DESPERTAR AL AMOR

jueves, 26 de noviembre de 2020

26 NOVIEMBRE: Hoy no volveré a hacerme daño.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 330


Hoy no volveré a hacerme daño.


1. Aceptemos hoy que el perdón es nuestra única función. z¿Por qué atacar nuestras mentes y ofrecerles imágenes de dolor? 3¿Por qué enseñarles que son impotentes, cuando Dios les ofrece Su poder y Su Amor y las invita a servirse de lo que ya es suyo? 4La mente que ha llegado a estar dispuesta a aceptar los regalos de Dios ha sido reinstaurada al espíritu, y extiende su libertad y su dicha tal como dispone la Voluntad de Dios unida a la suya pro­pia. 5El Ser que Dios creó no puede pecar, por lo tanto, no puede sufrir. 6Elijamos hoy que Él sea nuestra Identidad, para poder así escapar para siempre de todas las cosas que el sueño de miedo parece ofrecernos.

2. Padre, es imposible hacerle daño a Tu Hijo. 2Y si creemos sufrir, es sólo porque no reconocemos la única Identidad que compartimos Con­tigo. 3Hoy queremos retornar a Ella, a fin de librarnos para siempre de todos nuestros errores y salvarnos de lo que creíamos ser.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Cuando pienso que soy menos que lo que Dios creó, me hago daño a mí mismo. Y sólo a mí mismo. No hago ningún daño real, pero tengo la ilusión (que parece real) de dolor, sacrificio y sufrimiento. Todos mis sentidos físicos y emocionales confirman su aparente realidad, únicamente la visión de Cristo ve más allá de la ilusión.

Hay un párrafo muy bueno en el Texto que dice lo importante que es no depender de lo que los ojos y los oídos nos dicen, y saber que es sólo la proyección de nuestros propios pensamientos:

El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo. No importa cuál sea la forma del ataque, eso sigue siendo verdad. No importa quién desempeñe el papel de enemigo y quién el de agresor, eso sigue siendo verdad. No importa cuál parezca ser la causa de cualquier dolor o sufrimiento que sientas, eso sigue siendo verdad. Pues no reaccionarías en absoluto ante las figuras de un sueño si supieses que eres tú el que lo está soñando. No importa cuán odiosas y cuán depravadas sean, no podrían tener efectos sobre ti a no ser que no te dieses cuenta de que se trata tan sólo de tu propio sueño. (T.27.VIII.10:1-6)

El sueño malvado procede de una falsa imagen de mí mismo como algo diferente a lo que Dios creó. Todavía creo que soy capaz de pecar y de sufrir. Debido a que creo eso de mí mismo, también lo creo de los demás, y proyecto mi creencia sobre ellos. Proyecto la ilusión de mis pecados y mi culpa sobre ellos. Cada vez que veo pecado o debilidad en un hermano, es sólo el reflejo de mis propios pensamientos acerca de mí mismo. Es “tu sueño” lo que estás viendo. No estás viendo nada real, sino una ilusión maestra y casi perfecta proyectada desde tu mente increíblemente poderosa. Es la imagen proyectada de tus propios pensamientos sobre ti mismo que te está “haciendo daño”
.
Si pienso que soy débil, si pienso que mi vida es un desastre, no estoy viendo mi verdadera Identidad. Nada de esto está sucediendo realmente. Estoy viviendo un mal sueño, un sueño sobre mí mismo. (Sin embargo, importa como reflejo de mi estado mental, ver T.2.In.1:1-5).

Se nos está salvando “de lo que creíamos ser” (2:3), y el camino a la liberación es entender que “la vida es un sueño”, como dice el viejo dicho. El camino hacia la liberación es perdonar. Entender que cuando pienso que veo algo que merece mi juicio y condena, de algún modo distorsionado, todo lo que estoy viendo son mis propios pensamientos proyectados fuera. Y, en ese momento, elegir pensar de manera diferente. Ver que la situación que pensaba que justificaba mi ira se convierte en una situación que justifica mi amor. “Éste es un pobre hermano, confundido como yo, que se ha olvidado de su verdadera Identidad con Dios. Le veo como culpable porque estoy proyectando mi propia culpa. Elijo no aumentar su ilusión transmitiéndole culpa. En lugar de eso, elijo dirigirle mi amor para que pueda despertar, como yo he empezado a hacerlo”. Y al hacer esto, sé que me estoy dando amor a mí mismo, estoy contribuyendo a mi propio despertar.

Para mí personalmente, más sobre este punto es la frase:

¿Por qué atacar nuestras mentes y ofrecerles imágenes de dolor? ¿Por qué enseñarles que son impotentes, cuando Dios les ofrece Su poder y Su Amor y las invita a servirse de lo que ya es suyo? (1:2-3)

¿Qué le estoy enseñando a mi mente con los pensamientos que estoy pensando? ¿Qué le estoy enseñando a mi mente al sentirme culpable? Que soy un hombre en reconstrucción, que todavía no estoy terminado. ¡Si no necesitara rehabilitación, no estaría aquí! Voy a observar mis pensamientos hoy y ver cómo me atacan si elijo escuchar al ego, y como me reconstruyen cuando escucho al Espíritu Santo.



¿Qué es la creación? (Parte 10)

L.pII.11.5:2

Oímos Su Voz y perdonamos a la creación en Nombre de su Creador, la Santidad Misma, Cuya santidad Su creación comparte con Él; Cuya santidad sigue siendo todavía parte de nosotros. (5:2)

Su Voz nos llama a “perdonar a la creación”. Hemos mirado a la creación de Dios (nosotros, nuestros hermanos, y todo el resto que forma la creación) y la hemos juzgado. Hemos visto culpa y fealdad donde Dios creó únicamente belleza y santidad. En este mundo no podemos crear de verdad ni extender amor con la pureza que pertenece sólo al Cielo, pero podemos perdonar. Podemos poner fin a la búsqueda de defectos, y quitar nuestro juicio y condena a todo lo que vemos. Cada instante nos ofrece una oportunidad de hacer esto, cada encuentro es una oportunidad para practicar el perdón.

Necesitamos perdonar cualquier cosa que contemplemos sin ver la santidad de Dios en ella. Ver algo distinto a la santidad de Dios reflejada en todo es una falta de perdón, una condena a la creación de Dios. Cuando algo parece no santo, necesitamos pedir ayuda al Espíritu Santo para ver más allá de las apariencias y para poder contemplar la verdad de la santidad de Dios que esas apariencias están ocultando. El pecado es una ilusión, y únicamente la santidad es verdad.

Entonces, todo lo que el Curso nos está enseñando es a reconocer la creación de Dios en todas partes, en todo, y sobre todo en nosotros mismos. La santidad de nuestro Creador sigue siendo parte de nosotros. A cada uno de los que nos encontremos digámosle:


Quiero contemplarte con los ojos de Cristo, y ver en ti mi perfecta impecabilidad. (L.161.11:8)






TEXTO 

 

III. Los testigos de Dios



1. No condenes a tu salvador porque él crea ser un cuerpo. 2Pues más allá de sus sueños se encuentra su realidad. 3Pero antes de que él pueda recordar lo que es, tiene que aprender que es un salvador. 4tiene que salvar a todo aquel que quiera ser salvado. 5Su felicidad depende de que te salve a ti. 6Pues, ¿quién puede ser un salvador sino aquel que brinda salvación? 7De este modo aprende que la salvación es algo que él tiene que ofrecer. 8Pues a menos que se la conceda a otro no sabrá que dispone de ella, ya que dar es la prueba de que se tiene. 9Esto no lo pueden entender aquellos que creen que con su fuerza pueden menoscabar a Dios. 10Pues, ¿quién podría dar lo que no tiene? a¿Y quién podría per­der al dar aquello que, por el hecho de darlo, no puede sino aumentar?

2. ¿Crees acaso que el Padre perdió Su Ser cuando te creó? 2¿Crees que se debilitó por haber compartido Su Amor? 3¿Se vio acaso menoscabada Su plenitud debido a tu perfección? 4¿O eres tú la prueba de Su plenitud y perfección? 5No niegues Su testigo en el sueño que Su Hijo prefiere a su propia realidad. 6Su Hijo tiene que ser el salvador del sueño al que dio lugar, para poder así liberarse de él. 7Tiene que ver a otro no como un cuerpo, sino como uno con él, sin la muralla que el mundo ha construido para mantener separadas todas las cosas vivientes que no saben que viven.

3. En el sueño de cuerpos y muerte aún puede vislumbrarse un atisbo de verdad que tal vez no es más que una pequeña chispa, un espacio de luz creado en la oscuridad donde Dios refulge todavía. 2Tú no puedes despertarte a ti mismo. 3No obstante, puedes permitir que se te despierte. 4Puedes pasar por alto los sueños de tu hermano. 5Puedes perdonarle sus ilusiones tan per­fectamente, que él se convierte en el que te salva de tus sueños. 6al verlo brillar en el espacio de luz donde Dios mora dentro de la oscuridad, verás que Dios Mismo se encuentra allí donde está su cuerpo. 7Ante esta luz el cuerpo desaparece, de la misma manera en que las sombras densas ceden ante la luz. 8La oscuridad no puede decidir que el cuerpo siga presente. 9La llegada de la luz supone su desaparición. 10Verás entonces a tu hermano en la gloria, y entenderás qué es lo que realmente llena la brecha que por tanto tiempo pensaste que os mantenía separados. 11Ahí, en lugar de ella, el testigo de Dios ha trazado el dulce camino de la bondad para que el Hijo de Dios lo recorra. 12A todo aquel que perdonas se le concede el poder de perdonarte a ti tus ilusiones. 13Mediante tu regalo de libertad te liberas tú.

4. Hazte a un lado y deja pasar al amor, el cual tú no creaste, pero sí puedes extender. 2En la tierra eso quiere decir perdonar a tu hermano, para que las tinieblas desaparezcan de tu mente. 3Una vez que la luz haya llegado hasta tu hermano a través de tu per­dón, él no se olvidará de su salvador ni lo dejará sin absolver. 4Pues fue en tu rostro donde vio la luz que quiere mantener a su lado, a medida que camina a través de las tinieblas hacia la Luz eterna.

5. ¡Cuán santo debes ser tú para que el Hijo de Dios pueda ser tu salvador en medio de sueños de desolación y de desastres! 2Observa cuán deseoso llega, apartando las densas sombras que lo mantenían oculto, para poder brillar sobre ti lleno de gratitud y amor. 3Él es él mismo, pero no él mismo solo. 4Y de la misma manera en que su Padre no perdió parte de él al crearte a ti, así la luz en él es aún más brillante por tú haberle dado tu luz para salvarlo de las tinieblas. 5ahora la luz en ti tiene que ser tan brillante como la que refulge en él. 6Ésta es la chispa que brilla en el sueño: que tú puedes ayudarle a despertar, y estar seguro de que sus ojos despiertos se posarán sobre ti. 7Y con su feliz salva­ción, te salvas tú.












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