DESPERTAR AL AMOR

jueves, 1 de agosto de 2019

1 AGOSTO: SEXTO REPASO Repaso a las lecciones 193


AUDIOLIBRO




EJERCICIOS 



LECCION 213



No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.



1. (193) Todas las cosas son lecciones que Dios quiere que yo aprenda.

2Una lección es un milagro que Dios me ofrece, en lugar de los pensamientos que concebí que me hacen daño. 3Lo que aprendo de Él se convierte en el modo en que me libero. 4Por eso elijo aprender Sus lecciones y olvidarme de las mías.

5No soy un cuerpo. 6Soy libre.
7Pues aún soy tal como Dios me creó.







Instrucciones para la práctica



Ver las instrucciones para la práctica del Sexto Repaso



Comentario



Cada circunstancia de la vida me ofrece la elección entre un milagro y los pensamientos de mi ego que me harán daño. O como dice el Texto: “La elección es el milagro en lugar del asesinato” (T.23.IV.5:6). Ésa es la lección que todas las cosas tienen que enseñarme, hoy y todos los días. ¿Qué voz, la del ego o la del Espíritu Santo, voy a escuchar en este momento, y en el siguiente, y en el siguiente? Siempre es una o la otra, nunca ninguna de ellas, nunca las dos al mismo tiempo. “No tomas decisiones por tu cuenta, independientemente de lo que decidas. Pues o bien se toman con ídolos o bien con Dios. Y le pides ayuda al anti-Cristo o a Cristo, y aquel que elijas se unirá a ti y te dirá lo que debes hacer” (T.30.I.14:7-9).



En cada situación en la que me encuentre hoy, esto es lo que está teniendo lugar. El ego ofrece su interpretación, y el Espíritu Santo la Suya, yo elijo cuál quiero escuchar. Puedo elegir el milagro o el asesinato. Mi elección determina mi percepción y mi experiencia de la situación. ¿Cuál quiero elegir hoy?

Cuando la tentación de atacar se presente para nublar tu mente y volverla asesina, recuerda que puedes ver la batalla desde más arriba. Incluso cuando se presenta en formas que no reconoces, conoces las señales: una punzada de dolor, un ápice de culpabilidad, pero sobre todo, la pérdida de la paz. Conoces esto muy bien. Cuando se presenten, no abandones tu lugar en lo alto, sino elige inmediatamente un milagro en vez del asesinato. (T.23.IV.6:1-5)

Esta elección es lo que me hace libre. El Espíritu Santo siempre está conmigo para ayudarme a tomar esta decisión. En cada instante puedo elegir aprender las lecciones que Dios quiere que yo aprenda, y olvidar lo que me he estado enseñando a mí mismo. Que no valore nada sin Su ayuda.

Si pudiéramos entender el significado de esta lección, este hábito de llevarle todo al Espíritu Santo, en lugar de intentar entenderlo por nosotros mismos (lo que siempre significa con la ayuda del ego), todo encajaría a la perfección en su sitio. Esto solo es suficiente para hacernos libres.

Una cosa que el Espíritu Santo ve de manera muy diferente al ego es mi cuerpo. “El Espíritu Santo no ve el cuerpo como lo ves tú porque sabe que la única realidad de cualquier cosa es el servicio que le presta a Dios en favor de la función que Él le asigna” (T.8.VII.3:6). Cuando elijo proteger el cuerpo, convertirlo en el centro de lo que estoy haciendo, confundiendo el cuerpo conmigo, estoy eligiendo el asesinato. No soy un cuerpo. No existo para el beneficio de mi cuerpo, su propósito es servir a Dios al llevar a cabo la función que Él me ha dado en el mundo, y eso es todo.

Si escucho al Espíritu Santo, tengo que estar dispuesto a ver el cuerpo como que no tiene ningún sentido en sí mismo (L.96.3:7), y que es útil sólo como un instrumento de comunicación con el que llegar a mis hermanos. Que me recuerde a mí mismo que no soy un cuerpo, cuando en cada momento busco escuchar la Voz de Dios.




TEXTO

VIII. El pequeño jardín

1. Estar consciente del cuerpo es lo único que hace que el amor parezca limitado, 2pues el cuerpo es un límite que se le impone al amor. 3La creencia en un amor limitado fue lo que dio origen al cuerpo, que fue concebido para limitar lo ilimitado. 4No creas que esto es algo meramente alegórico, pues el cuerpo fue concebido para limitarte a ti. 5¿Cómo podrías tú, que te ves a ti mismo dentro de un cuerpo, saber que eres una idea? Identificas todo lo que reconoces con cosas externas, con algo externo a ello mismo. 7Ni siquiera puedes pensar en Dios sin imaginártelo en un cuerpo, o en alguna forma que creas reconocer.

2. El cuerpo es incapaz de saber nada. 2Y mientras limites tu con­ciencia a sus insignificantes sentidos, no podrás ver la grandeza que te rodea. 3Dios no puede hacer acto de presencia en un cuerpo ni tú puedes unirte a Él ahí. 4Todo límite que se le imponga al amor parecerá siempre excluir a Dios y mantenerte a ti separado de Él. 5El cuerpo es una diminuta cerca que rodea a una pequeña parte de una idea que es completa y gloriosa. 6El cuerpo traza un círculo, infinitamente pequeño, alrededor de un minúsculo segmento del Cielo, lo separa del resto, y proclama que tu reino se encuentra dentro de él, donde Dios no puede hacer acto de pre­sencia.

3Dentro de ese reino el ego rige cruelmente. 2Y para defender esa pequeña mota de polvo te ordena luchar contra todo el universo. 3Ese fragmento de tu mente es una parte tan pequeña de ella que, si sólo pudieses apreciar el todo del que forma parte, verías ins­tantáneamente que en comparación es como el más pequeño de los rayos del sol; o como la ola más pequeña en la superficie del océano. 4En su increíble ignorancia, ese pequeño rayo ha decidido que él es el sol, y esa ola casi imperceptible se exalta a sí misma como si fuese todo el océano. 5Piensa cuán solo y asustado tiene que estar ese diminuto pensamiento, esa ilusión infinitesimal, que se mantiene separado del universo y enfrentado a él. 6El sol se vuelve el "enemigo" del rayo de sol al que quiere devorar, y el océano aterroriza a la pequeña ola y se la quiere tragar.

4. Mas ni el sol ni el océano se dan cuenta de toda esta absurda e insensata actividad. 2Ellos sencillamente continúan existiendo, sin saber que son temidos y odiados por un ínfimo fragmento de sí mismos. 3Aun así, no han perdido conciencia de ese segmento, pues éste no podría subsistir separado de ellos. 4lo que piensa que es, no cambia en modo alguno su total dependencia de ellos para su propia existencia, 5toda vez que ésta radica en ellos. 6Sin el sol el rayo desaparecería, y sin el océano la ola sería inconcebi­ble.

5. Tal es la extraña situación en la que parecen hallarse aquellos que viven en un mundo habitado por cuerpos. 2Cada cuerpo parece ser el albergue de una mente separada, de un pensa­miento desconectado del resto, que vive solo y que de ningún modo está unido al Pensamiento mediante el cual fue creado. 3Cada diminuto fragmento parece ser autónomo, y necesitar a otros para algunas cosas, pero sin ser en modo alguno completa­mente dependiente para todo de su único Creador, ya que nece­sita la totalidad para poder tener algún significado, pues por sí solo no significa nada. 4Ni tampoco puede tener una vida aparte e independiente.

6. Al igual que el sol y el océano tu Ser continúa existiendo, sin darse cuenta de que ese minúsculo fragmento se considera a sí mismo ser tú. 2No es que esté ausente, pues no podría existir si estuviese separado, ni el todo del que forma parte estaría com­pleto sin él. 3No es un reino aparte, regido por la idea de que está separado del resto. 4Ni tampoco está rodeado de una cerca que le impide unirse al resto, o que lo mantiene separado de su Crea­dor. 5Este pequeño aspecto no es diferente de la totalidad, ya que hay continuidad entre ambos y es uno con ella. 6No vive una vida separada, pues su vida es la unicidad en la que su ser fue creado. 

7. No aceptes ese nimio y aislado aspecto como tu identidad. 2El sol y el océano no son nada en comparación con lo que tú eres. 3El rayo refulge sólo a la luz del sol, y la ola ondula mientras des­cansa sobre el océano. 4Pero ni en el sol ni en el océano se encuen­tra el poder que mora en ti. 5¿Preferirías permanecer dentro de tu mísero reino, y seguir siendo un triste rey, un amargado gober­nante de todo lo que contempla, que aunque no ve nada está dispuesto a dar la vida por ello? 6Este pequeño yo no es tu reino. 7Elevado como un arco muy por encima de él y rodeándolo con amor se encuentra la gloriosa totalidad, la cual ofrece toda su felicidad y profunda satisfacción a todas sus partes. 8El pequeño aspecto que piensas haber aislado no es una excepción.

8El amor no sabe nada de cuerpos y se extiende a todo lo que ha sido creado como él mismo. 2Su absoluta falta de límites es su significado. 3Es completamente imparcial en su dar, y abarca todo únicamente a fin de conservar y mantener intacto lo que desea dar. 4¡Cuán poco te ofrece tu mísero reino! 5¿No es allí, entonces, donde le deberías pedir al amor que entre? 6Contempla el desier­to -árido y estéril, calcinado y triste- que constituye tu mísero reino. 7Y reconoce la vida y la alegría que el amor le llevaría pro­cedente de donde él viene y adonde quiere retornar contigo.

9. El Pensamiento de Dios rodea tu mísero reino y espera ante la barrera que construiste, deseoso de entrar y de derramar su luz sobre el terreno yermo. 2¡Mira cómo brota la vida por todas par­tes! 3El desierto se convierte en un jardín lleno de verdor, fértil y plácido, ofreciendo descanso a todos los que se han extraviado y vagan en el polvo. 4Ofréceles este lugar de refugio, que el amor preparó para ellos allí donde antes había un desierto. 5Y todo aquel a quien le des la bienvenida te brindará el amor del Cielo. 6Entran de uno en uno en ese santo lugar, pero no se marchan solos, que fue como vinieron. 7El amor que trajeron consigo les acompañará siempre, al igual que a ti. 8Y bajo su beneficencia tu pequeño jardín crecerá y acogerá a todos los que tienen sed de agua viva, pero están demasiado exhaustos para poder seguir adelante solos.

10Sal a su encuentro, pues traen a tu Ser consigo. 2condúcelos dulcemente a tu plácido jardín, y recibe allí su bendición. 3De este modo, tu jardín crecerá y se extenderá a través del desierto, y no dejará afuera ni un solo mísero reino excluido del amor, dejándote a ti adentro. 4Y tú te reconocerás a ti mismo, y verás tu pequeño jardín transformarse dulcemente en el Reino de los Cielos con todo el amor de su Creador resplandeciendo sobre él.

11El instante santo es la invitación que le haces al amor para que entre en tu desolado y pesaroso reino y lo transforme en un jar­dín de paz y de bienvenida. 2La respuesta del amor no se hace esperar. 3Llegará porque tú viniste sin el cuerpo y no interpusiste barrera alguna que pudiese obstaculizar su feliz llegada. 4En el instante santo, le pides al amor únicamente lo que él ofrece a todos, ni más ni menos. 5al pedirlo todo, recibirás todo. 6Y tu radiante Ser elevará el ínfimo aspecto que trataste de ocultar del Cielo, directamente hasta éste. 7Ninguna parte del amor puede invocar al todo en vano. 8Ningún Hijo de Dios se encuentra excluido de Su Paternidad.

12Puedes estar seguro de esto: el amor ha entrado a formar parte de tu relación especial, y ha entrado de lleno en respuesta a tu vacilante solicitud. 2 no te das cuenta de que ha llegado porque aún no has levantado todas las barreras que construiste contra tu hermano. 3Y ninguno de vosotros será capaz de darle la bienve­nida al amor por separado. 4Es tan imposible que tú puedas conocer a Dios solo como que Él pueda conocerte a ti sin tu her­mano. 5Mas juntos no podríais dejar de ser conscientes del amor, del mismo modo en que el amor no podría no conoceros ni dejar de reconocerse a sí mismo en vosotros.

13Has llegado al final de una jornada ancestral, y aún no te has dado cuenta de que ya concluyó. 2Todavía estás exhausto, y el polvo del desierto aún parece empañar tus ojos y cegarte. 3Pero Aquel a Quien has dado la bienvenida ha venido a ti y quiere darte la bienvenida. 4Ha estado esperando mucho tiempo para hacer eso. 5Recíbela de Él ahora, pues Su Voluntad es que lo conozcas. 6Sólo un pequeño muro de polvo se interpone todavía entre tu hermano y tú. 7Sóplalo ligeramente con gran alborozo y verás cómo desaparece. 8Y entrad en el jardín que el amor ha preparado para vosotros dos.









No hay comentarios:

Publicar un comentario