DESPERTAR AL AMOR

lunes, 2 de noviembre de 2020

2 NOVIEMBRE: El regalo de Cristo es lo único que busco hoy.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 306


El regalo de Cristo es lo único que busco hoy.


1. ¿Qué otra cosa sino la visión de Cristo querría utilizar hoy cuando me puede conceder un día en el que veo un mundo tan semejante al Cielo que un viejo recuerdo vuelve a aflorar en mi conciencia? 2Hoy puedo olvidarme del mundo que fabriqué. 3Hoy puedo ir más allá de todo temor, y ser restaurado al amor, a la santidad y a la paz. 4Hoy soy redimido, y vuelvo a nacer en un mundo misericordioso y solícito; un mundo lleno de bondad en el que reina la paz de Dios.

2. Y de esta manera, Padre nuestro, regresamos a Ti, recordando que nunca nos ausentamos; recordando los santos dones con los que nos has agraciado. 2 Venimos llenos de gratitud y aprecio, con las manos vacías y con nuestras mentes y corazones abiertos, pidiendo tan sólo lo que Tú concedes. 3Ninguna ofrenda que podamos hacer es digna de Tu Hijo. 4Pero en Tu Amor se le concede el regalo de Cristo.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

A menudo estas lecciones del final del Libro de Ejercicios me dicen que puedo entrar en el mundo real hoy.

Hoy puedo olvidarme del mundo que fabriqué. Hoy puedo ir más allá de todo temor, y ser restaurado al amor, a la santidad y a la paz. (1:2-3)

Y es verdad. Si el “mundo tan semejante al Cielo” (1:1) es verdaderamente real, entonces existe ahora, y puedo entrar en él en cualquier instante que quiera hacerlo.

Sin embargo, para mí y muchos otros, estas lecciones parecen hablar desde una posición ventajosa que está más allá de nuestro alcance habitual. La mayor parte del tiempo, no siento que estoy a punto de alcanzar el final del viaje, ¿y tú? Pienso que me gustaría dejar atrás todo el miedo, pero no ha sido ésa mi experiencia más frecuente hasta la fecha. Únicamente en algunos pocos instantes santos. Quizá por eso las lecciones parecen un poco difíciles. Pero realmente, no lo son.

La lección de hoy supone un estado bastante elevado, dice que el regalo de Cristo es lo único que “busco” hoy. Si lo estoy buscando, no lo poseo totalmente de manera consciente. Entonces la lección me recuerda que hoy puedo olvidar el mundo, hoy puedo dejar todo el miedo y ser restaurado al amor. Me recuerda que en el centro de mi ser, esto es lo que quiero. Consciente de que todavía no estoy ahí, necesito que se me recuerde que la meta que busco es completamente posible y no un sueño que no sirve para nada.

Sin embargo, es más que eso. Uno de los medios que el Curso propone para nuestra salvación es el instante santo. En palabras sencillas, el instante santo es un corto intervalo de tiempo en el que permito que mi mente entre en el mundo real, para alcanzar otro estado mental (ver T.27.IV.2:1-4) que, de hecho, es mi estado natural tal como Dios me creó. Puede que todavía tenga demasiado miedo para abandonarlo completamente, pero puedo hacerlo durante unos pocos minutos al menos, en este mismo instante, olvidar el mundo y abandonar el miedo para sentir la paz del Cielo, un vistazo a la luz del Cielo. Puedo hacer esto repetidas veces durante el día. Hoy, entonces, puedo olvidar el mundo y dejar a un lado el miedo, aunque sólo sea durante un segundo o dos.

Puede que no consiga mantener ese estado mental. Pero puedo saborearlo. Puedo traer la visión de lo que he visto y de lo que he sentido en él. El Curso dice que sólo en muy pocos casos se puede mantener ese estado, incluso Jesús al comienzo del Curso dijo que escuchar sólo la Voz de Dios fue la última lección que él aprendió, y eso con un gran “esfuerzo, así como un gran deseo de aprender” (T.5.II.3:9-11). No tenemos que desesperarnos por ello, y no deberíamos. Los cortos instantes son todo lo que necesitamos para garantizar que finalmente, cuando estemos totalmente preparados, tomaremos esa decisión final y elegiremos al fin no apartarnos del amor. Ese final es seguro. Por ahora podemos estar contentos con el hecho de que estamos sanando, estamos aprendiendo, estamos alimentando nuestra atracción a Dios, y que finalmente nos llevará todo el camino al hogar.


¿Qué es el Segundo Advenimiento? (Parte 6)

L.pII.9.3:2

En el Segundo Advenimiento todas las mentes se ponen en manos de Cristo, para serle restituidas al espíritu en el nombre de la verdadera creación y de la Voluntad de Dios. (3:2)
Continuación de la Parte 4 de la lista de descripciones del Segundo Advenimiento:

6. El Segundo Advenimiento es entregarle todas las mentes a Cristo (3:2)

El Segundo Advenimiento es un acontecimiento global, en el que participan todas las mentes. Una a una, cada vez más, las mentes entran en el reino de la verdadera percepción y ven el mundo real, mostrado por el perdón. Cada mente que ha sido nuevamente restaurada atrae a todos los que están a su alrededor para que se unan en el Círculo de la Expiación hasta que el último fragmento de mente se haya unido al Todo (o más correctamente, cada fragmento reconozca su lugar como parte del Todo). “La salvación reinstaura en tu conciencia la integridad de todos los fragmentos que percibes como desprendidos y separados” (M.19.4:2). El Segundo Advenimiento es la culminación de este proceso.




TEXTO

II. El temor a sanar


1. ¿Es atemorizante sanar? 2Sí, para muchos lo es. 3Pues la acusa­ción es un obstáculo para el amor, y los cuerpos enfermos son ciertamente acusadores. 4Obstruyen completamente el camino de la confianza y de la paz, proclamando que los débiles no pueden tener confianza y que los lesionados no tienen motivos para gozar de paz. 5¿Quién que haya sido herido por su hermano podría amarlo aún y confiar en él? 6Pues su hermano lo atacó y lo volverá a hacer. 7No lo protejas, ya que tu cuerpo lesionado demuestra que es a ti a quien se debe proteger de él. 8Tal vez perdonarlo sea un acto de caridad, pero no es algo que él se merezca. 9Se le puede compadecer por su culpabilidad, pero no puede ser eximido. 10Y si le perdonas sus transgresiones, no haces sino añadir otro fardo más a la culpabilidad que realmente ya ha acumulado.

2. Los que no han sanado no pueden perdonar. 2Pues son los tes­tigos de que el perdón es injusto. 3Prefieren conservar las conse­cuencias de la culpabilidad que no reconocen. 4No obstante, nadie puede perdonar un pecado que considere real. 5Y lo que tiene consecuencias tiene que ser real porque lo que ha hecho está ahí a la vista. 6El perdón no es piedad, la cual no hace sino tratar de perdonar lo que cree que es verdad. 7No se puede devolver bondad por maldad, pues el perdón no establece primero que el pecado sea real para luego perdonarlo. 8Nadie que esté hablando en serio diría: "Hermano, me has herido. aSin embargo, puesto que de los dos yo soy el mejor, te perdono por el dolor que me has ocasionado". 9Perdonarle y seguir sintiendo dolor es imposi­ble, pues ambas cosas no pueden coexistir. 10Una niega a la otra y hace que sea falsa.

3. Ser testigo del pecado y, al mismo tiempo, perdonarlo es una paradoja que la razón no puede concebir. 2Pues afirma que lo que se te ha hecho no merece perdón. 3Y si lo concedes, eres clemente con tu hermano, pero conservas la prueba de que él no es real­mente inocente. 4Los enfermos siguen siendo acusadores. 5No pueden perdonar a sus hermanos, ni perdonarse a sí mismos. 6Nadie sobre quien el verdadero perdón descanse puede sufrir, 7pues ya no exhibe la prueba del pecado ante los ojos de su her­mano. 8Por lo tanto, debe haberlo pasado por alto y haberlo eli­minado de su propia vista. 9El perdón no puede ser para uno y no para el otro. 10El que perdona se cura. 11Y en su curación radica la prueba de que ha perdonado verdaderamente y de que no guarda traza alguna de condenación que todavía pudiese uti­lizar contra sí mismo o contra cualquier cosa viviente.

4. El perdón no es real a menos que os brinde curación a tu her­mano y a ti. 2Debes dar testimonio de que sus pecados no tienen efecto alguno sobre ti, y demostrar así que no son reales. 3¿De qué otra manera podría ser él inocente? 4¿Y cómo podría estar justificada su inocencia a menos que sus pecados careciesen de los efectos que confirmarían su culpabilidad? 5Los pecados están más allá del perdón simplemente porque entrañarían efectos que no podrían cancelarse ni pasarse por alto completamente. 6En el hecho de que puedan cancelarse radica la prueba de que son sim­plemente errores. 7Permite ser curado para que de este modo puedas perdonar y ofrecer salvación a tu hermano y a ti.

5. Un cuerpo enfermo demuestra que la mente no ha sanado. 2Un milagro de curación prueba que la separación no tiene efectos. 3Creerás en aquello que le quieras probar a tu hermano. 4El poder de tu testimonio procede de tus creencias. 5Y todo lo que dices, haces o piensas no hace sino dar testimonio de lo que le enseñas a él. 6Tu cuerpo puede ser el medio para demostrar que nunca ha sufrido por causa de él. 7Y al sanar puede ofrecerle un mudo testimonio de su inocencia. 8Este testimonio es el que puede hablar con más elocuencia que mil lenguas juntas, 9pues le prueba que ha sido perdonado.

6. Un milagro no le puede ofrecer menos a él de lo que te ha dado a ti. 2De esta manera, tu curación demuestra que tu mente ha sanado y que ha perdonado lo que tu hermano no hizo. 3Y así, él se convence de que jamás perdió su inocencia y sana junto con­tigo. 4El milagro deshace de este modo todas las cosas que, según el mundo, jamás podrían deshacerse. 5Y la desesperanza y la muerte no pueden sino desaparecer ante el ancestral clarín que llama a la vida. 6Esta llamada es mucho más poderosa que las débiles y miserables súplicas de la muerte y la culpabilidad. 7La ancestral llamada que el Padre le hace a Su Hijo, y el Hijo a los suyos, será la última trompeta que el mundo jamás oirá. 8Hermano, la muerte no existe. 9Y aprenderás esto cuando tu único deseo sea mostrarle a tu hermano que él jamás te hirió. 10Él cree que tiene las manos manchadas de tu sangre, y, por lo tanto, que está condenado. 11Mas se te ha concedido poder mostrarle, mediante tu curación, que su culpabilidad no es sino la trama de un sueño absurdo.

7. ¡Cuán justos son los milagros! 2Pues os otorgan a ti y a tu her­mano el mismo regalo de absoluta liberación de la culpabilidad. 3Tu curación os evita dolor a ti y a él, y sanas porque le deseaste el bien. 4Ésta es la ley que el milagro obedece: la curación no ve diferencias en absoluto. 5No procede de la compasión, sino del amor. 6Y el amor quiere probar que todo sufrimiento no es sino una vana imaginación, un absurdo deseo sin consecuencia alguna. 7Tu salud es uno de los resultados de tu deseo de no ver a tu hermano con las manos manchadas de sangre, ni de ver culpabilidad en su corazón apesadumbrado por la prueba del pecado. 8lo que deseas se te concede para que lo puedas ver.

8. El "costo" de tu serenidad es la suya. 2Este es el "precio" que el Espíritu Santo y el mundo interpretan de manera diferente. 3El mundo lo percibe como una afirmación del "hecho" de que con tu salvación se sacrifica la suya. 4El Espíritu Santo sabe que tu curación da testimonio de la suya y de que no puede hallarse aparte de ella en absoluto. 5Mientras tu hermano consienta sufrir, tú no podrás sanar. 6Mas tú le puedes mostrar que su sufrimiento no tiene ningún propósito ni causa alguna. 7Muéstrale que has sanado, y él no consentirá sufrir por más tiempo. 8Pues su inocencia habrá quedado clara ante sus propios ojos y ante los tuyos. 9Y la risa reemplazará a vuestros lamentos, pues el Hijo de Dios habrá recordado que él es el Hijo de Dios.


9. ¿Quién tiene, entonces, miedo de sanar? 2Sólo aquellos para quienes el sacrificio y el dolor de su hermano representan su pro­pia serenidad. 3Su propia impotencia y debilidad sirven de base para justificar el dolor de su hermano. 4El constante aguijón de culpabilidad que su hermano experimenta sirve para probar que él es un esclavo, pero que ellos son libres. 5El constante dolor que sufren es la prueba de que ellos son libres porque pueden mantener cautivo a su hermano. 6Y desean la enfermedad para evitar que la balanza del sacrificio se incline a favor de aquél. 7¿Cómo se podría persuadir al Espíritu Santo para que se detuviese por un instante, o incluso menos, a razonar con semejantes argumentos en favor de la enfermedad? 8¿Y es acaso menester demorar tu curación porque te detengas a escuchar a la demencia?

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