Instrucciones para la práctica
Propósito: Intentar de nuevo llegar a tu único Ser. “Lleno de paciencia y esperanza, hoy volveremos a tratar de llegar a Él” (3:3).
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes hacer esto, al menos haz el alternativo).
- Di de todo corazón: “Soy un solo Ser, unido a mi Creador, uno con cada aspecto de la creación, y dotado de una paz y un poder infinitos”. Probablemente necesitarás tener los ojos abiertos para leer las frases.
- Cierra los ojos y repite: Soy un solo Ser”. Di esto varias veces, “lentamente y a conciencia, tratando de dejar que el significado de las palabras penetre en tu mente” (11:3). Diciéndolo de este modo tendrá un mayor efecto en ti.
- El resto es una meditación en la que intentas llegar a tu único Ser, que está perfectamente unido con Él Mismo, perfectamente unido con todos tus hermanos, y perfectamente uno con Dios.”Siente a este único Ser, y deja que Su resplandor disipe todas tus ilusiones y dudas” (13:3). Saca todo el entrenamiento que has recibido acerca de la meditación en el Libro de Ejercicios.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como puedas.
Hay dos formas para esta práctica frecuente:
1. Repite la idea. Date cuenta de que cada vez que la haces, la sanación entra en la mente de alguien.
2. A todo el que encuentras dile: Tú y yo somos un solo Ser, unidos con nuestro Creador en este Ser. Te honro por razón de lo que soy, y de lo que es Aquel que nos ama a ambos cual uno solo”. Aplicar la idea a todos con los que te encuentras es una práctica importante, que ya lo has hecho en las Lecciones 37, 43, y 78.
Apoyo a la práctica: Aquí en nuestro tercer día de la práctica de cinco minutos cada hora, se nos da una extensa explicación de por qué este plan de práctica es tan importante en este momento. Primero, necesitas periodos de práctica más cortos. De otro modo, tu mente divagará sin cesar, de lo que probablemente ya te has dado cuenta en esos periodos de diez a quince minutos. Segundo, necesitas frecuentes sesiones de práctica. Cuando había sólo dos periodos más largos de práctica al día, probablemente tendías a olvidarte de los cortos (recordatorios frecuentes y respuesta a la tentación). Con los más largos ahora siendo más frecuentes, probablemente te acordarás de los más cortos. Tercero, necesitas sesiones de práctica con regularidad. Tenerlos planeados en estos intervalos fijos y regulares es más probable que los practiques, dada tu resistencia a practicar.
Por todas estas razones, te pide con insistencia que te saltes tan pocas como puedas. La clave para llevarlo a cabo es cómo responder cuando te has perdido una. Perder una sesión de práctica es un simple error, eso es todo. El modo de responder a este error es corregirlo, que significa volver a practicar. Sin embargo, el peligro es que consideres este error como un pecado real. Esto toma la forma de decidir que lo has fastidiado sin esperanzas y que vas a abandonar toda práctica del día. ¿Te resulta familiar?
Éste es un ingenioso truco del ego. Está aterrorizado de lo que te traerá tu práctica: la comprensión de tu Ser. Su miedo es lo que te hizo saltarte esa práctica en primer lugar. Ahora te ha convencido de que puesto que no has hecho una, deberías continuar no haciendo más. Ha anulado con éxito la amenaza de tu práctica al convencerte de que no practiques.
La solución es considerar esa sesión que no has hecho como un simple error y perdonarte a ti mismo por ello. No fue nada, sólo un momento de debilidad. Verlo como un momento de debilidad le quita poder. Ahora ya no tiene el poder de darte órdenes sobre lo que hacer después, de que pases el día de igual manera. Ahora simplemente lo corriges, vuelves a tu práctica. A propósito, éste es el consejo constante del Libro de Ejercicios acerca de cómo tratar con las sesiones de práctica que no se han hecho.
Haz lo más que puedas para seguir este consejo, empezando hoy. “No te olvides hoy” (se te dice dos veces, en 14:1 y 14:6). El Cielo necesita los pensamientos sanadores que envías al mundo con la práctica de hoy. El Cielo confía en que lo harás, así que tú puedes confiar también.
Comentario
Esta lección es una de mis favoritas, porque reconoce tanto mi identidad como la pobre imagen que me he hecho de mí mismo. Afirma mi grandeza sin negar mi ilusión de debilidad. Apoya la imagen exaltada de mi “solo Ser, unido a mi Creador, uno con cada aspecto de la creación, y dotado de una paz y un poder infinitos” (11:2). Pero lo hace hablando acerca de mi “falta de diligencia” y mis fallos en “seguir al pie de la letra las instrucciones que se nos dan para practicar la idea del día” (8:3). Me hace darme cuenta de que, de alguna manera, esta visión elevada de mi Ser no es incompatible con mis torpes y pequeños intentos de seguir este Curso. Me hace saber que mis errores no niegan la verdad acerca de mí.
Si alguien duda de lo que dije ayer (que la intención de estas dieciséis lecciones siguientes es tener una experiencia interna de nuestro Ser, y que el Libro de Ejercicios le da muchísima importancia a la práctica disciplinada como medio de alcanzar esa experiencia) que lea esta lección varias veces. No puedes perderte el mensaje, y yo no lo puedo decir más claro que lo que lo dice la lección:
La estructura, entonces, es necesaria a estas alturas. (6:1)
No te olvides hoy… Hoy vas a intentarlo… Mantente alerta… No te olvides hoy… Recuerda tu objetivo a lo largo del día. (14:1,3,5-7)
La lección parece estar hablando de dos cosas muy distintas. Por una parte, mi Ser tal como Dios me creó, mi perfecta unidad. Por otra parte, la importancia de la práctica reglamentada, muy concreta y estructurada, durante los primeros cinco minutos de cada hora. Si soy perfecto, ¿por qué necesito toda esta disciplina? ¿Por qué no afirmar simplemente la verdad acerca de mí mismo y acabar con la práctica?
Necesitamos la práctica porque no creemos la verdad acerca de nosotros. Tenemos todos estos guerreros escondidos en nuestra mente, los ingeniosos y engañosos manipuladores de la conciencia plantada por el ego que nos impiden la plena consciencia. Cuídate de caer en la tentación de decirte a ti mismo que no vas a hacer la práctica disciplinada porque no la necesitas. Demuéstrame que no la necesitas al hacerla, y quizá te crea. No puedes simplemente sentarte al piano y de buenas a primeras tocar el Concierto Número 1 para Piano de Tchaikovski, hay que empezar con las escalas. Las escalas no son gran música pero son el camino necesario. Así pues, “La regularidad en cuanto al horario (tocar las escalas) no es el requisito ideal para la forma más beneficiosa de la práctica de la salvación (el concierto). Es ventajoso, no obstante, para aquellos cuya motivación no es constante, y cuyas defensas contra el aprendizaje son todavía muy fuertes” (6:2-3). Ése soy yo, no sé tú, pero ése soy yo.
La belleza de este tipo de práctica repetitiva es que revela todos los trucos del ego que nos alejan de Dios. Sólo hazlo, como dice el anuncio de Nike, y empezarás a darte cuenta de cuántas tensiones de resistencia de virus antiespiritual hay en el laberinto de tu mente, cuántas maneras de impedirte conocer tu Ser te has inventado. Ése es uno de los propósitos fundamentales de la práctica:
“Has visto cuán grande es tu falta de disciplina mental y la necesidad que tienes de entrenar a tu mente. Es necesario que reconozcas esto, pues ciertamente es un obstáculo para tu progreso” (4:4-5)
Tenemos que reconocer nuestra necesidad antes de que podamos reconocer la solución que ya se nos ha dado. Tenemos que reconocer el “ser dividido en muchas partes conflictivas” (2:2) antes de que podamos reconocer la “perfecta unidad” (1:4) de nuestra realidad. Así que esta práctica dejará al descubierto nuestra necesidad, y dejará al descubierto al ego; eso es bueno, eso es lo que se pretende que haga.
Pero eso no es todo. Sí, parte del propósito es que aprendamos a perdonarnos nuestros fallos. Pero el propósito no es fallar y luego perdonar. El propósito es fallar, perdonar, y luego hacer la práctica. Decirte: “Oh, por supuesto no he hecho la práctica hoy, se supone que voy a fallar” es sólo otro modo de negarte a permitir que el error se corrija. Es no estar dispuesto a intentarlo de nuevo.
“Permitir que el error siga repitiéndose es cometer errores adicionales, que se basan en el primero y que lo refuerzan. Éste es el proceso que debes dejar a un lado, pues no es sino otra manera de defender las ilusiones contra la verdad”. (9:3-4)
En otras palabras, aceptar el fallo no es el propósito, es lo que se tiene que dejar a un lado. Tanto el fallo como permitir que el fallo continúe “son intentos de mantener alejado de tu conciencia el hecho de que eres un solo Ser” (10:2).
Un solo Ser, con un solo propósito: “brindar a todas las mentes la conciencia de esta unidad, de manera que la verdadera creación pueda extender la Totalidad y Unidad de Dios” (12:2). Que yo me entregue a este proceso, conociendo mi verdadero propósito, reconociendo que me estoy entrenando para despertar a la humanidad junto conmigo. Que tome estos minutos de cada hora para hacerme consciente de Quién soy. “Se te ha concedido poder sentir este Ser dentro de ti” (13:5). Yo quiero eso hoy, Padre. Quiero abandonar mis viejas ilusiones y sentir la extensión y el poder de mi verdadero Ser, que Tú me has dado. Quiero olvidar mi creencia en la pequeñez, aunque sólo sea durante unos pocos segundos cada hora, y llevar continuamente mi ser a estos recordatorios (puesto que me olvido tan rápido) hasta que la consciencia surja en mi mente de manera permanente, para no olvidarla nunca más. Que así sea.
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