se haya dado y recibido por completo. 3Ello hace que la mente retorne al eterno presente, donde el pasado y el futuro son inconcebibles. 4El eterno presente yace más allá de la salvación; más allá de todo pensamiento de tiempo, de perdón y de la santa faz de Cristo. 5El Hijo de Dios simplemente ha desapa­recido en su Padre, tal como su Padre ha desaparecido en él. 6El mundo jamás ha tenido lugar. 7La eternidad permanece como un estado constante.

7. Esto está más allá de la experiencia que estamos tratando de acelerar. 2No obstante, cuando se enseña y se aprende lo que es el perdón, ello trae consigo experiencias que dan testimonio de que el momento en que la mente misma decidió abandonarlo todo excepto esto, está por llegar. 3No es que realmente lo podamos acelerar, toda vez que lo que vas a ofrecer es algo que simple­mente se había ocultado de Aquel que enseña el significado del perdón.

8. Todo aprendizaje ya se encontraba en Su Mente, consumado y completo. 2Él reconoció todo lo que el tiempo encierra, y se lo dio a todas las mentes para que cada una de ellas pudiera determinar, desde una perspectiva en la que el tiempo ha terminado, cuándo ha de ser liberada para la revelación y la eternidad. 3Hemos repe­tido en varias ocasiones que no haces sino emprender una jornada que ya concluyó.

9. Pues la unidad no puede sino encontrarse aquí. 2Sea cual sea el momento que la mente haya fijado para la revelación ello es com­pletamente irrelevante para lo que no puede sino ser un estado constante, eternamente como siempre ha sido, y como ha de seguir siendo eternamente. 3Nosotros simplemente asumimos el papel que se nos asignó hace mucho, y que Aquel que escribió el guión de la salvación en el Nombre de Su Creador y en el Nombre del Hijo de Su Creador, reconoció como perfectamente realizado.

10. No hay necesidad de clarificar más lo que nadie en el mundo puede entender. 2Cuando la revelación de tu unidad tenga lugar, lo sabrás y lo comprenderás plenamente. 3Pero por ahora es mucho lo que aún nos queda por hacer, pues aquellos que se encuentran en el tiempo pueden hablar de cosas que están más allá de él, y escuchar palabras que explican que lo que ha de venir ha pasado ya. 4Mas ¿qué significado pueden tener dichas palabras para los que todavía se rigen por el reloj, y se levantan, trabajan y se van a dormir de acuerdo con él?

11.  Baste, pues, con decir que para desempeñar tu papel es mucho lo que aún te queda por hacer. 2El final seguirá siendo nebuloso hasta que hayas desempeñado por completo tu papel. 3Pero eso no importa, 4pues tu papel sigue siendo el pilar sobre lo que todo lo demás descansa. 5Conforme asumas el papel que se te enco­mendó, la salvación se acercará un poco más a cada corazón incierto cuyo latir no esté aún en sintonía con Dios.

12. El perdón es el eje central de la salvación, pues hace que todos sus aspectos tengan una relación significativa entre sí, dirige su trayectoria y asegura su resultado. 2Y ahora pedimos que se nos conceda la gracia, el último regalo que la salvación puede otor­gar. 3La experiencia que la gracia proporciona es temporal, pues la gracia es un preludio del Cielo, pero sólo reemplaza a la idea de tiempo por un breve lapso.

13. Mas ese lapso es suficiente. 2Pues ahí es donde se depositan los milagros, que tú has de devolver de los instantes santos que reci­bes a través de la gracia que experimentas, a todos los que ven la luz que aún refulge en tu faz. 3¿Qué es la faz de Cristo sino la de aquel que se adentró por un momento en la intemporalidad y al volver trajo consigo -para bendecir al mundo- un claro reflejo de la unidad que experimentó allí? 4¿Cómo podrías llegar a alcan­zarla para siempre, mientras una parte de ti se encuentre afuera, ignorante y dormida, necesitada de que tú des testimonio de la verdad?

14. Siéntete agradecido de poder regresar, de la misma manera en que te alegró ir por un instante, y acepta los dones que la gracia te otorgó. 2Es a ti mismo a quien se los traes. 3Y la revelación no está muy lejos. 4Su llegada es indudable. 5Pedimos que se nos conceda la gracia y la experiencia que procede de ella. 6Damos la bienvenida a la liberación que les ofrece a todos. 7No estamos pidiendo lo que no se puede pedir. 8No tenemos nuestras miras puestas en aquello que está más allá de lo que la gracia puede conceder. 9Pues eso lo podemos dar con la gracia que se nos ha concedido.

15. Nuestro objetivo de aprendizaje de hoy no excede lo que expresa esta plegaria. 2Mas ¿qué puede haber en el mundo que sobrepase lo que en este día le pedimos a Aquel que nos concede la gracia que pedimos, tal como se le concedió a Él?

3Por la gracia vivo. 4Por la gracia soy liberado. 5Por la gracia doy. 6Por la gracia he de liberar.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Pedir la gracia, y por un momento la experiencia del Cielo que procede de la gracia. Y luego regresar, y traer a otros los regalos que yo he recibido de la gracia.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Hoy estás pidiendo de nuevo el regalo de la gracia, que por un momento te elevará al conocimiento del Cielo. Empieza con esta oración: “Por la gracia vivo. Por la gracia soy liberado. Por la gracia doy. Por la gracia he de liberar”. La primera mitad de esta oración pide que tu mente sea elevada a la luz del día de la realidad, donde experimentarás la unidad pura. Ésta es “la experiencia que estamos tratando de acelerar” (7:1). Ésta no es la revelación final que te vendrá un día, en la que finalmente desaparecerás del tiempo y del espacio totalmente, pero sí significa que ese día se acerca. Esto es principalmente una de meditación, en la que vas a buscar todo, así que utiliza todo lo que has aprendido sobre la meditación, y todo tu deseo de Dios.
La segunda mitad de la oración habla de los efectos después del instante de gracia. Cuando sales de tu instante de eternidad, las personas verán que la luz aún brilla en tu rostro (13:2), y tú les darás los milagros que se dejaron en tu mente en ese instante santo.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Repite la oración de la práctica de la mañana, pidiendo de nuevo la gracia de Dios. Y luego dale gracias a Dios por cualquier reflejo de la gracia que te ha venido en la hora anterior. Y pregúntale cómo quiere que, en esta hora que comienza, des los regalos que has recibido en la meditación.

Comentario

Jesús nos dice: “La gracia es el atributo del Amor de Dios que más se asemeja al estado que prevalece en la unidad de la verdad” (1:1).

Supongo que se podría decir que vivir por la gracia significa vivir con plena consciencia de la Presencia Del Amor mientras se está en el mundo. En ese sentido, es lo mismo que vivir en el mundo real.

Esto encaja con el resto del primer párrafo. El estado de gracia o vivir por la gracia y recibir continuamente la gracia, es algo que está más allá del aprendizaje. El aprendizaje únicamente nos prepara para esto, pues el aprendizaje tiene lugar sólo en este mundo. En realidad, lo que estamos haciendo es desaprender nuestra negación de la verdad acerca de nuestro verdadero Ser.

“Se encuentra más allá del aprendizaje, aunque es su objetivo, pues la gracia no puede arribar hasta que la mente no se haya preparado a sí misma para aceptarla de verdad” (1:3). El aprendizaje nos prepara para aceptar la gracia. El aprendizaje no nos da la gracia, pero nos prepara para recibirla, para aceptarla, lo que supone que la gracia ya está a nuestro alcance pero todavía no podemos aceptarla.

“La gracia se vuelve inevitable para aquellos que han preparado un altar donde ésta pueda ser dulcemente depositada y gustosamente recibida: un altar inmaculado y santo para este don” (1:4). La gracia simplemente está ahí, al instante, siempre que estemos dispuestos a recibirla. Aprender es necesario para producir el estado de desearla, luego la gracia se vierte. No tenemos que hacer nada para traerla, pero tenemos que avanzar en el (des)aprendizaje para eliminar nuestro rechazo a recibirla.

Entonces sigue lo que quizá es la mejor definición de la gracia en la lección: “La gracia es la aceptación del amor de Dios en un mundo de aparente odio y miedo” (2:1).

La gracia significa ver más allá de la ilusión. Todavía estoy en este mundo de “aparente odio y miedo” y sin embargo, de algún modo, acepto el Amor de Dios. Acepto que Él es completamente Amor, no enfadado ni vengativo, no algo a lo que temer por mis pecados, no algo a lo que culpar por las aparentes desgracias del mundo; Dios es Amor. En lugar de ver al mundo como sólido y real, y preguntarnos cómo puede Dios ser amoroso cuando todo esto está sucediendo, “aquellos cuyas men-tes están iluminadas por el don de la gracia no pueden creer que el mundo del miedo sea real” (2:2). Aquellos que conocen la gracia saben que Dios es real, que el amor es real, y que es el mundo del miedo lo que es ilusorio.

La gracia no es algo que se aprende. EI último paso tiene que ir más allá de todo aprendizaje. (3:1-2)

Esto no es algo que se aprende. No puede aprenderse. Tiene que venir de fuera del lugar donde el aprendizaje se lleva a cabo, que es el campo del ego. El Curso dice a menudo que no hay aprendizaje en el Cielo, o en Dios. ¿Cómo podría haber aprendizaje donde se sabe todo?

La gracia no es la meta que este curso aspira a alcanzar. No obstante, nos preparamos para ella en el sentido de que una mente receptiva puede oír la Llamada a despertar. Dicha mente no se ha cerrado completamente a la Voz de Dios. Se ha dado cuenta de que hay cosas que no sabe, y, por lo tanto, está lista para aceptar un estado completamente diferente de la experiencia con la que se siente a gusto por resultarle familiar. (3:3-6)

Así que, puesto que el aprendizaje es la meta del Curso, la gracia no lo es; la gracia está más allá de lo que el Curso enseña porque no puede enseñarse. Pero el aprendizaje del Curso, que en realidad es un desaprender, nos prepara para la gracia al soltar a nuestra mente de las apretadas garras del ego. Tal como se ve en este párrafo, la meta del Curso es una mente abierta y una consciencia de que hay cosas que no sabemos.

No nos damos cuenta de hasta qué punto ha estado cerrada nuestra mente, “completamente sorda a la Voz de Dios”. Eso es lo que tenemos que aprender. De lo que nos damos cuenta es de todas las formas que utilizamos para no dejar entrar a Dios. Cuando aprendemos esto, no queda nada por lo que dejarle fuera, y Él sencillamente ya está ahí, tal como siempre lo ha estado.

Luego la lección continúa hablando del estado del Cielo, o unidad. No tengo tiempo para comentarlo aquí, la lección ya lo deja muy claro, cuando dice: “No podemos hablar, escribir, ni pensar en esto en absoluto” (6:1).

No obstante, cuando se enseña y se aprende lo que es el perdón, ello trae consigo experiencias que dan testimonio de que el momento en que la mente misma decidió abandonarlo todo excepto esto, está por llegar. (7:2)

En otras palabras, el perdón es lo que ahora enseñamos y aprendemos, no la gracia. El perdón es el proceso de aprendizaje, la preparación para la gracia, y nos da experiencias que lo demuestran, anticipos de cómo es vivir en gracia.

Pero por ahora es mucho lo que aún nos queda por hacer, pues aquellos que se encuentran en el tiempo pueden hablar de cosas que están más allá de él, y escuchar palabras que explican que lo que ha de venir ha pasado ya. Mas ¿qué significado pueden tener dichas palabras para los que todavía se rigen por el reloj, y se levantan, trabajan y se van a dormir de acuerdo con él? (10:3-4)

Todavía estamos en el tiempo. Seamos realistas y prácticos en esto. Hablar de “cosas que están más allá” e intentar entender que “lo que está por llegar” (la iluminación o el despertar, que está en el futuro tal como lo entendemos) “ya ha sucedido” (es decir, que el viaje ya se ha terminado, que ya estamos iluminados, y que la unidad es un estado constante que está aquí ahora, para siempre, como siempre ha sido), hablar de todas estas cosas puede ser fascinante quizá nos anima, pero ¿cómo podemos entenderlo? ¡No podemos! Las palabras nos transmiten muy poco significado mientras vivimos y organizamos nuestra vida por el tiempo, contando las horas.

Es bueno pensar en todo esto un poco, pero no es nuestra tarea principal. De hecho, puede ser una pérdida de tiempo si nos distrae del hecho de que “tenemos trabajo por hacer” aquí, ahora. El perdón funciona. Sentarse para hablar de lo que significa vivir continuamente en estado de gracia, en el mundo real, o lo que sigue a continuación en el Cielo, no tiene ningún significado sin ese trabajo real y práctico del perdón, en acción dentro de nuestra vida.

No entenderemos el Cielo hasta que lleguemos allí. La gracia anuncia al Cielo, y ni siquiera podemos entender eso, no por completo. Aunque podemos tener atisbos de ello en los instantes santos en los que entramos en contacto con Dios y con el Amor en nuestra mente. Por eso:

Ahora pedimos que se nos conceda la gracia, el último regalo que la salvación puede otorgar. La experiencia que la gracia proporciona es temporal, pues la gracia es un preludio del Cielo, pero sólo reemplaza a la idea de tiempo por un breve lapso. (12:2-3)

Las experiencias de gracia vienen, y se van. Nos sentimos fuera del tiempo “pero sólo durante un rato”. Estas experiencias, que vienen en momentos de verdadero perdón, son todo lo que necesitamos por ahora. “Mas ese lapso es suficiente” (13:1). Los instantes santos, el “ratito” de cada experiencia de perdón, es suficiente. Es todo lo que necesitamos.
“Pues ahí es donde se depositan los milagros” (13:2). En otras palabras, el instante santo nos abre a los milagros. Es el modo por el que se extienden a nuestra vida los milagros, “que tú has de devolver de los instantes santos que recibes a través de la gracia que experimentas, a todos los que ven la luz que aún refulge en tu faz” (13:2). Cuando “regresas” del instante santo, hay una luz que aún brilla en tu cara. Otras personas la ven, y a ellos les llevas los milagros que has recibido en ese momento.

¿Qué es la faz de Cristo sino la de aquel que se adentró por un momento en la intemporalidad…? (13:3)

Esto trata de ti y de mí. El rostro de Cristo es tu cara, mi cara, cuando hemos recibido un instante santo y “volvemos” al mundo del tiempo, nuestra cara brilla con la luz del Cielo.

¿… y al volver trajo consigo -para bendecir al mundo- un claro reflejo de la unidad que experimentó allí? (13:3)

Ésa es nuestra función aquí en el mundo: traer un claro reflejo de la unidad del Cielo para bendecir al mundo. Pedir la gracia, abrir nuestra mente a recibir la gracia de Dios, tan a menudo como podamos elegir “entrar” en el instante santo en el que sentimos la unidad del Cielo, y luego regresar con un reflejo de él para bendecir al mundo. Date cuenta de que la unidad “se siente” y no sólo se acepta y se comprende intelectualmente. Se siente. Eso es lo que sucede en un instante santo.

Oímos acerca de vivir en el mundo real, o acerca de lo que debe ser vivir en un estado constante de unidad (Cielo), y lo deseamos. Lo queremos ahora. Nos sentimos frustrados porque los instantes santos vienen y se van, duran “sólo un ratito” y eso nos parece decepcionante. Jesús explica aquí que la etapa de aprendizaje es totalmente necesaria, y que no deberíamos sentirnos decepcionados, no deberíamos pensar que estamos fracasando en nuestra tarea si los instantes santos no duran.

¿Cómo podrías llegar a alcanzarla para siempre, mientras una parte de ti se encuentre afuera, ignorante y dormida, necesitada de que tú des testimonio de la verdad? (13:4)

Los hermanos que te rodean por todo el mundo, “ignorante y dormida” son tus propios pensamientos con forma. Son “una parte de ti” que “permanece fuera”. Tienes una misión aquí, un propósito que cumplir. El despertar tiene que comunicarse. Quieres un estado continuado de “permanecer en el instante santo”, pero Jesús te pregunta: “¿Cómo puedes alcanzarlo si una parte de ti está fuera de ese estado de unidad, ignorante, dormida y sin darse cuenta de ello?” Tu unidad tiene que incluirlos a ellos.

Jesús dice que en realidad deberíamos estar agradecidos de “regresar” de esos instantes santos, de vuelta al mundo del tiempo. Escucha:

Siéntete agradecido de poder regresar, de la misma manera en que te alegró ir por un instante, y acepta los dones que la gracia te otorgó. Es a ti mismo a quien se los traes. (14:1-2)

Si el instante santo es un momento en el que eres consciente de la unidad, en cierto sentido tienes que volver. Tienes que volver porque eres consciente de tu unidad con todos los que todavía no han visto. Son parte de ti, y por eso tienes que “volver” para llevarles los regalos de la gracia a la parte de ti que todavía está dormida, lo cual ves reflejado en tus hermanos.

Jesús nos dice claramente que nos alegremos con esto: “no estamos pidiendo lo que no se puede pedir” (14:7). Querer el Cielo para mí y dejar a mis hermanos detrás es no hacer caso a lo que es el Cielo: ser consciente de la unidad. Una salvación privada es imposible. O vamos todos juntos o no vamos.

Algunos pueden reaccionar a esto como si toda la humanidad nos estuviera reteniendo e impidiendo nuestra iluminación total. Ese pensamiento está basado en un estado de separación, y por lo tanto es completamente distinto a la gracia y al Cielo. El mundo que ves no es una fuerza separada de ti, que te retrasa. Es un reflejo de tu propio aprisionamiento a ti mismo, de tu propia resistencia que todavía no ha sido vencida o desaprendida. El mundo no está fuera de tu mente, sino en ti. Tú eres el mundo, eso es lo que estás aprendiendo.

Te conviertes en lo que siempre has sido al aceptar tu papel de salvador del mundo. Tu salvación es la salvación del mundo. No son dos cosas, son lo mismo.

“Regresamos” a salvar al mundo. Eso no significa que tengamos nuestro momento de felicidad y luego regresemos a predicar al mundo acerca de ello y decirles lo iluminados que estamos y por qué ellos no. Si tu salvación es la salvación del mundo, lo contrario también lo es: la salvación del mundo es la tuya propia. Salvas al mundo trabajando en ti. “La única responsabilidad del obrador de milagros es aceptar la Expiación para sí mismo” (T.2.V.5:1). Salvas al mundo cambiando tu mente, porque ahí es donde está el mundo, en tu mente. Sólo hay una mente, sólo uno de nosotros está aquí.

Cuando estás en una película, si hay un problema en la pantalla, no vas a la pantalla a arreglarlo, sino que encuentras el proyector y lo arreglas. Esas “personas no iluminadas” que ves ahí fuera son partes de tu propia mente que todavía no has reconocido como partes de ti, no las atraes intentando arreglar la pantalla (esas personas separadas de ahí fuera), lo haces intentando arreglar el proyector (tu propia mente).

Alégrate de ir por un instante, y también da gracias al volver, para llevar la luz de Dios al mundo. Te la traes a ti mismo. Al entender ese hecho, te salvas. El regreso no es un paso atrás en el tiempo. No, es un paso adelante hacia tu despertar, los medios por los que llevas contigo a todo el mundo dentro de la eternidad, para ser allí la unidad que has tocado y conocido.



TEXTO 


IV. La práctica del instante santo


 1. Es posible aprender este curso inmediatamente, a no ser que creas que lo que Dios dispone requiere tiempo. 2Y esto sólo puede significar que prefieres seguir demorando reconocer el hecho de que lo que Su Voluntad dispone ya se ha cumplido. 3El instante santo es este mismo instante y cada instante. 4El que deseas que sea santo, lo es. 5El que no deseas que lo sea, lo desperdicias. 6En tus manos está decidir qué instante ha de ser santo. 7No demores esta decisión, 8pues más allá del pasado y del futuro, donde no podrías encontrar el instante santo, éste espera ansiosamente tu aceptación. 9Sin embargo, no puedes tener una conciencia feliz de él mientras no lo desees, pues encierra dentro de sí la liberación total de la pequeñez. 


2. Tu práctica, por lo tanto, debe basarse en que estés dispuesto a dejar a un lado toda pequeñez. 2El instante en que la grandeza ha de descender sobre ti se encuentra tan lejos como tu deseo de ella, mientras no la desees, :y en su lugar prefieras valorar la pequeñez, ésa será la distancia a la que se encontrará de ti. 4En la medida en que la desees, en esa misma medida harás que se aproxime ti. 5No pienses que puedes ir en busca de la salvación a tu manera y alcanzarla. 6Abandona cualquier plan que hayas elaborado para tu salvación y substitúyelo por el de Dios. 7Su plan te satisfará. 8No hay nada más que pueda brindarte paz, pues la paz es de Dios y de nadie más qué de Él. 


3. Sé humilde ante Él, y, sin embargo, grande en Él. 2No antepon­gas ningún plan del ego al plan de Dios, 3pues con tu decisión de formar parte de cualquier otro plan que no sea el Suyo dejas vacante tu lugar en Su plan, que debes ocupar si quieres unirte a mí. 4Te exhorto a que cumplas el santo papel que te corresponde desempeñar en el plan que Él dio al mundo para liberarlo de la pequeñez. 5Dios desea que Su anfitrión more en perfecta libertad. 6Cualquier fidelidad a un plan de salvación distinto del Suyo dis­minuye en tu propia mente el valor de lo que Su Voluntad ha dispuesto para ti. 7Sin embargo, es tu mente la que es Su anfi­trión. 


4. ¿Quieres saber cuán perfecto e inmaculado es el santo altar en el que tu Padre se ha ubicado a Sí Mismo? 2Te darás cuenta de esto en el instante santo, en el que gustosamente y de buena voluntad renuncias a todo plan que no sea el Suyo. 3Pues en el instante santo se encuentra la paz, perfectamente diáfana porque has estado dispuesto a satisfacer sus condiciones. 4Puedes reclamar el instante santo en cualquier momento y lugar en que lo desees. 5En tu práctica, procura abandonar cualquier plan que hayas aceptado a fin de encontrar grandeza en la pequeñez. 6No se encuentra ahí. 7Utiliza el instante santo sólo para reconocer que por tu cuenta no puedes saber dónde se encuentra, y que lo único que harías, sería engañarte a ti mismo. 


5. Yo me encuentro dentro del instante santo tan claramente como tú quieres que lo esté. 2Y el tiempo que tardes en aprender a acep­tarme, será el mismo tiempo que tardarás en hacer tuyo el instante santo. 3Te exhorto a que hagas que el instante santo pase a ser tuyo de inmediato, pues liberar la mente del anfitrión de Dios de la pequeñez no depende del tiempo, sino de la buena voluntad que se tenga para ello


6. La razón de que este curso sea simple es que la verdad es simple. 2La complejidad forma parte del ámbito del ego y no es más que un intento por su parte de querer nublar lo que es obvio. 3Podrías vivir en el instante santo para siempre, empezando desde ahora hasta la eternidad, si no fuera por una razón muy sencilla. 4No empañes la simplicidad de esa razón, pues si lo haces, será únicamente porque prefieres no reconocerla ni aban­donarla. 5La simple razón, llanamente expuesta, es ésta: el instante santo es un momento en el que se recibe y se da perfecta comuni­cación. 6Esto quiere decir que es un momento en el que tu mente es receptiva, tanto para recibir como, para dar. 7El instante santo es el reconocimiento de que todas las mentes están en comunicación. 8Por lo tanto, tu mente no trata de cambiar nada, sino simple­mente de aceptarlo todo.


7. ¿Cómo puedes hacer esto cuando prefieres abrigar pensamien­tos privados y no renunciar a ellos? La única manera en que podrías hacer esto es negando la perfecta comunicación que hace que el instante santo sea lo que es. 3Crees que puedes abrigar pensamientos que no quieres compartir con nadie, y que la salva­ción radica en que te los reserves exclusivamente para ti. 4Crees que en los pensamientos privados que únicamente tú conoces puedes encontrar una manera de quedarte con lo que deseas sólo para ti y de compartir sólo lo que tú deseas compartir. 5Y luego te preguntas cómo es que no estás en completa comunicación con los que te rodean, o con Dios que os rodea a todos a la vez.


8. Cada pensamiento que prefieres mantener oculto interrumpe la comunicación, puesto que eso es lo que quieres. 2Es imposible reconocer la comunicación perfecta, mientras interrumpir la comunicación siga teniendo valor para ti. 3Pregúntate sincera­mente: "¿Deseo estar en perfecta comunicación? a¿Estoy completamente dispuesto a renunciar para siempre a todo lo que la obstaculiza?" 4Si la respuesta es no, entonces no importa cuán dispuesto esté el Espíritu Santo a concedértela, ello no será sufi­ciente para que tú puedas disponer de ella, pues no estás dis­puesto a compartirla con Él. 5la comunicación perfecta, no puede tener lugar en una mente que ha decidido oponerse a ella. 6Pues dar el instante santo así como recibirlo requiere la misma dosis de buena voluntad, al ser la aceptación de la única Volun­tad que gobierna todo pensamiento. 


9. La condición necesaria para que el instante santo tenga lugar no requiere que no abrigues pensamientos impuros. 2Pero sí requiere que no abrigues ninguno que desees conservar. 3La ino­cencia no es obra tuya. 4Se te da en el momento en que la desees. 5La Expiación no existiría si no hubiese necesidad de ella. 6No serás capaz de aceptar la comunicación perfecta mientras sigas queriendo ocultártela a ti mismo. 7Pues lo que deseas ocultar se encuentra oculto para ti. 8En tu práctica, por consiguiente, trata solamente de mantenerte alerta contra el engaño, y no trates de proteger los pensamientos que quieres negarte a compartir. 9Deja que la pureza del Espíritu Santo los desvanezca con su fulgor, y concéntrate sólo en estar listo para la pureza que Él te ofrece. 10De esta manera, Él te preparará para que reconozcas que eres un anfitrión de Dios y no un rehén de nada ni de nadie.



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