DESPERTAR AL AMOR

jueves, 3 de diciembre de 2020

3 DICIEMBRE: Mi impecabilidad me protege de todo daño.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

LECCIÓN 337

Mi impecabilidad me protege de todo daño.

1. Mi impecabilidad garantiza mi perfecta paz, mi eterna seguri­dad y mi amor, imperecedero; me mantiene eternamente a salvo de cualquier pensamiento de pérdida y me libera completamente del sufrimiento. 2Mi estado sólo puede ser uno de felicidad, pues eso es lo único que se me da. 3¿Qué debo hacer para saber que todo esto me pertenece? 4Debo aceptar la Expiación para mí mismo, y nada más. 5Dios ha hecho ya todo lo que se tenía que hacer. 6Y lo que tengo que aprender es a no hacer nada por mi cuenta, pues sólo necesito aceptar mi Ser, mi impecabilidad, la cual se creó para mí y ya es mía, para sentir el Amor de Dios protegiéndome de todo daño, para entender que mi Padre ama a Su Hijo y para saber que soy el Hijo que mi Padre ama.

2. Tú que me creaste en la impecabilidad no puedes estar equivocado con respecto a lo que soy. 2Era yo quien estaba equivocado al pensar que había pecado, pero ahora acepto la Expiación para mí mismo. 3Padre, mi sueño termina ahora. 4Amén.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Ésta es una lección acerca de aceptar la Expiación y nada más. Afirma que hay realmente sólo dos pasos para la felicidad completa (1:4-6).

(1) Darme cuenta de que no tengo que hacer nada por mí mismo.
(2) Aceptar lo que Dios ya ha hecho.

Toda la agitación y la inquietud que sentimos al empezar un camino espiritual proceden de pensar que nos falta algo (que es no ver el paso 2) y que por lo tanto tenemos que hacer algo (que es no ver el paso 1).

Nos sentimos desgraciados, por lo tanto pensamos que nos falta felicidad y empezamos a buscarla. La tristeza no es un estado de carencia. Es un estado de negación. Estamos enérgicamente negando la felicidad, que es nuestro estado natural. Estamos impidiendo la consciencia de la presencia del Amor. Estamos tapando la dicha de nuestra naturaleza creada, de simplemente Ser, con una capa mugrienta de insatisfacción. Pensamos que la solución es hacer algo, en realidad la solución es dejar de hacer algo, poner fin a la actividad que está ocultando nuestra felicidad.

Ése es uno de los valores de la meditación. Cuando voluntariamente ponemos fin a nuestra actividad mental, a menudo nos sentimos felices de repente. Eso es porque somos siempre felices, pero estamos continuamente causando tristeza con nuestros pensamientos. Detén todos los pensamientos y la felicidad está siempre ahí. Elimina las nubes y el sol está siempre ahí.

Nos hemos enseñado a nosotros mismos que somos esta actividad mental continua. Abandonar esa actividad es la mayor amenaza para el ego. Tenemos miedo de que si abandonamos esa actividad no queda nada, eso nos dice el ego. ¡El ego miente descaradamente!

Todo lo que tenemos que hacer es dejar de hacer. Lo que somos, sin ninguna actividad de ningún tipo, es suficiente para mantener la felicidad constante y perfecta.

¿Qué es el ego? (Parte 7)

L.pII.12.4:1

Conocer la realidad significa no ver al ego ni a sus pensamientos, sus obras o actos, sus leyes o creencias, sus sueños o esperanzas, así como tampoco los planes que tiene para su propia salvación y el precio que hay que pagar por creer en él. (4:1)

Conocer la realidad consiste simplemente en no ver ilusiones. Sin ilusiones que la oculten, la realidad se ve por sí misma. Por eso es por lo que “no tenemos que hacer nada”. No tenemos que hacer la realidad. No tenemos que hacernos inocentes, o felices o pacíficos. Sólo tenemos que dejar de ser “esa cosa” que oculta la realidad de nuestra vista: el ego y todo lo relacionado con él.

La lista de todos los aspectos que “no tenemos que ver” nos es necesaria, porque si la lección sólo dijera “conocer la realidad significa no ver al ego” no estaríamos seguros de lo que significaba. Al decir todas las cosas relacionadas con el ego (pensamientos, obras, actos, leyes, creencias, sueños, esperanzas, los planes para su propia salvación, el precio que nos exige) es más probable que entendamos el verdadero alcance de lo que significa no ver al ego. No sólo los actos del ego tienen que desaparecer de nuestra vista sino también todas las cosas que causan esos actos.


Me impresiona especialmente “los planes que tiene para su propia salvación”. El ego tiene muchos planes para sacarnos del atolladero en lo que pensamos que estamos. Pero realmente no estamos en ningún atolladero, sólo hemos tapado la realidad con ilusiones, y la realidad sigue estando ahí. No tenemos que hacer nada para encontrarla. No tenemos que hacer planes para nuestra salvación. Sin duda, hacer planes para nuestra salvación alimenta más todavía al ego. Como dice la Lección 337, necesitamos entender que “lo que tengo que aprender es a no hacer nada por mi cuenta, pues sólo necesito aceptar mi Ser, mi impecabilidad, la cual se creó para mí y ya es mía, para sentir el Amor de Dios protegiéndome de todo daño” (L.337.1:6).




 TEXTO

 

VIII. El anti-Cristo



1. ¿Qué es un ídolo? 2¿Crees saberlo? 3Pues los ídolos no se reco­nocen como tales y nunca se ven como realmente son. 4Ése es su único poder. 5Su propósito es turbio, y son a la vez temidos y venerados porque no sabes para qué son, ni para qué se concibie­ron. 6Un ídolo es una imagen de tu hermano a la que atribuyes más valor que a él. 7Sea cual sea la forma de los ídolos, los inven­tas para reemplazar a tu hermano. 8Y esto es lo que nunca se percibe o se reconoce. 9Mas así es, trátese de un cuerpo o de una cosa; de un lugar o de una situación; de una circunstancia o de un objeto que se posea o se desee; de un derecho que se exija o de uno que ya se tenga.

2. No dejes que las formas que adoptan te engañen, 2pues los ídolos no son sino sustitutos de tu realidad. 3De alguna manera crees que completan tu pequeño yo, ofreciéndote así seguridad en un mundo que percibes como peligroso, y en el que hay fuer­zas que se han aglutinado a fin de quebrantar tu confianza y destruir tu paz. 4Crees que los ídolos tienen el poder de remediar tus deficiencias y de proporcionarte la valía que no tienes. 5Todo aquel que cree en ellos se convierte en esclavo de la pequeñez y de la pérdida. 6Y así, tiene que buscar más allá de su pequeño yo la fuerza necesaria para levantar la cabeza y emanciparse de todo el sufrimiento que el mundo refleja. 7Ésta es la sanción que pagas por no buscar en tu interior la certeza y la tranquilidad que te libera del mundo y que te permite alzarte por encima de él, en quietud y en paz.

3. Un ídolo es una falsa impresión o una creencia falsa; alguna forma de anti-Cristo que constituye una brecha entre el Cristo y lo que tú ves. 2Un ídolo es un deseo hecho tangible al que se le ha dado forma, que se percibe entonces como real y se ve como algo externo a la mente. 3No obstante, sigue siendo un pensamiento y no puede abandonar la mente de la que procede. 4Ni tampoco su forma es algo separado de la idea que representa. 5Toda forma de anti-Cristo se opone a Cristo. 6pende ante Su faz como un os­curo velo que parece separarte de Él, dejándote solo y desampa­rado en las tinieblas. 7La luz, sin embargo, está ahí. 8Una nube no puede apagar el sol. 9Ni un velo puede hacer desaparecer aquello que parece dividir, ni atenuar en lo más mínimo la luz misma.

4. Este mundo de ídolos es un velo que cubre la faz de Cristo porque su propósito es separarte de tu hermano. 2Es un propó­sito tenebroso y temible, y, sin embargo, es un pensamiento que ni siquiera tiene el poder de cambiar una brizna de hierba de algo vivo a un signo de muerte. 3Su forma no está en ninguna parte, pues su fuente está en aquella parte de tu mente de la que Dios está ausente. 4¿Dónde se encuentra este lugar del que se ha excluido y se ha mantenido aparte lo que está en todas partes? 5¿Qué mano podría alzarse y obstruir los designios de Dios? 6¿De quién es la voz que podría exigir que Él no entrase? 7Lo que se cree "más-que-todo" no es algo que deba hacerte temblar o que deba acobardarte. 8El enemigo de Cristo no está en ninguna parte. 9No puede adoptar ninguna forma en la que jamás pueda ser real.

5. ¿Qué es un ídolo? 2¡Un ídolo no es nada! 3Se necesita creer en él para que parezca cobrar vida, y se le tiene que dotar de poder para que pueda ser temido. 4Su vida y su poder son el regalo que le da el que cree en él, y esto es lo que el milagro restituye a lo que sí tiene vida y poder dignos del don del Cielo y de la paz eterna. 5El milagro no restaura la verdad, que es la luz que el velo no pudo apagar. 6Simplemente descorre el velo, y deja que la verdad brille libremente, al ser lo que es. 7La verdad no necesita que se crea en ella para ser lo que es, pues ha sido creada, y, por lo tanto, es.

6. Un ídolo se establece creyendo en él, y cuando la creencia se abandona, el ídolo "muere". 2Esto es lo que es el anti-Cristo: la extraña idea de que hay un poder más allá de la omnipotencia, un lugar más allá del infinito y un tiempo que transciende lo eterno. 3Ahí el mundo de los ídolos ha sido establecido por la idea de que ese poder, lugar y tiempo tienen forma, y de que configuran el mundo en el que lo imposible ha ocurrido. 4Ahí lo inmortal viene a morir, lo que todo lo abarca a sufrir pérdidas y lo eterno a convertirse en esclavo del tiempo. 5Ahí lo inmutable cambia, y la paz de Dios, que Él otorgó para siempre a toda cosa viviente, da paso al caos. 6Y el Hijo de Dios, tan perfecto, impeca­ble* y amoroso como su Padre, viene a odiar por un tiempo, a padecer y finalmente a morir.

7. ¿Dónde están los ídolos? 2¡En ninguna parte! 3¿ Podría haber brechas en lo que es infinito? a¿Podría haber un lugar en el que el tiempo pudiese interrumpir la eternidad? 4Un paraje de oscuri­dad allí donde todo es luz o un sombrío nicho dentro de lo que es infinito no tiene un lugar donde poder existir. 5Los ídolos están más allá de donde Dios ha establecido todas las cosas para siem­pre, y donde no dejó cabida para nada, excepto Su Voluntad. 6Un ídolo no es nada, ni se encuentra en ninguna parte, mientras que Dios lo es todo y se encuentra en todas partes.

8¿Cuál es, entonces, el propósito de los ídolos? 2¿Cuál es su fina­lidad? 3Ésta es la única pregunta para la que hay muchas respues­tas, dependiendo de a quién se le haya preguntado. 4El mundo cree en ídolos. 5Nadie viene a él a menos que los haya venerado y trate todavía de buscar uno que aún le pueda ofrecer un regalo que la realidad no posee. 6Todo idólatra abriga la esperanza de que sus deidades especiales le han de dar más de lo que otras personas poseen. 7Tiene que ser más. 8No importa realmente de qué se trate: más belleza, más inteligencia, más riqueza o incluso más aflicción o dolor. 9Pero para eso es un ídolo, para darte más de algo. 10Y cuando uno falla otro viene a ocupar su lugar, y tú esperas que te pueda conseguir más de otra cosa. 11No te dejes engañar por las formas en que esa "otra cosa" se manifiesta. 12Un ídolo es un medio para obtener más de algo. 13Y eso es lo que va en contra de la Voluntad de Dios.

9. Dios no tiene muchos hijos, sino uno sólo. 2¿A cuál de ellos se le puede dar más y a cuál menos? 3En el Cielo el Hijo de Dios no podría por menos que reírse de la idea de que un ídolo pudiese interrumpir su paz. 4El Espíritu Santo habla en nombre de ese Hijo, y te dice que los ídolos no tienen ningún propósito aquí. 5Pues más que el Cielo jamás podrás tener. 6si el Cielo se encuen­tra en ti, ¿por qué ir en pos de ídolos que lo menoscabarían, cre­yendo que te van a dar más de lo que Dios os otorgó a tu hermano y a ti, en cuanto que uno con Él? 7Dios te dio todo lo que existe. 8Y para asegurarse de que no lo pudieses perder, se lo dio también a toda cosa viviente. 9Y así, toda cosa viviente es parte de ti, así como de Él. 10Ningún ídolo puede hacer que seas más que Dios. 11Mas nunca estarás satisfecho siendo menos.

  





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