DESPERTAR AL AMOR

martes, 1 de diciembre de 2020

1 DICIEMBRE: Elijo ver la impecabilidad de mi hermano.

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EJERCICIOS


LECCIÓN 335


Elijo ver la impecabilidad de mi hermano.


1. Perdonar es una elección. 2Nunca veo a mi hermano tal como es, pues eso está mucho más allá de la percepción. 3Lo que veo en él es simplemente lo que deseo ver, pues eso es lo que quiero que sea verdad. 4A eso es a lo único que respondo, por mucho que parezca que es a los acontecimientos externos. 5Elijo lo que deseo contemplar, y eso, y sólo eso, es lo que veo. 6La impecabilidad de mi hermano me muestra que quiero contemplar la mía propia. 7Y la veré, puesto que he decidido ver a mi hermano en la santa luz de su inocencia.

2. ¿De qué otro modo podría restituírseme Tu recuerdo, sino viendo la inocencia de mi hermano? 2Su santidad me recuerda que él fue creado uno conmigo y semejante a mí. 3En él encuentro mi Ser, y en Tu Hijo encuentro asimismo el recuerdo de Ti.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Esto continúa el pensamiento de la lección de ayer acerca de decidir y elegir. Ayer leímos acerca de elegir seguir la Voz de Dios, y contemplar la inocencia de nuestros hermanos. Hoy leemos:

Perdonar es una elección. Nunca veo a mi hermano tal como es, pues eso está mucho más allá de la percepción. Lo que veo en él es simplemente lo que deseo ver, pues eso es lo que quiero que sea verdad. (1:1-3)

En otras palabras, lo que vemos procede de las elecciones que hemos hecho acerca de lo que queremos ver. El Texto habla de “La Decisión a favor de la Inocencia” (T.14.III). Dice (ver el párrafo 4 de esa sección) que tenemos que tomar la decisión de ver la inocencia y no la culpa. Si tomamos esa decisión, eso es lo que veremos.

Es sorprendente que se nos diga que nunca vemos a nuestros hermanos como son (1:2). Ver o percibir (que es una forma dualista de conocer, en la que uno se ve separado de lo que está viendo) no puede darse cuenta de la realidad de lo que somos. Lo que vemos siempre es un símbolo, una representación imperfecta. No es extraño que sea tal fácil que la percepción sea errónea.

La percepción errónea en cuanto a culpa e inocencia sucede así: Veo culpa en mí, quiero librarme de ella, así que la proyecto sobre mi hermano. Le veo culpable porque quiero y lo he elegido. Pienso que esto me liberará de la culpa.

La corrección de la percepción sucede a la inversa: Me doy cuenta de que no estoy en paz y, por lo tanto, debo haber decidido de manera equivocada. Decido ver la inocencia de mi hermano. Cuando he tomado esa decisión de verdad, veré su inocencia. Ésta es una ley: “ves lo que crees que está ahí, y crees que está ahí porque quieres que lo esté” (T.25.III.1:3). “Cuando lo único que desees sea amor no verás nada más” (T.12.VII.8:1).
Lo que vemos siempre es lo que elegimos ver porque queremos verlo. “A eso es a lo único que respondo, por mucho que parezca que es a los acontecimientos externos” (1:4). El Curso es consciente de que el modo en que describe la percepción no es como nos parece a nosotros. Estamos completamente convencidos de que estamos viendo lo que estamos viendo porque asI es como es. Creemos que son los acontecimientos de fuera de nosotros los que nos imponen esta percepción. Cuando vemos a alguien como culpable, no es porque estamos eligiendo verlo de ese modo, ¡es culpable! Pensamos que estamos viendo sólo lo que es verdad. El Curso oye nuestras protestas y responde: “Por mucho que te parezca así, estás equivocado, estás respondiendo únicamente a lo que quieres ver, no a lo que está ahí realmente.
“Perdonar es una elección” (1:1). Podemos ver a nuestro hermano como culpable o inocente, y la elección es 100% cosa tuya, no tiene nada que ver con lo que hizo o no.

Estar dispuesto a ver a mi hermano como inocente es señal de que estoy dispuesto a verme a mí mismo como inocente (1:6-7). Estar dispuesto a ver a mi hermano como inocente me demuestra que he empezado a abandonar la culpa en mi mente, que era lo que causaba mi deseo de verle como culpable.

Vernos unos a otros inocentes, vernos unos a otros sin pecado, nos trae el recuerdo de Dios (2:1). Hay una fórmula que está a lo largo de todo el Curso: Primero vemos el rostro de Cristo (la inocencia) unos en otros, luego recordamos a Dios. “En él encuentro mi Ser, y en Tu Hijo encuentro asimismo el recuerdo de Ti” (2:3). Por eso, si quiero recordar a Dios, ¿qué puedo hacer? Elegir ver a mi hermano como inocente en lugar de culpable. Encontramos el camino a Dios a través de nuestros hermanos.

¿Qué es el ego? (Parte 5)

L.pII.12.3:1-3

El Hijo de Dios no tiene ego. (3:1)

Esta es la diferencia entre el ego y el Hijo de Dios. El Hijo de Dios, que es lo que yo soy, ¡no tiene ego! El ego es señal de un ser separado y limitado. El Hijo de Dios no está limitado ni separado de Dios. El Hijo no tiene límites y es tan extenso como el Padre. En cualquier parte que está Dios, está el Hijo. Son Uno. No existe el ego ni ningún ser que esté separado o que sea distinto de Dios.

Nuestro verdadero Ser no sabe de la locura, la idea de la muerte de Dios (o victoria sobre Él) es inconcebible porque el Hijo vive (mora) en Él (3:2). Vive en la dicha eterna, y no conoce el dolor ni el sufrimiento.

La locura (Dios como enemigo) y el sufrimiento son consecuencias del engaño del ego. Son tan ilusorios e irreales como el ego mismo. Habiendo estado encerrados en este engaño de un ser separado por tanto tiempo, apenas podemos empezar a imaginar un estado mental en el que esto no existe. Sin embargo, ahí es adonde nos está llevando el Curso: más allá del ego, más allá de la locura, de regreso a la unidad que siempre ha sido y que siempre será. Éste es nuestro verdadero estado mental, y nos llama en nuestro aislamiento, atrayéndonos para regresar.



TEXTO


VI. El perdón y el final del tiempo



1. ¿Cuán dispuesto estás a perdonar a tu hermano? 2¿Hasta qué punto deseas la paz en lugar de los conflictos interminables, el sufrimiento y el dolor? 3Estas preguntas son en realidad la misma pregunta, aunque formuladas de manera diferente. 4En el perdón reside tu paz, pues en él radica el fin de la separación y del sueño de peligro y destrucción, de pecado y muerte, de locura y asesi­nato, así como de aflicción y pérdida. 5Éste es el "sacrificio" que pide la salvación, y, a cambio de todo ello, gustosamente ofrece paz.

2. ¡No jures morir, santo Hijo de Dios! 2Pues eso es hacer un trato que no puedes cumplir. 3Al Hijo de la Vida no se le puede des­truir. 4Es inmortal como su Padre. 5Lo que él es no puede ser alterado. 6Él es lo único en todo el universo que necesariamente es uno sólo. 7A todo lo que parece eterno le llegará su fin. 8Las estrellas desaparecerán, y la noche y el día dejarán de ser. 9Todas las cosas que van y vienen, la marea, las estaciones del año y las vidas de los hombres; todas las cosas que cambian con el tiempo y que florecen y se marchitan, se irán para no volver jamás. 10Lo eterno no se encuentra allí donde el tiempo ha fijado un final para todo. 11El Hijo de Dios jamás puede cambiar por razón de lo que los hombres han hecho de él. 12Será como siempre ha sido y como es, pues el tiempo no fijó su destino, ni marcó la hora de su nacimiento ni la de su muerte. 13El perdón no lo cambiará. 14No obstante, el tiempo sólo está a la espera del perdón para que las cosas del tiempo puedan desaparecer, ya que no son de ninguna utilidad.

3. Nada sobrevive a su propósito. 2Si algo fue concebido para morir, morirá, a no ser que se niegue a aceptar ese propósito como propio. 3El cambio es lo único que se puede convertir en una bendición aquí, donde ningún propósito es fijo por muy inmutable que parezca ser. 4No creas que puedes fijar un objetivo que no concuerde con el propósito que Dios te encomendó, y hacer que sea inmutable y eterno. 5Puedes adjudicarte un propó­sito que no te corresponde a ti, 6pero no puedes deshacerte del poder de cambiar de parecer y establecer otro propósito en tu mente.

4. Poder cambiar es el mayor regalo que Dios le dio a todo lo que tú quisieras hacer eterno, para asegurarse de que el Cielo fuese lo único que no desapareciese. 2No naciste para morir. 3Y no puedes cambiar, ya que tu función la fijó Dios. 4Todos los demás objeti­vos, excepto uno, operan en el tiempo y cambian de manera que éste se pueda perpetuar. 5Pues el perdón no se propone conservar el tiempo, sino abolirlo una vez que deja de ser de utilidad. 6una vez que deja de ser útil, desaparece. 7Y ahí donde una vez parecía reinar, se restaura ahora a plena conciencia la función que Dios le encomendó a Su Hijo. 8El tiempo no puede fijar un final para el cumplimiento de esta función ni para su inmutabili­dad. 9La muerte no existe porque todo lo que vive comparte la función que su Creador le asignó. 10La función de la vida no puede ser morir. 11Tiene que ser la extensión de la vida, para que sea eternamente una para siempre y sin final.

5. Éste mundo te atará de pies y manos y destruirá tu cuerpo únicamente si piensas que se construyó para crucificar al Hijo de Dios. 2Pues aunque el mundo sea un sueño de muerte, no tienes por qué dejar que sea eso para ti. 3Deja que esto cambie, y todas las cosas en el mundo no podrán sino cambiar también. 4Pues aquí todo se define en función del propósito que tú le asignas.

6¡Qué bello es el mundo cuyo propósito es perdonar al Hijo de Dios! 2¡Cuán libre de miedo está, y cuán repleto de bendiciones y felicidad! 3¡Y qué dicha es morar por un tiempo en un lugar tan feliz! 4Mas no debemos olvidarnos de que en un mundo así, no transcurre mucho tiempo antes de que la intemporalidad venga calladamente a ocupar el lugar del tiempo.




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