EJERCICIOS
Descanso en Dios.
Instrucciones para la práctica
Propósito: Descansar en Dios, sin que nos afecten las tormentas del mundo.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes hacer esto, al menos haz el alternativo).
Este ejercicio es una meditación en la que te sumerges en la quietud usando la frase: “Descanso en Dios”. Deja que esta frase te lleve a un descanso en el que “no tienes inquietudes, preocupaciones, agobios, ansiedades o dolor” (5:1), y en el que la agitación del mundo exterior no puede tocarte. Mientras estás en este estado, invita a todos “tus hermanos distantes y tus amigos más íntimos” (8:3), y dales la bienvenida al templo santo dentro del cual descansas con Dios. Date cuenta de que su descanso aumentará y completará el tuyo.
Recordatorios frecuentes: A menudo.
Repite la idea, comprendiendo que no sólo te estás recordando a ti mismo tu lugar de descanso sino que les estás recordando a todos los Hijos de Dios su lugar de descanso, incluyendo a aquellos que ya no están en el cuerpo y a aquellos que aún no han nacido. Repite ahora la idea teniendo en la mente la sensación de que “les estoy recordando a todas las mentes su verdadero lugar de descanso”.
Respuesta a la tentación: Cada vez que te enfrentes a un problema o sientas sufrimiento.
Repite la idea, sabiendo que tiene poder para sanar todo sufrimiento, solucionar todos los problemas, y llevarte más allá de todas las tormentas y luchas a la paz de Dios.
Apoyo a la práctica: Se le da un poder increíble a la idea de tu práctica de hoy (lee especialmente los tres primeros párrafos), no sólo para ti sino para todo el mundo. Repetir la idea de hoy tiene el poder de invitar a todas las mentes a descansar contigo, incluyendo a todas las que vinieron en el pasado o que todavía no han venido (lee 2:5 y 9:5). Los párrafos 6 y 7 describen un escenario inspirador. Tus cinco minutos llevan sanación a un pájaro herido y a un arroyo seco. Luego, una mente cansada, tan agotada que no está segura de poder continuar en la vida, oye al pájaro empezar a cantar y ve el manantial manar de nuevo. Y ver este renacimiento le da a esa mente la fuerza y la esperanza de continuar. Pensemos o no que este escenario tendrá lugar, necesitamos comprender que nuestra práctica tiene el poder de producir efectos como estos.
Comentario
Esta lección representa lo que tantas lecciones intentan que yo haga: simplemente tomar un poco de mi tiempo durante el día para descansar en Dios. Aquietarme. Estar en paz. Sentir la quietud en lo profundo de mi ser, puesta allí por Dios en mi creación. Hacer esto no sólo una vez por la mañana sino a menudo durante el día, recordarme a mí mismo constantemente que esta paz, esta serenidad del ser, es mi estado natural; y que las frenéticas distracciones, el ir y venir de pensamientos opuestos que habitualmente llenan mi mente, no es lo natural. Lo que hasta ahora me ha parecido “normal” no ha sido nada sino “frenéticas fantasías (que) no eran sino los sueños de un delirio febril que ya pasó” (5:5).
Hay un lugar en ti en el que este mundo en su totalidad ha sido olvidado, y en el que no quedan memorias de pecado ni de ilusiones. Hay un lugar en ti donde el tiempo ha desaparecido y donde se oyen ecos de la eternidad. Hay un lugar de descanso donde el silencio es tan absoluto que no se oye ningún sonido, excepto un himno que se eleva hasta el Cielo para brindar júbilo a Dios el Padre y al Hijo. Allí donde Ambos moran, allí Ambos son recordados. (T.29.V.1:1-4)
La inmutabilidad del Cielo se encuentra tan profundamente dentro de ti, que todas las cosas de este mundo no hacen sino pasar de largo, sin notarse ni verse. La sosegada infinitud de la paz eterna te envuelve dulcemente en su tierno abrazo, tan fuerte y serena, tan tranquila en la omnipotencia de su Creador, que nada puede perturbar al sagrado Hijo de Dios que se encuentra en tu interior. (T.29.V.2:3-4)
Y aquí “descanso en Dios”. Aquí respiro el aire del Cielo. Aquí puedo recordar lo que soy.
La lección me habla de cosas maravillosas que me llegan por estar dispuesto a tomarme estos momentos de descanso. Estos momentos de quietud no son únicamente para mí. Son mi misión para el mundo, por medio de ellos le llevo paz a todas las mentes. Nuestros periodos de práctica no son una pequeñez para saltárselos sin hacer, el autor les da una enorme importancia:
- Dice que traen el final del sufrimiento a todo el mundo (2:5).
- Nos dice que no hay sufrimiento ni problema que no puedan solucionar (3:3-4).
- A través de estos momentos llamamos a todo el mundo a que se una a nosotros en nuestro descanso (4:5-6).
- Cada vez que descansamos, sanamos al mundo: alegramos a una mente cansada, hacemos que cante un pájaro herido, y le damos agua a un manantial seco (6:1-2).
Vine a llevar la paz de Dios al mundo. Éste es mi “cometido” (8:2), mi misión sagrada, mi razón de ser. Jesús me pide: “Abre las puertas del templo y deja que tus hermanos distantes y tus amigos más íntimos vengan desde los mas remotos lugares del mundo, así como desde los más cercanos; invítalos a todos a entrar y a descansar contigo” (8:3). Esto es lo que hago cada vez que paro el parloteo mental, me siento, y en la quietud “descanso en Dios”. Soy como Buda, extendiendo su compasión sobre el mundo. Soy Buda, soy Cristo.
Me veo a mí mismo como una célula en un cuerpo cósmico, un cuerpo que ha sido invadido por un virus mortal: el virus de la enemistad, de la falta de armonía, del odio, de la envidia y de la lucha, el virus de la amargura, del sufrimiento y del dolor, el virus de la desesperación, de la depresión y de la muerte. Cuando tomo mi tiempo de descanso, es como si la pequeña célula hubiera descubierto cómo producir la antitoxina, el remedio para el virus: la paz de Dios. Y la naturaleza de nuestros pensamientos compartidos, que se comunican, es la circulación de la sangre que lleva esta sustancia sanadora a otras células, que la absorben y a su vez empiezan a producirla. La paz mental, la sustancia sanadora para el mundo.
Para esto es para lo que he nacido. Por esto estoy aquí, y por nada más. A través de estas sencillas prácticas, llevamos la sanación a todo tiempo: pasado y futuro:
“El tiempo no es el guardián de lo que damos hoy. Damos a los que aún no han nacido y a los que ya partieron, a todo Pensamiento de Dios, y a la Mente en la que estos Pensamientos nacieron y en donde descansan. Y les recordamos su lugar de descanso cada vez que nos decimos a nosotros mismos: "Descanso en Dios”. (9:4-6)
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