DESPERTAR AL AMOR

lunes, 26 de agosto de 2019

26 AGOSTO: La salvación depende de mi decisión.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 238

La salvación depende de mi decisión.

1. Padre, Tu confianza en mí ha sido tan grande que debo ser digno de ella. 2Tú me creaste y me conoces tal como soy. 3Y aun así, pusiste en mis manos la salvación de Tu Hijo y dejaste que dependiera de mi deci­sión. 4¡Cuán grande debe ser Tu amor por mí! 5Y mi santidad debe ser asimismo inexpugnable para que hayas puesto a Tu Hijo en mis manos con la certeza de que Aquel que es parte de Ti, y también de mí, puesto que es mi Ser, está a salvo.

2. Y así, hoy volvemos a hacer otra pausa para pensar en lo mucho que nos ama nuestro Padre. 2Y cuán querido sigue siendo para Él Su Hijo, quien fue creado por Su Amor y en quien el Amor de Su Padre alcanza su plenitud.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.




Comentario

En la Lección 236 vi que sólo yo gobierno mi mente. Dios me creó libre para elegir escuchar Su Voz, o no escucharla. Así pues, la salvación depende de mi decisión. El mensaje de la lección de hoy es ése, y si esto es verdad, Dios tiene que tener toda Su confianza en mí. A la humanidad se la describe normalmente como débil, llena de dudas, o completamente rebelde. Pecadores y no dignos de confianza en absoluto. Pero si Dios puso en mis manos la salvación de Su Hijo y dejó que dependiera de mi decisión (1:3), esa oscura imagen no puede ser la verdad. Si yo no fuera de fiar, si la humanidad fuera tan poco de fiable, Dios nunca habría puesto tan enorme confianza en nosotros. Por lo tanto, “debo ser digno” (1:1). ¡Cuán grande debe ser Tu amor por mí! Y mi santidad debe ser asimismo inexpugnable para que hayas puesto a Tu Hijo en mis manos con la certeza de que Aquel que es parte de Ti y también de mí, puesto que es mi Ser, está a salvo (1:4-5). En resumen: Si Dios confía en mí, yo debo merecerme esa confianza.

No es únicamente mi salvación la que depende de mi decisión: “toda la salvación” depende de ella, porque la Filiación es una. Si una parte permanece separada y sola, la Filiación está incompleta. Sin embargo, Dios ha “puesto a Su Hijo en mis manos con la certeza de que está a salvo” (1:5). Si Dios está seguro de que el Hijo está seguro en mis manos, Él debe saber algo acerca de mí que yo he olvidado. Él me conoce tal como soy (1:2), y no como yo he llegado a creer que soy. La confianza que Él muestra es sorprendente, porque el Hijo no sólo es Su creación sino que además “es parte de” Él (1:5). Dios me ha confiado parte de Su mismo Ser a mi cuidado con la confianza de que mi decisión será: elegir unirme a Su Amor y a Su Voluntad libremente y por mi propia voluntad. Él sabe que al final eso será lo que elegiré y que no puedo elegir otra cosa, pues Él me creó como una extensión de Su propio Amor.

Que hoy elija a menudo pensar en cuánto me ama Dios, cuánto ama a Su Hijo, y como el Amor de Dios a Su Hijo está demostrado al confiar toda la salvación a mi decisión. Que descanse seguro de que el resultado es tan seguro como Dios. Que confíe en la confianza de Dios en mí.



¿Qué es la salvación? (Parte 8)

L.pII.2.4:2-5

Cuando acudimos diariamente a este santo lugar, echamos una pequeña ojeada al mundo real, “nuestro sueño final” (4:2). En el instante santo vemos con la visión de Cristo, en la que no hay sufrimiento. Se nos permite tener “un atisbo de toda la gloria que Dios nos ha dado” (4:3). El propósito del Curso es que vengamos al lugar donde obtenemos esta visión y la llevamos con nosotros siempre, el lugar donde nuestra mente cambia de tal manera que vemos sólo el mundo real, y vivimos la vida como un instante santo continuo y eterno. Ese momento puede parecer muy lejos de mí, pero está mucho más cerca de lo que creo, y en el instante santo lo siento como ahora. Venir repetidamente al instante santo, sumergir nuestra mente en la visión del mundo real, es la manera en que este mundo se convierte en la única realidad para nosotros, el sueño final antes de despertar.

En este sueño feliz, “La tierra nace de nuevo desde una nueva perspectiva” (4:5). Las imágenes de brotar la hierba, los árboles florecer y los pájaros hacer sus nidos en su ramaje, nos hablan de la primavera, del renacer después de un largo invierno. Las imágenes representan la nueva visión del mundo, en el que nuestra oscuridad espiritual ha desaparecido, y todas las cosas vivas están unidas en la luz de Dios. Ahora pasamos de largo las ilusiones, más allá de ellas con paso más firme y más seguro, una visión de eterna santidad y de paz. Vemos y respondemos a “la necesidad de cada corazón, al llamamiento de cada mente, a la esperanza que se encuentra más allá de toda desespe-ración, al amor que el ataque quisiera ocultar y a la hermandad que el odio ha intentado quebrantar, pero que aún sigue siendo tal como Dios la creó” (L.185.14:1).

Aquí, en la visión del mundo real, oímos “la llamada cuyo eco resuena más allá de cada aparente invocación a la muerte, la llamada cuyo canto se oye tras cada ataque asesino, suplicando que el amor restaure el mundo moribundo” (T.31.I.10:3). Vemos que el único propósito del mundo es el perdón. “¡Qué bello es el mundo cuyo propósito es perdonar al Hijo de Dios!” (T.29.VI.6:1).


¡Qué bello es caminar, limpio, redimido y feliz, por un mundo que tanta necesidad tiene de la redención que tu inocencia vierte sobre él! (T.23.In.6:5)




TEXTO

V. Los heraldos de la eternidad


1. En este mundo, el Hijo de Dios se acerca al máximo a sí mismo en una relación santa. Ahí comienza a encontrar la confianza que su Padre tiene en él. 3Y ahí encuentra su función de restituir las leyes de su Padre a lo que no está operando bajo ellas y de encontrar lo que se había perdido. 4Sólo en el tiempo se puede perder algo, pero nunca para siempre. 5Así pues, las partes sepa­radas del Hijo de Dios se unen gradualmente en el tiempo, y con cada unión el final del tiempo se aproxima aún más. 6Cada mila­gro de unión es un poderoso heraldo de la eternidad. 7Nadie que tenga un solo propósito, unificado y seguro, puede sentir miedo. 8Nadie que comparta con él ese mismo propósito podría dejar de ser uno con él.

2. Cada heraldo de la eternidad anuncia el fin del pecado y del miedo. 2Cada uno de ellos habla en el tiempo de lo que se encuen­tra mucho más allá de éste. 3Dos voces que se alzan juntas hacen un llamamiento al corazón de todos para que se hagan de un solo latir. 4Y en ese latir se proclama la unidad del amor y se le da la bienvenida. 5¡Que la paz sea con vuestra relación santa, la cual tiene el poder de conservar intacta la unidad del Hijo de Dios! 6Lo que le das a tu hermano es para el bien de todos, y todo el mundo se regocija gracias a tu regalo. 7No te olvides de Aquel que te dio los regalos que das, y al no olvidarte de Él, recordarás a Aquel que le dio los regalos para que Él te los diera a ti.

3. Es imposible sobrestimar la valía de tu hermano. 2Sólo el ego hace eso, pero ello sólo quiere decir que desea al otro para sí mismo, y, por lo tanto, que lo valora demasiado poco. 3Lo que goza de incalculable valor obviamente no puede ser evaluado. 4¿Eres consciente del miedo que se produce al intentar juzgar lo que se encuentra tan fuera del alcance de tu juicio que ni siquiera lo puedes ver? 5No juzgues lo que es invisible para ti, o, de lo contrario, nunca lo podrás ver. 6Más bien, aguarda con paciencia su llegada 6Se te concederá poder ver la valía de tu hermano cuando lo único que le desees sea la paz. 7Y lo que le desees a él será lo que recibirás.

4. ¿Cómo podrías estimar la valía de aquel que te ofrece paz? 2¿Qué otra cosa podrías desear, salvo lo que te ofrece? 3Su valía fue establecida por su Padre, y tú te volverás consciente de ella cuando recibas el regalo que tu Padre te hace a través de él. 4Lo que se encuentra en él brillará con tal fulgor en tu agradecida visión, que simplemente lo amarás y te regocijarás. 5No se te ocu­rrirá juzgarlo, pues, ¿quién puede ver la faz de Cristo y aun así insistir en que juzgar tiene sentido? 6Pues esa insistencia es pro­pia de aquellos que no ven. 7Puedes elegir ver o juzgar, pero nunca ambas cosas.

5. El cuerpo de tu hermano tiene tan poca utilidad para ti como para él. 2Cuando se usa únicamente de acuerdo con las enseñan­zas del Espíritu Santo, no tiene función alguna. 3Pues las mentes no necesitan el cuerpo para comunicarse. 4La visión que ve al cuerpo no le es útil al propósito de la relación santa. 5mientras sigas viendo a tu hermano como un cuerpo, los medios y el fin no estarán en armonía. 6¿Por qué se han de necesitar tantos instantes santos para alcanzar una relación santa, cuando con uno solo bastaría? 7No hay más que uno. 8El pequeño aliento de eternidad que atraviesa el tiempo como una luz dorada es sólo uno: no ha habido nada antes ni nada después.

6. Ves cada instante santo como un punto diferente en el tiempo. 2Mas es siempre el mismo instante. 3Todo lo que jamás hubo o habrá en él se encuentra aquí ahora mismo. 4El pasado no le resta nada, y el futuro no le añadirá nada más. 5En el instante santo, entonces, se encuentra todo. 6En él se encuentra la belleza de tu relación, con los medios y el fin perfectamente armonizados ya. 7En él se te ha ofrecido ya la perfecta fe que algún día habrás de ofrecerle a tu hermano; en él se ha concedido ya el ilimitado per­dón que le concederás; y en él es visible ya la faz de Cristo que algún día habrás de contemplar.

7. ¿Cómo ibas a poder calcular la valía de quien te ofrece seme­jante regalo? 2¿Cambiarías ese regalo por otro? 3Ese regalo resti­tuye las leyes de Dios nuevamente a tu memoria. 4Y sólo por recordarlas, te olvidas de las leyes que te mantenían prisionero del dolor y de la muerte. 5No es éste un regalo que el cuerpo de tu hermano te pueda ofrecer. 6El velo que oculta el regalo, tam­bién lo oculta a él. 7Él es el regalo, sin embargo, no lo sabe. 8Tú tampoco lo sabes. 9Pero ten fe en que Aquel que ve el regalo en ti y en tu hermano lo ofrecerá y lo recibirá por vosotros dos. 10Y a través de Su visión lo verás, y a través de Su entendimiento lo reconocerás y lo amarás como tuyo propio.

8. Consuélate, y siente cómo el Espíritu Santo cuida de ti con amor y con perfecta confianza en lo que ve. 2Él conoce al Hijo de Dios y comparte la certeza de su Padre de que el universo des­cansa a salvo y en paz en sus tiernas manos. 3Consideremos ahora lo que tiene que aprender a fin de poder compartir la confianza que su Padre tiene en él. 4¿Quién es él, para que el Creador del universo ponga a éste en sus manos, sabiendo que en ellas está a salvo? 5Él no se ve a sí mismo tal como su Padre lo conoce. 6Sin embargo, es imposible que Dios se equivoque con respecto a dónde deposita Su confianza.





















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