DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 21 de agosto de 2019

21 AGOSTO: Hoy le doy mi vida a Dios para que Él la guíe.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 233



Hoy le doy mi vida a Dios para que Él la guíe.



1. Padre, hoy te entrego todos mis pensamientos. 2No quiero quedarme con ninguno de ellos. 3En su lugar, dame los Tuyos. 4Te entrego asi­mismo todos mis actos, de manera que pueda hacer Tu Voluntad en lugar de ir en pos de metas inalcanzables y perder el tiempo en vanas imaginaciones. 5Hoy vengo a Ti. 6Me haré a un lado y simplemente Te seguiré. 7Sé Tú el Guía hoy, y yo el seguidor que no duda de la sabiduría de lo Infinito, ni del Amor cuya ternura no puedo comprender, pero que es, sin embargo, el perfecto regalo que Tú me haces.

2. Hoy nos dirige un solo Guía. 2Y mientras caminamos juntos le entregamos este día sin reserva alguna. 3Éste es Su día. 4Y por eso es un día de incontables dones y de infinitas mercedes para noso­tros.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.


Comentario

Una cosa que me parece muy interesante acerca del Curso es que no es quisquilloso en su teología. Hay lugares en el Curso que dejan muy claro que Dios ni siquiera oye las palabras de nuestras oraciones y que, conociendo únicamente la Verdad, Él no conoce nuestros errores. Entonces, “lógicamente” las oraciones “deberían” ser dirigidas al Espíritu Santo o a Jesús, de los que se habla como intermediarios entre la verdad y las ilusiones, o un puente entre nosotros y Dios. Sin embargo, aquí en la Segunda Parte del Libro de Ejercicios tenemos 140 lecciones, cada una de las cuales contiene una oración dirigida al “Padre”.

En la lección de hoy, Le pedimos al Padre que nos guíe. Pero en otro sitio, se define ser Guía como la función del Espíritu Santo. Así que tengo la sensación de que Jesús (el autor) no está preocupado por la estricta exactitud teológica. Pienso que él es un buen ejemplo a seguir para nosotros. ¿Nos pediría que orásemos al Padre si fuera una práctica espiritual sin importancia?

Si no sacáramos nada más del Curso que la práctica de darle nuestra vida a Dios para que Él nos dirija, estaríamos rápidamente de vuelta en el Hogar. Podemos pedirle que reemplace nuestros pensamientos con los Suyos, y que durante el día dirija todo lo que pensamos, todo lo que hacemos y decimos. Literalmente pensar o actuar por nuestra propia cuenta es una pérdida de tiempo. Su sabiduría es infinita, Su Amor y Su ternura están más allá de lo que podemos comprender. ¿Podemos pedir un Guía más fiable?

El primer paso para seguir la dirección de Dios es hacernos a un lado, soltar las riendas de nuestra vida y ponerlas voluntariamente bajo Su control. Su dirección llegará. A veces, tal vez en muy pocas ocasiones, oiremos una Voz interior. Por experiencia personal, esto es muy raro. Otras veces, sucederán cosas a nuestro alrededor que nos mostrarán muy claramente el camino. O una seguridad interior surgirá sin razón aparente. Quizá como “por casualidad” nos daremos cuenta de algo que dice alguien, o una canción en la radio, o una frase de un libro. Si estamos escuchando para oírle, Le oiremos.

Otra solución es entregarle nuestro día a Él “sin reserva alguna” (2:2), es decir, sin quedarnos nada para solucionar por nuestra cuenta. A veces estamos tan obsesionados con lo que pensamos que queremos o necesitamos, que no estamos dispuestos a oír nada en contra de ello. Y si no estamos dispuestos a oír, no oiremos. Somos como un carrito de la compra roto, que siempre tira para la izquierda o para la derecha, no respondemos bien a la dirección. Tenemos que estar dispuestos a renunciar a todas nuestras preferencias, a toda nuestra inversión en un resultado determinado de antemano, y volvernos completamente dóciles, completamente abiertos a cualquier dirección que Él quiera darnos. Como dice un viejo cántico cristiano:

Hágase Tu Voluntad, Señor,
Hágase Tu Voluntad.
Tú eres el alfarero,
Yo soy la arcilla.
Moldéame y hazme,
Según Tu Voluntad,
Mientras espero,
Cediendo y en silencio.

Eso es lo que significa hacernos a un lado. Así es como le damos nuestra vida a Dios para que Él la guíe. Él nos guía. Nosotros Le seguimos, sin dudar.




¿Qué es la salvación? (Parte 3)

L.pII.2.2:1-3

El Pensamiento de la paz que es nuestra salvación “le fue dado al Hijo en el mismo instante en que su mente concibió el pensamiento de la guerra” (2:1). No transcurrió ningún tiempo entre el pensamiento de la guerra y el Pensamiento de la paz. La salvación se dio en el mismo instante en que surgió la necesidad. El Texto nos ofrece una imagen preciosa de esto, que dice: “No se perdió ni una sola nota del himno celestial” (T.26.V.5:4). La paz del Cielo no se vio alterada en absoluto. Y habiéndose contestado, el problema se resolvió para todo el tiempo y por toda la eternidad, en aquel instante de la eternidad.

Sin embargo, nuestro descubrimiento de la salvación necesita tiempo. O por lo menos así parece. Una semejanza: Imagínate que de repente, por una razón desconocida hasta ahora, te ves con la carga de pagar unos impuestos de hacienda de 10.000 euros, pero en ese mismo instante alguien deposita un millón de euros en tu cuenta corriente. Podrías pasar un montón de tiempo intentando conseguir el dinero que necesitas si no sabes que lo tienes en tu cuenta corriente, pero en realidad no tienes que hacer nada porque el problema ya está resuelto. Entonces, todo lo que necesitas hacer es dejar de intentar solucionar el problema y aprender que ya se ha solucionado.

Antes de que surgiese el pensamiento de la separación (o de la guerra), no había necesidad del “Pensamiento de la paz”. La paz simplemente existía, sin opuestos. Así que podría decirse que el problema creó su propia solución. Antes del problema, no había solución porque no había necesidad de solución. Pero cuando surgió el problema, la solución ya estaba allí. “Una mente dividida, no obstante, tiene necesidad de curación” (2:3). El pensamiento de separación es lo que hace necesario el pensamiento de sanación, pero cuando se acepta la sanación, o cuando se abandona el pensamiento de separación, ya no es necesaria la sanación. La sanación es un remedio temporal (relacionado con el tiempo). En el Cielo no hay necesidad de sanación.

Como el Curso dice acerca del perdón, debido a que hay una ilusión de necesidad, se necesita una ilusión de respuesta o solución. Pero esa “respuesta” es la simple aceptación de lo que siempre ha sido verdad, y siempre lo será. La paz simplemente existe, y la salvación consiste en nuestra aceptación de ese hecho. Tal como el Curso la ve, la salvación no es una respuesta divina activa a una necesidad real. En lugar de ello, es una aparente respuesta a un problema que no existe en la realidad.


Por eso el Curso le llama a nuestro camino espiritual “un viaje sin distancia” (T.8VI.9:7) y ciertamente “una jornada que nunca comenzó” (L.225.2:5). Mientras estamos en él, el viaje parece muy real, y a menudo muy largo. Cuando termine, sabremos que nunca abandonamos el Cielo, nunca fuimos a ninguna parte, y siempre hemos estado donde estamos: en el Hogar en Dios. El viaje en sí mismo es imaginario. Consiste en aprender poco a poco que la distancia que percibimos entre nosotros y Dios no existe realmente.





TEXTO


II. La ofrenda de azucenas


1. Observa todas las baratijas que se confeccionan para colgarse del cuerpo, para cubrirlo o para que él las use. 2Contempla todas las cosas inútiles que se han inventado para que sus ojos las vean. 3Piensa en las muchas  ofrendas que se le hacen para su deleite, y recuerda que todas ellas se concibieron para que aque­llo que aborreces pareciera hermoso. 4¿Utilizarías eso que aborre­ces para cautivar a tu hermano y atraer su atención? 5Date cuenta de que lo único que le ofreces es una corona de espinas, al no reconocer el cuerpo como lo que es y al tratar de justificar la interpretación que haces de su valor basándote en la aceptación que tu hermano hace de él. 6Aún así, el regalo proclama el poco valor que le concedes a tu hermano, del mismo modo en que el agrado con que él lo acepta refleja el poco valor que él se concede a sí mismo.

2. Si los regalos se han de dar y recibir de verdad, no se pueden dar a través del cuerpo. 2El cuerpo no puede ofrecer ni aceptar nada; tampoco puede dar o quitar nada. 3Sólo la mente puede evaluar, y sólo ella puede decidir lo que quiere recibir y lo que quiere dar. 4Y cada regalo que ofrece depende de lo que ella misma desea. 5La mente engalanará con gran esmero lo que ha elegido como hogar, y lo preparará para que reciba los regalos que ella desea obtener, ofreciéndoselos a aquellos que vengan dicho hogar, o a aquellos que quiere atraer a él. 6allí intercam­biarán sus regalos, ofreciendo y recibiendo lo que sus  mentes hayan juzgado como digno de ellos.

3. Cada regalo es una evaluación tanto del que recibe como del que da. 2No hay nadie que no considere como un altar a sí mismo aquello que ha elegido como su hogar. 3Y no hay nadie que no desee atraer a los devotos de lo que ha depositado allí, haciendo que sea digno de la devoción de éstos.  4Y todo el mundo ha puesto una luz sobre su altar para que otros puedan ver lo que ha depositado en él y lo hagan suyo. 5Este es el valor que le conce­diste a tu hermano y que te concediste a ti mismo. 6Éste es el regalo que le haces a él y que te haces a ti mismo: el veredicto acerca del Hijo de Dios por lo que él es. 7No te olvides de que es a tu salvador a quien le ofreces el regalo. 8Ofrécele espinas y te crucificas a ti mismo. 9Ofrécele azucenas y es a ti mismo a quien liberas.

4. Tengo gran necesidad de azucenas, pues el Hijo de Dios no me ha perdonado. 2¿Y puedo ofrecerle perdón cuando él me ofrece espinas? 3Pues aquel que le ofrece espinas a alguien está todavía contra mí, mas ¿quién podría ser íntegro sin él? 4Sé su amigo en mi nombre, para que yo pueda ser perdonado y tú puedas ver que el Hijo de Dios goza de plenitud. 5Pero examina primero el altar del hogar que has elegido, y observa lo que allí has depositado para ofrecérmelo a mí. 6Si son espinas cuyas puntas reful­gen en una luz de color sangre, has elegido al cuerpo como hogar y lo que me ofreces es separación. 7Las espinas, no obstante, han desaparecido. 8Examínalas más de cerca ahora y podrás ver que tu altar ya no es lo que era antes.

5. Todavía miras con los ojos del cuerpo, y éstos sólo pueden ver espinas. 2Sin embargo, has pedido ver otra cosa y se te ha conce­dido. 3Aquellos que aceptan el propósito del Espíritu Santo como su propósito comparten asimismo Su visión. 4lo que le permite a Él ver irradiar Su propósito desde cada altar es algo tan tuyo como Suyo. 5Él no ve extraños, sino tan sólo amigos entrañables y amorosos. 6Él no ve espinas, sino únicamente azucenas que reful­gen en el dulce resplandor de la paz, la cual irradia su luz sobre todo lo que Él contempla y ama.­

6. Durante estas Pascuas contempla a tu hermano con otros ojos. 2Tú me has perdonado ya. 3Sin embargo, no puedo hacer uso de tu regalo de azucenas, mientras tú no las veas. 4Ni tú puedes hacer uso de lo que yo te he dado mientras no lo compartas. 5La visión del Espíritu Santo no es un regalo nimio ni algo con lo que se juega, por un rato para luego dejarse de lado. 6Presta gran atención a esto, y no creas que es sólo un sueño, una idea pueril con la que entretenerte por un rato, o un juguete con el que juegas de vez en cuando y del que luego te olvidas. 7Pues si eso es lo que crees, eso es lo que será para ti.

7. Gozas ya de la visión que te permite ver más allá de las ilusio­nes. 2Se te ha concedido para que no veas espinas, ni extraños, ni ningún obstáculo a la paz. 3El temor a Dios ya no significa nada para ti. 4¿Quién temería enfrentarse a las ilusiones, sabiendo que su salvador está a su lado? 5Con él a tú lado tú visión se ha con­vertido en el poder más grande que Dios Mismo puede conceder para desvanecer las ilusiones, 6pues lo que Dios le dio al Espíritu Santo, tú lo has recibido. 7El Hijo de Dios cuenta contigo para su liberación. 8Pues tú has pedido -y se te ha concedido- la fortaleza para poder enfrentarte a este último obstáculo, y no ver cla­vos ni espinas que crucifiquen al Hijo de Dios y lo coronen como rey de la muerte.

8El hogar que has elegido está al otro lado, más allá del velo. 2Ha sido cuidadosamente preparado para ti y ahora está listo para recibirte. 3No lo verás con los ojos del cuerpo. 4Sin embargo, ya dispones de todo cuanto puedas necesitar. 5Tu hogar te ha estado llamando desde los orígenes del tiempo y nunca has sido com­pletamente sordo a su llamada. 6Oías, pero no sabías cómo mirar, ni hacia dónde. 7Pero ahora sabes. 8El conocimiento se encuentra en ti, presto a ser revelado y liberado de todo el terror que lo mantenía oculto. 9En el amor no hay cabida para el miedo. 10El himno de la Pascua es el grato estribillo que dice que al Hijo de Dios nunca se le crucificó. 11Alcemos juntos la mirada, no con miedo, sino con fe. 12no tendremos miedo, pues no veremos ninguna ilusión, sino una senda que conduce a las puertas del Cielo, el hogar que compartimos en un estado de quietud y donde moramos dulcemente y en paz como uno solo.

9. ¿No te gustaría que tu santo hermano te condujese hasta allí? 2Su inocencia alumbrará tú camino, ofreciéndote su luz guiadora y absoluta protección, y refulgiendo desde el santo altar en su interior donde tú depositaste las azucenas del perdón. 3Permite que sea él quien te salve de tus ilusiones, y contémplalo con la nueva visión que ve las azucenas y te brinda felicidad. 4Iremos más allá del velo del temor, alumbrándonos mutuamente el camino. 5La santidad que nos guía se encuentra dentro de noso­tros, al igual que nuestro hogar. 6De este modo hallaremos lo que Aquel que nos guía dispuso que hallásemos.

10. Este es el camino que conduce al Cielo y a la paz de la Pascua, donde nos unimos en gozosa conciencia de que el Hijo de Dios se ha liberado del pasado y ha despertado al presente. 2Ahora es libre, y su comunión con todo lo que se encuentra dentro de él es ilimitada. 3Ahora las azucenas de su inocencia no se ven manci­lladas por la culpabilidad, pues están perfectamente resguarda­das del frío estremecimiento del miedo, así como de la perniciosa influencia del pecado. 4Tu regalo lo ha salvado de las espinas y de los clavos, y su vigoroso brazo está ahora libre para condu­cirte a salvo a través de ellos hasta el otro lado. 5Camina con él ahora lleno de regocijo, pues el que te salva de las ilusiones ha venido a tu encuentro para llevarte consigo a casa.

11. He aquí tu salvador y amigo, a quien tu visión ha liberado de la crucifixión, libre ahora para conducirte allí donde él anhela estar. 2Él no te abandonará, ni dejará a su salvador a merced del dolor. 3gustosamente caminaréis juntos por la senda de la ino­cencia, cantando según contempláis las puertas del Cielo abiertas de par en par y reconocéis el hogar que os llamó. 4Concédele a tu hermano libertad y fortaleza para que pueda llegar hasta allí. 5ven ante su santo altar, donde la fortaleza y la libertad te aguar­dan para que ofrezcas y recibas la radiante conciencia que te con­duce a tu hogar. 6La lámpara está encendida en ti para que le des luz a tu hermano. 7Y las mismas manos que se la dieron a tu hermano, te conducirán más allá del miedo al amor.













No hay comentarios:

Publicar un comentario