DESPERTAR AL AMOR

jueves, 12 de noviembre de 2020

12 NOVIEMBRE: Todos los regalos que les hago a mis hermanos me pertenecen.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

 

 

LECCIÓN 316



Todos los regalos que les hago a mis hermanos me pertenecen.


1. Del mismo modo en que cada uno de los regalos que mis her­manos hacen me pertenece, así también cada regalo que yo hago me pertenece a mí. 2Cada uno de ellos permite que un error pasado desaparezca sin dejar sombra alguna en la santa mente que mi Padre ama. 3Su gracia se me concede con cada regalo que cualquier hermano haya recibido desde los orígenes del tiempo, y más allá del tiempo también. 4Mis arcas están llenas, y los ánge­les vigilan sus puertas abiertas para que ni un solo regalo se pierda, y sólo se puedan añadir más. 5Déjame llegar allí donde se encuentran mis tesoros, y entrar a donde en verdad soy bienve­nido y donde estoy en mi casa, rodeado de los regalos que Dios me ha dado.

2. Padre, hoy quiero aceptar Tus regalos. 2No los reconozco. 3Mas confío en que Tú que me los diste, me proporcionarás los medios para poder contemplarlos, ver su valor y estimarlos como lo único que deseo.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Esta lección acompaña a la de ayer: “Todos los regalos que mis hermanos hacen me pertenecen”. Recibimos todos los regalos que dan nuestros hermanos y también recibimos los regalos que nosotros damos. Por supuesto, también es verdad a la inversa: todo lo que cualquiera da lo reciben todos y también reciben todos los regalos que nosotros damos. Todos reciben todo. Es así porque todos somos uno.

“Cada uno de ellos permite que un error pasado desaparezca sin dejar sombra alguna en la santa mente que mi Padre ama” (1:2). Los regalos de los que estamos hablando son regalos de perdón, cuando dejamos que un error pasado se vaya, en lugar de aferrarnos a un resentimiento o queja que no lo perdona. Cuando doy un regalo de perdón, yo soy bendecido porque las sombras de ese error pasado desaparecen de mi mente. Las sombras ya no oscurecen más la verdad de mi hermano, mi perdón me muestra al Cristo en él.

Por lo tanto, no sólo recibimos un regalo cada vez que alguien lo da, (una sonrisa, una palabra de piedad, un acto de amor) sino que ¡también recibimos un regalo cada vez que alguien recibe un regalo! “Su gracia se me concede con cada regalo que cualquier hermano haya recibido desde los orígenes del tiempo, y más allá del tiempo también” (1:3). Cuando Jesús miró a la mujer pillada en adulterio, le dijo: “Yo tampoco te condeno, vete y no peques más”, ella recibió Su regalo de perdón, y yo recibí un regalo al igual que ella.

La lección dice que nuestras arcas están llenas (1:4). “Los ángeles vigilan sus puertas abiertas para que ni un solo regalo se pierda, y sólo se puedan añadir más” (1:4). El hecho de que no seamos conscientes de estos regalos no influye en ellos, no pueden perderse. Cada pensamiento amoroso se atesora y guarda para nosotros, no se pierde ni uno solo. El tesoro de amor continúa creciendo, tal como Dios continúa expandiéndose y extendiéndose eternamente.

¿Sabes? Si pudiéramos aprovecharnos de esos pensamientos nuestras vidas cambiarían por completo. Nos están llegando e inundando regalos de amor en cada momento. Tenemos la abundante herencia de todo el amor todo el tiempo “y más allá del tiempo también” (1:3), para recurrir a él y hacer uso de él. ¡Nuestra perspectiva está tan terriblemente oprimida por el aislamiento que nos hemos impuesto a nosotros mismos! No tenemos ni idea de la riqueza y abundancia que tenemos.

Pero puedo entrar hoy, ahora, en este mismo instante, en mi almacén de tesoros. Puedo “llegar allí donde se encuentran mis tesoros, y entrar a donde en verdad soy bienvenido y donde estoy en mi casa, rodeado de los regalos que Dios me ha dado” (1:5). Puedo recordar todos los regalos que tengo y garantizármelos a mí mismo al darlos, como nos aconseja la Lección 159:

No hay milagro que no puedas dar, pues todos te han sido dados. Recíbelos ahora abriendo el almacén de tu mente donde se encuentran y dándoselos al mundo. (L.159.2:4-5)

El almacén de tesoros es mi mente, los regalos están todos allí. Puedo reconocer que los tengo al darlos. Es como mantener la circulación funcionando. Y puesto que todos los regalos que les doy a mis hermanos son míos, darlos es la manera en que reconozco que los tengo y la manera de conservarlos. Ésa es otra manera de entender la lección: Los únicos regalos que tengo son los que doy. Así que hoy daré amor y dicha a mis hermanos. Ofreceré paz mental a todos. Al hacerlo, los regalos serán míos.
Si nos sentimos inseguros acerca de cómo reclamar y reconocer todos estos tesoros, esta avalancha de bendiciones, podemos unirnos en la oración que cierra la lección, que expresa el hecho de que no los reconocemos todos los regalos todavía, y pedimos instrucciones para hacerlo:

Padre, hoy quiero aceptar Tus regalos. No los reconozco. Mas confío en que Tú que me los diste, me proporcionarás los medios para poder contemplarlos, ver su valor y estimarlos como lo único que deseo. (2:1-3)



¿Qué es el Juicio Final? (Parte 6)

L.pII.10.3:2

Tener miedo de la gracia redentora de Dios es tener miedo de liberarte totalmente del sufrimiento, del retorno a la paz, de la seguridad y la felicidad, así como de tu unión con tu propia Identidad. (3:2)

Si en el Juicio final no hay condena, si todos nosotros estamos libres de todos nuestros errores y de todos los efectos que parecían tener, ¡qué locura tener miedo al Juicio Final! Los evangelistas de la calle proclaman con sus pancartas: “¡Prepárate para encontrarte con tu Dios!”, están transmitiendo un mensaje de miedo: “¡Ten cuidado! Pronto estarás ante el trono de Cristo para ser juzgado, y si no estás preparado, serás condenado”. En el Curso, Jesús nos dice que no hay razón para el miedo. Tener miedo al Juicio de Dios es tener miedo a todo lo que queremos: la completa liberación del sufrimiento. El Juicio de Dios no condena, sino que salva.

Sufrimos debido a nuestra culpa, el perdón nos libera. Sentimos angustia debido a nuestro miedo, el perdón nos devuelve la paz y la seguridad y alegría. Vivimos alejados de nuestra Identidad debido a nuestra creencia en el pecado, pero el perdón nos devuelve la unión con nuestro Ser.

Nuestro miedo a Dios está profundamente arraigado. Cuando Dios se acerca, reaccionamos como un animal salvaje atrapado, feroz, cruel y aterrorizado. ¡Oh, alma mía! ¡Él sólo viene con sanación y liberación! Él viene a traernos todo lo que siempre hemos querido y más. No tengas miedo. En el nacimiento de Jesús, “El ángel les dijo: „No temáis pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo‟” (Lucas 2:10). Eso es lo que se nos pide que creamos, que debajo de toda la apariencia de terror, de muerte y de venganza que hemos puesto encima, la creación de Dios es pura dicha, puro amor, pura paz, perfecta seguridad. Dios nos espera, no para castigarnos sino para acogernos para siempre en Sus amorosos brazos.






TEXTO


Capítulo 28


EL DES-HACIMIENTO DEL MIEDO


I. El recuerdo del presente


1. El milagro no hace nada. 2Lo único que hace es deshacer. 3Y de este modo, cancela la interferencia a lo que se ha hecho. 4No añade nada, sino que simplemente elimina. 5lo que elimina hace mucho que desapareció, pero puesto que se conserva en la memo­ria, sus efectos parecen estar teniendo lugar ahora. 6Hace mucho que este mundo desapareció. 7Los pensamientos que lo origina­ron ya no se encuentran en la mente que los concibió y los amó por un breve lapso de tiempo. 8El milagro no hace sino mostrar que el pasado ya pasó, y que lo que realmente ya pasó no puede tener efectos. 9Recordar la causa de algo tan sólo puede dar lugar a ilusiones de su presencia, pero no puede producir efectos.

2. Todos los efectos de la culpabilidad han desaparecido, 2pues ésta ya no existe. 3Con su partida desaparecieron sus consecuen­cias, pues se quedaron sin causa. 4¿Por qué querrías conservarla en tu memoria, a no ser que deseases sus efectos? 5Recordar es un proceso tan selectivo como percibir, al ser su tiempo pasado. 6Es percibir el pasado como si estuviese ocurriendo ahora y aún se pudiese ver. 7La memoria, al igual que la percepción, es una facultad que tú inventaste para que ocupase el lugar de lo que Dios te dio en tu creación. 8Y al igual que todas las cosas que inventaste, se puede emplear para otros fines y como un medio para obtener algo distinto. 9Se puede utilizar para sanar y no para herir, si ése es tu deseo.

3. Nada que se utilice con el propósito de sanar conlleva esfuerzo alguno. 2Es el reconocimiento de que no tienes necesidades que requieran que hagas algo al respecto. 3No es una memoria selec­tiva ni se utiliza para obstruir la verdad. 4Todas las cosas de las que el Espíritu Santo puede valerse para sanar le han sido entre­gadas, sin el contenido ni los propósitos para las que fueron con­cebidas. 5Son sencillamente facultades que aún no tienen una aplicación concreta 6que sólo esperan a que se haga uso de ellas. 7No han sido consagradas a nada en particular ni tienen ningún objetivo.

4. Él Espíritu Santo puede ciertamente hacer uso de la memoria, pues Dios Mismo se encuentra en ella. 2Mas no es ésta una memoria de sucesos pasados, sino únicamente de un estado pre­sente. 3Has estado acostumbrado por tanto tiempo a creer que la memoria contiene sólo el pasado, que te resulta difícil darte cuenta de que es una facultad que puede recordar el ahora. 4Las limitaciones que el mundo le impone a ese recordar son tan vas­tas como las que permites que el mundo te imponga a ti. 5No existe vínculo alguno entre la memoria y el pasado. 6Si quieres que haya un vínculo, lo habrá. 7Mas es sólo tu deseo lo que esta­blece dicho vínculo, y sólo tú quien lo limita a una parte del tiempo donde la culpabilidad aún parece persistir.

5. El uso que el Espíritu Santo hace de la memoria no tiene nada que ver con el tiempo. 2El Espíritu Santo no la utiliza como un medio, para conservar el pasado, sino como una manera de renunciar a él. 3La memoria retiene los mensajes que recibe, y hace lo que se le encomienda hacer. 4No escribe el mensaje ni establece su propósito. 5Al igual que el cuerpo, no tiene un pro­pósito intrínseco. 6Y si parece servir para abrigar un viejo odio y presentarte escenas de injusticias y de resentimientos que has estado guardando, ése es el mensaje que le pediste, y eso es lo que es. 7La historia de todo el pasado del cuerpo se encuentra oculta allí, confinada en sus bóvedas. 8Todas las extrañas asocia­ciones que se han hecho para mantener vivo el pasado y el pre­sente muerto, están depositadas ahí, esperando tu orden de que se te traigan y vuelvan a revivirse. 9Y de este modo, sus efectos parecen haber aumentado con el tiempo, el cual se llevó consigo su causa.

6. El tiempo, no obstante, no es más que otra fase de lo que no hace nada. 2Colabora estrechamente con todos los demás atribu­tos con los que intentas mantener oculta la verdad acerca de ti mismo. 3El tiempo ni quita ni restituye. 4Sin embargo, lo utilizas de una manera extraña, como si el pasado hubiese causado el presente, y éste no fuese más que una consecuencia en la que no se puede hacer cambio alguno, toda vez que su causa ha desapa­recido. 5Un cambio, no obstante, tiene que tener una causa dura­dera, pues, de otro modo, no perduraría. 6Es imposible poder cambiar nada en el presente si su causa se encuentra en el pasado. 7Tal como usas la memoria, sólo el pasado está en ella, y así, no es más que un modo de hacer que el pasado predomine sobre el ahora.

7. Olvídate de todo lo que te has enseñado a ti mismo, pues no fuiste un buen maestro. 2¿Y quién querría conservar en su mente una lección absurda, cuando puede aprender y retener una mejor? 3Cuando memorias de viejos rencores vengan a rondarte, recuerda que su causa ya desapareció. 4Por lo tanto, no puedes entender cuál es su propósito. 5No permitas que la causa que quieres atribuirles ahora sea la misma que hizo que fuesen lo que fueron o parecieron ser. 6Alégrate de que su causa haya desapare­cido, pues de ello es de lo que se te perdona. 7Y contempla, en cambio, los nuevos efectos de una causa que se acepta ahora y cuyas consecuencias se encuentran aquí. 8Su hermosura te sor­prenderá. 9Las nuevas ideas de antaño que traen consigo, serán las felices consecuencias de una Causa tan ancestral que excede con mucho el lapso de memoria que tu percepción ve.











No hay comentarios:

Publicar un comentario