Nuestro único error es creer que tenemos una vida aparte de Dios. No es cierto. Dios es Vida. Dios es Ser. Él es Existencia. Él creó todo lo que existe, y no hay nada aparte de Él. “Nada puede estar separado de Él y vivir” (L.156.2:9). “No existo aparte de Él (1:2).
He pasado la mayor parte de mi tiempo aquí en la tierra pensando que yo era alguien o algo separado de Dios. La mayor parte de mi búsqueda espiritual ha sido una lucha por “volver a Dios”, como si Él estuviera increíblemente lejos de mí. Él no está lejos. Él no es Algo separado de mi Ser. “No tengo otra vida que la Suya” (título de la lección). Hay una bendición que se usa a menudo en las iglesias de la Unidad que termina con las palabras: “Dondequiera que yo estoy, está Dios”. Sí. Mi vida es la vida de Dios. Mis pensamientos son los Pensamientos de Dios. No hay que ir a ningún sitio. No hay que hacer nada para encontrarle, Él está aquí. Él está conmigo. Él es mi vida. Si vivo, formo parte de Dios.
Hay un bendito alivio cuando nos damos cuenta de nuestra unidad con Dios. Toda la dura lucha, toda la inútil nostalgia, toda la sensación del sufrimiento de estar fuera investigando, todo eso termina. Un pensamiento de puro gozo llena nuestra mente. A veces rebosa de risas, una cierta diversión compasiva por la ridícula idea con la que nos hemos atormentado, de que podíamos estar separados de Él, de algún modo. ¿Puede el rayo de sol estar separado del sol? ¿Puede una idea estar separada de la mente que la piensa?
Y así volvemos de nuevo al centro tranquilo y silencioso dentro de nosotros, donde todo se sabe. Pedimos “contemplar la faz de Cristo en lugar de nuestros errores” (2:1). Afirmamos que ya no queremos perdernos más en el olvido. Afirmamos claramente que queremos abandonar nuestra soledad y encontrarnos a nosotros mismos, tal como siempre hemos estado: en el Hogar. Y en la quietud, Dios nos habla, y nos dice que somos Su Hijo.
Todo el segundo párrafo trata de la falta de perdón. La característica de un pensamiento que no perdona es que “emite un juicio que no pone en duda a pesar de que es falso” (2:1).
Entonces, la característica de una mente que perdona es que está dispuesta a poner en duda ¡sus propios juicios! La mente que no perdona dice: “Mi mente ya lo tiene claro, no me confundas con hechos”. La mente que perdona dice: “Quizá hay otro modo de ver esto”.
En la sección que trata de las diez características de los maestros avanzados de Dios (Capítulo 4 del Manual para el Maestro) la última característica es la “mentalidad abierta”. Dice:
De la misma manera en que los juicios cierran la mente impidiéndole la entrada al Maestro de Dios, de igual modo la mentalidad abierta lo invita a entrar. De la misma manera en que la condenación juzga al Hijo de Dios como malvado, de igual modo la mentalidad abierta permite que sea juzgado por la Voz de Dios en Su Nombre. (M.4.X.1:3-4)
Estar dispuesto a abandonar nuestros propios juicios y a oír el juicio del Espíritu Santo es lo que hace que el perdón sea posible. Una mente que no perdona “se ha cerrado y no puede liberarse” (2:2). La mente que perdona está abierta. Una y otra vez el Curso nos pide que estemos dispuestos a ver las cosas de manera diferente, que estemos dispuestos a poner en duda lo que creemos que sabemos, y que sencillamente “hagamos esto”:
Permanece muy quedo y deja a un lado todos los pensamientos acerca de lo que tú eres y de lo que Dios es; todos los conceptos que hayas aprendido acerca del mundo; todas las imágenes que tienes acerca de ti mismo. (L.189.7:1)
Cuando se deja el juicio a un lado “lo que entonces queda libre para ocupar su lugar es la Voluntad de Dios” (1:7)
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