DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 2 de diciembre de 2020

2 DICIEMBRE: El perdón me enseña que todas las mentes están unidas.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 336


El perdón me enseña que todas las mentes están unidas.


1. El perdón es el medio a través del cual a la percepción le llega su fin. 2El conocimiento es restituido una vez que la percepción ha sido transformada y ha dado paso enteramente a lo que por siempre ha de estar más allá de su más elevado alcance. 3Pues las imágenes y los sonidos tan sólo pueden servir, en el mejor de los casos, para evocar el recuerdo que yace tras todos ellos. 4El per­dón elimina las distorsiones y revela el altar a la verdad que se hallaba oculto. 5Sus blancas azucenas refulgen en la mente, y la instan a regresar y a mirar en su interior para encontrar lo que en vano ha buscado afuera. 6Pues ahí, y sólo ahí, se restaura la paz interior, al ser la morada de Dios Mismo.

2. Que el perdón elimine en la quietud mis sueños de separación y de pecado. 2Y que entonces pueda mirar, Padre, en mi interior y descubrir que Tu promesa de que en mí no hay pecado es verdad; que Tu Palabra permanece inalterada en mi mente y que Tu Amor reside todavía en mi corazón.

Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

En el Texto, el Curso habla de que la idea de que las mentes están unidas es algo que se experimenta en una relación santa, en la que dos personas se han unido en un propósito común, lo que llama “un estado mental común” (T.22.III.9:7). En una relación santa sana, los miembros de esa relación practican el perdón uno con otro a menudo. El resultado se expresa así:

Esa es la función de tu relación santa. Pues lo que uno de vosotros piense, el otro lo experimentará con él. ¿Qué puede querer decir esto, sino que tu mente y la mente de tu hermano son una? No veas con temor este feliz hecho ni pienses que con ello se te impone una pesada carga. Pues cuando lo hayas aceptado de buen grado, te darás cuenta de que vuestra relación es un reflejo de la unión que existe entre el Creador y Su Hijo. (T.22.VI.14:1-5)

La idea de que el perdón está relacionado con la experiencia de las mentes unidas no está clara de manera intuitiva. Sin embargo, un pequeño reflejo parece aclarármelo mejor. Si no perdono a alguien, sin duda hay una barrera entre nuestras mentes. Mentalmente estoy rechazando a esa persona y no tengo ningún deseo de unirme mentalmente a ella. Mi juicio es un firme “No” a los pensamientos de esa persona. Cuando perdono, mi mente se abre a sus pensamientos. El perdón me enseña que todas las mentes están unidas. Abre el camino para que yo entienda que esto es verdad.

Nuestras percepciones nos dicen, de miles de maneras, que somos seres separados. El perdón abre el camino a una experiencia que está más allá de nuestra percepción, y nos muestra la unidad que existe y que la percepción no puede ver. El perdón “revela el altar a la verdad” (1:4). Dentro de nuestra mente encontramos “la morada de Dios Mismo” (1:6). “El perdón elimina mis sueños de separación y de pecado” (2:1). En la experiencia de unión con otro ser humano, empezamos a recordar nuestra unión con Dios y con toda la creación.

¿Qué es el ego? (Parte 6)

L.pII.12.3:4

A diferencia del ego, nuestro verdadero Ser, el Hijo de Dios, está rodeado de paz eterna. Donde el ego se ve a sí mismo en guerra con el universo y tiembla constantemente por miedo al ataque de cada figura de sus sueños, el Hijo de Dios está eternamente “libre de todo conflicto”. El Hijo descansa eternamente “imperturbable… en la tranquilidad y silencio más profundos” (3:4).

Cuando empezamos a ponernos en comunicación con nuestro Ser, experimentamos el sabor de esa profunda y callada paz. Ésa es una de las características del instante santo. Hay una paz en el instante santo que no se puede describir.

Hay un silencio que el mundo no puede perturbar. Hay una paz ancestral que llevas en tu corazón y que no has perdido. Hay en ti una sensación de santidad que el pensamiento de pecado jamás ha mancillado. (L.164.4:1-3)

El ego, separado del universo, no puede conocer esta paz. Viene únicamente de dentro de nuestro Ser, ya que es una cualidad de Quien somos. No tiene nada que ver con ninguna circunstancia externa, y ninguna circunstancia externa puede alterarla. Es parte de lo que todos juntos somos.






TEXTO

VII. No busques fuera de ti mismo

 

1. No busques fuera de ti mismo. 2Pues será en vano y llorarás cada vez que un ídolo se desmorone. 3El Cielo no se puede encon­trar donde no está, ni es posible hallar paz en ningún otro lugar excepto en él. 4Ninguno de los ídolos qué veneras cuando llamas a Dios te contestará en Su lugar. 5Ninguna otra respuesta que pue­das utilizar como sustituto te proporcionará la felicidad que sólo Su respuesta brinda. 6No busques fuera de ti mismo. 7Pues todo tu dolor procede simplemente de buscar en vano lo que deseas, y de insistir que sabes dónde encontrarlo. 8¿Y qué pasaría si no estu­viese allí? 9¿Preferirías tener razón a ser feliz? 10Alégrate de que se te diga dónde reside la felicidad, y no la sigas buscando por más tiempo en ningún otro lugar, 11pues buscarás en vano. 12Mas se te ha concedido conocer la verdad, y saber que no la debes buscar fuera de ti mismo.

2. No hay nadie que venga aquí que no abrigue alguna espe­ranza, alguna ilusión persistente o algún sueño de que hay algo fuera de sí mismo que le puede brindar paz y felicidad. 2Si todo se encuentra en él, eso no puede ser verdad. 3Y así, al venir a este mundo, niega su propia verdad y se dedica a buscar algo que sea más que lo que lo es todo, como si una parte de ese todo estu­viese separada y se encontrase donde el resto no está. 4Éste es el propósito que le confiere al cuerpo: que busque lo que a él le falta y que le provea de lo que le restauraría su plenitud. 5así, vaga sin rumbo, creyendo ser lo que no es, en busca de algo que no puede encontrar.

3. Ésta persistente ilusión le impulsará a buscar miles de ídolos, y más allá de éstos, mil más. 2Y todos le fallarán, excepto uno: pues morirá y no sé dará cuenta de que el ídolo que buscaba era su muerte. 3La forma en que este ídolo se manifiesta parece ser algo externo a él. 4No obstante, su intención es destruir al Hijo de Dios que se encuentra en su interior, y así probar que logró vencerlo. 5Éste es el propósito de todo ídolo, pues ése es el papel que se le asignó, y ése es el papel que no puede cumplir.

4. Siempre que tratas de alcanzar un objetivo en el que el mejora­miento del cuerpo es el beneficiario principal, estás buscando la muerte. 2Pues crees que puedes experimentar insuficiencia, y la insuficiencia es muerte. 3Sacrificarse es renunciar a algo, y, conse­cuentemente, estar privado de ello y haber sufrido una pérdida. 4mediante esta renuncia se renuncia a la vida. 5No busques fuera de ti mismo. 6Esa búsqueda implica que te falta plenitud interna y que temes contemplar tu ruina, por lo que prefieres buscar lo que eres fuera de ti mismo.

5. Los ídolos no pueden sino desmoronarse porque no tienen vida, y lo que no tiene vida es un signo de muerte. 2Viniste a morir, por lo tanto, ¿qué puedes esperar, sino percibir los signos de la muerte que buscas? 3Ni la tristeza ni el sufrimiento proclaman otro men­saje que el de haber hallado un ídolo que representa una parodia de la vida, el cual, al no tener vida, es realmente la muerte, a la cual se considera real y se le da forma viviente. 4No obstante, no hay ídolo que no haya de fracasar, desmoronarse y desintegrarse porque ninguna forma de muerte puede ser vida y lo que se sacri­fica no puede ser íntegro.

6. Todos los ídolos de este mundo fueron concebidos para impe­dirte conocer la verdad que se encuentra en tu interior y para que le fueses leal al sueño de que para ser íntegro y feliz tienes que encontrar lo que se encuentra fuera de ti mismo. 2Es inútil ren­dirle culto a los ídolos y esperar hallar paz. 3Dios mora en tu interior, y tu plenitud reside en Él. 4Ningún ídolo puede ocupar Su lugar. 5No recurras a ídolos. 6No busques fuera de ti mismo.

7. Olvidémonos del propósito que el pasado le ha conferido al mundo. 2Pues, de otra manera, el futuro será como el pasado: una serie de sueños deprimentes, en los que todos los ídolos te irán fallando uno tras otro, y donde verás muerte y desengaño por doquier.

8Para cambiar todo esto, y abrir un camino de esperanza y libe­ración en lo que aparenta ser un círculo interminable de desespe­ración, necesitas tan sólo aceptar que no sabes cuál es el propósito del mundo. 2Le adjudicas objetivos que no tiene, y de esta forma, decides cuál es su propósito. 3Procuras ver en él un lugar de ído­los que se encuentran fuera de ti, capaces de completar lo que está adentro dividiendo lo que eres entre lo que está afuera y lo que está adentro. 4Tú eliges los sueños que tienes, pues son la representación de tus deseos, aunque se perciben como si vinie­sen de afuera. 5Tus ídolos hacen lo que tú quieres, y tienen el poder que les adjudicas. 6los persigues fútilmente en el sueño porque deseas adueñarte de su poder.

9. No obstante, ¿dónde tienen lugar los sueños, sino en una mente dormida? 2¿Y podría acaso un sueño hacer que la imagen que pro­yecta fuera de sí mismo fuese real? 3Ahorra tiempo, hermano mío, aprendiendo para qué es el tiempo. 4Y haz que el final de los ído­los venga cuanto antes a un mundo entristecido y enfermo como consecuencia de los ídolos que se ven en él. 5Tu santa mente es el altar a Dios, y donde Él está no puede haber ídolos. 6El temor a Dios no es el miedo de perder tu realidad 7sino el miedo de perder tus ídolos. 8No obstante, has hecho de tu realidad un ídolo, y ahora lo tienes que proteger contra la luz de la verdad. 9Y todo el mundo se convierte en el medio para poder salvar a ese ídolo. 10De esta manera, la salvación parece amenazar la vida y ofrecer la muerte.

10. Mas no es así. 2La salvación trata de probar que la muerte no existe y que lo único que existe es la vida. 3Sacrificar la muerte no supone pérdida alguna. 4Un ídolo no puede ocupar el lugar de Dios. 5Deja que Él te recuerde Su Amor por ti, y no trates de ahogar Su Voz con los cantos de profunda desesperación que les ofreces a los ídolos de ti mismo. 6No busques esperanzas más allá de tu Padre. 7Pues la esperanza de felicidad no es la desespe­ración.






 








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