DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 14 de agosto de 2019

14 AGOSTO: Mi hogar me aguarda. Me apresuraré a llegar a él.

AUDIOLIBRO

EJERCICIOS


LECCIÓN 226


Mi hogar me aguarda. Me apresuraré a llegar a él.


1. Puedo abandonar este mundo completamente, si así lo decido. 2No mediante la muerte, sino mediante un cambio de parecer con respecto al propósito del mundo. 3Si creo que tal como lo veo ahora tiene valor, así seguirá siendo para mí. 4Mas si tal como lo contemplo no veo nada de valor en él, ni nada que desee poseer, ni ninguna meta que anhele alcanzar, entonces ese mundo se ale­jará de mí. 5Pues no habré intentado reemplazar la verdad con ilusiones.

2. Padre, mi hogar aguarda mi feliz retorno. 2Tus Brazos están abiertos y oigo Tu Voz. 3¿Qué necesidad tengo de prolongar mi estadía en un lugar de vanos deseos y de sueños frustrados cuando con tanta facilidad puedo alcanzar el Cielo?





Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
         Piensa en ella durante un rato.


Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.

Comentario

Hogar. ¡Qué palabra más sugerente! “Voy a mi hogar”. A veces sólo con pensar en ir al hogar, incluso en sentido abstracto, puede hacer que surjan en nosotros profundas emociones, felices, aunque para algunos una vida desgraciada en el hogar ha ensombrecido esta palabra. Incluso entonces, aunque nuestro hogar “real” haya sido desgraciado, seguimos llenos de un profundo deseo del hogar como debería ser. Nuestro verdadero hogar está en Dios. Nuestros deseos del hogar están basados en nuestro deseo de este hogar espiritual en Dios.

¿Cómo puedo “ir al hogar”? Hay canciones que expresan la idea de que vamos al hogar, al Cielo, cuando morimos: canciones espirituales como “Ir al Hogar”. Pero el Curso aquí es muy, muy claro. Habla de abandonar este mundo y dice: “No mediante la muerte, sino mediante un cambio de parecer con respecto al propósito del mundo” (1:2).

Mientras pensemos que el propósito del mundo está en el mundo mismo, que la felicidad y la libertad y la satisfacción se encuentran aquí en el mundo, nunca lo abandonaremos. Ni siquiera al “morir”. Las cadenas que nos atan al mundo son mentales, no físicas. Lo que nos aprisiona al mundo es el valor que le damos. Si le doy valor al mundo “tal como lo veo ahora” (1:3, también 1:4), me tendrá apresado aunque mi cuerpo se desmorone. Pero si ya no veo en este mundo “tal como lo contemplo” nada que quiera conservar o conseguir, entonces estoy libre.

Literalmente hablando, ¡hay todo un mundo de significado en esas palabras “tal como lo veo ahora” y “tal como lo contemplo”! Tal como el ego lo ve, este mundo es un lugar de castigo y de aprisionamiento, y al mismo tiempo un lugar donde vengo a buscar lo que parece “faltarme” a mí. Mientras le dé valor a ese castigo y aprisionamiento, quizá no para mí sino para otros sobre los que he proyectado mi culpa, estaré encadenado al mundo, y no iré al hogar. Mientras piense que me falta algo y continúe buscándolo fuera de mí, dándole valor al mundo por lo que creo que puede ofrecerme, estaré encadenado al mundo, y no iré al hogar.

“Mi hogar me aguarda”. Nuestro hogar no se está construyendo. Está preparado y esperando, la alfombra roja extendida, todo está listo, los Brazos de Dios están abiertos y oigo Su Voz (2:2). El hogar está a mi alcance ahora mismo, sólo con elegirlo. Que esté dispuesto a mirar a lo que me impide elegirlo, porque ésos son los obstáculos que me impiden encontrarlo. ¿Todavía deseo con nostalgia que venga mi príncipe (o princesa) azul? ¿Todavía tengo cosas que quiero hacer antes de estar listo para ir? ¿Todavía encuentro placer cuando los malvados (en mi opinión) sufren? Si este mundo pudiera desaparecer dentro de una hora, ¿qué lamentaría? ¿Estaría dispuesto a irme? Si una brillante cortina apareciese en la entrada y una Voz dijera: “Cruza este portal y estarás en el Cielo”, ¿lo cruzaría? ¿Por qué no?

Esto no es una fantasía. La Voz nos está llamando, y el Cielo está aquí ahora. Podemos cruzar el portal en cualquier momento que lo elijamos. Si no estamos sintiendo el Cielo, estamos eligiendo no hacerlo, y se nos ha encomendado el trabajo de descubrir lo que nos retiene en esta aula de aprendizaje. Para eso es el mundo: para enseñarnos a abandonarlo.

¿Qué necesidad tengo de prolongar mi estadía en un lugar de vanos deseos y de sueños frustrados cuando con tanta facilidad puedo alcanzar el Cielo? (2:3)



¿Qué es el perdón? (Parte 6)

L.pII.1.3:3-4

No nos damos cuenta de cuánto deforman la verdad nuestros pensamientos que no perdonan (3:3). Los pensamientos que no perdonan deforman la manera en que vemos las cosas que nos están de acuerdo con cómo quiere verlas la falta de perdón. Los pensamientos que no perdonan pasan por alto cualquier muestra de amor, y encuentran pruebas de culpa. En “Los Obstáculos a la Paz” y el apartado sobre “La Atracción de la Culpabilidad”, nuestros pensamientos que no perdonan se comparan con mensajeros hambrientos a los que “se les ordena con aspereza que vayan en busca de culpabilidad, que hagan acopio de cualquier retazo de maldad y de pecado que puedan encontrar sin que se les escape ninguno so pena de muerte, y que los depositen ante su señor y amo respetuosa-mente” (T.19.IV (A).i.11:2). Es decir, encontramos lo que estamos buscando, y el ego está buscando culpa.

Pero la distorsión (deformación) no es sólo el método que usa el ego, la distorsión (deformación) es también el propósito del ego. Así, el propósito de la falta de perdón es deformar la realidad. La falta de perdón se propone con furia “arrasar la realidad, sin ningún miramiento por nada que parezca contradecir su punto de vista” (3:4). La realidad es el enemigo odiado, la presencia intolerable, porque nuestra realidad es todavía el Hijo de Dios que jamás se ha separado de Él en lo más mínimo.

La realidad pone al descubierto al ego como una mentira, y esto no puede tolerarse. Cuando nuestra mente está dominada por pensamientos que no perdonan, el modo en que funciona se propone desde el comienzo deformar la realidad para que no se reconozca.


En contraste con esto, el Curso nos pide: “Sueña con la bondad de tu hermano en vez de concentrarte en sus errores… Y no desprecies los muchos regalos que te ha hecho sólo porque en tus sueños él no sea perfecto” (T.27.VII.15). Nos pide que busquemos amor en lugar de buscar culpa. Para empezar, podemos poner en duda el modo en que vemos las cosas, dándonos cuenta de que nuestros procesos de pensamiento y nuestros métodos de juzgar están seriamente dañados y no son de fiar. No es que no deberíamos juzgar, sino que no podemos juzgar (M.10.2:1). Nuestra mente está enferma, necesitamos una mente sana para que juzgue por nosotros. Y esa mente es el Espíritu Santo.




TEXTO


i. La atracción del dolor


9. Tu pequeño papel consiste únicamente en entregarle al Espíritu Santo la idea del sacrificio en su totalidad 2y aceptar la paz que Él te ofrece a cambio sin imponer ningún límite que impida su exten­sión, lo cual limitaría tu conciencia de ella. 3Pues lo que Él otorga tiene que extenderse si quieres disponer de su poder ilimitado y utilizarlo para liberar al Hijo de Dios. 4No es de este poder de lo que quieres deshacerte, y, puesto que ya dispones de él, no puedes limitarlo. 5Si la paz no tiene hogar, tampoco lo tenemos ni tú ni yo. 6Y Aquel que es nuestro hogar se queda sin hogar junto con noso­tros. 7¿Es eso lo que quieres? 8¿Deseas ser un eterno vagabundo en busca de paz? 9¿Pondrías tus esperanzas de paz y felicidad en lo que no puede sino fracasar?

10. Tener fe en lo eterno está siempre justificado, pues lo eterno es siempre benévolo, infinitamente paciente y totalmente amoroso. 2Te aceptará totalmente y te colmará de paz. 3Pero sólo se puede unir a lo que ya está en paz dentro de ti, lo cual es tan inmortal como lo es lo eterno. 4El cuerpo no puede proporcionarte ni paz ni desasosiego, ni alegría ni dolor. 5Es un medio, no un fin. 6De por sí no tiene ningún propósito, sino sólo el que se le atribuye. 7El cuerpo parecerá ser aquello que constituya el medio para alcanzar el objetivo que tú le asignes. 8Sólo la mente puede fijar propósitos, y sólo la mente puede discernir los medios necesarios para su logro, así como justificar su uso. 9Tanto la paz como la culpabilidad son estados mentales que se pueden alcanzar. 10esos estados son el hogar de la emoción que los suscita, que, por consiguiente, es compatible con ellos.

11. Examina, entonces, qué es lo que es compatible contigo. 2Ésta es la elección que tienes ante ti, y es una elección libre. 3Mas todo lo que radica en ella vendrá con ella, y lo que crees ser jamás puede estar separado de ella. 4El cuerpo aparenta ser el gran trai­dor de la fe. 5En él residen la desilusión y las semillas de la falta de fe, mas sólo si le pides lo que no puede dar. 6¿Puede ser tu error causa razonable para la depresión, la desilusión y el ataque de represalia contra lo que crees que te ha fallado? 7No uses tu error para justificar tu falta de fe. 8No has pecado, pero te has equivocado con respecto a lo que significa tener fe. 9Mas la corrección de tu error te dará motivos para tener fe.

12. Es imposible tratar de obtener placer a través del cuerpo y no hallar dolor. 2Es esencial que esta relación se entienda, ya que el ego la considera la prueba del pecado. 3En realidad no es puni­tiva en absoluto. 4Pero sí es el resultado inevitable de equipararte con el cuerpo, lo cual es la invitación al dolor. 5Pues ello le abre las puertas al miedo, haciendo que se convierta en tu propósito. 6La atracción de la culpabilidad no puede sino entrar con él, y cual­quier cosa que el miedo le ordene hacer al cuerpo es, por lo tanto, dolorosa. 7Este compartirá el dolor de todas las ilusiones, y la ilusión de placer se experimentará como dolor.

13. ¿No es acaso esto inevitable? 2El cuerpo, a las órdenes del miedo, irá en busca de culpabilidad y servirá a su amo, cuya atracción por la culpabilidad mantiene intacta toda la ilusión de su existencia. 3En esto consiste, pues, la atracción del dolor. 4Regido por esta percepción, el cuerpo se convierte en el siervo del dolor, lo persigue con un gran sentido del deber y acata la idea de que el dolor es placer. 5Ésta es la idea que subyace a la excesiva importancia que el ego le atribuye al cuerpo. 6Y man­tiene oculta esta relación demente, si bien, se nutre de ella. 7A ti te enseña que el placer corporal es felicidad. 8Mas a sí mismo se susurra: "Es la muerte".

14. ¿Por qué razón es el cuerpo tan importante para ti? 2Aquello de lo que se compone ciertamente no es valioso. 3Y es igualmente cierto que no puede sentir nada. 4Te transmite las sensaciones que tú deseas. 5Pues el cuerpo, al igual que cualquier otro medio de comunicación, recibe y transmite los mensajes que se le dan. 6Pero éstos le son completamente indiferentes. 7Todos los senti­mientos con los que se revisten dichos mensajes los proporcionan el emisor y el receptor. 8Tanto el ego como el Espíritu Santo reco­nocen esto, y ambos reconocen también que aquí el emisor y el receptor son uno y lo mismo. 9El Espíritu Santo te dice esto con alegría. 10El ego te lo oculta, pues no quiere que seas consciente de ello. 11¿Quién transmitiría mensajes de odio y de ataque si entendiese que se los está enviando a sí mismo? 12¿Quién se acu­saría, se declararía culpable y se condenaría a sí mismo?

15. El ego siempre proyecta sus mensajes fuera de ti, al creer que es otro y no tú el que ha de sufrir por tus mensajes de ataque y culpabilidad. 2E incluso si tú sufres, el otro ha de sufrir aún más. 3El supremo engañador reconoce que esto no es verdad, pero como "enemigo" de la paz que es, te incita a que proyectes todos tus mensajes de odio y así te liberes a ti mismo. 4para conven­certe de que esto es posible, le ordena al cuerpo a que busque dolor en el ataque contra otro, lo llame placer y te lo ofrezca como tu liberación del ataque.

16. No hagas caso de su locura, ni creas que lo imposible es ver­dad. 2No olvides que el ego ha consagrado el cuerpo al objetivo del pecado y que tiene absoluta fe de que el cuerpo puede lograrlo. 3Sus sombríos discípulos entonan incesantemente ala­banzas al cuerpo, en solemne celebración del poderío del ego. 4No hay ni uno solo que no crea que sucumbir a la atracción de la culpabilidad es la manera de escaparse del dolor. 5Ni uno solo de ellos puede dejar de identificarse a sí mismo con su propio cuerpo, sin el cual moriría, pero dentro del cual, su muerte es igualmente inevitable.


17. Los discípulos del ego no se dan cuenta de que se han consa­grado a sí mismos a la muerte. 2Se les ha ofrecido la libertad pero no la han aceptado, y lo que se ofrece se tiene también que acep­tar para que sea verdaderamente dado. 3Pues el Espíritu Santo es también un medio de comunicación, que recibe los mensajes del Padre y se los ofrece al Hijo. 4Al igual que el ego, el Espíritu Santo es a la vez emisor y receptor. 5Pues lo que se envía a través de Él retorna a Él, buscándose a sí mismo en el trayecto y encontrando lo que busca. 6De igual manera, el ego encuentra la muerte que busca, y te la devuelve a ti.









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