Comentario
Muchas de estas lecciones en la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, mientras las leo, parecen expresar un estado mental que está más allá de donde yo estoy. En realidad, hablan de mi verdadero estado mental, el estado de mi mente recta. Éste es el estado mental que podemos alcanzar en el instante santo. La mente recta no es un estado futuro que estoy intentando alcanzar. Hay un aspecto de mi mente que ya conoce estas cosas y las cree. Ésta es la parte de mi mente que me está llevando al Hogar. “Ahora no necesito buscar más” (1:2), es la verdad en este mismo instante. La que no es real es la parte de mi mente que las pone en duda y las niega.
El Amor es lo que soy, el Amor es mi Identidad. Que mire honestamente a lo que creo que soy en Su lugar, porque al descubrir lo que no es Amor, llegaré a conocer el Amor.
El amor no es algo que se pueda aprender. Su significado reside en sí mismo. Y el aprendizaje finaliza una vez que has reconocido todo lo que no es amor. Ésa es la interferencia, eso es lo que hay que eliminar. (T.18.IX.12:1-4)
El Amor me ha esperado “tan quedamente” (1:4). El Amor es tranquilo porque eso es lo que hace el perdón, “es tranquilo y sosegado, y no hace nada” (L.pII.4:1). Mi propio Amor espera para perdonarme todo lo que creo haber hecho, todo lo que he creído que era, diferente al Amor. Verdaderamente “procuré perder” mi Identidad (1:5), pero Dios ha guardado esa Identidad a salvo para mí, dentro de mí, como lo que yo soy. “En medio de todos los pensamientos de pecado que mi alocada mente inventó” (2:1), mi Padre ha mantenido mi Identidad intacta y sin pecado. Que me concentre en esa Identidad ahora. Que dé gracias y exprese mi agradecimiento a Dios por no haber perdido mi Identidad, aunque yo estaba seguro de haberla perdido. No puedo ser otra cosa distinta de lo que
L.pII.1.5:1-2
Enfrentado al contraste total entre el perdón y la falta de perdón, entonces ¿qué tenemos que hacer? “No hagas nada, pues” (5:1). No se nos pide que hagamos, se nos pide que dejemos de hacer, porque no es necesario hacer nada. Para el ego hacer significa juzgar, y es al juicio a lo que tenemos que renunciar. Si sentimos que hay que hacer algo, es un juicio que afirma que nos falta algo dentro, y no nos falta nada. Eso es lo que tenemos que recordar. Creer que tenemos que hacer algo es negar nuestra plenitud, que nunca ha disminuido.
“Deja que el perdón te muestre lo que debes hacer a través de Aquel que es tu Guía” (5:1). Perdonarnos a nosotros mismos significa quitar las manos del volante de nuestra vida, dejar de intentar “arreglar las cosas”, lo que afirma que algo anda mal. Perdonar a otros significa que dejamos de pensar que es cosa nuestra corregirles. El Espíritu Santo es el Único Que conoce lo que tenemos que hacer, si fuera necesario, y Su dirección a menudo nos sorprenderá. Sí, puede que tengamos que “hacer” algo, pero no seremos nosotros los que lo decidiremos. Lo que hacemos es muy a menudo desastroso, apagando el espíritu en lugar de afirmarlo, alimentando la culpa en lugar de quitarla.
El Espíritu Santo es mi Guía, Salvador y Protector. En cada situación en la que me sienta tentado a hacer algo, que me pare y recuerde que mi juicio no es de fiar, que lo abandone y lo ponga en Sus Manos. Él está “lleno de esperanza, está seguro de que finalmente triunfarás” (5:1). ¿Con qué frecuencia, cuando me juzgo a mí mismo o a otro, estoy seguro de que finalmente triunfaré? Que entonces ponga la situación al cuidado de Uno que está seguro. Él me enseñará qué hacer.
“Él ya te ha perdonado, pues ésa es la función que Dios le encomendó” (5:2). Cada vez que Le traigo algo terrible que creo haber hecho, que recuerde que “Él ya me ha perdonado”. No tengo por qué tener miedo de entrar en Su Presencia. Su función, Su razón de ser, es perdonarme. No juzgarme, ni castigarme, ni hacerme sentir mal, sino perdonar. ¿Por qué voy a permanecer alejado un instante más? Que ahora descanse agradecido en Sus amorosos brazos y Le oiga decir: “Lo que crees no es verdad” (L.134.7:5). Él aquietará las inquietas aguas de mi mente, y me traerá paz.
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