DESPERTAR AL AMOR

jueves, 9 de abril de 2020

9 ABRIL: La salvación es mi única función aquí.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS


LECCION 99

La salvación es mi única función aquí.



1. La salvación y el perdón son lo mismo. 2Ambas cosas implican que algo anda mal, algo de lo cual es necesario que se nos salve y se nos perdone; algo impropio que necesita corrección; algo aparte o diferente de la Voluntad de Dios. 3Ambos términos, por lo tanto, implican algo totalmente imposible, pero que, sin embargo, ha ocurrido, dando lugar a un estado de aparente con­flicto entre lo que es y lo que nunca podría ser.

2. La verdad y las ilusiones están ahora a la par, pues ambas han ocurrido. 2Lo imposible se convierte en aquello de lo que se te necesita salvar y perdonar. 3La salvación se convierte ahora en la zona fronteriza entre la verdad y las ilusiones. 4Refleja la verdad porque es el medio a través del cual puedes escaparte de las ilu­siones. 5No obstante, no es la verdad porque cancela lo que nunca ocurrió.

3. ¿Cómo podría haber un punto de encuentro en el que la tierra y el Cielo se pudiesen reconciliar dentro de una mente en la que ambos existen? 2La mente que ve ilusiones piensa que éstas son reales. 3Existen en cuanto que son pensamientos. 4Sin embargo, no son reales porque la mente que piensa estos pensamientos se encuentra separada de Dios.

4. ¿Qué podría unir a la mente y a los pensamientos separados con la Mente y el Pensamiento que están eternamente unidos? 2¿Qué plan podría reconocer las necesidades que plantean las ilu­siones y proponer medios con los que eliminarlas sin ataque o ápice alguno de dolor, y no violar la verdad? 3¿Qué podría ser este plan sino un Pensamiento de Dios mediante el cual se pasa por alto lo que nunca ocurrió y se olvidan los pecados que nunca fueron reales?

5. El Espíritu Santo conserva este plan de Dios en la Mente de Dios y en la tuya, exactamente como lo recibió de Él. 2Dicho plan no tiene nada que ver con el tiempo toda vez que su Fuente es intemporal. 3No obstante, opera dentro del tiempo debido a tu creencia de que el tiempo es real. 4El Espíritu Santo contempla impasible lo que tú ves: el pecado, el dolor y la muerte, así como la aflicción, la separación y la pérdida. 5Mas Él sabe que hay algo que no puede sino seguir siendo verdad: que Dios sigue siendo Amor, y que eso que ves no es Su Voluntad.

6. Éste es el Pensamiento que lleva las ilusiones a la verdad, donde las ve como apariencias tras las cuales se encuentra lo inmutable y lo seguro. 2Éste es el Pensamiento que salva y per­dona, pues no pone su fe en lo que no fue creado por la única Fuente que conoce. 3Éste es el Pensamiento cuya función es sal­var asignándote a ti su función. 4La salvación es tu función, junto con Aquel a Quien se le confió el plan. 5Ahora se te confía a ti junto con Él. 6Él tiene una respuesta para todas las apariencias sea cual sea la forma, el tamaño, el volumen o los atributos que parezcan tener, y es ésta:

7La salvación es mi única función aquí.
8Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad.

7. Tú que aún has de obrar milagros, asegúrate de practicar bien la idea de hoy. 2Trata de percibir la fuerza de lo que dices, pues en esas palabras radica tu libertad. 3Tu Padre te ama. 4El mundo del dolor no es Su Voluntad. 5Perdónate a ti mismo el pensamiento de que eso fue lo que Él deseó para ti. 6Deja entonces que el Pensa­miento con el que Él reemplazó todos tus errores se adentre en los sombríos lugares de tu mente que pensó los pensamientos que nunca fueron Su Voluntad.

8. Esa parte de tu mente le pertenece a Dios, al igual que el resto. 2Dicha parte no tiene pensamientos solitarios, ni los hace reales ocultándolos de Él. 3Deja pasar la luz, y ningún obstáculo te impe­dirá ver lo que Él dispone para ti. 4Pon al descubierto tus secretos ante Su benévola luz y observa cuán intenso es el fulgor con el que dicha luz todavía resplandece sobre ti.

9. Practica con Su Pensamiento hoy, y deja que Su luz busque e ilumine todo rincón tenebroso, y que al brillar a través de ellos los una al resto. 2La Voluntad de Dios es que tu mente sea una con la Suya. 3La Voluntad de Dios es tener solamente un Hijo. 4La Voluntad de Dios es que Su único Hijo eres tú. 5Reflexiona sobre estas cosas durante las prácticas de hoy, y da comienzo a la lec­ción que vamos a aprender hoy con estas instrucciones relativas a la verdad:

6La salvación es mi única función aquí.
7La salvación y el perdón son lo mismo.

8Dirígete entonces a Aquel que comparte contigo tu función aquí, y permítele que te enseñe lo que necesitas aprender para poder dejar de lado todo miedo y reconocer a tu Ser como un amor que no tiene opuesto en ti.

10. Perdona todo pensamiento que se oponga a la verdad de tu compleción, unidad y paz. 2No puedes perder los regalos que tu Padre te dio. 3No es tu deseo ser otro ser. 4No tienes ninguna función que no, sea de Dios. 5Perdónate a ti mismo la que crees haber inventado. 6El perdón y la salvación son lo mismo. 7Per­dona lo que inventaste y te habrás salvado.

11. Hay un mensaje especial para hoy que tiene el poder de elimi­nar para siempre de tu mente cualquier forma de duda o de temor. 2Si te asalta la tentación de creer que son reales, recuerda que las apariencias no pueden resistirse a la verdad que encie­rran estas poderosas palabras:

3La salvación es mi única función aquí.
4Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad.

12. La única función que tienes te dice que eres uno. 2Recuérdate esto a ti mismo durante los intervalos de tiempo que transcurren entre los períodos en que das cinco minutos para compartirlos con Aquel que comparte el plan de Dios contigo. 3Recuérdate a ti mismo lo siguiente:

4La salvación es mi única función aquí.

5De esta manera, depositas el perdón en tu mente y dejas que todo temor sea suavemente descartado, para que el amor pueda encon­trar el lugar donde le corresponde estar en ti y mostrarte que tú eres el Hijo de Dios.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Llevar a cabo tu función al dejar que tus pensamientos tenebrosos sean sacados del lugar donde se esconden y se encuentren con el Pensamiento de la luz de Dios, para que tu obscuridad sea reemplazada con Su luz.

Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes hacerlo, al menos haz el alternativo). 
  • Di: “La salvación es mi única función aquí. La salvación y el perdón son lo mismo”. Luego invita al Espíritu Santo a tu mente y pídele que busque en los rincones obscuros y secretos de tu mente los pensamientos, creencias, y objetivos que quieres mantener ocultos de ti mismo o de otros. Cuando uno salga a la luz, repite el Pensamiento: “Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad”. 
  • Deja que la luz en este pensamiento limpie tu pensamiento tenebroso, deja que esa luz te ofrezca el perdón de ese pensamiento. De este modo, se iluminará ese lugar obscuro de tu mente. Luego empieza el proceso de nuevo: Deja que el Espíritu Santo busque otro pensamiento tenebroso escondido. Luego repite de nuevo: “Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad”, y deja que este Pensamiento perdone y limpie la obscuridad, reemplazándola con luz.

Mientras continúas con este proceso, de vez en cuando piensa en el significado de “Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad”. Significa que este mundo de dolor no es Su Voluntad. Significa que Dios quiere que tú seas Su Hijo, uno con Él.

Recordatorios frecuentes: Entre las sesiones de práctica de cada hora.
Repite la idea, comprendiendo que al hacerlo estás invitando a que el perdón reemplace a todos tus miedos e invitando al amor a tu mente, que te mostrará que tú eres Hijo de Dios.
Respuesta a la tentación: Cada vez que una apariencia te tiente a caer en el miedo y en la duda.

Di: “La salvación es mi única función aquí. Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad”. Date cuenta de que este mensaje especial “tiene el poder de eliminar para siempre de tu mente cualquier forma de duda o de temor… Recuerda que las apariencias no pueden resistirse a la verdad que encierran estas poderosas palabras” (11:1-2).

Comentario

Hoy sólo comentaremos unas pocas ideas de la lección.

“El Espíritu Santo contempla impasible lo que tú ves: el pecado, el dolor y la muerte, así como la aflicción, la separación y la pérdida. Mas Él sabe que hay algo que no puede sino seguir siendo verdad: que Dios sigue siendo Amor, y que eso que ves no es Su Voluntad.” (5:4-5)

Vemos pecado, dolor y muerte. Vemos sufrimiento, separación y pérdida. Pensamos que estas cosas son reales. Lo que es peor, creemos que todas ellas son la Voluntad de Dios. Si creemos que este mundo y su creación son obra de Dios, entonces todo lo que vemos es Su Voluntad, Él las creó (eso es lo que creemos, aunque la creencia no sea consciente). Al menos, creemos que Él voluntariamente creó la posibilidad de todo este sufrimiento y pérdida, y que de algún modo planeó que pasáramos por todo ello.

Mucha de la enseñanza cristiana se ve muy clara en todas estas creencias. Un ser amado muere antes de tiempo. Nos invade la agonía, el sufrimiento y la pérdida; y algún amigo con buenas intenciones intenta consolarnos con el pensamiento: “Es la Voluntad de Dios”. ¿Qué consuelo es ése? ¿Qué hace eso sino echarle la culpa de nuestra agonía a Dios? ¿Qué otra cosa puede hacer sino convertirle a Dios en un monstruo, objeto de nuestro miedo e incluso de nuestro odio?

El pecado, el dolor, la muerte, el sufrimiento, la separación y la pérdida no son la Voluntad de Dios. Tal creencia procede de la creencia escondida de que Dios la tiene tomada contra nosotros, que Él nos está castigando por nuestros pecados. Para albergar tal creencia debemos también creer que nos merecemos esta experiencia horrible. Éste es el instante de nuestra creencia en la separación de Dios representada en el escenario del mundo.
Tú y yo hemos creído que Dios quería esto para nosotros. Él quería que estuviésemos en este mundo de dolor. A veces hemos estado de acuerdo con lo que pensábamos de Él, de acuerdo en que merecíamos sufrir. A veces, con enfado, hemos negado que lo mereciésemos, y Le hemos acusado de ser injusto. A menudo nos hemos sentido desconcertados, preguntándonos con pena por nosotros mismos qué habíamos hecho para merecer todo esto; seguros de haber hecho algo pero sin la menor idea de lo que podía ser.
Nunca se nos ha ocurrido tener en cuenta este pensamiento:

“El mundo del dolor no es Su Voluntad. Perdónate a ti mismo el pensamiento de que eso fue lo que Él deseó para ti.” (7:4-5)

La razón de nuestra angustia es el pensamiento de que Dios quiere todo eso para nosotros. Lo que nos hiere en lo más profundo es la oculta creencia de que Dios es la fuente de este dolor. Aquél que mi corazón ama, y que ama apasionadamente, quiere esto para mí. Es mi Padre el que me impone este dolor.

Nos encogemos de sufrimiento y pena, sin esperanza y perdidos, porque pensamos que es la Voluntad de Dios.

“Ésta no es Su Voluntad”, nos dice Jesús. “Perdónate a ti mismo el pensamiento de que eso fue lo que Él deseó para ti” (7:5).

¿Cómo pudimos pensar esto de Dios? ¿Cómo pudimos creer que es tan vengativo? Todavía no nos damos cuenta de que es este pensamiento acerca de Dios el que le da al dolor todo su poder sobre nosotros, sin embargo lo descubriremos si nos concedemos a nosotros mismos este perdón. Cuando el dolor nos rasga por dentro, cuando el miedo nos atenaza, o cuando una profunda sensación de pérdida parece deshacer nuestra alma, si nos volvemos al Espíritu Santo y Le oímos decir: “Ésta no es Su Voluntad. Dios no quiere esto para ti”, nos parecerá posible perdonarnos a nosotros mismos por pensar que sí lo era. En el momento que lo hagamos, la fuerza del dolor se elimina. “Dios no quiere esto para mí. Esto no procede de Él”. El dolor se transforma en algo diferente
.
No es Dios Quien quiere este dolor para nosotros. Somos nosotros. Creemos que Dios nos castiga porque creemos que merecemos el castigo. Experimentamos la vida como dolor porque inconscientemente nos estamos castigando a nosotros mismos.

No estamos hablando aquí del acontecimiento que pensamos que ha causado nuestro dolor: la muerte de un ser amado, la aparente pérdida de amor, el sufrimiento físico. Estamos hablando principalmente del estado mental y emocional en el que lo vivimos. Esto es una cosa interna. Esta angustia, esta profunda pena, este terror, todo esto no es la Voluntad de Dios para ti. Sufrimos tan increíblemente porque, sin darnos cuenta, aceptamos la mayor parte de la vida como un castigo. Un escarmiento. Parte del precio a pagar por ser la cosa horrible que pensamos que somos.

A causa de que creemos que lo penetrante del dolor es Su Voluntad, no podemos llevárselo a Él en busca de consuelo. Pensamos que Él es su Causa, así que huimos de Él. Nos negamos a nosotros mismos el alivio de Su Presencia amorosa. En esa Presencia podemos encontrar a nuestro Ser. Podemos mirar a nuestra propia esencia y “ningún obstáculo te impedirá ver lo que Él dispone para ti” (8:3).

“Dirígete entonces a Aquel que comparte contigo tu función aquí, y permítele que te enseñe lo que necesitas aprender para poder dejar de lado todo miedo y reconocer a tu Ser como un amor que no tiene opuesto en ti.” (9:8)

“Perdónate a ti mismo el pensamiento de que eso fue lo que Él deseó para ti” (7:5). Lleva tu dolor ante Jesús. El dolor no es la Voluntad de Dios para ti. La experiencia por la que estás atravesando puede ser el camino que lleva a tu infinita libertad si abandonas tus defensas en contra de Dios. Su Presencia puede transformar tu experiencia de dolor en una experiencia de alegría. Puede ser el camino a conocer tu Ser como Amor. Tal cosa nos parece imposible a nosotros, pero los milagros siempre parecen imposibles.

Abandona tus defensas. Dios no está enfadado. Él no quiere este sufrimiento para ti. Libérate de tu miedo de Él. No tengas miedo de Su toque. Perdónate el pensamiento de que Él te impuso esto. Permite que Él te muestre tu Ser tal como Él lo ve, y ábrete a Su Amor sanador.







TEXTO


Capítulo 10

LOS ÍDOLOS DE LA ENFERMEDAD


Introducción

1. Nada externo a ti puede hacerte temer o amar porque no hay nada externo a ti. 2Tanto el tiempo como la eternidad se encuen­tran en tu mente, y estarán en conflicto hasta que percibas el tiempo exclusivamente como un medio para recuperar la eterni­dad. 3No podrás hacer esto mientras sigas creyendo que la causa de todo lo que te ocurre se encuentra en factores externos a ti. 4Tienes que aprender que el tiempo sólo existe para que hagas uso de él, y que nada en el mundo puede eximirte de esa responsabili­dad. 5Puedes violar las leyes de Dios en tu imaginación, pero no puedes escaparte de ellas. 6Fueron promulgadas para tu protec­ción y son tan inviolables como tu seguridad.

2. Dios no creó nada a excepción de ti, y nada a excepción de ti existe, pues tú formas parte de Él. 2¿Qué puede existir excepto Él? 3Nada puede tener lugar aparte de Él porque nada excepto Él es real. 4Tus creaciones, al igual que tú, representan una aporta­ción para Él, pero ni tú ni ellas le aportan nada que sea diferente porque todo ha existido siempre. 5¿Qué otra cosa puede alterarte salvo lo efímero, y cómo puede ser lo efímero real si tú eres la única creación de Dios y Él te creó eterno? 6Tu santa mente deter­mina todo lo que te ocurre. 7La respuesta que das a todo lo que percibes depende de ti porque es tu mente la que determina tu percepción de ello.

3. Dios no cambia de parecer con respecto a ti, pues Él no duda de Sí Mismo. 2Y lo que Él conoce se puede conocer porque no se lo reserva sólo para Sí Mismo. 3Te creó para Sí Mismo, pero te dio el poder de crear para ti mismo a fin de que fueses como Él. 4Por eso es por lo que tu mente es santa. 5¿Qué podría haber que fuese más grande que el Amor de Dios? 6¿Qué podría haber, entonces, que fuese más grande que tu voluntad? 7Nada externo a tu voluntad te puede afectar porque, al estar en Dios, lo abarcas todo. 8Cree esto, y te darás cuenta de hasta qué punto todo depende de ti. 9Cuando tu paz mental se vea amenazada por algo, pregúntate, "¿Ha cambiado Dios de parecer con respecto a mí?" 10Acepta luego Su decisión, que es ciertamente inmutable, y niégate a cambiar de parecer con respecto a ti mismo. 11Dios nunca decidirá contra ti, pues si lo hiciese, estaría decidiendo contra Él Mismo.



I. En Dios estás en tu hogar


1. No conoces tus creaciones simplemente porque mientras tu mente siga estando dividida decidirás contra ellas, y es imposible atacar lo que has creado. 2Pero recuerda que a Dios le resulta igual­mente imposible. 3La ley de la creación consiste en que ames a tus creaciones como a ti mismo, por ser éstas parte de ti. 4Todo lo que fue creado se encuentra, por lo tanto, perfectamente a salvo por­que las leyes de Dios lo protegen con Su Amor. 5Cualquier parte de tu mente que no sepa esto se ha desterrado a sí misma del conocimiento, al no haber satisfecho sus condiciones. 6¿Quién sino tú pudo haber hecho eso? 7Reconócelo gustosamente, pues en ese reconocimiento radica tu entendimiento de  que tu destie­rro es algo ajeno a Dios, y, por lo tanto, no existe.

2. En Dios estás en tu hogar, soñando con el exilio, pero siendo perfectamente capaz de despertar a la realidad: 2¿Deseas real­mente hacerlo? 3Reconoces por experiencia propia que lo que ves en sueños lo consideras real mientras duermes. 4Mas en el ins­tante en que te despiertas te das cuenta de que todo lo que parecía ocurrir en el sueño en realidad no había ocurrido. 5Esto no te parece extraño, si bien todas las leyes de aquello a lo que despier­tas fueron violadas mientras dormías. 6¿No será que simplemente pasaste de un sueño a otro sin haber despertado realmente?

3. ¿Te molestarías en reconciliar lo que ocurrió en dos sueños con­flictivos, o simplemente descartarías los dos si descubrieses que la realidad no coincide con ninguno de ellos? 2No recuerdas estar despierto. 3Cuando oyes al Espíritu Santo tal vez te sientes mejor porque entonces te parece que es posible amar, pero todavía no recuerdas que una vez fue así. 4Mas cuando lo recuerdes, sabrás que puede volver a ser así de nuevo. 5Lo que es posible no se ha logrado todavía. 6Sin embargo, lo que una vez fue, aún es, si es que es eterno. 7Cuando recuerdes sabrás que lo que recuerdas es eterno, y, por lo tanto, que se encuentra aquí ahora.

4. Recordarás todo en el instante en que lo desees de todo cora­zón, pues si desear de todo corazón es crear, tu voluntad habrá dispuesto el fin de la separación, y simultáneamente le habrás devuelto tu mente a tu Creador y a tus creaciones. 2Al conocerlos, ya no tendrás deseos de dormir, sino sólo el deseo de despertar y regocijarte. 3Soñar será imposible porque sólo desearás la verdad, y al ser ésa por fin tu voluntad, dispondrás de ella.


II. La decisión de olvidar

1. A menos que primero conozcas algo no puedes disociarte de ello. 2El conocimiento, entonces, debe preceder a la disociación, de modo que ésta no es otra cosa que la decisión de olvidar. 3Lo que se ha olvidado parece entonces temible, pero únicamente porque la disociación es un ataque contra la verdad. 4Sientes miedo porque la has olvidado. 5has reemplazado tu conocimiento por una con­ciencia de sueños, ya que tienes miedo de la disociación y no de aquello de lo que te disociaste. 6Cuando aceptas aquello de lo que te disociaste, deja de ser temible.

2. Sin embargo, renunciar a tu disociación de la realidad trae consigo más que una mera ausencia de miedo. 2En esa decisión radica la dicha, la paz y la gloria de la creación. 3Ofrécele al Espí­ritu Santo únicamente tu voluntad de estar dispuesto a recordar, pues Él ha conservado para ti el conocimiento de Dios y de ti mismo, y sólo espera a que lo aceptes. 4Abandona gustosamente todo aquello que pueda demorar la llegada de ese recuerdo, pues Dios se encuentra en tu memoria. 5Su Voz te dirá que eres parte de Él cuando estés dispuesto a recordarle y a conocer de nuevo tu realidad. 6No permitas que nada en este mundo demore el que recuerdes a Dios, pues en ese recordar radica el conocimiento de ti mismo.

3. Recordar es simplemente restituir en tu mente lo que ya se encuentra allí. 2Tú no eres el autor de aquello que recuerdas, sino que sencillamente vuelves a aceptar lo que ya se encuentra allí, pero había sido rechazado. 3La capacidad de aceptar la verdad en este mundo es la contrapartida perceptual de lo que en el Reino es crear. 4Dios cumplirá con Su cometido si tu cumples con el tuyo, y a cambio del tuyo Su recompensa será el intercambio de la percepción por el conocimiento. 5Nada está más allá de lo que Su Voluntad dispone para ti. 6Pero expresa tu deseo de recor­darle, y ¡oh maravilla!, 7Él te dará todo sólo con que se lo pidas.

4. Cuando atacas te estás negando a ti mismo. 2Te estás enseñando específicamente que no eres lo que eres. 3Tu negación de la realidad te impide aceptar el regalo de Dios, puesto que has aceptado otra cosa en su lugar 4Si entendieses que esto siempre constituye un ataque contra la verdad, y que Dios es la verdad, comprende­rías por qué esto siempre da miedo. 5Si además reconocieses que formas parte de Dios, entenderías por qué razón siempre te atacas a ti mismo primero.

5. Todo ataque es un ataque contra uno mismo. 2No puede ser otra cosa. 3Al proceder de tu propia decisión de no ser quien eres, es un ataque contra tu identidad. 4Atacar es, por lo tanto, la manera en que pierdes conciencia de tu identidad, pues cuando atacas es señal inequívoca de que has olvidado quién eres. 5si tu realidad es la de Dios, cuando atacas no te estás acordando de Él. 6Esto no se debe a que Él se haya marchado, sino a que tú estás eligiendo conscientemente no recordarlo.

6. Si te dieses cuenta de los estragos que esto le ocasiona a tu paz mental no podrías tomar una decisión tan descabellada. 2La tomas únicamente porque todavía crees que puede proporcionarte algo que deseas. 3De esto se deduce, por consiguiente, que lo que quie­res no es paz mental sino otra cosa, pero no te has detenido a considerar lo que esa otra cosa pueda ser. 4Aun así, el resultado lógico de tu decisión es perfectamente evidente, sólo con que lo observes. 5Al decidir contra tu realidad, has decidido mantenerte alerta contra Dios y Su Reino. 6Y es este estado de alerta lo que hace que tengas miedo de recordarle.
















No hay comentarios:

Publicar un comentario