DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 7 de agosto de 2019

7 AGOSTO: SEXTO REPASO Repaso a las lecciones 199

AUDIOLIBRO

EJERCICIOS


LECCIÓN 219


No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.

1. (199) No soy un cuerpo. 2Soy libre.

3Soy el Hijo de Dios. 4Aquiétate mente mía, y piensa en esto por un, momento. 5Luego regresa a la tierra, sin confusión alguna acerca de quién es aquel a quien mi Padre ama eter­namente como Su Hijo.

6No soy un cuerpo. 7Soy libre.
8Pues aún soy tal como Dios me creó.






Instrucciones para la práctica


Ver las instrucciones para la práctica del Sexto Repaso



Comentario


Bueno, no tenemos mucha elección hoy. Tenemos que echarle otra mirada al hecho de que no somos un cuerpo.

Pienso que la creencia de que soy un cuerpo es lo que me pone aquí en este mundo, con un cuerpo. Puedo decir que creo que no soy un cuerpo y que entiendo lo que estoy diciendo, pero todavía sigo con un cuerpo. Eso me muestra que mis palabras no coinciden completamente con la profunda creencia de mi mente. La razón por la que el Curso nos ha hecho repetir esta idea durante los últimos veinte días (empezó con la Lección 199) no se debe a que ya la creamos y no la necesitemos; está claro que el Curso reconoce que nuestra creencia de que somos un cuerpo está profundamente enterrada dentro de nosotros, y que la repetición es necesaria para deshacer esa creencia. Recuerda que en la Lección 199 se sugería que hiciéramos de esta idea una parte de nuestra práctica de cada día. Nuestra identificación con nuestro cuerpo es una idea que no resultará fácil sacar.

Es interesante la unión de las palabras “No soy un cuerpo” con las palabras “Soy libre”. Si yo hubiera escrito el Curso, probablemente habría dicho: “No soy un cuerpo. Soy espíritu”, o algo así. ¿Por qué crees que Jesús pone juntos estos dos pensamientos?
El cuerpo es algo que aprisiona. Todos nosotros somos esclavos de nuestro cuerpo. Piensa en cuánto tiempo y energía de nuestra llamada vida en este mundo dedicamos al cuidado del cuerpo. Lo alimentamos, trabajamos para darle alojamiento y vestirlo, lo lavamos, dedicamos habitaciones de nuestra casa únicamente para cuidar de sus necesidades de eliminación y limpieza, compramos todo tipo de artilugios para adornarlo. Nos cortamos las uñas cada semana. Fijamos citas para los cortes de pelo. Mira a la sección de libros de cocina en una librería para hacerte una idea de lo que nos ocupamos del aspecto de la alimentación. Mira en los supermercados, en las tiendas de ropa, en las zapaterías. La mayoría de las tiendas en los centros comerciales están relacionadas con el cuidado del cuerpo. Mira a los gastos que dedicamos al cuidado de la salud y hospitales.

¿Y si no soy un cuerpo? ¿Y si tanto derroche de esfuerzo y atención estuviera mal dirigido? ¿Y si nos estamos concentrando en lo que no tiene importancia? ¿Y si el centro de atención de nuestra vida empezara a cambiar del cuidado del cuerpo al cuidado del espíritu? ¿Si eso sucediera cómo sería mi vida y la tuya? ¿Y si fuera tan constante en buscar instantes santos como en atiborrarme de comida? ¿Y si empezara a hacer pausas varias veces al día para alimentar mi espíritu con la misma frecuencia que dedico a comer, ir al baño, o cuidar el cuerpo? Nos resulta muy fácil decirle a un amigo: “¿Te apetece una taza de café?” ¿Y si nos resultara igual de fácil decirle: “¿Te apetece pasar unos minutos de meditación conmigo?”

Al pensar en esto queda muy claro lo poco equilibradas que están nuestras vidas y lo centradas que están en nuestro cuerpo. Me hace darme cuenta de cuánto nos queda todavía por recorrer. Y puesto que el cambio empieza en la mente, sólo con recordarme a mí mismo tan a menudo como pueda “No soy un cuerpo”, es un buen modo de empezar el gran cambio. Quizá sea útil algo tan sencillo como dejar que mis comidas sean un recordatorio para decir una oración, no porque rezar con la comida la haga mejor, sino porque me ayuda a recordar que necesito el alimento espiritual tanto, o más que el alimento físico. Cada vez que me haga consciente de que estoy dedicando tiempo y esfuerzo al cuidado del cuerpo, que eso me recuerde cuidar también de mi espíritu.

Piensa también en la libertad que tendremos cuando nos demos cuenta de que el cuerpo no es gran cosa. Lo que yo soy no es algo que se desgasta, envejece y muere. Lo que yo soy no es “una vela corta” como lo llamó Shakespeare, sino una eterna estrella brillando en el cielo por toda la eternidad. El cuerpo se merece cuidado porque es un instrumento útil para la situación en la que nos encontramos, pero no más que eso. Como un coche es bueno para el propósito que sirve. Pero el cuerpo no es “yo” como el coche tampoco es “yo” (aunque los anuncios de coche digan lo contrario). Piensa en toda la ansiedad y preocupación constante que se nos quitaría de encima si podemos pensar de este modo. Cambiar nuestra forma de pensar acerca de ello se merece todo el esfuerzo que sea necesario.





TEXTO

II. El pecado en contraposición al error

 


1. Es esencial que no se confunda el error con el pecado, ya que esta distinción es lo que hace que la salvación sea posible. 2Pues el error puede ser corregido, y lo torcido enderezado. 3Pero el pecado, de ser posible, sería irreversible. 4La creencia en el pecado está necesariamente basada en la firme convicción de que son las mentes, y no los cuerpos, que las atacan. 5Y así, la mente es culpable y lo será siempre, a menos que una mente que no sea parte de ella pueda darle la absolución. 6El pecado exige castigo del mismo modo en que el error exige corrección, y la creencia de que el castigo es corrección es claramente una locura.

2. El pecado no es un error, pues el pecado comporta una arrogancia que la idea del error no posee. 2Pecar supondría violar la realidad y lograrlo. 3El pecado es la proclamación de que el ataque es real y que la culpabilidad está justificada. 4Da por sentado que el Hijo de Dios es culpable y que, por lo tanto, ha conseguido perder su inocencia y también convertirse a sí mismo en algo queDios no creó. 5De este modo, la creación se ve como algo que no es eterno, y la Voluntad de Dios como susceptible de ser atacada y derrotada. 6El pecado es la gran ilusión que subyace a toda la grandiosidad del ego. 7Pues debido a él, Dios Mismo cambia y se le priva de Su Plenitud.


3. El Hijo de Dios puede estar equivocado, engañarse a sí mismo e incluso usar el poder de su mente contra sí mismo. 2Pero no puede pecar. 3No puede hacer nada que en modo alguno altere su realidad, o que haga que realmente sea culpable. 4Eso es lo que el pecado quisiera hacer, pues ése es su propósito. 5Mas a pesar de toda la salvaje demencia inherente a la idea del pecado, éste sigue siendo imposible. 6Pues el costo del pecado es la muerte, y ¿podría acaso perecer lo que es inmortal?


4. Uno de los principales dogmas de la descabellada religión del ego es que el pecado no es un error sino la verdad, y que la ino­cencia es la que pretende engañarnos. 2La pureza se considera arrogancia, y la aceptación de nuestro ser como algo pecaminoso se percibe como santidad. 3Y es esta doctrina la que sustituye a la realidad del Hijo de Dios tal como su Padre lo creó, y tal como dispuso que fuese para siempre. 4¿Es esto humildad? 5¿O es más bien un intento de desgajar a la creación de la verdad, y de mante­nerla aparte?


5. El ego siempre considerará injustificable cualquier intento de reinterpretar el pecado como un error. 2La idea del pecado es absolutamente sacrosanta en su sistema de pensamiento, y sólo puede abordarse con respeto y temor reverente. 3Es el concepto más "sagrado" del sistema del ego: bello y poderoso, completa­mente cierto, y protegido a toda costa por cada una de las defen­sas que el ego tiene a su disposición. 4Pues en el pecado radica su "mejor" defensa, a la que todas las demás sirven. 5El pecado es su armadura, su protección y el propósito fundamental de la rela­ción especial tal como el ego la interpreta.


6. Puede ciertamente afirmarse que el ego edificó su mundo sobre el pecado. 2Únicamente en un mundo así podría todo ser a la inversa. 3Ésta es la extraña ilusión que hace que las nubes de la culpabilidad parezcan densas e impenetrables. 4La solidez que los cimientos de este mundo parecen tener descansa en ello. 5Pues el pecado ha hecho que la creación, de ser una Idea de Dios, pase a ser un ideal del ego: un mundo que él rige, compuesto de cuerpos inconscientes y capaces de caer presa de la corrupción y decaden­cia más absolutas. 6Si esto es un error, la verdad puede deshacerlo fácilmente, 7pues todo error puede ser corregido sólo con que se le permita a la verdad juzgarlo. 8Pero si al error se le otorga el rango de verdad, ¿ante qué se podría llevar? 9La "santidad" del pecado se mantiene intacta debido únicamente a este extraño mecanismo. 10En cuanto que verdad, el pecado es inviolable, y todo se lleva ante él para ser juzgado. 11Mas si es un error, es él el que tiene que ser llevado ante la verdad. 12Es imposible tener fe en el pecado, pues el pecado es falta de fe. 13Mas es posible tener fe en el hecho de que cualquier error puede ser corregido.


7. No hay un solo baluarte en toda la ciudadela fortificada del ego más celosamente defendido que la idea de que el pecado es real, y de que es la expresión natural de lo que el Hijo de Dios ha hecho de sí mismo y de lo que es. 2Para el ego eso no es un error. 3Pues ésa es su realidad: la "verdad" de la que nunca se podrá escapar. 4Ése es su pasado, su presente y su futuro. 5Pues de alguna manera se las ha arreglado para corromper a su Padre y hacerle cambiar de parecer por completo. 6¡Llora, pues, la muerte de Dios, a Quien el pecado asesinó! 7Este sería el deseo del ego, que en su demencia cree haberlo logrado.



8.¿No preferirías que todo esto no fuese más que una equivoca­ción, completamente corregible, y de la que fuese tan fácil esca­par que rectificarla totalmente sería tan sencillo como atravesar la neblina y llegar hasta al sol? 2Pues eso es todo lo que es. 3Quizá te sientas tentado de coincidir con el ego en que es mucho mejor ser pecador que estar equivocado. 4Mas piensa detenidamente antes de permitirte a ti mismo tomar esa decisión. 5No la tomes a la ligera, pues es la elección entre el Cielo y el infierno







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