DESPERTAR AL AMOR

domingo, 13 de diciembre de 2020

13 DICIEMBRE: La ira procede de los juicios. Y los juicios son el arma que utilizo contra mí mismo a fin de mantener el milagro alejado de mi

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS


LECCIÓN 347


La ira procede de los juicios. Y los juicios son el arma que utilizo contra mí mismo a fin de mantener el milagro alejado de mi


1. Padre, deseo lo que va en contra de mi voluntad, y no lo que es mi voluntad tener. 2Rectifica mi mente, Padre mío, 3pues está enferma. 4Pero Tú has ofrecido libertad, y yo elijo reclamar Tu regalo hoy. 5Y así, le entrego todo juicio a Aquel que Tú me diste para que juzgara por mí. 6Él ve lo que yo contemplo, sin embargo, conoce la verdad. 7ÉI ve el dolor, mas comprende que no es real, y a la luz de Su entendimiento éste sana. 8Él concede los milagros que mis sueños quieren ocultar de mi conciencia. 9Que sea Él Quien juzgue hoy. 10No conozco mi voluntad, pero Él está seguro de que es la Tuya. 11Y hablará en mi nombre e invocará Tus milagros para que vengan a mí.

2. Escucha hoy. 2Permanece muy quedo, y oye la dulce Voz que habla por Dios asegurarte que Él te ha juzgado como el Hijo que Él ama.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Desde las elevadas alturas de la lección de ayer (“Hoy me envuelve la paz de Dios, y me olvido de todo excepto de Su Amor”), volvemos al nivel de nuestra mente dividida, en el que nos atacamos a nosotros mismos, manteniendo al milagro alejado con nuestros juicios y ataques. La lección anterior era la mente milagrosa, aquí vemos por qué no siempre sentimos ese estado mental: Lo mantenemos alejado enérgicamente mediante juicios y ataques. El proceso del Curso significa aprender a ser completamente honestos con nosotros mismos. Aprendemos a reconocer y admitir que nuestra mente está dividida:

Padre, deseo lo que va en contra de mi voluntad, y no lo que es mi voluntad tener. (1:1)

“Mi voluntad” es mi mente recta, olvidar todo excepto el Amor de Dios. Pero parece que queremos otra cosa y nos resistimos activamente a que el Amor de Dios inunde nuestra mente.

Me encantan estas dos frases:

Rectifica mi mente, Padre mío, pues está enferma. (1:2-3)

Me gustan debido a su sencillez, y por el contraste que ofrecen a la negación de nuestra oscuridad interior que es tan abundante en tantos ambientes. El Curso no se anda con chiquitas. No tapa nuestros problemas. Hay veces en que no es posible otra explicación: ¡Nuestra mente está enferma! Es una locura querer algo que va en contra de mi verdadera voluntad y resistirme enérgicamente a mi propio bienestar. La destrucción voluntaria de uno mismo siempre es una enfermedad. Cuando miramos honestamente al hecho de que estamos apartando nuestra propia paz mental, por elecciones que estamos tomando, debería resultarnos repugnante. Cuando vemos lo que hemos estado haciendo, nuestro ser más cuerdo dice: “¡Esto es una locura!”

Y por eso Le pedimos al Padre: “Rectifica mi mente”. Eso siempre me recuerda a un libro de ciencia ficción de Zenna Henderson, que leí cuando era joven, llamado Personas: No Diferente Carne. En él había ciertas personas que podían entrar telepáticamente en la mente de otra persona y “sanar” sus pensamientos, aliviando su inquietud y dolor internos. La idea me atrajo tanto que solía rezar: “Sáname, Padre”, cuando sentía el caos y la confusión de mis pensamientos. ¡Y funcionaba! Me quedé agradablemente sorprendido al ver esta frase parecida que confirmaba mi experiencia anterior: “Rectifica mi mente”.

Permitimos la sanación de nuestra mente al entregar nuestros juicios al Espíritu Santo y pedirle que juzgue por nosotros (1:5). Él ve lo que nosotros vemos, “sin embargo, conoce la verdad” (1:6). Él está mirando a lo mismo que miramos nosotros, pero Él sabe que el dolor no es real; lo que ve significa algo completamente diferente para Él. Para mí, lo que me muestran los ojos parece demostrarme que la separación, el dolor, la pérdida y la muerte son reales. Cuando Le llevo todo esto y Le pido que sane mi mente, Él me mostrará que lo que estoy viendo no significa lo que creo que significa, Él usará lo que yo pensaba que demostraba mi culpa para mostrarme mi inocencia.

Él concede los milagros que mis sueños quieren ocultar de mi conciencia. (1:8)

Escucha hoy. Permanece muy quedo, y oye la dulce Voz que habla por Dios asegurarte que Él te ha juzgado como el Hijo que Él ama. (2:1-2)


¿Qué es un milagro? (Parte 7)

L.pII.13.4:1

Al principio el milagro se acepta mediante la fe, porque pedirlo implica que la mente está ahora lista para concebir aquello que no puede ver ni entender. (4:1)

Fe, sí, Un Curso de Milagros pide fe, al menos al principio. “Al principio el milagro se acepta mediante la fe”. Éste es un significado bastante tradicional de la palabra “fe”. El Diccionario Americano Heritage define fe como: “Creencia que no se basa en pruebas lógicas o evidencias materiales”. Y eso es lo que se nos está pidiendo. Se nos pide que recibamos el milagro (el cambio de percepción, la visión de la inocencia de mi hermano) sin ninguna “prueba o evidencia material”. Se nos pide que contemplemos la devastación (como la enfermedad, o el daño hecho por las acciones no amorosas de alguien) y que creamos sin “prueba o evidencia material” que lo que vemos es falso.

Esto no es fácil de hacer: creer en algo que no podemos ver. Y sin embargo, si nuestra percepción falsa nos ha cegado a la realidad, y ahora estamos percibiendo las proyecciones de nuestra propia mente en lugar de la verdad, entonces está claro que la verdad ahora es algo que no podemos ver. Y puesto que lo que nuestra mente elige ver es lo que ve, la mente tiene que cambiar antes de que podamos percibir correctamente. Tenemos que elegir cambiar nuestra mente antes de que veamos la evidencia, porque para que el milagro se manifieste, nuestra mente primero tiene que estar “lista para concebir aquello que no puede ver ni entender”. En otras palabras, tenemos que tomar una decisión basada en la fe: tenemos que decidir ver algo que ahora no podemos ver ni entender.

Esto me recuerda mucho a aquellas lecciones del comienzo del Libro de Ejercicios, Lecciones 27 y 28: “Por encima de todo quiero ver” y “Por encima de todo quiero ver las cosas de otra manera”. Esa elección tiene que hacerse antes de que podamos ver. Para poder ver, tenemos que querer ver. Ésa es la fe de la que aquí se habla. Es una elección, una decisión que tenemos que tomar. Tenemos que querer ver a nuestro hermano como inocente. Tenemos que querer sólo amor. Tenemos que estar dispuestos a ver las cosas de manera diferente. Únicamente entonces veremos milagros.






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