DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 11 de noviembre de 2020

11 NOVIEMBRE: Todos los regalos que mis hermanos hacen me pertenecen.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 315


Todos los regalos que mis hermanos hacen me pertenecen.


1. En cada momento de cada día se me conceden miles de teso­ros. 2Soy bendecido durante todo el día con regalos cuyo valor excede con mucho el de cualquier cosa que yo pudiera concebir. 3Un hermano le sonríe a otro, y mi corazón se regocija. 4Alguien expresa su gratitud o su compasión, y mi mente recibe ese regalo y lo acepta como propio. 5Y todo el que encuentra el camino a Dios se convierte en mi salvador, me señala el camino y me ase­gura que lo que él ha aprendido sin duda me pertenece a mí también.

2. Gracias, Padre, por los muchos regalos que me llegan hoy y todos los días, procedentes de cada Hijo de Dios. 2Los regalos que mis hermanos me pueden hacer son ilimitados. 3Ahora les mostraré mi agradecimiento, de manera que mi gratitud hacia ellos pueda conducirme a mi Creador y a Su recuerdo






Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

En la Lección 97 se nos dijo que si practicamos con la idea de la lección (“Soy espíritu”) para así acercar la realidad un poco más a nuestra mente, “el Espíritu Santo se regocijará de tomar cinco minutos de cada hora de tu tiempo para llevarlos alrededor de este mundo afligido donde el dolor y la congoja parecen reinar” (L.97.5:1). Dice: “No pasará por alto ni una sola mente receptiva que esté dispuesta a aceptar los dones de curación que esos minutos brindan, y los concederá allí donde Él sabe que han de ser bien recibidos” (L.97.5:2). Dice que “cada ofrenda que se le haga se multiplicará miles de veces y decenas de miles más” (L.97.6:1). Pues bien, 1.000 × 10.000 = 10.000.000 (10 millones). Así que Él multiplicará nuestros regalos por lo menos diez millones de veces, pero dice “decenas de miles”, en plural, así que eso significa hasta 90.000.000 (90 millones) de veces. Quizá los números son sólo simbólicos, indicando “un número extremadamente grande”, pero estoy seguro de que Jesús literalmente quiere decir que, con nuestra elección, un número inimaginable de mentes se beneficiarán. Cada mente abierta a recibir, recibirá nuestro regalo: millones de mentes.

Ahora, en esta lección, vemos el lado opuesto de la moneda. Pues todos aquellos que tienen su mente abierta y, como nosotros, por un instante ofrecen el regalo de su mente a Dios, nosotros recibimos sus regalos. Así pues, cada momento, miles de hermanos encuentran el camino a Dios por un instante y dan un regalo, que yo recibo porque todas las mentes están unidas, como nos dice el primer párrafo: una sonrisa entre hermanos o una palabra de agradecimiento o de misericordia, en cualquier parte del mundo, le ofrece un regalo a mi mente. Puedo recibirlo de cualquiera que encuentra su camino a Dios.

Todas las mentes están unidas. Cada momento, miles de regalos llegan a mi mente, procedentes de otras mentes. Si mi mente está abierta, ¡puedo recibir cada uno de ellos! En un grupo de estudio en el que estábamos tratando esta idea, un alumno observó: “¡Eso suena a un trabajo a tiempo completo!” Por supuesto que sí. Suena también como mi trabajo.

¿Te has preguntado alguna vez de dónde vienen esos benditos pensamientos? ¿Te has preguntado alguna vez por qué de repente, en medio de un día bastante deprimente, algo viene a tu mente y alegra tu corazón? Generalmente pensamos, si es que lo hacemos, que debe ser el Espíritu Santo. Pero podría igualmente ser un hermano que ha encontrado su camino a Dios en ese momento y le ha sonreído a alguien, y al hacerlo te ha enviado a ti el regalo. El Espíritu Santo ha sido el cartero. Alguien a quien no conoces, al otro lado del mundo, ¡acaba de darte una bendición!

El intercambio de regalos del universo dentro de la gran “Internet” universal está ocurriendo todo el tiempo. Todo el mundo está conectado, sólo tienes que leer tu correo.
Así pues, elevemos nuestro corazón en agradecimiento a cada Hijo de Dios. Pasemos esta mañana y esta noche un rato agradeciendo a nuestros hermanos, que son uno con nosotros, por todos sus muchísimos regalos, la mayoría de los cuales no hemos reconocido durante la mayor parte de nuestra vida.

A todos los que leéis esto: “Gracias por recordar, hermano o hermana”. Gracias por amar, en lugar de temer. Gracias por ser consciente, por estar vivo. Gracias por sonreír, por extender alegría. Gracias por mostrar misericordia. Gracias por perdonar. Gracias por uniros a otros. Que hoy mi meditación se centre en todas las maneras en que estoy siendo bendecido constantemente por mis hermanos, y en la realidad que obtengo de todos y cada uno de ellos.

Gracias, Padre, por los muchos regalos que me llegan hoy y todos los días, procedentes de cada Hijo de Dios. (2:1)


¿Qué es el Juicio Final? (Parte 5)

L.pII.10.3:1

Tú que creías que el Juicio Final de Dios condenaría al mundo al infierno junto contigo, acepta esta santa verdad: el Juicio de Dios es el regalo de la Corrección que le concedió a todos tus errores. Dicha Corrección te libera de ellos y de todos los efectos que parecían tener. (3:1)

La mayoría de nosotros, al menos en la sociedad occidental, hemos crecido creyendo en algún tipo de infierno. Decimos: “Dios te hará pagar por eso”. Nos insultamos unos a otros diciendo: “¡Vete al infierno!” Intelectualmente podemos haber rechazado la idea de un infierno literal, con llamas y demonios y horquillas, sin embargo, la idea está entre nuestros pensamientos. Hay un miedo visceral de lo que puede haber después de la muerte, que nos corroe por dentro, negado, reprimido, pero todavía… ahí. Si creemos en Dios, como muchos, nos acecha constantemente la preocupación por cómo nos juzgará, cómo juzgará nuestra vida.

Entonces, el Curso nos aconseja: “acepta esta santa verdad”. El Juicio de Dios no es una condena, sino un regalo: el regalo de la Corrección. No un castigo sino una sanación. No “no hay salida” sino la escapatoria. El Juicio Final no menciona cada uno de nuestros errores y luego nos encierra con sus consecuencias para toda la eternidad. No, corrige nuestros errores y nos libera de ellos, y no sólo “de los errores sino también de todos los efectos que parecían tener”.


Piensa en ello. ¿Cómo te sentirías si supieras sin ninguna duda que estás libre de todos tus errores y de todos sus efectos? ¡Eso sería el júbilo total! El “Aleluya” a pleno pulmón. Pero, el Curso nos dice que eso es la verdad, ésa es “la verdad que jamás ha cambiado” (1:1).Estamos libres de nuestros errores y de sus efectos, siempre lo hemos estado, y siempre lo estaremos. Eso es lo que todos juntos llegaremos a aceptar en ese instante del Juicio Final. Y eso es lo que estamos aprendiendo a aceptar para nosotros mismos, y a enseñárselo a todos nuestros hermanos. Nos liberamos unos a otros de nuestros pecados, para que aquellos que liberamos, a su vez, puedan liberarnos a nosotros.



TEXTO

 

VIII. El "héroe" del sueño



1. El cuerpo es el personaje central en el sueño del mundo. 2Sin él no hay sueño, ni él existe sin el sueño en el que actúa como si fuese una persona digna de ser vista y creída. 3Ocupa el lugar central de cada sueño en el que se narra la historia de cómo fue concebido por otros cuerpos, cómo vino al mundo externo al cuerpo, cómo vive por un corto tiempo hasta que muere, para luego convertirse en polvo junto con otros cuerpos que, al igual que él, también mueren. 4En el breve lapso de vida que se le ha concedido busca otros cuerpos para que sean sus amigos o sus enemigos. 5Su seguridad es su mayor preocupación; 6su comodi­dad, la ley por la que se rige. 7Trata de buscar placer y de evitar todo lo que le pueda ocasionar dolor. 8Pero por encima de todo, trata de enseñarse a sí mismo que sus dolores y placeres son dos cosas diferentes, y que es posible distinguir entre ellos.

2. El sueño del mundo adopta innumerables formas porque el cuerpo intenta probar de muchas maneras que es autónomo y real. 2Se engalana a sí mismo con objetos que ha comprado con discos de metal o con tiras de papel moneda que el mundo consi­dera reales y de gran valor. 3Trabaja para adquirirlos, haciendo cosas que no tienen sentido, y luego los despilfarra intercambián­dolos por cosas que ni necesita ni quiere. 4Contrata a otros cuer­pos para que lo protejan y para que coleccionen más cosas sin sentido que él pueda llamar suyas. 5Busca otros cuerpos especia­les que puedan compartir su sueño. 6A veces sueña que es un conquistador de cuerpos más débiles que él. 7Pero en algunas fases del sueño, él es el esclavo de otros cuerpos que quieren hacerle sufrir y torturarlo.

3. Las aventuras del cuerpo, desde que nace hasta que muere, son el tema de todo sueño que el mundo jamás haya tenido. El "héroe" de este sueño jamás cambiará, ni su propósito tampoco. 3Y aunque el sueño en sí adopta muchas formas y parece presen­tar una gran variedad de lugares y situaciones en los que su "héroe" cree encontrarse, el sueño no tiene más que un propó­sito, el cual se enseña de muchas maneras. 4Ésta es la lección que trata de enseñar una y otra vez: que el cuerpo es causa y no efecto. 5que tú que eres su efecto, no puedes ser su causa.

4. De esta manera, tú no eres el soñador, sino el sueño. 2Y, por lo tanto, deambulas fútilmente entrando y saliendo de lugares y situaciones que él maquina. 3Que esto es todo lo que el cuerpo hace, es cierto, pues no es más que una figura en un sueño. Mas ¿quién reaccionaría ante las figuras de un sueño a no ser que las considerase reales? 5En el instante en que las reconoce como lo que verdaderamente son, éstas dejan de tener efectos sobre él porque entiende que fue él quien les dio los efectos que tienen, al causarlas y hacer que pareciesen reales.

5. ¿Cuán dispuesto estás a escaparte de los efectos de todos los sueños que el mundo jamás haya tenido? 2¿Es tu deseo no permi­tir que ningún sueño parezca ser la causa de lo que haces? 3Exa­minemos, pues, el comienzo del sueño, ya que la parte que ves no es sino la segunda parte, cuya causa se encuentra en la primera. 4Nadie que esté dormido y soñando en el mundo recuerda el ataque que se infligió a sí mismo. 5Nadie cree que realmente hubo un tiempo en el que no sabía nada de cuerpos y en el que no habría podido concebir que este mundo fuese real. 6De otro modo, se habría dado cuenta de inmediato de que estas ideas son una mera ilusión, tan ridículas que no sirven para nada, excepto para reírse de ellas. 7¡Cuán serias parecen ser ahora! 8Y nadie puede recordar aquel entonces cuando habrían sido motivo de risa e incredulidad. 9Pero lo podemos recordar, sólo con que con­templemos directamente su causa. 10Y al hacerlo, veremos que son motivo de risa, no de temor.

6. Devolvámosle al soñador el sueño del que se desprendió, el cual él percibe como algo que le es ajeno y que se le está haciendo a él. 2Una diminuta y alocada idea, de la que el Hijo de Dios olvidó reírse, se adentró en la eternidad, donde todo es uno. 3A causa de su olvido ese pensamiento se convirtió en una idea seria, capaz de lograr algo, así como de tener efectos reales. 4Jun­tos podemos hacer desaparecer ambas cosas riéndonos de ellas, y darnos cuenta de que el tiempo no puede afectar a la eternidad. 5Es motivo de risa pensar que el tiempo pudiese llegar a circuns­cribir a la eternidad, cuando lo que ésta significa es que el tiempo no existe.

7. Una intemporalidad en la que se otorga realidad al tiempo; una parte de Dios que puede atacarse a sí misma; un hermano separado al que se considera un enemigo y una mente dentro de un cuerpo son todos diferentes aspectos de un círculo vicioso, cuyo final empieza en su comienzo y concluye en su causa. 2El mundo que ves te muestra exactamente lo que creíste haber hecho. 3Excepto que ahora crees que lo que hiciste se te está haciendo a ti. 4La culpabilidad que sentiste por lo que habías pen­sado la proyectaste fuera de ti mismo sobre un mundo culpable que es el que entonces sueña tus sueños y piensa tus pensamien­tos por ti. 5Es su venganza la que recae sobre ti, no la tuya propia. 6Te mantiene estrechamente confinado a un cuerpo, al que cas­tiga por todos los actos pecaminosos que éste comete en su sueño. 7Y no puedes hacer que el cuerpo deje de cometer sus actos depravados porque tú no eres su hacedor y, por lo tanto, no puedes controlar sus acciones, su propósito o su destino.

8. El mundo no hace sino demostrar una verdad ancestral: creerás que otros te hacen a ti exactamente lo que tú crees haberles hecho a ellos. 2Y una vez que te hayas engañado a ti mismo culpándolos, no verás la causa de sus actos porque desearás que la culpabilidad recaiga sobre ellos. 3¡Cuán infantil es la insolente maniobra de querer defender tu inocencia descargando tu culpabilidad fuera de ti mismo, aunque sin deshacerte de ella! 4No es fácil percibir tal ironía cuando lo que tus ojos ven a tu alrededor son sus graves consecuencias, mas no su frívola causa. 5Sin causa, sus efectos parecen ciertamente ser tristes y graves. 6Sin embargo, no son más que consecuencias. 7Su causa, en cambio, es lo que no es conse­cuencia de nada, al no ser más que una farsa.

9. El Espíritu Santo, sonriendo dulcemente, percibe la causa y no presta atención a los efectos. 2¿De qué otra manera podría corre­gir tu error, cuando has pasado por alto la causa enteramente? 3Él te exhorta a que lleves todo efecto temible ante Él para que juntos miréis su descabellada causa y os riáis juntos por un rato. 4Tú juzgas los efectos, pero Él ha juzgado su causa. 5mediante Su juicio se eliminan los efectos. 6Tal vez vengas con los ojos arrasa­dos en lágrimas, 7mas óyele decir: "Hermano mío, santo Hijo de Dios, contempla tu sueño fútil en el que sólo algo así podría ocu­rrir". 8Y saldrás del instante santo riendo, con tu risa y la de tu hermano unida a la de Él.

10El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo. 2No importa cuál sea la forma del ataque, eso sigue siendo verdad. 3No importa quién desem­peñe el papel de enemigo y quién el de agresor, eso sigue siendo verdad. 4No importa cuál parezca ser la causa de cualquier dolor o sufrimiento que sientas, eso sigue siendo verdad. 5Pues no reac­cionarías en absoluto ante las figuras de un sueño si supieses que eres tú el que lo está soñando. 6No importa cuán odiosas y cuán depravadas sean, no podrían tener efectos sobre ti a no ser que no te dieses cuenta de que se trata tan sólo de tu propio sueño.

11. Basta con que aprendas esta lección para que te libres de todo sufrimiento, no importa la forma en que éste se manifieste. 2El Espíritu Santo repetirá esta lección inclusiva de liberación hasta que la aprendas, independientemente de la forma de sufrimiento que te esté ocasionando dolor. 3Esta simple verdad será Su res­puesta, sea cual sea el dolor que lleves ante Él. 4Pues esta res­puesta elimina la causa de cualquier forma de pesar o dolor. 5La forma no afecta Su respuesta en absoluto, pues Él quiere mos­trarte la única causa de todo sufrimiento, no importa cuál sea su forma. 6Y comprenderás que los milagros reflejan esta simple afirmación: "Yo mismo fabriqué esto, y es esto lo que quiero des­hacer".

12. Lleva, pues, toda forma de sufrimiento ante Aquel que sabe que cada una de ellas es como las demás. 2Él no ve diferencias donde no las hay, y te enseñará cuál es la causa de todas ellas. 3Ninguna tiene una causa diferente de las demás, y todas se des­hacen fácilmente con una sola lección que realmente se haya aprendido. 4La salvación es un secreto que sólo tú has ocultado de ti mismo. 5Así lo proclama el universo. 6Pero haces caso omiso de sus testigos 7porque de lo que ellos dan testimonio es algo que prefieres no saber. 8Parecen mantenerla oculta de ti. 9Sin embargo, no necesitas sino darte cuenta de que fuiste tú quien eligió no escuchar ni ver.

13. ¡Qué diferente te parecerá el mundo cuando reconozcas esto! 2Cuando le perdones al mundo tu culpabilidad, te liberarás de ella. 3Su inocencia no exige que tú seas culpable, ni tu inocencia se basa en sus pecados. 4Esto es obvio, y es un secreto que no le has ocultado a nadie salvo a ti mismo. 5es esto lo que te ha mantenido separado del mundo y lo que ha mantenido a tu her­mano separado de ti. 6Ahora sólo necesitas reconocer que los dos sois o inocentes o culpables. 7Lo que es imposible es que seáis diferentes el uno del otro; o que seáis ambas cosas. 8Este es el único secreto que aún te queda por aprender. 9Mas no será un secreto que has sanado.

  

















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