DESPERTAR AL AMOR

viernes, 11 de diciembre de 2020

11 DICIEMBRE: Hoy sólo ofrezco milagros, pues quiero que retornen a mí.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 345


Hoy sólo ofrezco milagros, pues quiero que retornen a mí.


1. Padre, todo milagro es un reflejo de los regalos que me haces a mí, Tu Hijo. 2Y cada uno que concedo retorna a mí, recordándome que la ley del amor, es universal. 3Incluso aquí dicha ley se manifiesta en una forma que se puede reconocer, y cuya eficacia puede verificarse. 4Los milagros que concedo se me devuelven en la forma que más me puede ayudar con los problemas que percibo. 5Padre, en el Cielo es diferente, pues allí no hay necesidades. 6Pero aquí en la tierra, el milagro se parece más a tus regalos que cualquier otro regalo que yo pueda hacer. 7Así pues, déjame hoy hacer solamente este regalo, que al haber nacido del verdadero per­dón, ilumina el camino que debo recorrer para poder recordarte.

2. Que la paz sea con todos los corazones que la buscan. 2La luz ha venido a ofrecer milagros para bendecir a este mundo exhausto. 3Éste hallará descanso hoy, pues nosotros ofreceremos lo que hemos recibido



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

El pensamiento básico es parecido al de ayer: lo que doy me vuelve. Al darme cuenta de que esto es así, decido al comienzo del día, y al comienzo de todos los días, ofrecer sólo lo que quiero. Milagros. Dar un milagro significa ver más allá de las ilusiones de mis hermanos, y contemplarlos como verdaderamente son: creaciones de Dios. Significa no aceptar ni apoyar la imagen que mi hermano tiene de sí mismo como un ego limitado, un pequeño trozo de mente atrapada en un cuerpo. En lugar de eso, le veo como un ser de espíritu sin límites, espléndido de gloria. En el Capítulo 8 del Texto se nos dice.

Mas cuando ves a un hermano como una entidad física "pierdes" su poder y su gloria así como los tuyos… No dejes que él se menosprecie a sí mismo en tu mente, sino libéralo de su creencia de que es insignificante y así te liberarás tú de la tuya. (T.8.VII.5:3,5:6)

Eso es dar un milagro. Negarme a ver a mi hermano de la manera limitada en que él se ve a sí mismo, y ver al Cristo en él, por él. Así el milagro nos bendice a mi hermano y a mí, pues cuando mi mente sana de las ilusiones, se extiende a él, llevando luz a su mente. Le doy la oportunidad de verse a sí mismo tal como Dios le ve.

La ley del amor es universal. Incluso aquí dicha ley se manifiesta en una forma que se puede reconocer, y cuya eficacia puede verificarse. (1:2-3)

La ley del amor se expuso ayer: “que lo que doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo”. La forma en que esta ley se manifiesta aquí es algo que puedo reconocer. No es algo abstracto (sólo una idea), toma forma y se convierte en algo concreto. Cuando ofrezco milagros a los que me rodean, vuelven a mí, no en la misma forma en que los ofrecí sino en la forma que yo necesito para satisfacer mis necesidades tal como yo las veo (1:4). En el Cielo no hay necesidades (1:5); pero aquí en la tierra veo necesidades y la ley del amor se adapta a lo que yo veo (1:6).

Puedo ofrecer un milagro con un profundo acto de perdón, o a uno que pasa a mi lado puedo ofrecerle un milagro con una sonrisa que le dice: “Eres digno de ser amado”. Ofrezco un milagro con cada gesto de amabilidad, con cada gesto de cortesía, con cada muestra de respeto, o con cada acto bondadoso. Sea cual sea la forma, si el contenido del mensaje es: “Eres digno de ser amado. Eres valioso. Eres inocente”, he ofrecido un milagro, y me volverá.

Padre, que elija empezar el día firmemente decidido a ofrecer únicamente milagros a los que me rodean. Que diga desde lo más profundo de mi corazón:

Que la paz sea con todos los corazones que la buscan. La luz ha venido a ofrecer milagros para bendecir a este mundo exhausto. (2:1-2)

Y antes de que entre hoy en el ajetreo, voy a detenerme unos minutos y los pasaré ofreciendo paz a todos los corazones que la buscan y en quienes piense. Ese esfuerzo no se pierde nunca, y recibiré lo que estoy dispuesto a dar.


¿Qué es un milagro? (Parte 5)

L.pII.13.3:1-3

El perdón es la morada de los milagros. Los ojos de Cristo se los ofrecen a todos los que Él contempla con misericordia y con amor. La percepción queda corregida ante Su vista, y aquello cuyo propósito era maldecir tiene ahora el de bendecir. (3:1-3)

Un milagro corrige la percepción, y los milagros están en el perdón. Cuando miramos con los ojos de Cristo, miramos con misericordia y con amor, miramos con perdón. Y entonces, “repartimos” milagros a todos los que contemplamos con esa percepción corregida. No es sólo que algo cambia en nuestra mente o que nuestra percepción se vea afectada, algo se transmite o “llega” de nosotros a aquellos a los que contemplamos. Aquí, y en muchos lugares del Curso, un milagro parece tener un aspecto en el que algo pasa de mi mente perdonadora a otras mentes. Se dice que los milagros son “interpersonales” (T.1.II.1:4). Cuando acepto el perdón en mi mente, para mí mismo o para otro, se extiende a otros. Ciertamente, extenderlo es el modo en que lo acepto:

Los milagros son expresiones naturales de perdón. Por medio de los milagros aceptas el perdón de Dios al extendérselo a otros. (T.1.I.21:1-2)

La frase “aquello cuyo propósito era maldecir tiene ahora el de bendecir”, me recuerda la historia de la Biblia acerca de José y sus hermanos. Debido a que era el favorito de su padre, sus hermanos le vendieron como esclavo para Egipto, pues estaban celosos de él Pero debido a su habilidad para interpretar los sueños del faraón, José alcanzó un gran poder en Egipto. Años más tarde durante una época de hambre, su familia vino a Egipto buscando comida, y José era el hombre que estaba al mando de las provisiones de comida. En lugar de vengarse de ellos, José les dijo:

Para salvar vidas Dios me envió delante de vosotros… O sea que no fuisteis vosotros los que me enviasteis acá, sino Dios. (Génesis 45:5, :8)

Aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien. (Génesis 50:20)

Cuando hemos recibido el perdón en nuestros corazones, podremos ver bendiciones en lugar de acciones que otros hacen para perjudicarnos. “Aquello cuyo propósito era maldecir tiene ahora el de bendecir”. Encontramos eso cuando el Texto dice:

Debes estarle agradecido tanto por sus pensamientos de amor como por sus peticiones de ayuda, pues ambas cosas, si las percibes correctamente, son capaces de traer amor a tu conciencia. (T.12.I.6:2)

Y ciertamente, ese tipo de percepción es un milagro.






TEXTO

 

V. El único propósito



1. El mundo real es el estado mental en el que el único propósito del mundo es perdonar. 2El miedo ha dejado de ser el objetivo, pues escapar de la culpabilidad se ha convertido ahora en la meta. 3Se reconoce el valor del perdón, que pasa a ocupar el lugar de los ídolos, los cuales dejan de perseguirse porque ya no se les atri­buye ningún valor a sus "regalos". 4No se establecen reglas fúti­les, ni se le exige a nada ni a nadie que cambie y se amolde al sueño de miedo. 5Por el contrario, hay un deseo de querer com­prender todas las cosas creadas tal como realmente son. 6Y se reconoce que todas las cosas tienen que ser primero perdonadas, y luego comprendidas.

2. En este mundo se piensa que el entendimiento se consigue mediante el ataque. 2En el mundo real es evidente que atacando es como se pierde, 3y se reconoce claramente la insensatez de tener como objetivo a la culpabilidad. 4En dicho mundo no se desean los ídolos, pues se entiende que la culpabilidad es la única causa de cualquier dolor. 5Nadie sucumbe ante su vana atracción, pues el sufrimiento y la muerte se han percibido como cosas que ya no se desean y por las cuales no vale la pena esforzarse. 6Se ha vis­lumbrado la posibilidad de liberación y se le ha dado la bienve­nida, y ahora por fin se comprenden los medios por los que puede alcanzarse. 7El mundo se convierte en un lugar de esperanza por­que su único propósito es ser un lugar donde la esperanza de ser feliz pueda ser colmada. 8Y nadie está excluido de esta esperanza porque todos se han unido en la creencia de que el propósito del mundo es uno que todos tienen que compartir, si es que dicha esperanza ha de ser algo más que un simple sueño.

3. Aún no se recuerda el Cielo totalmente, pues el propósito del perdón todavía necesita alcanzarse. 2Sin embargo, todo el mundo está seguro de que irá más allá del perdón y de que sólo seguirá aquí hasta que éste se perfeccione en él. 3Ese es su único deseo. 4Todo temor ha desaparecido porque él está unido a sí mismo en su propósito. 5Su esperanza de felicidad es tan segura y constante que apenas puede seguir esperando aquí por más tiempo con sus pies aún tocando la tierra. 6Aun así, se siente feliz de poder espe­rar hasta que todas las manos se hayan unido y todos los corazo­nes estén listos para elevarse e ir con él. 7Pues así es como se prepara para dar el paso con el que se transciende el perdón.

4. El paso final lo da Dios porque únicamente Él pudo crear un Hijo perfecto y compartir Su Paternidad con él. 2Nadie que no se encuentre en el Cielo puede entender esto, pues entenderlo es en sí el Cielo. 3lncluso el mundo real tiene un propósito que se encuentra por debajo de la creación y de la eternidad. 4Pero el miedo ha desaparecido de él porque su propósito es el perdón, no la idolatría. 5así, el Hijo del Cielo está listo para ser quien es, y para recordar que el Hijo de Dios sabe todo lo que su Padre entiende y que lo entiende perfectamente junto con Él.

5. El mundo real ni siquiera se aproxima a eso, pues ése es el propósito de Dios, y sólo de Dios, si bien se comparte totalmente y se logra perfectamente. 2El mundo real es un estado en el que la mente ha aprendido cuán fácilmente desaparecen los ídolos, que, aunque todavía se perciben, ya no se desean más. 3¡Cuán fácil­mente los puede abandonar la mente que ha comprendido que no son nada, que no están en ninguna parte y que no tienen ningún propósito! 4Pues sólo entonces se puede entender que el pecado y la culpabilidad no tienen propósito alguno y que no significan nada.

6. De esta manera es como el propósito del mundo real se lleva dulcemente hasta tu conciencia para que reemplace al objetivo de pecado y culpabilidad. 2Y el perdón purifica felizmente todo lo que se interponía entre tu imagen de ti mismo y lo que realmente eres. 3Sin embargo, Dios no necesita crear a Su Hijo nuevamente para que a éste se le restituya lo que es suyo. 4Jamás existió bre­cha alguna entre tu hermano y tú. 5el Hijo de Dios volverá a saber lo que supo cuando fue creado.

7. Cuando dos o más hermanos comparten un mismo propósito en el mundo del miedo, se encuentran ya en el umbral del mundo real. 2Puede que aún miren atrás y piensen que ven un ídolo que desean. 3Mas su trayectoria ha sido ya firmemente fija­da en dirección contraria a la de los ídolos: hacia la realidad. 4Pues cuando se dieron la mano, fue la mano de Cristo la que tomaron, y contemplarán a Aquel de cuya mano van asidos. 5La faz de Cristo se ve antes de que el Padre se pueda recordar, 6pues Éste permanece en el olvido hasta que Su Hijo haya llegado más allá del perdón hasta el Amor de Dios. 7El Amor de Cristo, no obstante, se acepta primero. 8Y entonces aflora el conocimiento de que Ambos son uno.

8. ¡Cuán fácil y ligero es el paso que te saca de los estrechos confi­nes del mundo del miedo una vez que has reconocido de Quién es la mano de la que vas asido! 2Tienes a mano todo lo necesario para poder alejarte del miedo para siempre con perfecta certeza, y para seguir adelante y llegar cuanto antes a las puertas del Cielo. 3Pues Aquel de Cuya mano vas asido sólo estaba espe­rando a que te unieses a Él. 4Y ahora que has venido, ¿se demora­ría Él en mostrarte el camino que debe recorrer contigo? 5Su bendición descansa sobre ti tan indudablemente como el Amor de Dios descansa sobre Él. 6Su gratitud hacia ti sobrepasa tu entendimiento, pues tú le has permitido liberarse de sus cadenas para que juntos os dirijáis a la morada de Su Padre.

9. Un viejo odio está desapareciendo del mundo. 2con él va desapareciendo también todo miedo y rencor. 3No vuelvas la vista atrás, pues lo que te espera más adelante es lo que siempre anhelaste en tu corazón. 4¡Renuncia al mundo! 5Pero no con una actitud de sacrificio, 6pues nunca lo deseaste. 7¿Qué felicidad que jamás buscaste en él no te ocasionó dolor? 8¿Qué momento de satisfacción no se compró con monedas de sufrimiento y a un precio exorbitante? 9La dicha no cuesta nada. 10Es tu sagrado derecho, pues por lo que pagas no es felicidad. 11¡Que la honesti­dad te acelere en tu camino, y que al contemplar en retrospectiva las experiencias que has tenido aquí no te dejes engañar! 12Por todas ellas hubo que pagar un precio exorbitante y sufrir penosas consecuencias.

10. No mires atrás excepto con honestidad. 2cuando un ídolo te tiente, piensa en lo siguiente:

3Jamás te dio un ídolo cosa alguna, excepto el "regalo" de la culpabilidad. 4Cada uno de ellos se compró con la mo­neda del dolor, y nunca fuiste tú solo quien pagó por él.

5Sé, pues, misericordioso con tu hermano. 6Y no aceptes nunca un ídolo irreflexivamente, ni te olvides de que tu hermano pagará el costo al igual que tú. 7Pues se demorará cada vez que tú vuelvas la vista atrás y no percibas de Quién es la amorosa mano de la que vas asido. 8Mira, pues, sólo hacia adelante; y camina lleno de confianza con el corazón latiendo felizmente con esperanza y no palpitando con temor.

11. La Voluntad de Dios reside para siempre en aquellos cuyas manos están unidas. 2Hasta que se unieron, pensaban que Él era su enemigo. 3Mas cuando se unieron y compartieron un mismo propósito, les fue posible entender que su voluntad es una. 4Y así, la Voluntad de Dios no puede sino llegar hasta sus conciencias. 5no van a poder seguir olvidándose por mucho más tiempo de que no es sino la suya propia.













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