DESPERTAR AL AMOR

sábado, 19 de diciembre de 2020

19 DICIEMBRE: Mis ojos, mi boca, mis manos y mis pies tienen hoy un solo propósito: estar al servicio de Cristo a fin de que Él pueda utilizarlos para bendecir al mundo con milagros.

AUDIOLIBRO




EJERCICIOS


LECCIÓN 353


Mis ojos, mi boca, mis manos y mis pies tienen hoy un solo propósito: estar al servicio de Cristo a fin de que Él pueda utilizarlos para bendecir al mundo con milagros.


1. Padre, hoy le entrego a Cristo todo lo que es mío para que Él lo utilice de la manera que sea más beneficiosa para el propósito que comparto con Él. 2Nada es exclusivamente mío, pues Él y yo nos hemos unido en un propósito común. 3De este modo, el aprendizaje casi ha llegado a su señalado final. 4Por un tiempo colaboraré con Él en el logro de Su propó­sito. 5Luego me fundiré en mi Identidad y reconoceré que Cristo no es sino mi Ser.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Estas últimas diez lecciones (sin contar la última) representan el estado mental al que el Curso pretende llevarnos. En esta lección vemos el trabajo final de los pensamientos del Curso acerca del cuerpo. No es que el cuerpo se ignore, se desprecie o se descuide, sino que cada parte sea usada para bendecir al mundo con milagros. No se ataca ni se rebaja al cuerpo, en lugar de ello se le da un nuevo propósito que comparte con Cristo.

Padre, hoy le entrego a Cristo todo lo que es mío para que Él lo utilice de la manera que sea más beneficiosa para el propósito que comparto con Él. Nada es exclusivamente mío, pues Él y yo nos hemos unido en un propósito común. (1:1-2)

En el Cielo nuestra función es la creación, algo que aparentemente no podemos entender completamente hasta que nuestra mente despierte al Cielo, pero aquí nuestra función es el puro reflejo de la creación: dar milagros, extender el perdón. Podríamos decir que nuestra función aquí es reconocer a la creación, ya que perdonar es reconocer a nuestro hermano tal como Dios lo creó, y no como lo hemos hecho nosotros con la proyección de nuestra propia culpa.

Entonces, con toda la determinación que pueda reunir, voy a unirme al propósito de Cristo. Voy a darle mis manos, mis ojos, mi lengua, y mis pies. ¿Por qué no orar en silencio y, muy concretamente hacerlo? “Padre, hoy Le doy mis manos a Cristo para que las use para el propósito que comparto con Él: bendecir al mundo con milagros”. Luego repite lo mismo pero con las otras partes del cuerpo. Recuerda este pensamiento durante el día y renueva tu regalo a Cristo, llevando tu mente a su verdadero propósito cada vez que te acuerdes.

De este modo, el aprendizaje casi ha llegado a su señalado final. Por un tiempo colaboraré con Él en el logro de Su propósito. Luego me fundiré en mi Identidad y reconoceré que Cristo no es sino mi Ser. (1:3-5)

Cuando hayamos llegado al punto en el que verdaderamente Le hayamos dado todo lo que tenemos a Cristo para que lo use para Su propósito, habremos completado casi el programa de estudios. Todo lo que queda es permanecer un poco más aquí, sirviendo a Su propósito, compartiendo la luz con aquellas mentes que estén todavía nubladas. Esto describe casi a un avatar, un maestro iluminado que está en la tierra únicamente para servir a los que no han llegado tan lejos.

Cuando ese tiempo de servicio se haya terminado, “me fundiré en mi Identidad y reconoceré que Cristo no es sino mi Ser” (1:5). El ego se deshará y desaparecerá, la voluntad individual dejará de existir como algo separado (que nunca existió en realidad) y se extenderá en el Ser Uno de Cristo. No se perderá nada en este proceso, excepto nuestra separación.

No desesperes, corazón mío, si esto parece muy lejos de ti ahora. Está mucho más cerca de lo que te atreves a creer. Eres mucho más de lo que crees que eres. Entrégate a este propósito con alegría. El Espíritu Santo te proporcionará los medios. Estate dispuesto a ir en esta dirección, y no juzgues lo cerca o lejos que estás, lo fácil o difícil que piensas que es el camino. Estate dispuesto a que se haga. No sientas ansiedad o inquietud si parece evitarte, la inquietud es sólo una estrategia de retraso. Descansa, corazón mío. Confía. Los ángeles te contemplan esperando el nacimiento de Cristo en ti. No tengas miedo. ¡Alégrate!



¿Qué soy? (Parte 3)

L.pII.14.2:1-3

La necesidad de usar palabras está casi llegando a su fin ahora. (2:1)

A lo largo del Libro de Ejercicios, las palabras se han usado para enseñarnos e inspirarnos, y hemos usado en nuestras prácticas las palabras que se nos han dado. Cuando estemos verdaderamente listos para “graduarnos” del Libro de Ejercicios y de su nivel de entrenamiento, estaremos listos para abandonar las palabras concretas. Estaremos preparados para pasar nuestros días en comunicación constante con el Espíritu Santo, sin necesidad de palabras especiales que entrenen nuestra mente de acuerdo a las líneas del Curso, porque en ese punto nuestra mente estará completamente entrenada. Practicaremos habitualmente instantes santos y a menudo pasaremos tiempo cada día renovando nuestra mente en la Presencia de Dios.

Pocos de nosotros, si es que hay alguno, estamos en ese punto. Sé, muy a pesar mío, que yo no lo estoy. No he seguido fielmente el programa de entrenamiento que se nos ha dado (escrito en 1995), y por eso todavía necesito más entrenamiento, en el que el uso de palabras todavía es fundamental. Todavía necesito el apoyo de las palabras. El próximo año repetiré el Libro de Ejercicios de nuevo. No a regañadientes ni con una sensación de fracaso, ¡oh, no! He progresado mucho en este último año, creo. Las lecciones permanecen conmigo durante el día mucho más que antes, y mi mente se acuerda de aplicarlas como respuesta a la “tentación”. No siempre, pero más a menudo.

Mas en los últimos días de este año que tú y yo juntos le ofrecimos a Dios, hemos encontrado un solo propósito, el cual compartimos. (2:2)

Seguramente éste es uno de los propósitos del Libro de Ejercicios, que lleguemos a darnos cuenta de que compartimos un propósito con Jesús, somos salvadores (ver párrafo 3). Hemos empezado a recordar no sólo nuestra propia inocencia sino nuestro propósito, para el cual fuimos creados: para extender amor a otros, tal como Dios nos creó al extender Su Amor.

Y al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se nos concede a nosotros. (3:3)

Puesto que hemos aprendido que estamos aquí para bendecir al mundo, nosotros somos bendecidos. Puesto que hemos aprendido a perdonar, recibimos nuestro propio perdón. Ésta es la ley del amor. Así es como funciona el amor.

Cuando el propósito de entrenamiento del Libro de Ejercicios se haya completado en nosotros, no sólo habremos encontrado nuestra propia salvación individual, habremos descubierto que nuestra salvación está en llevar liberación a otros. Nos salvamos al salvar a otros, sanamos al sanar a otros. “Sanaré a medida que Le permita enseñarme a sanar” (T.2.V(A).18:6).













No hay comentarios:

Publicar un comentario