DESPERTAR AL AMOR

jueves, 17 de diciembre de 2020

17 DICIEMBRE: Mi hermano impecable es mi guía a la paz: Mi hermano pecador es mi guía al dolor. Y el que elija ver será el que contemplaré.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS

 

 14. ¿Qué soy?


1. Soy el Hijo de Dios, pleno, sano e íntegro, resplandeciente en el reflejo de Su Amor. 2En mí Su creación se santifica y Se le garantiza vida eterna. 3En mí el amor alcanza la perfección, el miedo es imposible y la dicha se establece sin opuestos. 4Soy el santo hogar de Dios Mismo. 5Soy el Cielo donde Su Amor reside. 6Soy Su santa Impecabilidad. Misma, pues en mi pureza reside la Suya Propia.

 2. La necesidad de usar palabras está casi llegando a su fin ahora. 2Mas en los últimos días de este año que tú y yo juntos le ofreci­mos a Dios, hemos encontrado un solo propósito, el cual compartimos. 3Y así, te uniste a mí, de modo que lo que yo soy tú lo eres también. 4La verdad de lo que somos no es algo de  lo que se pueda hablar o describir con palabras. 5Podemos, sin embargo, darnos cuenta de la función que tenemos aquí, y usar palabras para hablar de ello así como para enseñarlo, si predicamos con el ejemplo.

3. Somos los portadores de la salvación. 2Aceptamos nuestro papel como salvadores del mundo, el cual se redime mediante nuestro perdón conjunto. 3Y al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se nos concede a nosotros. 4Vemos a todos como nuestros hermanos, y percibimos todas las cosas como buenas y bondadosas. 5No estamos interesados en ninguna función que se encuentre más allá del umbral del Cielo. 6El conocimiento vol­verá a aflorar en nosotros cuando hayamos desempeñado nues­tro papel. 7Lo único que nos concierne ahora es dar la bienvenida a la verdad.

4. Nuestros son los ojos a través de los cuales la visión de Cristo ve un mundo redimido de todo pensamiento de pecado. 2Nues­tros, los oídos que oyen la Voz que habla por Dios proclamar que el mundo es inocente. 3Nuestras, las mentes que se unen conforme bendecimos al mundo. 4Y desde la unión que hemos alcan­zado, invitamos a todos nuestros hermanos a compartir nuestra paz y a consumar nuestra dicha.

5. Somos los santos mensajeros de Dios que hablan en Su Nom­bre, y que al llevar Su Palabra a todos aquellos que Él nos envía, aprendemos que está impresa en nuestros corazones. 2Y de esa forma, nuestras mentes cambian con respecto al objetivo para el que vinimos y al que ahora procuramos servir. 3Le traemos bue­nas nuevas al Hijo de Dios que pensó que sufría. 4Ahora ha sido redimido. 5Y al ver las puertas del Cielo abiertas ante él, entrará y desaparecerá en el Corazón de Dios.


AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 351


Mi hermano impecable es mi guía a la paz: Mi hermano pecador es mi guía al dolor. Y el que elija ver será el que contemplaré.


1. ¿Quién es mi hermano sino Tu santo Hijo? 2Mas si veo pecado en él proclamo que soy un pecador, en vez de un Hijo de Dios, y que me encuentro solo y sin amigos en un mundo aterrante. 3Mas percibirme de esa manera es una decisión que yo mismo he tomado y puedo, por consi­guiente, volverme atrás. 4Puedo asimismo ver a mi hermano exento de pecado, y como Tu santo Hijo. 5Y si ésta es la alternativa por la que me decido, veo mi impecabilidad, a mi eterno Consolador y Amigo junto a mí, y el camino libre y despejado. 6Elige, pues, por mí, Padre mío, a través de Aquel que habla por Ti. 7Pues sólo Él juzga en Tu Nombre.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Una vez leí un artículo de Jon Mundy en la revista Sobre el Curso acerca de Bill Thetford (el hombre que pasó a máquina el Curso de las notas de Helen Schucman escritas en taquigrafía). En cierta ocasión Bill dijo que todo el Curso podía resumirse en una sola frase tomada del Curso: ¿Estás dispuesto a ver la inocencia de tu hermano? Jon relata la siguiente historia:

Judy Skutch Whitson cuenta una interesante historia acerca de Bill. En cierta ocasión Judy estaba sintiendo un ataque de ego monumental que estaba centrado en su amigo, el doctor Jerry Jampolsky. En un esfuerzo por encontrar paz mental, llamó a Bill Thetford y empezó a contarle todo lo que ella percibía como los errores de Jerry. Bill escuchó hasta que Judy se quedó sin aliento y entonces serenamente le dijo: “Ya sabes, Judy, que el Curso puede resumirse sólo en estas palabras: ¿Estás dispuesto a ver la inocencia de tu hermano?”

Judy gritó: “¡No!”. Él le contestó: “Vale, querida. Cuando lo estés, te sentirás mucho mejor”. Y él colgó el teléfono.

La percepción de mi hermano como pecador es una elección que yo estoy haciendo. No se basa en un hecho, no está causado por algo que mi hermano haya hecho, es simplemente la percepción que yo he elegido. Elegir ver a mi hermano como pecador me llevará siempre al dolor interno. Y cuando estamos dispuestos a ver a nuestro hermano como inocente, verdaderamente nos sentimos mucho mejor. El poder de la pregunta que hizo Bill (y que el Curso nos hace a todos nosotros) está en que muestra el hecho a menudo oculto de que estamos eligiendo esa percepción y que no queremos soltarla. Hasta que lo estemos, no hay nada que el Espíritu Santo pueda hacer por nosotros. Él no se opondrá a nuestra voluntad. El amor no se opone. Podemos quedarnos en el dolor de la falta de perdón todo el tiempo que queramos.

Pero cuando estamos dispuestos a soltarla, cuando reconocemos que estamos eligiendo cómo ver a nuestro hermano, cuando nos damos cuenta de que no nos gusta cómo nos sentimos cuando elegimos ver su pecado y cuando por fin estamos dispuestos a cambiar esa percepción, entonces podemos decir de corazón:

Elige, pues, por mí, Padre mío, a través de Aquel que habla por Ti. Pues sólo Él juzga en Tu Nombre. (1:6-7)


¿Qué soy? (Parte 1)

L.pII.14.1:1-3

Esta sección es una de las afirmaciones más poderosas del Curso acerca de su visión de nuestra verdadera naturaleza, de cómo se puede lograr dentro de este mundo del espacio y del tiempo, y de la función que procede naturalmente del hecho de lo que somos. El primer párrafo es una declaración enormemente poderosa, en primera persona, de nuestra Identidad real. A menudo descubro que leer algo así en voz alta, para mí mismo, me ayuda a poner toda mi atención en ello y a sentir lo que está diciendo. Otro efecto añadido es que, al hacer estas afirmaciones firmemente, diciéndolas como si realmente las creyese (aunque todavía no las crea), hace surgir en mi mente pensamientos que se oponen. Darse cuenta de esos pensamientos y escribirlos puede ser un ejercicio muy útil para descubrir las creencias ocultas del ego que están en mi mente, de modo que puedo reconocer su presencia y decidir que ya no las quiero.

Por ejemplo, en la primera frase leemos:

Soy el Hijo de Dios, pleno, sano e íntegro... (1:1). Descubro pensamientos que se oponen, tales como: “Todavía me falta mucho para estar completo, me queda mucho camino por recorrer”. “Estoy dividido, no íntegro”. Me gustaría estar sano ya, pero no lo estoy”. Éstas son lecciones que el ego me ha enseñado, y no son verdad. Puedo reconocer que estos pensamientos me están impidiendo aceptar el mensaje del Curso, y puedo elegir abandonarlos. Por ejemplo, podría decir: “Me siento incompleto y creo en mi incompleción, pero en realidad estoy completo. Quiero conocer mi propia compleción”.

Soy el Hijo de Dios… resplandeciente en el reflejo de Su Amor. (1:1)

La luz en mí es el reflejo de la Luz de Dios y del Amor de Dios. Extiendo luz, pero mi gloria es un reflejo, como la luz de la luna es un reflejo de la del sol y depende totalmente de éste. Es algo que procede de Dios y que se extiende a través de mí, pero que no procede de mí, y a menos que reconozca mi unión con mi Creador, oculto ese resplandor.

En mí Su creación se santifica y Se le garantiza vida eterna. (1:2)

Esto suena como lo que Jesús, en la tradición cristiana, dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Y ciertamente Jesús podría decir también estas palabras (“En mí Su creación se santifica y Se le garantiza vida eterna”). Pero, ¡nosotros también! Nosotros somos todo lo que Él era y es, eso es lo que Él nos dice en este Curso. La creación “se santifica” (se vuelve santa) en mí. Yo no necesito hacerme santo o volverme santo, soy una fuente (una fuente reflejada, pero una fuente) de santidad. Y lo que soy garantiza vida eterna para toda la creación, porque toda la creación es lo que yo soy. Soy el Hijo de Dios, el resplandor de Su Amor que se extiende hacia fuera y se convierte en lo que yo soy, eso es también lo que es toda la creación, la extensión de Su Amor. El hecho de que soy el Hijo de Dios, una extensión de Su Ser, como un rayo que se extiende desde el sol, garantiza la vida eterna porque lo que Dios es, es eterno, y si yo soy un efecto de Dios, Que es eterno, entonces yo también debo ser eterno, Su efecto para siempre.

En mí el amor alcanza la perfección, el miedo es imposible y la dicha se establece sin opuestos. (1:3)

Nos resulta difícil creer que el amor perfecto está en nosotros. “La razón de que tengas tan poca fe en ti mismo es que no estás dispuesto a aceptar el hecho de que dentro de ti se encuentra el amor perfecto” (T.15.VI.2:1). No es que sea difícil de creer, ¡es que no queremos creerlo! Nuestra identidad como ego depende de que esto no sea cierto. Si el perfecto Amor de Dios está en nosotros, entonces lo que somos procede de Dios y no de nosotros solos, que es lo que el ego quiere que creamos. Preferimos ser miedo a ser amor, porque nosotros inventamos el miedo. La verdad sigue siendo verdad, el amor perfecto está en nosotros, lo creamos o no, pensemos que lo queremos o no. Lo que creemos no cambia la creación de Dios.

El miedo es imposible en mí. Eso produce un montón de reacción negativa, ¿verdad? “Si el miedo es imposible, entonces ¿qué demonios es esto que estoy sintiendo? ¿Qué es? El Curso respondería que lo que sentimos es una ilusión, algo que no existe, un producto de nuestra imaginación. Lo que es no significa nada. ¿Y si cuando tengo miedo me dijera a mí mismo: “Pienso que estoy sintiendo miedo, pero el miedo en mí es imposible”? ¿Y si me diera cuenta de que lo que pienso que estoy sintiendo no está en mí, sino que es una idea ilusoria de mí mismo que he confundido con lo que soy?


“Y la dicha se establece sin opuestos”. Ésa es mi realidad. Probablemente ahora no lo siento de ese modo. Incluso cuando siento la dicha, siempre hay un opuesto acechando en la sombra. Pero ese opuesto, ese miedo, esa oscura presencia, no es real. No hay nada de lo que tener miedo y, en realidad, no existe nada a lo que temer.






TEXTO


Capítulo 31

  

LA VISIÓN FINAL




I. La simplicidad de la salvación


1. ¡Qué simple es la salvación! 2Tan sólo afirma que lo que nunca fue verdad no es verdad ahora ni lo será nunca. 3Lo imposible no ha ocurrido, ni puede tener efectos. 4Eso es todo. 5¿Podría ser esto difícil de aprender para aquel que quiere que sea verdad? 6Lo único que puede hacer que una lección tan fácil resulte difícil es no estar dispuesto a aprenderla. 7¿Cuán difícil puede ser recono­cer que lo falso no puede ser verdad, y que lo que es verdad no puede ser falso? 8Ya no puedes decir que no percibes ninguna diferencia entre lo falso y lo verdadero. 9Se te ha dicho exacta­mente cómo distinguir lo uno de lo otro, y lo que tienes que hacer si te confundes. 10¿Por qué, entonces, te empeñas en no aprender cosas tan sencillas como éstas?

2. Hay una razón. 2Pero no creas que es porque las cosas simples que la salvación te pide que aprendas sean difíciles, 3pues la salva­ción sólo enseña lo que es extremadamente obvio. 4La salvación simplemente procede de una aparente lección a la siguiente, mediante pasos muy sencillos que te llevan dulcemente de una a otra, sin ningún esfuerzo. 5Esto no puede crear confusión, y, sin embargo, estás confundido. 6Pues de alguna manera crees que es más fácil aprender y entender lo que es totalmente confuso. 7Lo que te has enseñado a ti mismo constituye una hazaña de aprendi­zaje tan gigantesca que es ciertamente increíble. 8Pero lo lograste porque ése era tu deseo, y no te detuviste a considerar si iba a ser difícil de aprender o tan complejo que no se pudiese entender.

3. Nadie que entienda lo que tú has aprendido, con cuánto esmero lo aprendiste, y los sacrificios que llevaste a cabo para practicar y repetir las lecciones una y otra vez, en toda forma concebible, podría jamás dudar del poder de tu capacidad para aprender. 2No hay un poder más grande en todo el mundo. 3El mundo se construyó mediante él, y aún ahora no depende de nada más. 4Las lecciones que te enseñaste a ti mismo las apren­diste con tanto esmero y se encuentran tan arraigadas en ti que se alzan como pesadas cortinas para nublar lo simple y lo obvio. 5No digas que no puedes aprender. 6Pues tu capacidad para aprender es tan grande que te ha enseñado cosas tan difíciles como que tu voluntad no es tu voluntad, que tus pensamientos no te pertenecen, e incluso, que no eres quien eres.

4. ¿Quién podría afirmar que lecciones como éstas son fáciles de aprender? 2Sin embargo, tú has aprendido eso y más. 3Por muy difícil que haya sido, has seguido dando cada paso sin quejarte, hasta construir un mundo de tu agrado. 4Y cada una de las leccio­nes que configuran al mundo procede del primer logro de tu aprendizaje, el cual fue de tal enormidad que, ante su magnitud, la Voz del Espíritu Santo parece débil e inaudible. 5El mundo comenzó con una extraña lección, lo suficientemente poderosa como para dejar a Dios relegado al olvido y a Su Hijo convertido en un extraño ante sus propios ojos, exiliado del hogar donde Dios Mismo lo había ubicado. 6Tú que te has enseñado a ti mismo que el Hijo de Dios es culpable, no digas que no puedes aprender las sencillas lecciones que la salvación te enseña.

5. Aprender es una capacidad que tú inventaste y te otorgaste a ti mismo. 2No fue concebida para hacer la Voluntad de Dios, sino para apoyar el deseo de que fuese posible oponerse a ella y para que una voluntad ajena fuese incluso más real. 3Y esto es lo que este aprendizaje ha intentado demostrar, y tú has aprendido lo que fue su propósito enseñar. 4Ahora tu viejo y remachado apren­dizaje se alza implacable ante la Voz de la verdad y te enseña que Sus lecciones no son verdad, que son demasiado difíciles de aprender y de entender, y que son diametralmente opuestas a lo que realmente es verdad. 5No obstante, las aprenderás, pues ése es el único propósito de tu capacidad para aprender que el Espí­ritu Santo ve en todo el mundo. 6Sus sencillas lecciones de perdón son mucho más poderosas que las tuyas, pues te llaman desde Dios y desde tu Ser.

6. ¿Es acaso ésta Vocecilla tan débil y queda que no puede alzarse por encima del insensato ruido de sonidos que no tienen sentido? 2La Voluntad de Dios no fue que Su Hijo se olvidara de Él, 3y el poder de Su Voluntad reside en la Voz que habla por Él. 4¿Qué lección vas a aprender? 5¿Qué desenlace es inevitable, es tan seguro como Dios y está más allá de cualquier duda e incertidum­bre? 6¿Cómo iba a poder oponerse tu mísero aprendizaje, que tan difícil fue de aprender y cuyas consecuencias son tan extrañas, a las sencillas lecciones que, desde los orígenes del tiempo y desde que la capacidad de aprender fue concebida, se te enseñan en cada momento del día?

7. Solamente se pueden aprender dos lecciones. 2Cada una de ellas da lugar a un mundo diferente. 3cada uno de esos mundos se deriva irremediablemente de su fuente. 4El mundo que ves es el resultado inevitable de la lección que enseña que el Hijo de Dios es culpable. 5Es un mundo de terror y desesperación. 6En él no hay la más mínima esperanza de hallar felicidad. 7Ningún plan que puedas idear para tu seguridad tendrá jamás éxito. 8No puedes buscar dicha en él y esperar encontrarla. 9Mas éste no es el único resultado que se puede derivar de lo que has aprendido. 10Por mucho que te hayas esforzado por aprender la tarea que elegiste, la lección que refleja el Amor de Dios es todavía más fuerte. 11Y aprenderás que el Hijo de Dios es inocente, y verás otro mundo.

8. En el mundo que resulta de la lección que afirma que el Hijo de Dios es inocente no hay miedo, la esperanza lo ilumina todo y una gran afabilidad refulge por todas partes. 2No hay nada en él que no te invite amorosamente a ser su amigo y a que le permitas unirse a ti. 3Ni una sola llamada deja jamás de oírse, se interpreta erróneamente o se queda sin contestar en el mismo lenguaje en que se hizo. 4Y entenderás que ésta es la llamada que todos los seres y todas las cosas en el mundo siempre habían hecho, pero que tú no habías percibido como tal. 5ahora te das cuenta de que estabas equivocado. 6Te habías dejado engañar por las for­mas que ocultaban la llamada. 7Por lo tanto, no la podías oír, y así, perdiste un amigo que siempre quiso ser parte de ti. 8La eterna y queda llamada de cada aspecto de la creación de Dios a la totalidad se oye por todo el mundo a la que esta otra lección da lugar.

9. No hay ninguna cosa viviente que no comparta la Voluntad universal de que goce de plenitud y de que tú no seas sordo a su llamada. 2Sin tu respuesta esta llamada se deja morir, de la misma manera en que se la salva de la muerte cuando tú oyes en ella la llamada ancestral a la vida y comprendes que es tu propia llamada. 3El Cristo en ti recuerda a Dios con la misma certeza con la que Él conoce Su Amor. 4Pero Dios sólo puede ser Amor si Su Hijo es inocente. 5Pues ciertamente sería miedo, si aquel a quien Él creó inocente pudiera ser esclavo de la culpabilidad. 6El Hijo perfecto de Dios recuerda su creación. 7Pero en su culpabilidad se ha olvidado de lo que realmente es.

10El temor a Dios es el resultado ineludible de la lección que afirma que Su Hijo es culpable, de la misma manera en que el Amor de Dios no puede sino recordarse cuando el Hijo reconoce su inocencia. 2Pues el odio no puede sino engendrar temor y con­siderar a su padre igual que a sí mismo. 3¡Cuán equivocado estás tú que no oyes la llamada cuyo eco resuena más allá de cada aparente invocación a la muerte, la llamada cuyo canto se oye tras cada ataque asesino, suplicando que el amor restaure el mundo moribundo! 4No comprendes Quién es el que te llama tras cada manifestación de odio, tras cada incitación a la pugna. 5Pero lo reconocerás cuando le contestes en el mismo lenguaje en que Él te llama. 6Él aparecerá cuando le hayas contestado, y por Él sabrás que Dios es Amor.

11. ¿Qué es la tentación, sino el deseo de tomar una decisión erró­nea con respecto a lo que quieres aprender, y obtener un resul­tado que no deseas? 2El reconocimiento de que ése es un estado mental indeseable se convierte en el medio por el que se vuelve a examinar la elección, viéndose entonces que hay otro resultado más deseable. 3Te engañas a ti mismo si crees que lo que quieres son desastres, desunión y dolor. 4No prestes oídos a esa llamada. 5Escucha más bien la llamada subyacente, que te exhorta a que seas feliz y a que estés en paz. 6Y el mundo entero te brindará paz y felicidad. 7Pues a lo que oigas es a lo que responderás! 8Y ¡oh, maravilla! 9Tu respuesta será la prueba de lo que has aprendido, 10y su resultado, el mundo que contemplarás.

12. Permanezcamos muy quedos por un instante y olvidémonos de todas las cosas que jamás hayamos aprendido, de todos los pensamientos que hayamos abrigado y de todas las ideas precon­cebidas que tengamos acerca de lo que las cosas significan y de cuál es su propósito. 2Olvidémonos de nuestras propias ideas acerca del propósito del mundo, 3pues no lo sabemos. 4Dejemos que toda imagen que tengamos acerca de cualquier persona se desprenda de nuestras mentes y desaparezca.

13. No abrigues ningún juicio, ni seas consciente de ningún pensa­miento, bueno o malo, que jamás haya cruzado tu mente con res­pecto a nadie. 2Ahora no lo conoces. 3Pero eres libre de conocerlo, y de conocerlo bajo una nueva luz. 4Ahora él renace para ti, y tú para él, sin el pasado que lo condenó a morir, y a ti junto con él. 5Ahora él es tan libre para vivir como lo eres tú porque una vieja lección que se había aprendido ha desaparecido, dejando un sitio donde la verdad puede renacer.

  




















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