DESPERTAR AL AMOR

lunes, 19 de agosto de 2019

19 AGOSTO: Padre, mi voluntad es únicamente recordarte.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS

2. ¿Qué es la salvación?

1. La salvación es la promesa que Dios te hizo de que finalmente encontrarás el camino que conduce a Él. 2Y Él no puede dejar de cumplirla. 3Garantiza que al tiempo le llegará su fin, al igual que a todos los pensamientos que se originaron en él. 4La Palabra de Dios se le concede a toda mente que cree tener pensamientos separados, a fin de reemplazar, esos pensamientos de conflicto con el Pensamiento de la paz.

2. El Pensamiento de la paz le fue dado al Hijo en el mismo ins­tante en que su mente concibió el pensamiento de la guerra. 2Antes de eso no había necesidad de ese Pensamiento, pues la paz se había otorgado sin opuestos y simplemente era. 3Una mente dividida, no obstante, tiene necesidad de curación. 4Y así, el Pen­samiento que tiene el poder de subsanar la división pasó a formar parte de cada fragmento de la mente que seguía siendo una, pero no reconocía su unidad. 5Al no conocerse a sí misma, pensó que había perdido su Identidad.

3. La salvación es un des-hacer en el sentido de que no hace nada, al no apoyar el mundo de sueños y de malicia. 2De esta manera, las ilusiones desaparecen. 3Al no prestarles apoyo, deja que sim­plemente se conviertan en polvo. 4Y lo que ocultaban queda ahora revelado: un altar al santo Nombre de Dios donde Su Palabra está escrita, con las ofrendas de tu perdón depositadas ante él, y tras ellas, no mucho más allá, el recuerdo de Dios.

4. Acudamos diariamente a este santo lugar y pasemos un rato juntos. 2Ahí compartimos nuestro sueño final. 3Es éste un sueño en el que no hay pesares, pues contiene un atisbo de toda la glo­ria que Dios nos ha dado. 4En él se ve brotar la hierba, los árboles florecer y los pájaros hacer sus nidos en su ramaje. 5La tierra nace de nuevo desde una nueva perspectiva. 6La noche ya pasó, y ahora nos hemos unido en la luz.

5. Desde ahí le extendemos la salvación al mundo, pues ahí fue donde la recibimos. 2El himno que llenos de júbilo entonamos le proclama al mundo que la libertad ha retornado, que al tiempo casi le ha llegado su fin y que el Hijo de Dios tan sólo tiene que esperar un instante antes de que su Padre sea recordado, los sue­ños hayan terminado, la eternidad haya disuelto al mundo con su luz y el Cielo sea lo único que exista.




AUDIOLIBRO


EJERCICIOS


LECCIÓN 231


Padre, mi voluntad es únicamente recordarte.



1. ¿Qué puedo buscar, Padre, sino Tu Amor? 2Tal vez crea que lo que busco es otra cosa; algo a lo que le he dado muchos nombres. 3Mas lo único que busco, o jamás busqué, es Tu Amor. 4Pues no hay nada más que jamás quisiera realmente encontrar. 5Quiero recordarte. 6¿ Qué otra cosa podría desear sino la verdad acerca de mí mismo?

2. Ésa es tu voluntad, hermano mío. 2Y compartes esa voluntad conmigo así como con Aquel que es nuestro Padre. 3Recordarlo a Él es el Cielo. 4Esto es lo que buscamos. 5Y esto es lo único que nos será dado hallar.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

         Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.


Comentario

Esta lección trata de nuestra voluntad. Cuando el Curso utiliza la palabra “voluntad” en este sentido, está hablando de una parte fundamental y que nunca cambia en nosotros, la meta constantemente fija de nuestro Ser. No se refiere a nuestros deseos y caprichos, sino a nuestra voluntad. Jesús nos habla directamente en el segundo párrafo y nos dice: “Ésa es tu voluntad, hermano mío” (2:1). Es una voluntad que compartimos con Él, y también con Dios nuestro Padre.

¿Cuál es nuestra voluntad? Recordar a Dios, conocer Su Amor. Eso es todo. Cuando empezamos a leer el Curso, no muchos de nosotros habría respondido a esta pregunta: ¿Qué quieres conseguir en la vida? Con las palabras: “Recordar a Dios y conocer Su Amor”. Muchos probablemente no sentimos que esas palabras se refieran a nosotros incluso ahora. La lección reconoce que: “Tal vez crea que lo que busco es otra cosa” (1:2).

¿Qué es esa “otra cosa” que estás buscando? Podría ser salud o fama. Podría ser algún tipo de seguridad mundana. Podría ser un romance amoroso. Podría ser sexo ardiente. O pasarlo bien. O una tranquila vida familiar, según la tradición de tu país. Lo hemos llamado de muchas maneras. Pensamos que lo que estamos buscando son estas cosas. Sin embargo, no importa lo que podamos pensar, estas cosas no son lo que verdaderamente queremos para nosotros. Todas son formas, formas que pensamos que nos darán algo. No es la forma lo que verdaderamente estamos buscando, sino el contenido, es lo que pensamos que estas cosas nos ofrecen.

¿Y qué es eso? Paz interior. Satisfacción. Una sensación de estar completos y que nada nos falta. Una sensación de ser valioso. Un conocimiento interno de que somos buenos, amados y amorosos. Una sensación de pertenencia, de nuestra valía. A la larga estas cosas proceden de recordar a Dios. Y de conocer Su Amor. Estas cosas son algo que está dentro de nosotros, no fuera de nosotros. Únicamente cuando recordemos la verdad acerca de nosotros mismos, únicamente cuando recordemos nuestra unión con el Amor Mismo, encontraremos lo que estamos buscando. Y descubriremos que nuestro Ser es lo que siempre hemos estado buscando.

“Recordarlo a Él es el Cielo. Esto es lo que buscamos. Y esto es lo único que nos será dado hallar” (2:3-5). Esto es lo que buscamos. Recordar a Dios es lo único que realmente estoy buscando. Que hoy, entonces, dedique el tiempo por la mañana y por la noche a recordarme a mí mismo este hecho: “Padre, mi voluntad es únicamente recordarte”. Que cada hora me pare brevemente a recordárselo a mi mente. Y cada vez que descubra que estoy pensando en “otra cosa”, que me corrija tiernamente a mí mismo: Recordar a Dios es todo lo que yo quiero.




¿Qué es la salvación? (Parte 1)

L.pII.2.1:1-3

Para empezar, ayuda entender que el Curso no le da a la palabra “salvación” el mismo significado que la religión tradicional. Para la mayoría de nosotros, “salvación” significa alguna forma de impedir el desastre del que se nos “salva”. Del infierno, por ejemplo. De algún terrible castigo. De las consecuencias de que hayamos obrado mal. La imagen que se usa a menudo en el cristianismo tradicional es la de un hombre que se está ahogando a quien se le echa un salvavidas. El Curso niega esta idea:

Tu Ser no necesita salvación, pero tu mente necesita aprender lo que es la salvación. No se te salva de nada, sino que se te salva para la gloria. (T.11.IV.1:3-4)

En el Curso, la salvación es un “salvavidas”, pero no en el mismo sentido. No nos salva de la muerte, nos conserva en la vida. Es una garantía de que la muerte nunca nos tocará: “La salvación es la promesa que Dios te hizo de que finalmente encontrarás el camino que conduce a Él” (1:1). No estamos en peligro de destrucción, nunca lo hemos estado, y nunca lo estaremos. La versión del Curso de la salvación no cambia un desastre, impide que suceda el desastre.


Antes del comienzo del tiempo, Dios hizo Su promesa que “Él no puede dejar de cumplirla” (1:2). Esa promesa garantizó que al tiempo le llegaría su fin, y con él a todos los líos que parecemos haber hecho en el tiempo, y que no tendrían ningún efecto en absoluto. Garantizó que nunca podría ser más que una ilusión de separación y un sueño de sufrimiento y de muerte. Prometió que el ego nunca podría ser real, que nunca podría haber una voluntad diferente a la de Dios. Decidió el final en el mismísimo comienzo, y lo hizo completamente seguro. Finalmente encontraremos el camino a Dios, porque Dios prometió que así será.







TEXTO


 i. El descorrimiento del velo 


8. No olvides que tú y tu hermano habéis llegado hasta aquí jun­tos. 2Y ciertamente no fue el ego el que os guió. 3Ningún obstá­culo a la paz se puede superar con su ayuda. 4El ego no revela sus secretos, ni te pide que los examines y los transciendas. 5No quiere que veas su debilidad, ni que te des cuenta de que no tiene poder alguno para mantenerte alejado de la verdad. 6El Guía que os condujo hasta aquí aún está con vosotros, y cuando alcéis la mirada estaréis listos para mirar cara a cara al terror sin temor alguno. 7Pero primero, alza la mirada y mira a tu hermano con inocencia nacida del completo perdón de sus ilusiones, y a través de los ojos de la fe que no las ve. 

9. Nadie puede enfrentarse al temor a Dios sin experimentar te­rror, a menos que haya aceptado la Expiación y haya aprendido que las ilusiones no son reales. 2Nadie puede enfrentarse a este obstáculo solo, pues no habría podido llegar a este punto si su hermano no le hubiese acompañado. 3Y nadie se atrevería a enfrentarse a dicho temor sin haber perdonado a su hermano de todo corazón. 4Quédate ahí un rato, pero sin temblar. 5Ya estás listo. 6Unámonos en un instante santo, aquí, en este lugar al que el propósito que se te señaló en un instante santo te ha condu­cido. 7Y unámonos con la fe de que Aquel que nos condujo a todos juntos hasta aquí también te ofrecerá la inocencia que nece­sitas, y de que la aceptarás por mi amor y por el Suyo. 

10. No es posible tampoco enfrentarse a esto demasiado pronto. 2Éste es el lugar al que todo el mundo tiene que llegar cuando esté listo. 3Una vez que ha encontrado a su hermano está listo. 4Sin embargo, llegar simplemente hasta ahí no es suficiente. 5Pues una jornada desprovista de propósito sigue siendo algo absurdo, e incluso cuando ha concluido no parece haber tenido sentido. 6¿Cómo podrías saber que ha finalizado a menos que te dieses cuenta de que su propósito se ha consumado? 7Ahí, con el final de la jornada ante ti, es cuando ves su propósito. 8Y es ahí donde eliges hacerle frente al obstáculo o seguir vagando sin rumbo, sólo para tener que regresar y elegir de nuevo. 

11. Hacerle frente al temor a Dios requiere cierta preparación. 2Sólo los cuerdos pueden mirar de frente a la absoluta demencia y a la locura delirante con piedad y compasión, pero sin miedo. 3Pues sólo les podría parecer temible si la comparten, y tú la com­partes mientras no contemples a tu hermano con perfecta fe, con perfecto amor y con perfecta ternura. 4Mientras no lo perdones completamente, tú sigues sin ser perdonado. 5Tienes miedo de Dios porque tienes miedo de tu hermano. 6Temes a los que no perdonas. 7Y nadie alcanza el amor con el miedo a su lado. 

12. Este hermano que está a tu lado todavía te sigue pareciendo un extraño. 2No lo conoces, y la interpretación que haces de él es temible. 3Y lo sigues atacando, para mantener a salvo lo que tú crees ser. 4Sin embargo, en sus manos está tu salvación. 5Ves su locura, que detestas  porque la compartes con él. 6Y toda la piedad y el perdón que la curaría dan paso al miedo. 7Hermano, necesi­tas perdonar a tu hermano, pues juntos compartiréis la locura o el Cielo. 8Y juntos alzaréis la mirada con fe o no la alzaréis en absoluto. 

13. A tu lado se encuentra uno que te ofrece el cáliz de la Expia­ción, pues el Espíritu Santo está en él. 2¿Preferirías guardarle ren­cor por sus pecados o aceptar el regalo que te hace? 3¿Es este portador de salvación tu amigo o tu enemigo? 4Decide cuál de esas dos cosas es, sin olvidar que lo que has de recibir de él depen­derá de lo que elijas. 5Él tiene el poder de perdonar tus pecados, tal como tú tienes el de perdonar los suyos. 6Ninguno de vosotros puede conferirse ese poder a sí mismo. 7Vuestro salvador, no obs­tante, se encuentra al lado de cada uno de vosotros. 8Deja que él sea lo que es, y no trates de hacer del amor tu enemigo. 

14. Contempla a tu Amigo, al Cristo que está a tu lado. 2¡Qué santo y hermoso es! 3Pensaste que había pecado porque arrojaste so­bre Él el velo del pecado para ocultar Su hermosura. 4A pesar de ello, Él te sigue extendiendo el perdón para que compartas con Él Su santidad. 5Este "enemigo", este "extraño" te sigue ofreciendo la salvación por ser Su Amigo. 6Los "enemigos" de Cristo, los adoradores del pecado, no saben a Quién atacan. 

15. Éste es tu hermano, que ha sido crucificado por el pecado y que aguarda para ser liberado del dolor. 2¿No le concederías tu perdón, cuando él es el único que te lo puede conceder a ti? 3A cambio de su redención, él te dará la tuya, tan indudablemente como que Dios creó cada cosa viviente y la ama. 4Y te la dará de verdad, pues será ofrecida así como recibida. 5No hay gracia del Cielo que no puedas ofrecerle a tu hermano, y recibir de tu santí­simo Amigo. 6No permitas que te la niegue, pues al recibirla se la ofreces a él. 7Y él recibirá de ti lo que tú recibiste de él. 8La reden­ción se te ha concedido para que se la des a tu hermano, y para que de esta manera la recibas. 9Liberas al que perdonas, y partici­pas de lo que das. 10Perdona los pecados que tu hermano cree haber cometido, así como toda la culpabilidad que crees ver en él. 

16. Éste es el santo lugar de resurrección, al que venimos de nuevo y al que retornaremos hasta que la redención se haya consumado y recibido. 2Antes de condenar a tu hermano, recuerda quién es él. 3Y da gracias a Dios de que sea santo y de que se le haya dado el regalo de la santidad para ti. 4Únete a él con alegría, y elimina todo vestigio de culpabilidad de su perturbada y torturada mente. 5Ayúdale a levantar la pesada carga de pecado que echaste sobre sus hombros y que él aceptó como propia, y arrójala lejos de él sonriendo felizmente. 6No la oprimas contra su frente como si fuese una corona de espinas, ni lo claves a ella, dejándolo irre­dento y sin esperanzas. 

17. Ten fe en tu hermano, pues la fe, la esperanza y la misericordia son tuyas para que las des. 2A las manos que dan, se les da el regalo. 3Contempla a tu hermano, y ve en él el regalo de Dios que quieres recibir. 4Ya es casi la Pascua, la temporada de la resurrec­ción. 5Concedámonos la redención unos a otros y compartámosla, para podernos levantar unidos en la resurrección, y no separados en la muerte. 6Contempla el regalo de libertad que le di al Espíritu Santo para ti. 7Y liberaos juntos, al ofrecerle al Espíritu Santo ese mismo regalo. 8Y al dárselo, recibidlo de Él a cambio de lo que le disteis. 9Él nos conduce a ti y a mí para que nos podamos encon­trar aquí, en este sagrado lugar, y juntos tomar la misma decisión. 

18. Libera a tu hermano aquí, tal como yo te liberé a ti. 2Hazle el mismo regalo, y contémplalo sin ninguna clase de condena. 3Considéralo tan inocente como yo te considero a ti, y pasa por alto los pecados que él cree ver en sí mismo. 4Ofrécele en este huerto de aparente agonía y muerte su libertad y completa emancipación del pecado. 5De esta manera, allanaremos juntos el camino que conduce a la resurrección del Hijo de Dios y le per­mitiremos elevarse de nuevo al feliz recuerdo de su Padre, Quien no conoce el pecado ni la muerte, sino sólo la vida eterna. 

19. Juntos desapareceremos en la Presencia que se encuentra detrás del velo, no para perdernos sino para encontrarnos a no­sotros mismos; no para que se nos vea, sino para que se nos conozca. 2Y al gozar de conocimiento, no quedará nada sin hacer en el plan de salvación que Dios estableció. 3Éste es el propósito de la jornada, sin el cual ésta no tendría sentido. 4He aquí la paz de Dios, que Él te dio para siempre. 5He aquí el descanso y la quietud que buscas, la razón de la jornada desde su comienzo. 6El Cielo es el regalo que le debes a tu hermano, la deuda de gratitud que le ofreces al Hijo de Dios como muestra de agradeci­miento por lo que él es y por aquello para lo que su Padre lo creó. 

 20. Piensa detenidamente cómo vas a considerar al dador de este regalo, pues tal como lo consideres a él, así mismo te parecerá el regalo. 2Según lo consideres, ya sea como el portador de la culpa­bilidad o como el de la salvación, así verás y recibirás su ofrenda. 3Los crucificados infligen dolor porque están llenos de dolor. 4Pero los redimidos ofrecen alegría porque han sido curados del dolor. 5Todo el mundo da tal como recibe, pero primero tiene que elegir qué es lo que quiere recibir. 6Y reconocerá lo que ha elegido por lo que dé y por lo que reciba. 7Y no hay nada en el infierno o en el Cielo que pueda interferir en su decisión. 

 21. Has llegado hasta este punto porque elegiste emprender la jor­nada. 2Y nadie emprende nada que crea es insensato. 3Aquello en lo que tenías fe sigue siendo fiel, y te cuida con fe tan tierna y, al mismo tiempo, tan poderosa, que te elevará muy por encima del velo, y pondrá al Hijo de Dios a salvo dentro de la segura protec­ción de su Padre. 4He aquí el propósito que le confiere a este mundo y a la larga jornada a través de él, el único significado que pueden tener. 5Aparte de esto, no tienen sentido. 6Tú y tu her­mano os alzáis juntos, todavía sin la convicción de que el mundo y la jornada tienen un propósito. 7Mas os es dado poder ver este propósito en vuestro santo Amigo y reconocerlo como propio.









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