DESPERTAR AL AMOR

martes, 6 de agosto de 2019

6 AGOSTO: SEXTO REPASO Repaso a las lecciones 198

AUDIOLIBRO




EJERCICIOS


LECCIÓN 218




No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.



1. (198) Sólo mi propia condenación me hace daño.

2Mi condenación nubla mi visión, y a través de mis ojos ciegos no puedo ver la visión de mi gloria. 3Mas hoy puedo contemplar esta gloria y regocijarme.

4No soy un cuerpo. 5Soy libre.
                                                  6Pues aún soy tal como Dios me creó.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica del Sexto Repaso

Comentario

La condena no hiere al cuerpo. Esto me recuerda la vieja canción de la infancia: “Los palos y las piedras pueden romper mis huesos, pero las palabras no pueden herirme”. No soy un cuerpo, lo que yo soy no puede ser herido por “palos y piedras”. Sólo mi propia condenación, mi aceptación de esas “palabras” puede herirme.

¿No te has insultado a ti mismo? Yo sé que lo he hecho: “¡Idiota!” “¡Eres tan tonto, Watson!” Estas palabras burlándome de mí mismo e insultándome, después de todos estos años, todavía surgen en mi cabeza y salen de mi propia boca. Sólo son síntomas superficiales de una condena mucho más profunda de mí mismo, y de una falta de confianza en mí mismo que es la causa de todos mis problemas. Marianne Williamson tiene toda la razón cuando dice “mi ego es mi odio a mí mismo”.

Y cuando me doy cuenta de que todas las formas de condena dirigidas hacia fuera -ira, prejuicio, resentimiento, desagrado habitual, incluso el simple malestar con alguien- todas y cada una de ellas son proyecciones de mi propio ataque a mí mismo, entonces empiezo a darme cuenta de lo profunda y extensa que es mi condena a mí mismo. Esta condena me hace daño. Arrojo mis dardos de ataque al mundo, y cada una me vuelve para apuñalarme por la espalda. “No puede ser sino a mí mismo a quien crucifico” (L.216).

Mientras mantenga esta guerra contra mí mismo, mis ojos estarán ciegos a mi propia gloria. No puedo ver el Cristo en mí mismo debido al polvo de la tormenta de condena a mí mismo, ya se dirija hacia adentro o afuera a las ilusiones de mí mismo que creo que están fuera de mí. Lo que me ciega es la constante corriente de juicios.

Hoy, puedo ver mi propia gloria sólo con elegirlo. Todo lo que necesito es aceptar la Expiación para mí mismo. Desenchufarme del Canal de los Juicios. Conectarme al Canal del Perdón. Que me aquiete ahora y sienta el Amor dentro: el Amor de Dios por mí, Su Hijo; mi Amor por Él; el Amor de mi propio Ser por mí, y el mío por mi Ser. Y a menudo, hoy, que me pare a recordarme a mí mismo que lo único que puede hacerme daño es mi propia condenación. Soy libre de abandonarla, con la ayuda 

Cada vez que sienta una ráfaga de juicio dentro, dondequiera que se dirija, que lleve el caso a un Tribunal Supremo, y que oiga al Espíritu Santo declarar sin lugar el caso contra mí (T.5.VI,4,10).





TEXTO



7. No hay conexión alguna entre la verdad y las ilusiones. 2Esto será así eternamente, por mucho que intentes que haya conexión entre ellas. 3Pero las ilusiones están siempre conectadas entre sí, tal como lo está la verdad. 4Tanto las ilusiones como la verdad gozan de cohesión interna y constituyen un sistema de pensa­miento completo en sí mismo, aunque totalmente desconectado del otro. 5Percibir esto es reconocer dónde se encuentra la separa­ción, y dónde debe subsanarse. 6El resultado de una idea no está nunca separado de su fuente. 7La idea de la separación dio lugar al cuerpo y permanece conectada a él, haciendo que éste enferme debido a la identificación de la mente con él. 8Tú crees que estás protegiendo al cuerpo, al ocultar esta conexión, ya que ocultarla parece mantener tu identificación a salvo del "ataque" de la ver­dad.

8¡Si sólo comprendieses cuánto daño le ha hecho a tu mente este extraño encubrimiento, y cuánta confusión te ha causado con res­pecto a tu identidad! 2No comprendes la magnitud de la devasta­ción que tu falta de fe ha ocasionado, pues la falta de fe es un ataque que parece estar justificado por sus resultados. 3Pues al negar la fe ves lo que no es digno de ella, y no puedes mirar más allá de esta barrera a lo que se encuentra unido a ti.

9. Tener fe es sanar. 2Es la señal de que has aceptado la Expiación, y, por consiguiente, de que deseas compartirla. 3Mediante la fe, ofreces el regalo de liberación del pasado que recibiste. 4No te vales de nada que tu hermano haya hecho antes para condenarlo ahora. 5Eliges libremente pasar por alto sus errores, al mirar más allá de todas las barreras que hay entre tú y él y veros a los dos como uno solo. 6Y en esa unidad que contemplas, tu fe está plena­mente justificada. 7La falta de fe nunca está justificada. aLa fe, en cambio, siempre lo está.

10La fe es lo opuesto al miedo, y forma parte del amor tal como el miedo forma parte del ataque. 2La fe es el reconocimiento de la unión. 3Es el benévolo reconocimiento de que cada hermano es un Hijo de tu amorosísimo Padre, amado por Él como lo eres tú, y, por lo tanto, amado por ti como si fueses tú mismo. 4Su Amor es lo que te une a tu hermano, y debido a Su Amor no desearías mantener a nadie excluido del tuyo. 5Cada hermano aparece tal como se le percibe en el instante santo, unido a ti en tu propósito de ser liberado de la culpabilidad. 6Al ver al Cristo en él, él sana porque contemplas en él lo que hace que tener fe en todos esté justificado eternamente.

11. La fe es el regalo de Dios a través de Aquel que Él te ha dado. 2La falta de fe contempla al Hijo de Dios, y lo juzga indigno de perdón. 3Pero a través de los ojos de la fe, se ve que el Hijo de Dios ya ha sido perdonado y que está libre de toda culpa que él mismo se echó encima. 4La fe lo ve sólo como es ahora porque no se fija en el pasado para juzgarlo, sino que únicamente ve en él lo mismo que vería en ti. 5No ve a través de los ojos del cuerpo, ni recurre a cuerpos para darse validez a sí misma. 6La fe es el heraldo de la nueva percepción, enviada para congregar testigos que den testimonio de su llegada, y para devolverte sus mensajes.

12. La fe puede ser intercambiada por el conocimiento tan fácilmente como el mundo real. 2Pues la fe surge de la percepción del Espíritu Santo, y es señal de que compartes ésta con Él. 3La fe es un regalo que le ofrece al Hijo de Dios a través del Espíritu Santo, y es tan aceptable para el Padre como para el Hijo. 4Por lo tanto, te lo ofreces a ti mismo. 5Tu relación santa, con su nuevo propósito te ofrece fe para que se la des a tu hermano. 6Tu falta de fe os ha separado, y así, no ves tu salvación con él. 7La fe, no obstante, os une en la santidad que veis, no a través de los ojos del cuerpo, sino en la visión de Aquel que os unió, y en Quien estáis unidos.

13. La gracia no se le otorga al cuerpo, sino a la mente. 2Y la mente que la recibe mira instantáneamente más allá del cuerpo, y ve el santo lugar donde fue curada. 3Ahí es donde se alza el altar en el que la gracia fue otorgada, y donde se encuentra. 4Ofrécele, pues, gracia y bendiciones a tu hermano, pues te encuentras en el mismo altar donde se os otorgó la gracia a ambos. 5Y dejad que la gracia os cure a la vez, para que podáis curar mediante la fe.

14. En el instante santo tú y tu hermano os encontráis ante el altar que Dios se ha erigido a Sí Mismo y a vosotros dos. 2Dejad a un lado la falta de fe y venid a él juntos. 3En él veréis el milagro de vuestra relación tal como fue renovada por la fe. 4Y en él os daréis cuenta de que no hay nada que la fe no pueda perdonar. 5Ningún error puede obstruir su serena visión, la cual lleva el milagro de la curación con la misma facilidad a todos ellos. 6Pues lo que se les encomienda hacer a los mensajeros del amor, ellos lo hacen, y regresan con las buenas nuevas de haberlo consumado en ti y en tu hermano, que os encontráis unidos ante el altar desde donde ellos fueron enviados.

15. De la misma manera en que la falta de fe mantendría vuestros míseros reinos yermos y separados, así la fe ayudará al Espíritu Santo a preparar el terreno para el santísimo jardín en que Él quiere convertirlo. 2Pues la fe brinda paz, y así le pide a la verdad que entre y embellezca lo que ya fue preparado para la hermosura. 3La verdad sigue muy de cerca de la fe y a la paz, y completa el proceso de embellecimiento que ellas comienzan. 4Pues la fe sigue siendo una de las metas del aprendizaje, que deja de ser necesaria una vez que la lección se ha aprendido. 5La verdad, en cambio, jamás se ausentará.
16. Dedícate, por lo tanto, a lo eterno, y aprende a no ser un obstáculo para ello ni a convertirlo en un esclavo del tiempo. 2Pues lo que crees hacerle a lo eterno te lo haces a ti mismo. 3Aquel a quien Dios creó como su Hijo no es esclavo de nada pues es Señor de todo, junto con su Creador. 4Puedes esclavizar a un cuerpo, pero las ideas son libres y no pueden ser aprisionadas o limitadas en modo alguno, excepto por la mente que las concibió. 5Pues esta permanece unida a su fuente que se convierte en su carcelero o en su libertador, según el objetivo que acepte para sí mismo

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