DESPERTAR AL AMOR

jueves, 24 de diciembre de 2020

24 DICIEMBRE: Ninguna invocación a Dios puede dejar de ser oída o no recibir respuesta. Y de esto puedo estar seguro: Su respuesta es la única que realmente deseo.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS

 

 

LECCIÓN 358



Ninguna invocación a Dios puede dejar de ser oída o no recibir respuesta. Y de esto puedo estar seguro: Su respuesta es la única que realmente deseo.


1. Tú que recuerdas lo que realmente soy, eres el único que recuerda lo que realmente deseo. 2Hablas en Nombre de Dios, y, por lo tanto, hablas en mi nombre. 3Y lo que me concedes procede de Dios Mismo. 4Tu Voz, entonces, Padre mío, es mía también, y lo único que quiero es lo que Tú me ofreces, en la forma exacta en que Tú eliges que yo lo reciba. 5Permí­teme recordar todo lo que no sé, y deja que mi voz se acalle, mientras lo recuerdo. 6Y no dejes que me olvide de Tu Amor ni de Tu cuidado, antes bien, ayúdame a mantener siempre presente en mi conciencia la pro­mesa que le hiciste a Tu Hijo. 7No dejes que olvide que mi ser no es nada, pero que mi Ser lo es todo.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

El ego está continuamente trabajando para convencernos de que queremos muchas cosas diferentes, cosas que a menudo se oponen unas a otras. Hemos escuchado a nuestro ego durante tanto tiempo que estamos completamente confundidos acerca de lo que queremos. Una lección del comienzo dice: “No percibo lo que más me conviene” (L.24).

Puesto que estoy tan confundido acerca de lo que realmente quiero, es muchísimo mejor dejar esa elección en manos del Espíritu Santo:

Tú que recuerdas lo que realmente soy, eres el único que recuerda lo que realmente deseo. (1:1)

Necesito recordar esto a menudo, especialmente cuando pienso que deseo algo con gran intensidad. “Quiero ese ordenador nuevo”. “Quiero una relación amorosa, íntima y sexualmente comprometida”. “Quiero un trabajo mejor”. Necesito recordarme a mí mismo: “Espera un minuto, Allen. ¡Recuerda! No recuerdas claramente quién eres, así que ¿cómo puedes saber lo que realmente quieres?”

Parte de aprender el Curso es acostumbrarnos a escuchar al Espíritu Santo. Y parte de esa lección es darnos cuenta de que Él habla por nosotros, y no sólo por Dios. Puede parecer que no estoy de acuerdo con lo que Él parece querer para mí, y necesito darme cuenta de que lo que Él quiere para mí es lo que yo realmente quiero, aunque mi ego me diga lo contrario.

Tu Voz, entonces, Padre mío, es mía también, y lo único que quiero es lo que Tú me ofreces, en la forma exacta en que Tú eliges que yo lo reciba. (1:4)

Muy a menudo me siento inclinado a pensar que quiero lo que Dios quiere dar, pero luego decido la forma en que tiene que llegarme. Oigo que la Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad, y luego decido la forma que esa felicidad debe tener. Tengo que dar un paso más, como esta lección hace: Yo quiero lo que Dios quiere, y lo vea o no en este momento, lo quiero en la misma forma en que Él elige dármelo, y no en la forma que pienso que debe tener.

Como padre, me acuerdo muchas veces de cuando intentaba convencer a uno de mis hijos de que realmente no quería lo que pensaba que quería. Tal vez él decía: “Quiero el chicle rojo”. Y yo solía decirle: “No, Ben, el rojo no es dulce, es canela picante, y no te gustará”. Y él solía decir: “¡¡Quiero el rojo!!” Nosotros hacemos lo mismo con Dios, mucho más a menudo de lo que estamos dispuestos a admitir.

Permíteme recordar todo lo que no sé, y deja que mi voz se acalle, mientras lo recuerdo. (1:5)

Cuando pienso que sé lo que quiero, que me dé cuenta de que no lo sé. Que me calle y deje la rabieta, que me acalle y escuche la Voz de mi Padre. Él habla por mí y por Dios. Él sabe lo que de verdad quiero, y seguir Su consejo es sabiduría. Él nos ama, se ocupa de nosotros, nos ha prometido estar siempre con nosotros. Que confíe en Él, aunque no entienda, sabiendo que ¡Dios lo sabe mejor!

No dejes que olvide que mi ser no es nada, pero que mi Ser lo es todo. (1:7)

El pequeño “yo”, el ego individual, no es nada, Quien yo soy es todo. El Espíritu Santo siempre habla desde el punto de vista de ese Ser más extenso. Él no busca beneficiar y mimar al pequeño “yo”, Él siempre trabaja para llevarnos a la plena consciencia del Ser. A veces lo que me da se opone al pequeño “yo”, pero nos está llevando a la plena consciencia del Ser. Por esa razón nuestra idea de lo que queremos está tan deformada, y lo que Él quiere para nosotros parece a veces ser algo que no queremos. Estamos confundidos acerca de quien somos. Él no está confundido. Por eso, confiemos en Su sabiduría, aquietémonos, y sepamos que Él es Dios.


¿Qué soy? (Parte 8)

L.pII.14.4:4

Y desde la unión que hemos alcanzado, invitamos a todos nuestros hermanos a compartir nuestra paz y a consumar nuestra dicha. (4:4)

Alcanzamos la unidad poco a poco. En realidad no “alcanzamos” la unidad sino que la recordamos, nos hacemos conscientes de lo que siempre ha sido así. Pero, en el tiempo, parece como si la alcanzásemos poco a poco. Empezamos con instantes santos muy cortos, chispazos de recuerdo, como un sueño olvidado que estamos intentando recordar. Esos momentos de recuerdo vienen cada vez más a menudo, cada vez más claros, y al final cada vez duran más, hasta que un día recordemos completamente y para siempre. Cada instante que pasamos en esa unidad, reconocemos que no estamos ahí solos, y que no podemos estar ahí solos. Sentimos paz y dicha, pero nuestra dicha no puede ser completa hasta que todos la compartan con nosotros y despierten a la realidad de Quien son. Por eso, les llamamos, nos extendemos hasta todos.

El estado mental que estamos buscando, que podríamos llamar el estado mental iluminado, es el que se da cuenta de su unión con todas las creaciones de Dios, y que se propone reestablecer a todas sus partes la perfecta comunicación de esa perfecta unidad. Como el “bodhisatva” de la tradición budista que renuncia al Nirvana para salvar a otros, no queriendo pasar a ese estado de perfecto gozo hasta que incluso “cada brizna de hierba esté iluminada”, así los que están en la mente recta llaman continuamente a sus hermanos, pidiéndoles que compartan su paz. Jesús es un ejemplo de esta actitud, como dice en el Texto, en la Sección “El Círculo de la Expiación”:

Yo estoy dentro del círculo, llamándote a que vengas a la paz. Enseña paz conmigo, y álzate conmigo en tierra santa. Recuerda por todos el poder que tu Padre les ha otorgado. No pienses que no puedes enseñar Su perfecta paz. No permanezcas afuera, sino únete a mí adentro. No dejes de cumplir el único propósito al que mi enseñanza te exhorta. Devuélvele a Dios Su Hijo tal como Él lo creó, enseñándole que es inocente. (T.14.V.9:4-10)


Ocupa quedamente tu puesto dentro del círculo, y atrae a todas las mentes torturadas para que se unan a ti en la seguridad de su paz y de su santidad. (T.14.V.8:6)





TEXTO

 

VI. El reconocimiento del espíritu



1. O bien ves la carne o bien reconoces el espíritu. 2En esto no hay términos medios. 3Si uno de ellos es real, el otro no puede sino ser falso, pues lo que es real niega a su opuesto. 4La visión no ofrece otra opción que ésta. 5Lo que decides al respecto determina todo lo que ves y crees real, así como todo lo que consideras que es verdad. 6De esta elección depende todo tu mundo, pues mediante ella estableces en tu propio sistema de creencias lo que eres: carne o espíritu. 7Si eliges ser carne jamás podrás escaparte del cuerpo al verlo como tu realidad, pues tu decisión reflejará que eso es lo que quieres. 8Pero si eliges el espíritu, el Cielo mismo se inclinará para tocar tus ojos y bendecir tu santa visión a fin de que no veas más el mundo de la carne, salvo para sanar, consolar y bendecir.

2. La salvación es un deshacer. 2Si eliges ver el cuerpo, ves un mundo de separación, de cosas inconexas y de sucesos que no tienen ningún sentido. 3Alguien aparece y luego desaparece al morir; otro es condenado al sufrimiento y a la pérdida. 4nadie es exactamente como era un instante antes ni será el mismo. un instante después. 5¿Qué confianza se puede tener ahí donde se percibe tanto cambio? a¿Y qué valía puede tener quien no es más que polvo? 6La salvación es el proceso que deshace todo esto. 7Pues la constancia es lo que ven aquellos cuyos ojos la salvación ha liberado de tener que contemplar el costo que supone conser­var la culpabilidad, ya que en lugar de ello eligieron abando­narla.

3. La salvación no te pide que contemples el espíritu no percibas el cuerpo. 2Simplemente te pide que ésa sea tu elección. 3Pues puedes ver el cuerpo sin ayuda, pero no sabes cómo contemplar otro mundo aparte de él. 4Tu mundo es lo que la salvación habrá de deshacer, permitiéndote así ver otro que tus ojos jamás habrían podido encontrar. 5Cómo va a lograrse esto no es algo que deba preocuparte. 6No comprendes cómo apareció ante ti lo que ves, 7pues si lo comprendieses, desaparecería. 8El velo de la ignorancia está corrido igualmente sobre lo bueno que sobre lo malo, y se tiene que traspasar para que ambas cosas puedan desaparecer a fin de que la percepción no encuentre ningún lugar donde ocul­tarse. 9¿Cómo se puede hacer esto? 10No se puede hacer en abso­luto. 11Pues ¿qué podría aún quedar por hacer en el universo que Dios creó?

4. Sólo la arrogancia podría hacerte pensar que tienes que allanar el camino que conduce al Cielo. 2Se te han proporcionado los medios para que puedas ver el mundo que reemplazará al que tú inventaste. 3¡Hágase tu voluntad! 4Esto es verdad para siempre tanto en el Cielo como en la tierra, 5independientemente de dónde creas estar o de lo que creas que la verdad acerca de ti mismo debe realmente ser. 6Independientemente también de lo que contem­ples, y de lo que elijas sentir, pensar o desear. 7Pues Dios Mismo ha dicho: "Hágase tu voluntad". 8Y, consecuentemente, se hace.

5. Tú que crees que puedes ver al Hijo de Dios como quisieras que fuese, no olvides que ningún concepto que abrigues de ti mismo puede oponerse a la verdad de lo que eres. 2Erradicar la verdad es imposible. 3Pero cambiar de conceptos no es difícil. 4Una sola visión que se vea claramente y que no se ajuste a la imagen que antes se percibía, hará que el mundo sea diferente para aquellos ojos que hayan aprendido a ver porque el concepto del yo habrá cambiado.

6. ¿Eres invulnerable? 2Entonces el mundo te parece un lugar ino­fensivo. 3¿Perdonas? 4Entonces el mundo es misericordioso, pues le has perdonado sus ofensas, de modo que te contempla tal como tú lo contemplas a él. 5¿Eres un cuerpo? 6Entonces ves en cada hermano un traidor, listo para matar. 7¿Eres espíritu, inmor­tal y sin la más mínima posibilidad de corrupción ni mancha alguna de pecado sobre ti? 8Entonces ves estabilidad en el mundo, pues ahora es absolutamente digno de toda tu confianza: un lugar feliz en donde descansar por un tiempo, en donde no hay nada que temer, sino sólo amar. 9¿Le negarían los puros de corazón la bienvenida a alguien? 10¿Y qué podría herir a los que son verdaderamente inocentes?

7. ¡Hágase tu voluntad, santa criatura de Dios! 2No importa si crees estar en el Cielo o en la tierra. 3Lo que la Voluntad de tu Padre ha dispuesto para ti jamás ha de cambiar. 4La verdad en ti permanece tan radiante como una estrella, tan pura como la luz, tan inocente como el amor mismo. 5Y tú eres digno de que se haga tu voluntad.








No hay comentarios:

Publicar un comentario