DESPERTAR AL AMOR

domingo, 25 de agosto de 2019

25 AGOSTO: Ahora quiero ser tal como Dios me creó.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS


LECCIÓN 237

Ahora quiero ser tal como Dios me creó.


1. Hoy aceptaré la verdad acerca de mí mismo. 2Me alzaré glo­rioso, y dejaré que la luz que mora en mí irradie sobre el mundo durante todo el día. 3Le traigo al mundo las buenas nuevas de la salvación que oigo cuando Dios mi Padre me habla. 4Y contem­plo el mundo que Cristo quiere que yo vea, consciente de que pone fin al amargo sueño de la muerte; consciente de que es la llamada que mi Padre me hace.

2. Cristo se convierte hoy en mis ojos, y en los oídos que escuchan hoy la Voz que habla por Dios. 2Padre, vengo a Ti a través de Aquel que es Tu Hijo, así como mi verdadero Ser. 3Amén.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.



Comentario

Estas lecciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios parecen todas intentar que nos demos cuenta de Quién o Qué somos realmente. Como dice la Introducción:

El libro de ejercicios está dividido en dos secciones principales. La primera está dedicada a anular la manera en que ahora ves, y la segunda, a adquirir una percepción verdadera. (L.In.3:1)

Así que la importancia de toda esta parte del Libro de Ejercicios, las últimas 145 lecciones, está dedicada a la verdadera percepción. Se da por sentado que por fin el lector se ha dado cuenta del sistema de pensamiento en su vida, aunque no da por sentado que se ha deshecho el ego completamente. Si ése fuera el caso, no se necesitarían más lecciones.

Lo que estamos haciendo en estas últimas lecciones es poner en práctica el lado positivo del Curso, e intentar aplicarlo. “Ahora quiero ser tal como Dios me creó”. El propósito no es sólo entender la idea y guardarla en la carpeta: “Hechos: la naturaleza humana, la verdad”, sino ser el Hijo de Dios, haciéndome consciente de esta verdad a lo largo del día, y viviendo de acuerdo con ella.

“Me alzaré glorioso” (1:2). Cada día puedo empezarlo en gloria. Brillando, extendiendo luz hacia fuera. Según el diccionario, gloria significa “belleza y esplendor majestuosos y resplandecientes”. No es una palabra que asociemos con nosotros fácilmente. Hoy puedo hacer un esfuerzo consciente para darme cuenta de esta gloria. Soy un ser resplandeciente. La luz del amor se extiende desde mí hacia fuera para bendecir al mundo. Me sentaré un instante en silencio, imaginándomelo, dándome cuenta de mi resplandor.

Según voy pasando el día:

… dejaré que la luz que mora en mí irradie sobre el mundo durante todo el día. Le traigo al mundo las buenas nuevas de la salvación que oigo cuando Dios mi Padre me habla. (1:2-3)

Esto está relacionado con ser, no con hacer. Está relacionado con irradiar, no con hablar. Enseñamos paz siendo pacíficos, no hablando de ello. Si estoy alegre, relajado, amoroso y acepto a aquellos que están a mi alrededor, mi actitud hablará más alto y más claro que mis palabras.

Así que, en este día, mientras trabajo y me relaciono con amigos, estaré radiante. Soy tal como Dios me creó, por eso yo soy radiante, no tengo que hacer nada para ser resplandeciente. Todo lo que necesito es darme cuenta de que mis pensamientos harían borrar ese resplandor, y elegir lo contrario.

En cierto sentido esto sustituye a la lección anterior en la que Le preguntaba al Espíritu Santo dónde ir, qué hacer y qué decir. Ahora la importancia está en lo que soy. Realmente no importa mucho a dónde vaya, lo que haga o lo que diga, siempre que yo actúe como el ser que Dios creó, en lugar de mi ser separado e independiente.
Vengo a ver “el mundo que Cristo quiere que yo vea” (1:4), y lo veo como “la llamada que mi Padre me hace” (1:4). Visto a través de los ojos de Cristo, el mundo puede ser una llamada constante a ser lo que soy, a brillar, a extender Su Amor, a ser Su Respuesta al mundo.



¿Qué es la salvación? (Parte 7)

L.pII.2.4:1

Si el altar a Dios está dentro de mí, pero permanece en gran parte oculto de mi consciencia, lo que tengo que hacer es acudir “diariamente a este santo lugar” (4:1). Ésta es la práctica del instante santo que recomienda el Texto (T.15.II.5,6; T.15.IV), apartarnos voluntariamente de nuestras actividades rutinarias para llevar nuestra mente a este santo lugar, con Jesús a nuestro lado (“Acudamos diariamente a este santo lugar y pasemos un rato juntos” (4:1)). Me parece que Jesús aquí nos está pidiendo que todos los días pasemos un rato con él en la Presencia de Dios, si estás abierto a ello. Si de algún modo no te sientes cómodo con la figura de Jesús, imagínate un guía espiritual desconocido y que representa a tu Ser más noble. Con él o ella entras en este templo, te mantienes ante el altar y pasas allí un rato en unión con Dios.

Tenemos que formar el hábito de traer nuestra mente al instante santo, recordándonos a nosotros mismos la presencia de Jesús (o del Espíritu Santo), recordando este altar a Dios dentro de nosotros, con Su Palabra escrita sobre él (3:4). Pienso que esa Palabra es la Palabra de la salvación, la promesa que Él nos hizo de que encontraríamos el camino a Él (1:1). Es el Pensamiento de la Paz, que sustituirá a todos nuestros pensamientos de conflicto. Este lugar de encuentro es donde sentimos que no se ha roto la comunicación entre nosotros y Dios. Aquí es donde nos sumergimos en la corriente de Amor que fluye constantemente entre el Padre y el Hijo.

El Capítulo 14, Sección VIII del Texto describe este santo lugar de encuentro, y dice:

Todo ello se encuentra a salvo dentro de ti, allí donde refulge el Espíritu Santo. Y Él no refulge donde hay división, sino en el lugar de encuentro donde Dios, unido a Su Hijo le habla a Su Hijo a través de Él. La comunicación entre lo que no puede ser divido no puede cesar. En ti y en el Espíritu Santo reside el santo lugar de encuentro del Padre y del Hijo, Quienes jamás han estado separados. Ahí no es posible ninguna clase de interferencia en la comunicación que Dios Mismo ha dispuesto tener con Su Hijo. El amor fluye constantemente entre Padre e Hijo sin interrupciones ni hiatos tal como Ambos disponen que sea. Y por lo tanto, así es. (T.14.VIII.2:10-16)


Y así es. Esto es lo que quiero conocer y sentir cada día, al venir a este lugar. Aquí traigo mi culpa y mi miedo y los deposito, aceptando la Expiación para mí mismo. Aquí mi mente renueva su contacto con su Fuente. Aquí vuelvo a descubrir la unión sin fin que es mía, mi herencia como Hijo de Dios. Aquí desaparecen mis pesadillas, y respiro el aire fragante del Cielo y del Hogar.











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