DESPERTAR AL AMOR

jueves, 10 de diciembre de 2020

10 DICIEMBRE: Hoy aprendo la ley del amor: que lo que le doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 344


Hoy aprendo la ley del amor: que lo que le doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo.


1. Ésa es Tu ley, Padre mío, no la mía. 2Al no comprender lo que signifi­caba dar, procuré quedarme con lo que deseaba sólo para mí. 3Y cuando contemplé el tesoro que creía tener, encontré un lugar vacío en el que nunca hubo nada, en el no hay nada ahora y en el que nada habrá jamás. 4¿Quién puede compartir un sueño? 5¿Y qué puede ofrecerme una ilu­sión? 6Pero aquel a quien perdone me agasajará con regalos mucho más valiosos que cualquier cosa que haya en la tierra. 7Permite que mis her­manos redimidos llenen mis arcas con los tesoros del Cielo, que son los únicos que son reales. 8Así se cumple la ley del amor. 9Y así es como Tu Hijo se eleva y regresa a Ti.

2. ¡Qué cerca nos encontramos unos de otros en nuestro camino hacia Dios! 2¡Qué cerca está Él de nosotros! 3¡Qué cerca el final del sueño del pecado y la redención del Hijo de Dios!



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

¿Y si nos diéramos cuenta de que lo que damos a otros es lo que nos quedará al final? ¿Y si reconociéramos que todo lo que intentamos conservar sólo para nosotros se perderá? ¿Cómo cambiaría eso el modo en que vivimos?

La lección se refiere a nuestros regalos de amor y perdón más que a algo físico, aunque lo físico a menudo representa ese amor. “Pero aquel a quien perdone me agasajará con regalos mucho más valiosos que cualquier cosa que haya en la tierra” (1:6). El Curso nos enseña que todo es una idea; y las ideas cuando se dan, únicamente aumentan, no perdemos nada al darlas. Por otra parte, cuando intentamos guardar nuestro cariño para nosotros solos, terminamos con las manos vacías: “Y cuando contemplé el tesoro que creía tener, encontré un lugar vacío en el que nunca hubo nada, en el no hay nada ahora y en el que nada habrá jamás” (1:3). Únicamente lo que se comparte es real porque únicamente la Unidad es la realidad, y la separación es ilusoria. No podemos tener algo sólo para nosotros porque no estamos solos.

¿Cómo nos elevamos y regresamos a Dios?” (1:9). Perdonando a nuestros hermanos (1:6-8). Cada uno de los que perdono llena “mis arcas con los tesoros del Cielo, que son los únicos que son reales” (1:7). Hay un corto poema que aprendí hace años en la época de mi fundamentalismo cristiano que dice:

Sólo una vida, que pronto habrá terminado,
Sólo lo que se Le da a Cristo durará.

Sólo el amor es real. Sólo el amor es eterno.

¡Qué cerca nos encontramos unos de otros en nuestro camino hacia Dios! ¡Qué cerca está Él de nosotros! ¡Qué cerca el final del sueño del pecado y la redención del Hijo de Dios! (2:1-3)

No creo que todavía tenemos una idea de lo estrechamente que estamos unidos unos a otros, o de lo cerca que estamos unos de otros. Cada vez que eliges escuchar la Voz de Dios en lugar de la del ego, por muy poco que sea, me ayudas en mi camino a Dios. Cada vez que abro los ojos a la visión de Cristo, tú ves un poco mejor. Tú y yo y todos nosotros somos realmente uno. Como dice la Lección 19: “No soy el único que experimenta los efectos de mis pensamientos”. Si hoy estoy dispuesto a ver a otro como completo, le ayudo en el camino a Dios al recordarle Quien es realmente, y literalmente me he ayudado a mí mismo del mismo modo porque nuestras mentes están unidas. ¡Cuántas oportunidades nos esperan a cada uno de nosotros hoy! ¡Qué impaciente estoy de extender el perdón por todo el mundo!


¿Qué es un milagro? (Parte 4)

L.pII.13.2:3-5

El milagro invierte la percepción que antes estaba al revés, y de esa manera pone fin a las extrañas distorsiones que ésta manifestaba. (2:3)

Las percepciones que hemos aprendido del ego están al revés, y un milagro invierte esas percepciones y las pone bien de nuevo. Tal vez ésta es una referencia de cómo funciona la vista física. En la vista física, la imagen proyectada por la lente de nuestros ojos está verdaderamente al revés. La mente literalmente aprende a ver la imagen invertida como si estuviera al derecho. En un experimento a las personas se les daban gafas que invertían la imagen, de modo que en la retina aparecía del derecho, la gente veía todo como si estuviera al revés. Sin embargo, después de varios días la mente se adaptaba y veía todo de nuevo del modo correcto. Cuando les quitaron las gafas, ¡la gente veía entonces las cosas como si estuvieran del revés!

Por ejemplo, la percepción de que lo que doy, lo pierdo, está completamente al revés; la verdadera percepción me muestra que lo que doy, lo conservo. Percibimos lo que es falso, pero nuestra mente ha aprendido a interpretarlo como la verdad. Vemos ilusiones y pensamos que son reales, creemos que la realidad es ilusoria. Tenemos miedo al amor, y amamos el miedo. Pensamos que la culpa es buena, y que la inocencia es culpabilidad. Un milagro invierte todo esto, corrige nuestra percepción, invirtiendo nuestra comprensión. El cambio en la percepción es lo que acaba con la distorsión (deformación) en lo que se está manifestando (es decir, lo que estamos viendo en la forma).

“Ahora la percepción se ha vuelto receptiva a la verdad” (2:4). Cuando el milagro invierte mi percepción y pone fin a la deformación, puedo percibir la verdad (o su reflejo con exactitud). Mientras no se corrija la percepción, la verdad no puede entrar.

“Ahora puede verse que el perdón está justificado” (2:5). Ésta es quizá la inversión más total de todas. Una de las ideas más firmes del Curso es que el perdón está justificado. Si pensamos en el perdón desde el punto de vista del ego, lo vemos como librar a alguien del castigo sin ninguna razón, “fruto de la bondad de nuestro corazón”. El Curso dice que tenemos todas las razones para perdonar. Está totalmente justificado (T.30.VI.2:1). Lo que no está justificado es el juicio, la condena y la ira (T.30.VI.1:1). Esto es algo que no puede aprenderse a través de la lógica (aunque es completamente lógico). Cuando vemos nuestra condena a alguien como justa, así es como lo vemos. No sirve de nada que intentemos razonar nosotros para verlo de manera diferente, no funciona. Tampoco podemos “obligarnos” a nosotros mismos a hacerlo. Si intentamos forzarnos a “perdonar” mientras seguimos viendo culpa, nos sentimos como si no fuéramos honestos con nosotros mismos.


Cuando Le entregas tu percepción al Espíritu Santo y Le pides ver tal como Él ve, Él te da Su percepción. Simplemente aparece en la mente. Literalmente ya no ves ninguna razón para condenar, y sí todas las razones para dar amor. Tu ira, perfectamente justificada hace un momento, ahora ya no existe. Es como el cambio que ocurre cuando miras al dibujo de un Ojo Mágico (donde una imagen de tres dimensiones se esconde en una de dos dimensiones) o una ilusión óptica. Lo estás mirando sólo por un lado, de repente lo miras por el otro. Y cuando lo miras por un lado, no puedes verlo por el otro. Así es el milagro. Invierte tu percepción. Estabas viendo un lado, ahora ves el otro. No puedes hacer que “suceda”, pero cuando sucede, lo sabes.






TEXTO

 

IV. La verdad que yace tras las ilusiones



1. Atacarás lo que no te satisfaga, y así, no te darás cuenta de que fuiste tú mismo quien lo inventó. 2Tu batalla es siempre con las ilusiones. 3Pues la verdad que yace tras ellas es tan hermosa y tan serena en su amorosa dulzura, que si fueses consciente de ella te olvidarías por completo de tus defensas y te apresurarías a echarte en sus brazos. 4La verdad jamás puede ser atacada. 5tú sabías esto cuando inventaste los ídolos. 6Los concebiste precisa­mente para olvidarte de este hecho. 7Lo único que atacas son las ideas falsas, nunca las verdaderas. 8Los ídolos son todas las ideas que concebiste para llenar la brecha que tú crees se formó entre lo que es verdad y tú. 9Y las atacas por lo que crees que ellas representan 10Pero lo que yace tras ellas no puede ser atacado.

2. Los dioses que inventaste -opresores e incapaces de satisfa­certe- son como juguetes infantiles descomunales. 2Un niño se asusta cuando una cabeza de madera salta de una caja de resorte al ésta abrirse repentinamente, o cuando un oso de felpa, suave y silencioso, emite sonidos al él apretarlo. 3Las reglas que él había establecido para las cajas de resorte y para los osos de felpa le han fallado y le han hecho perder el "control" de lo que le rodea. 4Ahora tiene miedo, pues pensó que las reglas lo protegían. 5Ahora tiene que aprender que las cajas y los osos no lo engaña­ron, ni violaron ninguna regla, y que lo ocurrido no quiere decir que su mundo se haya vuelto caótico y peligroso. 6Es él quien estaba equivocado. 7No comprendió bien qué era lo que lo man­tenía a salvo y pensó que eso lo había abandonado.

3. La inexistente brecha se encuentra repleta de juguetes de innu­merables formas. 2Cada uno de ellos parece violar las reglas que estableciste para él. 3Sin embargo, ninguno de ellos fue jamás lo que tú pensabas que era. 4Y así, no pueden sino dar la impresión de que violan las reglas de seguridad que estableciste, toda vez que éstas son falsas. 5Mas tú no estás en peligro. 6Puedes reírte de los muñecos que saltan de cajas de resorte y de los juguetes que emiten sonidos, de la misma manera en que lo hace el niño que ya ha aprendido que no suponen ningún peligro para él. 7Sin embargo, mientras le guste jugar con ellos, seguirá percibiéndo­los como si respetaran las reglas que él estableció para su propio deleite. 8Por lo tanto, todavía habrá reglas que dichos juguetes parecerán violar y como consecuencia de ello él se asustará. 9Mas ¿está él realmente a merced de sus juguetes? 10¿Y pueden éstos realmente suponer una amenaza para él?

4. La realidad obedece las leyes de Dios y no las reglas que tú mismo estableces. 2Son Sus leyes las que garantizan tu seguridad. 3Las ilusiones que creas con respecto a ti no obedecen ninguna ley. 4Parecen danzar por un rato, al compás de las leyes que tú promulgaste para ellas. 5Mas luego se desploman para no levan­tarse más. 6No son más que juguetes, hijo mío, de modo que no lamentes su pérdida. 6Su danza jamás te brindó felicidad alguna, 8pero tampoco eran cosas que pudiesen asustarte o mantenerte a salvo si respetaban tus reglas. 9Las ilusiones no deben ni apre­ciarse ni atacarse, sino que simplemente se deben considerar como juguetes infantiles, sin ningún significado intrínseco. 10Ve significado en una sola de ellas, y lo verás en todas. 11No veas significado en ninguna, y no podrán afectarte en absoluto.

5. Las apariencias engañan precisamente porque son apariencias y no la realidad. 2No les prestes atención sea cual sea la forma que adopten. 3Lo único que hacen es distorsionar la realidad y produ­cir temor, debido a que ocultan la verdad. 4No ataques lo que tú mismo hiciste a fin de ser engañado, pues eso demostraría que has sido engañado. 5El ataque tiene el poder de hacer que las ilusiones parezcan reales. Mas en realidad no hace nada. 7¿Quién podría tener miedo de un poder que no tiene efectos reales? 8¿Qué podría ser dicho poder, sino una ilusión que hace que las cosas parezcan ser como él mismo? 9Observa calmada­mente sus juguetes, y comprende que no son más que ídolos que no hacen sino danzar al compás de vanos deseos. 10No los vene­res, pues no existen. 11Cuando atacas, no obstante, te olvidas de esto. 12El Hijo de Dios no necesita defenderse de sus sueños. 13Sus ídolos no suponen ninguna amenaza para él. 14El único error que comete es creer que son reales. 15Mas ¿hay algo que las ilusiones puedan lograr?

6. Lo único que las apariencias pueden hacer es engañar a la mente que desea ser engañada. Mas tú puedes tomar una deci­sión muy simple que te situará por siempre más allá del engaño. 3No te preocupes por cómo se va a lograr esto, pues eso no es algo que puedas entender. 4Pero sí verás los grandes cambios que se producirán de inmediato, una vez que hayas tomado esta sim­ple decisión: que no deseas lo que crees que un ídolo te puede dar. 5Pues así es como el Hijo de Dios declara que se ha liberado de todos ellos. 6Y, por lo tanto, es libre.

7. ¡Qué paradójica es la salvación! 2¿Qué otra cosa podría ser, sino un sueño feliz? Lo único que te pide es que perdones todas las cosas que nadie jamás hizo, que pases por alto lo que no existe y que no veas lo ilusorio como si fuese real. 4Se te pide únicamente que permitas que se haga tu voluntad y que dejes de buscar las cosas que ya no deseas. 5se te pide también que permitas que se te libere de los sueños de lo que nunca fuiste y desistas de tu empeño de querer sustituir la Voluntad de Dios por la fuerza de los deseos vanos.

8. Llegado este punto, el sueño de separación empieza a desvane­cerse y a desaparecer. 2Pues aquí la brecha inexistente comienza a percibirse libre de los juguetes de terror que tú inventaste. 3Esto es lo único que se te pide. 4Alégrate en verdad de que la salvación no pida mucho, sino de que pida tan poco. 5En realidad no pide nada. 6Y aun en las ilusiones sólo pide que el perdón sea el substi­tuto del miedo. 7Ésa es la única regla para tener sueños felices. 8La brecha se vacía de todos los juguetes de temor, poniéndose así de manifiesto su irrealidad. 9Los sueños no sirven para nada, 10el Hijo de Dios no tiene ninguna necesidad de ellos. 11No le ofrecen ni una sola cosa que él pudiera jamás desear. 12El Hijo de Dios se libera de las ilusiones por su propia voluntad y simplemente se le restaura a lo que él es. 13¿Qué podría ser el plan de Dios para su salvación, sino un medio para darse a Sí Mismo Su Hijo?












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