DESPERTAR AL AMOR

sábado, 3 de agosto de 2019

3 AGOSTO: SEXTO REPASO Repaso a las lecciones 195

AUDIOLIBRO




EJERCICIOS


LECCIÓN 215



No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.



1. (195) El Amor es el camino que recorro con gratitud.

2EI Espíritu Santo es mi único Guía. 3Él camina a mi lado con amor. 4Y le doy las gracias por mostrarme el camino que debo seguir.

5No soy un cuerpo. 6Soy libre.
7Pues aún soy tal como Dios me creó.



Instrucciones para la práctica


Ver las instrucciones para la práctica del Sexto Repaso



Comentario


El repaso de hoy añade una nueva nota a la lección. Recorro el camino del amor. Mientras camino, el Espíritu Santo camina conmigo (1:3-4), y me muestra el camino que debo seguir.
Recorrer el camino del amor no siempre es fácil. A menudo no es tan fácil ver qué es “lo más amoroso” que hay que hacer. Si alguien entra en mi casa a robar, y es arrestado, ¿presento cargos contra él, o le saco del atolladero? ¿Qué acción es la “amorosa”? O para ponerlo más sencillo: un amigo con tendencia a malgastar el dinero, me pide un préstamo. ¿Le doy el dinero o se lo niego? ¿Cuál es el camino del amor?

No lo sé. Aunque piense que lo sé, no lo sé. No puedo saber todos los factores. No puedo valorar la motivación del ego del otro. ¿Cómo podría hacerlo, cuando no conozco las motivaciones de mi propio ego? No puedo saber cuándo una persona está abierta a una acción misericordiosa, o cuándo lo más amoroso sería dejarles enfrentarse a las consecuencias de sus errores. Pero el Espíritu Santo conoce todas esas cosas. Él es mi único Guía. No importa lo extensas que hayan sido mis experiencias pasadas, nunca son suficiente para garantizarme un juicio perfecto. Sin embargo, el Espíritu Santo conoce cada detalle de cada situación. Conoce las repercusiones de cada resultado, y puede guiarme en la acción más amorosa que yo tengo que tomar.

¿Cómo distingo Su Voz? De nuevo, no hay un modo garantizado. Aprender a distinguir Su Voz es un proceso que dura toda la vida. Todo lo que tengo que hacer es entregarle a Él la situación, abandonarla en Sus manos de manera consciente, y luego actuar de la manera que mejor me parezca. Cada día en cada situación, renuevo mi decisión de no tomar decisiones por mi cuenta (con el ego). A veces sentiré un ligero toque interior hacia determinada dirección, sin ninguna razón que yo conozca. Quizá las circunstancias parezcan llevarme hacia determinada dirección. Pueden ocurrir coincidencias maravillosas que parecen señales, dirigiéndome. Otras veces, aparentemente se me dejará que decida por mi cuenta. El Curso nos promete que si cometemos un error, Él los corregirá si Le hemos entregado la situación a Él. Cometeremos errores, pero tenemos Su promesa de corregirlos.

Uno de los aspectos más importantes de escuchar Su Voz, que yo he aprendido, es abandonar cualquier inversión en un resultado determinado. El único resultado que busco es el resultado del perdón, el resultado del amor, el resultado de la paz mental para todos los relacionados con la situación. No puedo escoger qué circunstancias externas son más convenientes para este resultado, sólo el Espíritu Santo lo sabe. Un adolescente rebelde amenaza con abandonar su hogar o con dejar la escuela. Como padre o amigo puedo creer que lo mejor es que se quede en casa o que continúe en la escuela. Yo no lo sé. Quizá la lección que necesita aprender sólo puede encontrarla si se aleja durante un tiempo de su familia y amigos. Así que dejo la situación en manos del Espíritu Santo, y Le pido que me guíe acerca de lo que debo decir o hacer para que sea lo más amoroso. Luego, retiro mi control de la situación. Confío en que estoy siendo guiado, aunque las cosas parezcan ir en una dirección que no me gustan (en mi corta visión). Mi principal responsabilidad es sencillamente no interferir en Su tarea.

Que hoy recorra el camino del amor con gratitud, confiando en que el Espíritu Santo dirige cada palabra y cada acción. Que me recuerde a mí mismo que estoy aquí únicamente para ser verdaderamente útil, para representar a Aquel Que me envió, sabiendo que no tengo que preocuparme por lo que tengo que decir o hacer, pues Él me dirigirá (T.2.V(A).18:2-6).






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