AUDIOLIBRO
LECCION 98
Aceptaré el papel que me corresponde en el plan de Dios para la salvación.
1. Hoy es un día de una consagración especial. 2Hoy vamos a adoptar una postura firme en favor de un solo bando. 3Nos vamos a poner de parte de la verdad y a abandonar las ilusiones. 4No vacilaremos entre una cosa y otra, sino que adoptaremos una firme postura en favor de Dios. 5Hoy nos vamos a consagrar a la verdad, y a la salvación tal como Dios la planeó. 6No vamos a alegar que es otra cosa 7ni a buscarla donde no está. 8La aceptaremos gustosamente tal como es, y desempeñaremos el papel que Dios nos asignó.
2. ¡Qué dicha tener certeza! 2Hoy dejamos de lado todas nuestras dudas y nos afianzamos en nuestra postura, seguros de nuestro propósito y agradecidos de que la duda haya desaparecido y la certeza haya llegado. 3Tenemos una importante función que desempeñar y se nos ha provisto de todo cuanto podamos necesitar para alcanzar la meta. 4Ni una sola equivocación se interpone en nuestro camino. 5Hemos sido absueltos de todo error. 6Hemos quedado limpios de todos nuestros pecados al habernos dado cuenta de que no eran sino errores.
3. Los que están libres de culpa no tienen miedo, pues están a salvo y reconocen su seguridad. 2No recurren a la magia, ni ingenian posibles escapatorias de amenazas imaginarias y desprovistas de realidad. 3Descansan en la serena certeza de que llevarán a cabo lo que se les encomiende hacer. 4No ponen en duda su propia capacidad porque saben que cumplirán debidamente su función en el momento y lugar perfectos. 5Ellos adoptaron la postura que nosotros vamos a adoptar hoy, a fin de que pudiésemos compartir su certeza y aumentarla mediante nuestra aceptación.
4. Todos aquellos que adoptaron la postura que hoy vamos a adoptar nosotros estarán a nuestro lado y nos transmitirán gustosamente todo cuanto aprendieron, así como todos sus logros. 2Los que todavía no están seguros también se unirán a nosotros y, al compartir nuestra certeza, la reforzarán todavía más. 3Y los que aún no han nacido, oirán la llamada que nosotros hemos oído, y la contestarán cuando hayan venido a elegir de nuevo. 4Hoy no elegimos sólo para nosotros.
5. ¿No vale la pena acaso dedicar cinco minutos de tu tiempo cada hora a cambio de poder aceptar la felicidad que Dios te dio? 2¿No vale la pena acaso dedicar cinco minutos de cada hora a fin de reconocer cuál es tu función especial aquí? 3¿Qué son cinco minutos si a cambio de ello puedes recibir algo tan grande que es inconmensurable? 4Has hecho por lo menos mil tratos en los que saliste perdiendo.
6. He aquí una oferta que garantiza tu total liberación de cualquier clase de dolor y una dicha que no es de este mundo. 2Puedes intercambiar una pequeña parte de tu tiempo por paz interior y certeza de propósito, con la promesa de que triunfarás. 3Y puesto que el tiempo no tiene significado, se te está dando todo a cambio de nada. 4He aquí un trato en el que no puedes perder. 5Y lo que ganas es en verdad ilimitado.
7. Ofrécele hoy tu modesta dádiva de cinco minutos cada hora. 2Él impartirá a las palabras que utilices al practicar con la idea de hoy la profunda convicción y firmeza de las que tú careces. 3Sus palabras se unirán a las tuyas y harán de cada repetición de la idea de hoy una absoluta consagración, hecha con fe tan perfecta y segura como la que Él tiene en ti. 4La confianza que Él tiene en ti impartirá luz a todas las palabras que pronuncies, e irás más allá de su sonido a lo que verdaderamente significan. 5Hoy practicas con Él mientras dices:
6Aceptaré el papel que me corresponde en el plan de Dios para la salvación.
8. En cada uno de los períodos de cinco minutos que pases con Él, Él aceptará tus palabras y te las devolverá radiantes de una fe y confianza tan grandes e inquebrantables que iluminarán el mundo con esperanza y felicidad. 2No dejes pasar ni una sola oportunidad de ser el feliz receptor de Sus regalos, para que a tu vez puedas dárselos hoy al mundo.
9. Ofrécele las palabras y Él se encargará del resto. 2Él te ayudará a entender tu función especial. 3Él allanará el camino que te conduce a la felicidad, y la paz y la confianza serán Sus regalos, Su respuesta a tus palabras. 4Él responderá con toda Su fe, dicha y certeza que lo que dices es verdad. 5Y entonces gozarás de la misma convicción de que goza Aquel que conoce tu función en la tierra así como en el Cielo. 6Él estará contigo durante cada sesión de práctica que compartas con Él, e intercambiará cada instante de tiempo que le ofrezcas por intemporalidad y paz.
10. Pasa la hora preparándote felizmente para los próximos cinco minutos que vas a volver a pasar con Él. 2Repite la idea de hoy mientras esperas la llegada de ese feliz momento. 3Repítela a menudo, y no te olvides de que cada vez que lo haces, preparas a tu mente para el feliz momento que se acerca.
11. Y cuando la hora haya transcurrido y Él esté ahí una vez más para pasar otro rato contigo, siéntete agradecido y deja a un lado toda tarea mundana, pensamiento insignificante o idea restrictiva, y pasa un feliz rato en Su compañía otra vez. 2Dile una vez más que aceptas el papel que Él quiere que asumas y que te ayudará a desempeñar, y Él hará que estés seguro de que deseas tomar esa decisión, la cual Él ya ha tomado contigo y tú con Él.
Instrucciones para la práctica
Propósito: Con seguridad y felizmente dedicarte a aceptar tu papel en el plan de Dios para la salvación, tomar una postura sobre esto hoy.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes hacerlo, al menos haz el alternativo).
Esta práctica me parece similar a la que hicimos en la Lección 77. Allí repetías: “Tengo derecho a los milagros” y luego esperabas a que el Espíritu Santo te diera Su seguridad de que estas palabras son verdad. Aquí, en esta lección, repites: “Aceptaré el papel que me corresponde en el plan de Dios para la salvación” y luego esperas a que el Espíritu Santo Le dé a tus palabras Su seguridad, de modo que realmente aceptes tu papel. A lo largo de la sesión de práctica, sigue repitiendo la idea, y deja que Él haga de cada repetición una dedicatoria total hecha con convencimiento, con sinceridad y seguridad, y llena de comprensión. Deja que Él transforme la simple repetición “Aceptaré el papel que me corresponde en el plan de Dios para la salvación” en una aceptación real de tu papel. Ése es tu propósito hoy, utilizar estos periodos de práctica para tomar una postura, usarlos para aceptar tu parte en el plan de Dios.
Recordatorios frecuentes: A menudo.
Repite la idea. Intenta pensar que cada hora es un tiempo de preparación para tu siguiente sesión de cinco minutos de práctica. “Repite (la idea) a menudo, y no te olvides de que cada vez que lo haces, preparas a tu mente para el feliz momento que se acerca” (10:3)
Apoyo a la práctica: Los párrafos 5 y 6 dan ánimo y energía. Hacen la pregunta: ¿No vale la pena dedicar cinco minutos cada hora a cambio de recibir una recompensa sin límites? Recomiendo leer estos párrafos lentamente y pensándolos con detenimiento, dejando que estas preguntas y promesas hagan su trabajo en ti. Los párrafos 2 al 4 también animan de un modo maravilloso. Nos dicen que al aceptar nuestra parte en el plan de Dios (que es la razón de la práctica de hoy) podemos dejar a un lado nuestras dudas y encontrar certeza de propósito. Nos dicen que aquellos que ya lo han hecho, estarán con nosotros en nuestra práctica, ayudándonos a tomar la misma postura que ellos tomaron. Y estos párrafos también nos dicen que nuestra postura ayudará a otros a tomar la suya, lo que a su vez reforzará la nuestra (como se nos dijo en la lección de ayer).
Comentario
“Hoy es un día de una consagración especial. Hoy vamos a adoptar una postura firme en favor de un solo bando. Nos vamos a poner de parte de la verdad y a abandonar las ilusiones. No vacilaremos entre una cosa y otra, sino que adoptaremos una firme postura en favor de Dios”. (1:1-4)
“¡Qué dicha tener certeza! Hoy dejamos de lado todas nuestras dudas y nos afianzamos en nuestra postura, seguros de nuestro propósito y agradecidos de que la duda haya desaparecido y la certeza haya llegado”. (2:1-2)
Quizá mientras leo estas líneas acerca de la certeza, me encuentro dudando de esa misma certeza. Probablemente surja el pensamiento: “¿Tengo certeza?” Quizá me siento como que esta lección no me pertenece. EI ego me recuerda maliciosamente que no he superado las dudas. ¿Cómo puedo decir: “La duda ha desaparecido”?
Sin embargo en las palabras de esta lección está el reconocimiento de mi estado: “Hoy dejamos de lado todas nuestras dudas”. Sí, las dudas están ahí. Jesús lo sabe. Él únicamente sugiere que en estos cinco minutos que pasamos con Él, dejemos las dudas a un lado. Únicamente abandónalas y quédate sin ellas durante unos pocos minutos. Mira cómo te sientes sin ellas. Si quieres puedes dudar luego; ahora, mira lo gozoso que es tener seguridad.
Dentro de mí hay un lugar que siempre está seguro. Nunca ha dudado. No puede dudar porque sabe. Ése es mi verdadero Ser. Las dudas son pensamientos que hacen preguntas acerca de la realidad de ese Ser, la realidad de la parte de mí que tiene seguridad, que es la única parte real. Esta lección me lleva a dudar de mis dudas. Me lleva a escuchar la seguridad, el eterno silencio del espíritu que sabe.
Cuando, aunque sólo sea por un momento, estoy dispuesto a dejar de lado mis dudas, a acallar el parloteo constante de la mente, el culebrón de mis pensamientos frívolos, encuentro una seguridad serena y silenciosa. No es una seguridad de ideas y palabras, es una seguridad del ser, una calma majestuosa. La quietud está más allá del espacio y del tiempo. No tiene nada que ver con el drama que se representa en este planeta.
Es de esto de lo que hablamos hoy. Es de aquellos que saben sentir esta calma eterna de los que la lección dice:
“Descansan en la serena certeza de que llevarán a cabo lo que se les encomiende hacer. No ponen en duda su propia capacidad porque saben que cumplirán debidamente su función en el momento y lugar perfectos”. (3:3-4)
Ocupo mi lugar con aquellos que, antes que yo, han llegado a este lugar. Es el mismo lugar para todos. Es el mismo Ser el Que llegamos a conocer. Y sé, en ese instante santo, que si uno ha estado en este lugar antes que yo, todos lo encontraremos. Si uno ha estado en este lugar (y sé que muchos han estado) todos estaremos en él, pues uno no puede llegar a menos que sea para todos. La naturaleza de este lugar, de esta seguridad silenciosa, es que es de todos y para todos. No podría estar aquí para mí si no fuera también para ti. No podría haber estado ahí para Jesús si no fuera también para mí.
“Todos aquellos que adoptaron la postura que hoy vamos a adoptar nosotros, estarán a nuestro lado y nos transmitirán gustosamente todo cuanto aprendieron, así como todos sus logros. Los que todavía no están seguros también se unirán a nosotros y, al compartir nuestra certeza, la reforzarán todavía más. Y los que aún no han nacido, oirán la llamada que nosotros hemos oído, y la contestarán cuando hayan venido a elegir de nuevo. Hoy no elegimos sólo para nosotros”. (4:1-4)
En medio de la tormenta de dudas e inseguridad está el centro de la calma. La tormenta ruge. Todavía podemos sentirlo. Sí, aquí, aquí en nuestro Ser estamos en calma. Estamos en silencio. Descansamos.
Por supuesto tienes dudas e inseguridades. ¡De eso es de lo que te vas a dar cuenta al hacer esta lección! Únicamente durante un momento estate dispuesto a que desaparezcan. Hay Uno contigo Que siempre está seguro, y Él está contigo, has olvidado eso. Por muy brevemente que sea, permítete identificarte con Su certeza, y abandona tu identificación con las dudas. Haz esa elección, eso es lo único que se te pide.
“Él impartirá a las palabras que utilices al practicar con la idea de hoy la profunda convicción y firmeza de las que tú careces. Sus palabras se unirán a las tuyas y harán de cada repetición de la idea de hoy una absoluta consagración, hecha con fe tan perfecta y segura como la que Él tiene en ti. La confianza que Él tiene en ti impartirá luz a todas las palabras que pronuncies, e irás más allá de su sonido a lo que verdaderamente significan”. (7:2-4)
“Ofrécele las palabras y Él se encargará del resto” (9:1). ¡Qué maravillosa afirmación! Él sólo te pide tu vacilante “Sí”. No se te pide que cambies tus dudas en fe. Él hará eso. “Mi parte en el plan de Dios” es muy sencilla: aceptarla. Mi parte no es un papel activo, sino pasivo. Es estar dispuesto a recibir, eso es todo. Mi parte es decir: “De acuerdo. Sí. Lo acepto”. Darle a Él estas palabras, eso es todo. Él responderá con toda Su fe, con todo Su gozo, y con toda Su certeza que lo que dices es verdad.
Una y otra vez durante el día, una y otra vez a lo largo de tu vida, dale a Él estas palabras: “Aceptaré mi papel. Sí.”
Esto es entregarse. Esto es todo lo que hacemos. No hay que hacer nada más. Tan sencillo. Tan difícil para ser tan sencillo. Tan difícil dejar de hacerlo por nuestra cuenta. Abandona todo intento de hacerlo por tu cuenta y déjaselo a Dios. “Sí, Dios. Sí, Espíritu Santo. Acepto mi papel.”
Dile a Él una vez más que aceptas el papel que Él quiere que hagas y que te ayudará a llevar a cabo, y Él se asegurará de que quieres esta elección, que Él ha hecho contigo y tú con Él.
Quizá no estoy seguro de quererlo. Pero Él se asegurará de que lo quieras. Ven a Él tal como te sientes, con todas tus dudas y con todos tus miedos. Únicamente ven. Únicamente di: “Sí. Acepto”.
TEXTO
VIII. La grandeza en contraposición a la grandiosidad
1. La grandeza es de Dios y sólo de Él. 2Por lo tanto, se encuentra en ti. 3Siempre que te vuelves consciente de ella, por vagamente que sea, abandonas al ego automáticamente, ya que en presencia de la grandeza de Dios la insignificancia del ego resulta perfectamente evidente. 4Cuando esto ocurre, el ego cree -a pesar de que no lo entiende- que su "enemigo" lo ha atacado, e intenta ofrecerte regalos para inducirte a que vuelvas a ponerte bajo su "protección". 5El auto-engrandecimiento es la única ofrenda que puede hacer. 6La grandiosidad del ego es la alternativa que él ofrece a la grandeza de Dios. 7¿Por cuál de estas dos alternativas te vas a decidir?
2. El propósito de la grandiosidad es siempre encubrir la desesperación. 2No hay esperanzas de que pueda hacerlo porque no es real. 3Es un intento de contrarrestar tu sensación de pequeñez, basado en la creencia de que la pequeñez es real. 4Sin esta creencia la grandiosidad no tendría sentido y no la desearías en absoluto. 5La esencia de la grandiosidad es la competencia porque la grandiosidad siempre implica ataque. 6Es un intento ilusorio de eclipsar pero no de deshacer. 7Dijimos anteriormente que el ego oscila entre la sospecha y la perversidad. 8Permanece receloso mientras te desesperes contigo mismo. 9Pasa a la perversidad cuando decides no tolerar más tu auto-degradación e ir en busca de ayuda. 10Entonces te ofrece como "solución" la ilusión del ataque.
3. El ego no entiende la diferencia que hay entre la grandeza y la grandiosidad porque no ve la diferencia que hay entre los impulsos milagrosos y las extrañas creencias del ego que él mismo ha inventado. 2Te dije que el ego es consciente de que su existencia está amenazada, pero no hace distinciones entre estos dos tipos de amenaza tan diferentes. 3Su profunda sensación de vulnerabilidad le impide juzgar, excepto con ataques. 4Cuando el ego se siente amenazado, su única elección estriba en si atacar ahora o retirarse para atacar más tarde. 5Si aceptas su oferta de grandiosidad atacará inmediatamente. 6Si no, esperará.
4. El ego queda inmovilizado en presencia de la grandeza de Dios porque Su grandeza establece tu libertad. 2Aun la más leve indicación de tu realidad expulsa literalmente al ego de tu mente ya que deja de interesarte por completo. 3La grandeza está totalmente desprovista de ilusiones y, puesto que es real, es extremadamente convincente. 4Mas la convicción de que es real te abandonará a menos que no permitas que el ego la ataque. 5El ego no escatimará esfuerzo alguno por rehacerse y movilizar sus recursos en contra de tu liberación. 6Te dirá que estás loco, y alegará que la grandeza no puede ser realmente parte de ti debido a la pequeñez en la que él cree. 7Pero tu grandeza no es ilusoria porque no fue invención tuya. 8lnventaste la grandiosidad y le tienes miedo porque es una forma de ataque, pero tu grandeza es de Dios, Quien la creó como expresión de Su Amor.
5. Desde tu grandeza tan sólo puedes bendecir porque tu grandeza es tu abundancia. 2Al bendecir la conservas en tu mente, protegiéndola así de las ilusiones y manteniéndote a ti mismo en la Mente de Dios. 3Recuerda siempre que no puedes estar en ninguna otra parte, excepto en la Mente de Dios. 4Cuando te olvidas de esto, te desesperas y atacas.
6. El ego depende exclusivamente de que estés dispuesto a tolerarlo. 2Si estuvieses dispuesto a contemplar tu grandeza no podrías desesperarte, y, por lo tanto, no podrías desear al ego. 3Tu grandeza es la respuesta de Dios al ego porque es verdad. 4La pequeñez y la grandeza no pueden coexistir, ni tampoco pueden sucederse alternadamente. 5La pequeñez y la grandiosidad, por otra parte, no tan sólo pueden, sino que se ven obligadas a alternar, puesto que ninguna de las dos es verdad y se encuentran, por lo tanto, en el mismo nivel. 6Al ser éste el nivel de los cambios, se experimenta como un constante alternar, siendo los extremos su característica principal.
7. La verdad y la pequeñez se niegan mutuamente porque la grandeza es verdad. 2La verdad no cambia, siempre es verdad. 3Cuando pierdes la conciencia de tu grandeza es que la has reemplazado con algo que tú mismo inventaste. 4Quizá con la creencia en la pequeñez, quizá con la creencia en la grandiosidad. 5Mas cualquiera de ellas no puede sino ser demente porque no es verdad. 6Tu grandeza nunca te engañará, pero tus ilusiones siempre lo harán. 7Las ilusiones son engaños. 8No puedes triunfar, pero estás exaltado. 9Y en tu estado de exaltación buscas a otros que son como tú y te regocijas con ellos.
8. Es fácil distinguir la grandeza de la grandiosidad, pues el amor puede ser correspondido, pero el orgullo no. 2El orgullo no producirá milagros, y te privará, por lo tanto, de los verdaderos testigos de tu realidad. 3La verdad no está velada ni oculta, pero el que sea evidente para ti depende del gozo que lleves a sus testigos, que son quienes te la mostrarán. 4Ellos dan testimonio de tu grandeza, pero no pueden dar testimonio del orgullo porque el orgullo no se puede compartir. 5Dios quiere que contemples lo que Él creó porque lo que Él creó es Su gozo.
9. ¿Cómo puede ser que tu grandeza sea arrogancia cuando Dios Mismo da testimonio de ella? 2¿Y puede lo que no tiene testigos ser real? 3¿Qué beneficio se podría derivar de ello? 4Si no se puede derivar ninguno, el Espíritu Santo no puede usarlo. 5Lo que Él no puede transformar en la Voluntad de Dios no existe en absoluto. 6La grandiosidad es algo ilusorio porque su propósito es reemplazar a tu grandeza. 7Pero lo que Dios ha creado no puede ser reemplazado. 8Dios está incompleto sin ti porque Su grandeza es total, y tú no puedes estar excluido de ella.
10. Tú eres absolutamente irreemplazable en la Mente de Dios. 2Nadie más puede ocupar tu lugar en ella, y mientras lo dejes desocupado, tu eterno puesto aguardará simplemente tu regreso. 3Dios te recuerda esto a través de Su Voz, y Él Mismo mantiene a salvo tus extensiones dentro de Su Mente. 4Mas no las conocerás hasta que regreses a ellas. 5No puedes reemplazar al Reino, ni puedes reemplazarte a ti mismo. 6Dios, que conoce tu valía, no lo permitiría, y, por lo tanto, no puede suceder. 7Tu valía se encuentra en la Mente de Dios y, por consiguiente, no sólo en la tuya. 8Aceptarte a ti mismo tal como Dios te creó no puede ser arrogancia porque es la negación de la arrogancia. 9Aceptar tu pequeñez es arrogancia porque significa que crees que tu evaluación de ti mismo es más acertada que la de Dios.
11. Sin embargo, si la verdad es indivisible, tu evaluación de ti mismo tiene que ser la misma que la de Dios. 2Tú no estableciste tu valía, y ésta no necesita defensa. 3Nada puede atacarla ni prevalecer contra ella. 4 No varía. 5Simplemente es. 6Pregúntale al Espíritu Santo cuál es tu valía y Él te lo dirá, pero no tengas miedo de Su respuesta, pues procede de Dios. 7Es una respuesta exaltada por razón de su Origen, y como el Origen es verdad, la respuesta lo es también. 8Escucha y no pongas en duda lo que oigas, pues Dios nunca engaña. 9Él quiere que reemplaces la creencia del ego en la pequeñez por Su Propia Respuesta exaltada a lo que tú eres, de modo que puedas dejar de ponerla en duda y la conozcas tal como es.
TEXTO
VII. Las dos evaluaciones
1. La Voluntad de Dios es que tú encuentres la salvación. 2¿Cómo, entonces, no te iba a haber proporcionado los medios para encontrarla? 3Si Su Voluntad es que te salves, tiene que haber dispuesto que alcanzar la salvación fuese posible y fácil. 4Tienes hermanos por todas partes. 5No tienes que buscar la salvación en parajes remotos. 6Cada minuto y cada segundo te brinda una oportunidad más para salvarte. 7No dejes pasar esas oportunidades, no porque no vayan a repetirse, sino porque demorar la dicha es innecesario. 8La Voluntad de Dios es que seas completamente feliz ahora. 9¿Cómo podría ser que ésa no fuese también tu voluntad? 10¿Y sería posible asimismo que ésa no fuese también la voluntad de tus hermanos?
2. Ten presente, pues, que sólo en esa voluntad conjunta, y sólo en ella, os encontráis unidos. 2Podrá haber desacuerdo en todo lo demás, pero no en esto. 3Ahí, pues, es donde mora la paz. 4Y tú moras en paz cuando así lo decides. 5Pero no puedes morar en paz a menos que aceptes la Expiación porque la Expiación es el camino que conduce a la paz. 6La razón de ello es muy simple, y tan obvia que a menudo se pasa por alto. 7El ego le tiene miedo a lo obvio porque lo obvio es la característica esencial de la realidad. 8No obstante, tú no puedes pasarla por alto a menos que no estés mirando.
3. Es perfectamente obvio que si el Espíritu Santo contempla con amor todo lo que percibe, también te contempla a ti con amor. 2La evaluación que Él hace de ti se basa en Su conocimiento de lo que eres, y es, por lo tanto, una evaluación correcta. 3Y esta evaluación tiene que estar en tu mente porque Él lo está. 4El ego está también en tu mente porque aceptaste que estuviese ahí. 5La evaluación que él hace de ti, no obstante, es exactamente la opuesta a la del Espíritu Santo, pues el ego no te ama. 6No es consciente de lo que eres, y desconfía totalmente de todo lo que percibe debido a que sus percepciones son tan variables. 7El ego, por lo tanto, es capaz de ser desconfiado en el mejor de los casos, y cruel en el peor. 8Ésa es la gama de sus posibilidades. 9No puede excederla debido a su incertidumbre. 10Y no puede ir más allá de ella porque nunca puede estar seguro de nada.
4. Tienes, pues, dos evaluaciones conflictivas de ti mismo en tu mente, y ambas no pueden ser ciertas. 2Todavía no te has dado cuenta de cuán extremadamente diferentes son porque no entiendes cuán elevada es realmente la percepción que el Espíritu Santo tiene de ti. 3El Espíritu Santo no se engaña con respecto a nada de lo que haces, porque nunca se olvida de lo que eres. 4El ego se engaña con respecto a todo lo que haces, especialmente cuando respondes al Espíritu Santo, ya que en esos momentos su confusión aumenta. 5Es muy probable, por lo tanto, que el ego te ataque cuando reaccionas amorosamente, ya que te ha evaluado como incapaz de ser amoroso y estás contradiciendo su juicio. 6El ego atacará tus motivos tan pronto como éstos dejen de estar claramente de acuerdo con la percepción que él tiene de ti. 7En ese caso es cuando pasa súbitamente de la sospecha a la perversidad, ya que su incertidumbre habrá aumentado. 8Es evidente, no obstante, que no tiene objeto devolverle el ataque. 9Pues ¿qué podría significar eso, sino que estás de acuerdo con su evaluación acerca de lo que eres?
5. Si eliges considerarte a ti mismo como incapaz de ser amoroso no podrás ser feliz. 2Te estarás auto-condenando y no podrás por menos que considerarte inadecuado. 3¿Acudirías entonces al ego para que te ayudase a escapar de la sensación de insuficiencia que él mismo ha provocado y que tiene que preservar para proteger su existencia? 4¿Cómo ibas a poder escaparte de su evaluación valiéndote de los mismos métodos que él utiliza para conservar esa imagen intacta?
6. No puedes evaluar un sistema de creencias demente desde su interior. 2Su campo de acción impide esa posibilidad. 3Lo único que puedes hacer es salirte de él, examinarlo desde una perspectiva de cordura y notar la diferencia. 4Sólo mediante este contraste puede la demencia ser juzgada como demente. 5Aunque dispones de la grandeza de Dios, has elegido ser insignificante y lamentarte de tu pequeñez. 6Dentro del sistema que impuso esta elección, lamentarse es inevitable. 7En él tu pequeñez se da por sentada y no te detienes a preguntar: "¿Quién lo decidió así?" 8La pregunta no tiene ningún sentido dentro del sistema de pensamiento del ego, ya que pondría en entredicho todo el sistema en sí.
7. He dicho que el ego no sabe lo que es una verdadera pregunta. 2La falta de conocimiento, de la clase que sea, está siempre asociada con una renuencia a saber, y esto da lugar a una completa ausencia de conocimiento simplemente porque el conocimiento es total. 3No cuestionar tu pequeñez, por lo tanto, es negar todo conocimiento y mantener intacto todo el sistema de pensamiento del ego. 4No puedes conservar sólo una parte de un sistema de pensamiento, ya que éste únicamente se puede poner en duda cuestionando sus cimientos. 5Y esto se debe hacer desde fuera de él, porque dentro, sus cimientos se mantienen firmes. 6El Espíritu Santo juzga contra la realidad del sistema de pensamiento del ego simplemente porque sabe que sus cimientos son falsos. 7Por lo tanto, nada que procede de él significa nada. 8El Espíritu Santo juzga cualquier creencia que tengas de acuerdo con su procedencia. 9Si procede de Dios, sabe que es verdadera. 10Si no procede de Él, sabe que no significa nada.
8. Siempre que pongas en duda tu valor, di:
2Dios Mismo está incompleto sin mí.
3Recuerda esto cuando el ego te hable, y no le oirás. 4La verdad acerca de ti es tan sublime que nada que sea indigno de Dios puede ser digno de ti. 5Decide, pues, lo que deseas desde este punto de vista, y no aceptes nada que no sea digno de ser ofrecido a Dios. 6No deseas nada más. 7Devuélvele tu parte, y Él te dará la totalidad de Sí Mismo a cambio de la devolución de lo que es Suyo y de lo que le restaura Su plenitud.
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