DESPERTAR AL AMOR

viernes, 13 de noviembre de 2020

13 NOVIEMBRE: Sigo el camino que se me ha señalado.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 317


Sigo el camino que se me ha señalado.


1. Tengo una misión especial que cumplir, un papel que sólo yo puedo desempeñar. 2La salvación espera hasta que yo elija asu­mir ese papel como mi único objetivo. 3Hasta que no tome esa decisión, seré un esclavo del tiempo y del destino humano. 4Pero cuando por mi propia voluntad y de buen grado vaya por el camino que el plan de mi Padre me ha señalado, reconoceré entonces que la salvación ya ha llegado, que se les ha concedido a todos mis hermanos y a mí junto con ellos.

2. Padre, Tu camino es el que elijo seguir hoy. 2Allí donde me conduce, es adonde elijo ir, y lo que quiere que haga, es lo que elijo hacer. 3Tu camino es seguro y el final está garantizado. 4Allí me aguarda Tu recuerdo. 5Y todos mis pesares desaparecerán en Tu abrazo, tal como le prometiste a Tu Hijo, quien pensó erróneamente que se había alejado de la segura protección de Tus amorosos Brazos.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

“Tengo una misión especial que cumplir, un papel que sólo yo puedo desempeñar” (1:1).

Tengo un lugar reservado para mí en el plan de la Expiación. Es algo que está especialmente planeado que yo haga, y hasta que encuentre y lleve a cabo mi parte, “la salvación espera” (1:2). Mi creencia en la locura de la separación tiene que ser sanada para que la sanación sea completa.

Creo que cada uno tiene un papel especial que desempeñar en la salvación. Todos tenemos una “función especial” que cumplir, y parte de seguir al Espíritu Santo consiste en aprender a descubrir cuál es ese papel. Puede que no sea algo grande a los ojos del mundo. Podría ser la sanación de una relación especial determinada. Podría ser, como en el caso de Helen Schucman, llevar un mensaje de Dios al mundo. Podría ser criar y educar niños desde la perspectiva de una mente que ha sanado. Podría ser atender un mostrador, escuchar a los clientes y perdonarles. Pero tenemos una función y tenemos que encontrarla y llevarla a cabo.

Sea cual sea, siempre será alguna forma de sanación, de deshacer la culpa, de reconocer al Cristo en aquellos que nos rodean. Será una función que, de alguna forma, da y trae la gracia al mundo, pues todas las funciones dentro del plan de Dios entran en esta categoría general. Nuestra función aquí es la sanación.

Cuando encuentre mi función, encontraré mi felicidad, pues la felicidad es mi función. Esto es lo que elijo hoy. Padre, hoy digo:

“Iré donde Tú quieres que vaya, haré lo que Tú quieres que haga. Siempre Te amaré”.

Todos mis pesares desaparecerán en Tu abrazo. (2:5)



¿Qué es el Juicio Final? (Parte 7)

L.pII.10.4:1

El Juicio Final de Dios es tan misericordioso como cada uno de los pasos de Su plan para bendecir a Su Hijo y exhortarlo a regresar a la paz eterna que comparte con él. (4:1)

El plan de Dios y su final se caracterizan por una cosa: la misericordia. El resultado final es misericordioso, y cada paso a lo largo de nuestro aprendizaje será misericordioso. Dios tiene un plan, y ese plan es llamarnos a “regresar a la paz eterna que comparte con” nosotros. Cualquier parte de ese plan es misericordiosa.

Algunas veces, aunque pensemos que el final será misericordioso, pensamos que las dificultades, el dolor y el sufrimiento son necesarios en el camino. Yo no lo creo. Pienso que la naturaleza misericordiosa del resultado está también en todo el camino. Cada parte de él está dirigido a liberarnos del sufrimiento. “No hay que sufrir para aprender” (T.21.I.3:1). Cuando, en nuestra ceguera, elegimos dolor, puede ser usado para enseñarnos; pero no es necesario que sea de ese modo. El único deseo de Dios es liberarnos de nuestro sufrimiento.

Y al final, Él nos liberará. Al final, conoceremos la totalidad de Su misericordia, la firmeza de Su Amor, y el brillante esplendor de Su dicha. En el corazón del universo, Dios es una extensión infinita de bienvenida.





TEXTO



8Ésta es la Causa que el Espíritu Santo ha recordado por ti, cuando tú la habrías olvidado. 2No es una causa pasada porque Él jamás permitió que no se recordase. 3Nunca ha cambiado porque en ningún momento dejó Él de mantenerla a salvo en tu mente. 4Sus consecuencias te parecerán ciertamente nuevas porque pen­saste que no recordabas su Causa. 5Mas nunca estuvo ausente de tu mente, pues no era la Voluntad de tu Padre que Su Hijo no lo recordase.

9. Lo que tú recuerdas nunca sucedió, 2pues procedió de una ausencia de causa, que tú pensaste que era una causa. 3Cuando te des cuenta de que has estado recordando consecuencias que care­cen de causa y de que, por lo tanto, jamás pudieron haber tenido efectos, no podrás por menos que reírte. 4El milagro te recuerda una Causa que está eternamente presente y que es inmune al tiempo y a cualquier interferencia. 5Dicha Causa nunca ha dejado de ser lo que es. 6tú eres Su efecto, tan inmutable y perfecto como Ella Misma. 7Su recuerdo no se encuentra en el pasado, ni aguarda al futuro. 8Tampoco se revela en los milagros. 9Éstos no hacen sino recordarte que esa Causa no ha desaparecido. 10Cuando le perdones tus propios pecados, dejarás de negarla.

10. Tú que has querido condenar a tu propio Creador no puedes comprender que no fue Él Quien condenó a Su Hijo. 2Quieres negarle Sus Efectos, sin embargo, Éstos jamás han sido negados. 3Es imposible que Su Hijo pudiese jamás haber sido condenado por lo que carece de causa y es contrario a Su Voluntad. 4De lo único que tu memoria quiere dar testimonio es del temor a Dios. 5Él no ha hecho eso que temes. 6Ni tú tampoco. 7Por lo tanto, jamás perdiste tu inocencia. 8No tienes necesidad de curación para estar sano. 9Desde la quietud de tu interior, ve en el milagro una lección en cómo permitir que la Causa tenga Sus Propios efectos y en no hacer nada que pueda interferir.

11. El milagro llega silenciosamente a la mente que se detiene por un instante y se sumerge en la quietud. 2Se extiende dulcemente desde ese momento de quietud, y desde la mente a la  que en dicha quietud sanó, hasta otras mentes para que compartan su quietud. 3Y éstas se unirán en su cometido de no hacer nada que impida el retorno de la radiante extensión del milagro a la Mente que dio origen a todas las mentes. 4Puesto que el milagro nació como resultado de un acto de compartir, no puede haber ninguna pausa en el tiempo que pueda hacer que el milagro se demore en llegar cuanto antes a las mentes perturbadas, para brindarles un momento de quietud en el que el recuerdo de Dios pueda retor­nar a ellas. 5Lo que creían recordar se acalla ahora, y lo que ha venido a ocupar su lugar no se olvidará completamente después.

12. Aquel a Quien dedicas parte de tu tiempo te da las gracias por cada instante de silencio que le ofreces. 2Pues en cada uno de esos instantes se le permite al recuerdo de Dios ofrecer todos sus teso­ros al Hijo de Dios, que es para quien se han conservado. 3¡Cuán gustosamente se los ofrece el Espíritu Santo a aquel para quien le fueron dados! 4Su Creador comparte Su agradecimiento por­que a Él no se le puede privar de Sus Efectos. 5El instante de silencio que Su Hijo acepta le da la bienvenida a la eternidad así como a Él, permitiéndoles a Ambos entrar donde es Su deseo morar. 6Pues en ese instante el Hijo de Dios no hace nada que le pueda producir temor.

13. ¡Cuán rápidamente aflora el recuerdo de Dios en la mente que no tiene ningún temor que la mantenga alejada de dicho recuerdo! 2Lo que dicha mente había estado recordando desaparece. 3Ya no hay pasado que con su imagen tenebrosa impida el feliz despertar de la mente a la paz presente. 4Las trompetas de la eternidad resuenan por toda la quietud, mas no la perturban. 5Y lo que ahora se recuerda es la Causa, no el miedo, el cual se inventó con vistas a anular aquella y a mantenerla en el olvido. 6La quietud habla con suaves murmullos de amor que el Hijo de Dios recuerda de antaño, antes de que su propio recuerdo se interpu­siese entre el presente y el pasado, para hacerlos inaudibles.

14. Ahora el Hijo de Dios se ha vuelto por fin consciente de una Causa presente y de Sus benévolos efectos. 2Ahora comprende que lo que él ha hecho carece de causa y que no tiene efectos de ninguna clase. 3Él no ha hecho nada. 4Y al reconocer esto, se da cuenta de que nunca ha tenido necesidad de hacer nada, y de que nunca la tuvo. 5Su Causa es Sus Efectos. 6Jamás hubo otra causa aparte de Ella que pudiese generar un pasado o un futuro dife­rentes. 7Sus Efectos son por siempre inmutables y se encuentran enteramente más allá del miedo y del mundo del pecado.

15. ¿Qué se ha perdido por dejar de ver lo que carece de causa? 2¿Y dónde está el sacrificio, una vez que el recuerdo de Dios ha venido a ocupar el lugar que antes ocupaba la pérdida? 3¿Qué mejor modo hay de cerrar la diminuta brecha entre las ilusiones y la realidad, que dejar que el recuerdo de Dios fluya a través suyo, y la convierta en un puente en el que sólo un instante es suficiente para transponerla? 4Pues Dios la ha cerrado Consigo Mismo. 5Su recuerdo no ha desaparecido, ni ha dejado al Hijo encallado para siempre en una costa desde donde puede divisar otra a la que nunca podrá llegar. 6Su Padre ha dispuesto que él sea elevado y llevado dulcemente hasta ella. 7Él ha construido el puente, y es Él Quien transportará a Su Hijo a través de él. 8No temas que Él vaya a dejar de hacer lo que es Su Voluntad, 9ni que vayas a ser excluido de lo que Ésta dispone para ti.








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