DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 3 de mayo de 2017

3 MAYO: Gracias Padre por los regalos que me has concedido.

 
AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCION 123

Gracias Padre por los regalos que me has concedido.


1. Sintámonos agradecidos hoy. 2Hemos llegado a sendas más lle­vaderas y a caminos más despejados. 3Ya no nos asalta el pensa­miento de volver atrás, ni resistimos implacablemente a la verdad. 4Aún hay cierta vacilación, algunas objeciones menores y cierta indecisión, pero puedes sentirte agradecido por tus logros, los cuales son mucho más grandes de lo que te imaginas.

2. Dedicar ahora un día a sentirte agradecido te aportará el benefi­cio adicional de poder tener un atisbo de lo grande que ha sido tu progreso y de los regalos que has recibido. 2Alégrate hoy, con amoroso agradecimiento, de que tu Padre no te haya abandonado a tu suerte, ni de que te haya dejado solo vagando en las tinieblas. 3Agradece que te haya salvado del ser que creíste haber hecho para que ocupara Su lugar y el de Su creación. 4Dale gracias hoy. 

3. Da gracias de que Él no te haya abandonado, y de que Su Amor ha de refulgir por siempre sobre ti, eternamente inmutable. 2Da gracias asimismo por tu inmutabilidad, pues el Hijo que Él ama es tan inmutable como Él Mismo. 3Agradece que se te haya salvado. 4Alégrate de tener una función que desempeñar en la salvación. 5Siéntete agradecido de que tu valía exceda con mucho los míse­ros regalos que le diste a quien Dios creó como Su Hijo y de que excede también los mezquinos juicios que emitiste en contra suya. 

4. Elevaremos hoy nuestros corazones llenos de agradecimiento por encima de la desesperanza, y alzaremos nuestros ojos agra­decidos, que ya no mirarán al suelo. 2Hoy entonaremos el himno de gratitud, en honor al Ser que Dios ha dispuesto que sea nues­tra verdadera Identidad en Él. 3Hoy le sonreiremos a todo aquel que veamos y marcharemos con paso ligero según seguimos ade­lante a llevar a cabo nuestro cometido.

5. No caminamos solos. 2Y damos gracias de que a nuestra sole­dad haya venido un Amigo a traernos la Palabra salvadora de Dios. 3Gracias a ti por escucharlo. 4Su Palabra es muda si no se la oye. 5Al darle las gracias a Él se te dan a ti también. 6Un mensaje que no se haya oído no puede salvar al mundo, por muy poderosa que sea la Voz que lo comunique o por muy amoroso que sea el mensaje.

6. Gracias a ti que has oído, pues así te vuelves el mensajero que lleva la Voz de Él consigo y que la deja resonar por todo el mundo. 2Acepta hoy las gracias que Dios te da, al darle tú las gracias a Él. 3Pues Él quiere ofrecerte las gracias que tú le das, puesto que acepta tus regalos lleno de amorosa gratitud y te los devuelve multiplicados miles y cientos de miles de veces más. 4Él bendecirá tus regalos compartiéndolos contigo. 5Y así, el poder y fortaleza de éstos crecerán hasta llenar el mundo de gozo y gratitud.

7. Acepta las gracias que Él te da y dale las tuyas durante quince minutos en dos ocasiones hoy. 2Y comprenderás a Quién le das las gracias, y a Quién le da Él las gracias según tú se las das a Él. 3Esta santa media hora que le dediques te será devuelta a razón de años por cada segundo; y debido a las gracias que le das, tendrá el poder de brindarle la salvación al mundo miles y miles de años más pronto.

8. Acepta las gracias que Él te da, y comprenderás con cuánto amor te conserva en Su Mente, cuán profundo e infinito es el cuidado que te prodiga y cuán perfecta es Su gratitud hacia ti. 2Acuérdate de pensar en Él cada hora y de darle las gracias por todo lo que Él le ha dado a Su Hijo para que éste pueda elevarse por encima del mundo, y recordar a su Padre y a su Ser.




Instrucciones para la práctica

Propósito: El Libro de Ejercicios supone que has hecho algún progreso real en tu viaje a Dios, con el resultado de que tu viaje será ahora más suave porque mucha de tu resistencia ha disminuido. Hoy te vas a dedicar a dar gracias por estos beneficios. No comprendes toda su extensión. Únicamente al dar gracias por ellas, apreciarás lo grandes que son.

Práctica de la mañana/ noche: 2 veces, durante quince minutos.
Pasa estos quince minutos dando gracias a Dios y recibiendo Su agradecimiento a ti. ¿Cuáles son exactamente las cosas por las que das gracias? Descubro tres clases de cosas. Primero, Los regalos de Dios para ti en el Cielo: Su eterno Amor por ti, el hecho de que Él te creó inmutable, de modo que ninguno de tus errores puede deshonrar tu Identidad. Segundo, Sus regalos para ti en la tierra: que Él no te ha abandonado sino que siempre está contigo, hablándote Su Palabra salvadora, que Él te ha dado una función especial en Su plan. Tercero, los beneficios que has tenido como resultado de Sus regalos: el hecho de que el Espíritu Santo está salvándote del ego poco a poco.

Pasa también un rato recibiendo la gratitud de Dios a ti. ¿Por qué te da las gracias exactamente? Te está agradeciendo que escuches Su mensaje, que lo apliques, y que se lo pases a otros. Te está dando las gracias por sanar a otros por medio de tu manifestación de mayor cordura, salud y seguridad. En otras palabras, te agradece que apliques Sus verdades, tal como tú Le agradeces lo mismo. Tómate tiempo para abrir tu mente a la idea de que Dios no te está juzgando, sino dándote las gracias de todo corazón y con total sinceridad, y de que Su agradecimiento y el tuyo a Él se unen como uno.

Observaciones: Dios tomará tu regalo de gratitud a Él, lo multiplicará cientos de miles de veces, y te las devolverá como Su gratitud inmensa a ti. Esta multiplicación de tu regalo le dará un poder enormemente aumentado para salvarte a ti y al mundo. Cada segundo que das te será devuelto en forma de años de progreso, permitiéndote ahorrar eones de años al viaje del mundo a Dios.

Recordatorios frecuentes: Cada hora, no se especifica el tiempo.
Repite la idea y pasa un rato agradeciéndole a Dios todos Sus regalos a ti.

Comentario

La lección de hoy me hace pensar en todos los regalos que Dios me ha hecho a mí, personalmente. Pienso que eso es lo que se pretende que hagamos cada uno de nosotros, un día para contar tus muchas bendiciones. Así que tenlo en mente conmigo mientras comparto contigo algunos de mis pensamientos personales, y tómalo como una inspiración para que tú hagas lo mismo.

Pienso que he estado en el camino espiritual la mayor parte de mi vida, quizá toda. Recuerdo algunos acontecimientos cuando era niño que perecían decirme que mi camino ya estaba marcado, el regreso. Una vez escribí un poema para la chica que me cuidaba, creo que estaba en segundo curso entonces. Todavía recuerdo las palabras:


Gracias Padre por el sol y los campos,
Gracias Padre por los arbustos y los árboles,
Gracias Padre por las cosas que comemos.
Gracias, Señor, gracias.

Recuerdo un lunes después de clase, cuando yo tenía unos diez años, juntándome con tres de mis amigos en la esquina de una calle e intentando explicarles por qué estaba tan impresionado con la lección de la escuela dominical que había escuchado el día anterior. Era una lección sobre el Eclesiastés (11:1): “Echa tu pan al agua, que al cabo de mucho tiempo lo encontrarás”. Me impresionó el principio que encerraba, que lo que das te vuelve, y que nuestra riqueza puede medirse por lo que damos, en lugar de por lo que compramos. Es un mensaje que oí de nuevo, de una manera muy clara, muchos años más tarde en el Curso.

Tuve un hambre y un deseo espiritual de Dios enorme durante toda mi infancia, aunque me desvié en otras direcciones durante un tiempo, metiéndome en travesuras de juventud, incluso problemas con la policía, y estando tremendamente avergonzado cuando me atrapó robando el dueño de una tienda que me había ofrecido un trabajo de verano (que por supuesto no acepté). Tuve experiencias de lo que llamo un instante santo varias veces, una sensación de estar cerca de Dios y, sin embargo, la mayor parte del tiempo parecía que no podía encontrarle.

A los dieciséis años tuve una experiencia de “nacer de nuevo” y, durante los siguientes veintidós años, me convertí en un cristiano radical, aunque nunca firmemente en línea con ninguna denominación religiosa. Algo seguía haciéndome romper todos los moldes en los que la gente intentaba meterme. Leí a algunos místicos, leí a los herejes, así como la Biblia. No quería que nadie me trazara el mapa de la Nueva Jerusalén, quería caminar sus calles por mi cuenta. Pasé años en un modelo religioso occidental “luchando contra el pecado” como Jesús lo llama en el Curso (T.18.VII.4:7). Como dice en esa frase: ¡“Es extremadamente difícil encontrar la Expiación” de ese modo!

Durante aquellos veintidós años, pasé hambre de Dios. Durante aquellos veintidós años, me sentí desgraciado la mayor parte del tiempo, asqueado de mí mismo. Durante aquellos veintidós años, me pregunté si alguna vez “lo lograría”. Finalmente, al final de aquellos años, abandoné. Puse a un lado mi Biblia y dejé que acumulara polvo. Decidí que el Cristianismo, para mí, era un callejón sin salida. Perdí la esperanza de “cruzar el Jordán” alguna vez y “entrar en la tierra prometida”. Decidí que tenía que aceptar la vida tal como era, y aprender a vivir con ella,

Pasaron unos seis años. Todavía andaba buscando algo, pero ya nada espiritual. O eso es lo que me decía a mí mismo. Mi relación con Dios estaba en un compás de espera, y ya no nos hablábamos. Leí psicología. Hice el entrenamiento est. Leí libros Zen e intenté meditar un poco. Estudié la Ciencia de la Mente. También disfruté del mundo a fondo, como nunca antes me había permitido hacerlo, incluyendo sexo a lo grande y haciendo más dinero del que había tenido en toda mi vida. Empecé a darme cuenta de que las cosas de que me hablaban la psicología y las filosofías del mundo, y los escritos religiosos orientales que estaba estudiando, eran todas las mismas cosas que realmente me habían tocado en el Cristianismo. Como dijo una vez Aldous Huxley, había una “filosofía eterna” que atravesaba todo, un núcleo central de verdades en las que todos los que “lo habían logrado” coincidían, tuvieran antecedentes religiosos o no. Y cuanto más claro lo tenía, más cuenta me daba de que todo ello era algo que yo siempre había sabido de alguna forma. Como “Echa tu pan al agua”

Luego en enero de 1985, encontré Un Curso de Milagros. Desde entonces, he estado leyendo y estudiando estos libros, y practicando lo mejor que puedo lo que dicen. Y cuando hoy miro a mi vida, puedo ver que en algún lugar a lo largo de la línea mi vida importante. Pasé de una sombría certeza de que nunca encontraría la felicidad verdadera a un firme convencimiento de que la he encontrado. Así que, al leer la lección de hoy, me he sentido inundado de una profunda sensación de agradecimiento. Al leer el primer párrafo, he sentido que con toda honestidad podía decir que me encajaba perfectamente:

“Ya no nos asalta el pensamiento de volver atrás, ni resistimos implacablemente a la verdad. Aún hay cierta vacilación, algunas objeciones menores y cierta indecisión, pero puedes sentirte agradecido por tus logros, los cuales son mucho más grandes de lo que te imaginas”. (L.123.1:3-4)

Hace unos pocos días (1995) un amigo nuestro Allan Greene, murió a los 51 años. Era cuadrapléjico y hace un año se vino a vivir a Sedona para participar en las lecciones y grupos de apoyo sobre Un Curso de Milagros del Círculo de Expiación. Nuestro grupo de apoyo se reunía en su casa, ya que casi no podía moverse en absoluto. Únicamente podía mover la cabeza y los hombros, estos sólo ligeramente. En los dos últimos años le habían tenido que cortar una pierna y una mano. Solía decir que estaba abandonando su identificación con el cuerpo trozo a trozo. Allan era estudiante del Curso desde hacía mucho tiempo, uno de los pocos que conozco que realmente llegó a conocer a la escriba del Curso, Helen Schucman. Se peleó con él Curso, pero había llegado a la firme decisión de entender todo lo que enseñaba. En peores circunstancias de lo que nos podemos imaginar, Allan mantenía un sorprendente sentido del humor y una alegre decisión de curar su mente, pasara lo que pasara con su cuerpo. El mes pasado, cuando le iban a quitar la vesícula biliar, no quiso anestesia porque no sentía nada en el cuerpo, pero una enfermera le puso una pantalla delante para que no tuviera que verse cuando le abrían. ¡Durante toda la operación, Allan estuvo hablando con la enfermera acerca de Un Curso de Milagros!

Anoche (2 mayo 1995) tuvimos una reunión en recuerdo de Allan. Asistió mucha gente, y uno tras otro compartieron como Allan había influido en sus vidas, incluyendo una media docena o así de cuidadores que le habían atendido en el último año. Quedó muy claro que la vida de Allan había impactado a montones de personas. Estoy seguro de que sus logros eran, como nos dice la lección, mucho mayores de lo que se imaginaba. Sé que Allan no se consideraba a sí mismo especialmente avanzado. Se lamentó hasta casi el final de lo lento que aprendía. A menudo discutía con sus cuidadores, y uno o dos le abandonaron furiosos. Tenía sus dudas. Pero esta noche por la evidencia de las personas que amó y que le amaron, había avanzado mucho más de lo que él pensaba.

Espero que esto sea verdad acerca de mí, creo que es verdad acerca de todos nosotros. Ahora no podemos conocer, aunque estoy seguro que en algún momento lo haremos, todas las influencias positivas que hemos tenido en todos a nuestro alrededor con cosas tan pequeñas como una sonrisa, un pequeño acto de amabilidad, o un toque suave y amoroso en el momento adecuado. Quizá, como a veces sucedía con Allan, nada más que una risa, o hacer reír a alguien. El jueves pasado, cuando Allan estaba en el hospital, en nuestro grupo de la noche de Un Curso de Milagros guardamos unos minutos de silencio por él. Al día siguiente, el día anterior a su muerte, uno de nuestros estudiantes le llamó al hospital y le habló de nuestros minutos de silencio. Allan dijo: “Hubiera sido más apropiado unos minutos de contar chistes”.

Que hoy, entonces, dedique tiempo a expresar mi agradecimiento a Dios por todos los regalos que me ha hecho. Le doy gracias por este Curso, que se ha convertido en mi camino seguro al hogar. Le doy gracias por el alivio a todos aquellos años de desesperación silenciosa. Le doy gracias porque, cuando me aparté, Él nunca me abandonó. Le estoy tan agradecido por Su Espíritu dentro de mí, mi Guía y Maestro, y por todos los amigos y compañeros amorosos del viaje. Él me ha traído mi camino (especialmente, esta noche, por Allan). Le estoy tan agradecido por todos vosotros, y por la oportunidad que me Él me ha dado de compartirla con todos vosotros, y de recibir de todos vosotros. Le doy gracias por empezar a recordar mi Ser. Le doy gracias por la seguridad en aumento de que encontraré mi camino de vuelta al hogar en todo momento.


¡Le doy gracias a mi Padre por los regalos que me ha concedido!





TEXTO


IV. Buscar y hallar


1. El ego está seguro de que el amor es peligroso, y ésta es siem­pre su enseñanza principal. 2Nunca lo expresa de este modo. aAl contrario, todo el que cree que el ego es la salvación parece estar profundamente inmerso en la búsqueda del amor. 3El ego, sin embargo, aunque alienta con gran insistencia la búsqueda del amor, pone una condición: que no se encuentre. 4Sus dictados, por lo tanto, pueden resumirse simplemente de esta manera: "Busca, pero no halles". 5Esta es la única promesa que el ego te hace y la única que cumplirá. 6Pues el ego persigue su objetivo con fanática insistencia, y su juicio, aunque seriamente menoscabado, es completamente coherente.


2. La búsqueda que el ego emprende está, por lo tanto, condenada al fracaso. 2Y como también te enseña que él es tu identidad, su consejo te embarca en una jornada que siempre acaba en una per­cepción de auto-derrota. 3Pues el ego es incapaz de amar, y, en su frenética búsqueda de amor, anda en pos de lo que teme encon­trar. 4La búsqueda es inevitable porque el ego es parte de tu mente, y, debido a su origen, él no está totalmente dividido, pues, de lo contrario, carecería por completo de credibilidad. 5Tu mente es la que cree en él y la que le otorga existencia. 6Sin embargo, es también tu mente la que tiene el poder de negar su existencia, y eso es sin duda lo que harás cuando te des cuenta exactamente de la clase de jornada en la que el ego te embarca.

3. Es sin duda obvio que nadie quiere encontrar lo que le derrota­ría por completo. 2El ego, al ser incapaz de amar, se sentiría total­mente perdido en presencia del amor, pues no podría responder en absoluto. 3Tendrías entonces que abandonar su dirección, puesto que sería evidente que no te puede enseñar la respuesta que necesitas. 4El ego, por lo tanto, distorsionará el amor, y te enseñará que él te puede proveer las respuestas que el amor en realidad evoca. 5Si sigues sus enseñanzas, pues, irás en busca de amor, pero serás incapaz de reconocerlo.

4. ¿No te das cuenta de que el ego sólo puede embarcarte en una jornada que únicamente puede conducirte a una sensación de futilidad y depresión? 2Buscar y no hallar no puede ser una activi­dad que brinde felicidad. 3¿Es ésta la promesa que quieres seguir manteniendo? 4El Espíritu Santo te ofrece otra promesa, la cual te conduce a la dicha. 5Pues Su promesa es siempre: "Busca y halla­rás", y bajo Su dirección no podrás fracasar. 6La jornada en la que el Espíritu Santo es tu Guía es la jornada que te conduce al triunfo, y el objetivo que pone ante ti, Él Mismo lo consumará. 7Pues Él nunca engañará al Hijo de Dios a quien ama con el Amor del Padre.

5. No podrás por menos que buscar, ya que en este mundo no te sientes a gusto2buscarás tu hogar tanto si sabes dónde se encuentra como si no. 3Si crees que se encuentra fuera de ti, la búsqueda será en vano, pues lo estarás buscando dónde no está. 4No recuerdas cómo buscar dentro de ti porque no crees que tu hogar esté ahí. 5Pero el Espíritu Santo lo recuerda por ti y te guiará a tu hogar porque ésa es Su misión. 6A medida que Él cumpla Su misión te enseñará a cumplir la tuya, pues tu misión es la misma que la Suya. 7Al guiar tus hermanos hasta su hogar estarás siguiéndolo a Él.        

   
6. Contempla el Guía que tu Padre te ha dado, para que puedas aprender que posees vida eterna, 2pues la muerte no es la Volun­tad de tu Padre ni la tuya, y todo lo que es verdad es la Voluntad del Padre. 3La vida no te cuesta nada, pues se te dio, pero por la muerte tienes ciertamente que pagar, y pagar un precio exorbitante. 4Si la muerte es tu tesoro, venderás todo lo demás para comprarla. 5creerás haberla adquirido, al haber vendido todo lo demás. 6No obstante, no puedes vender el Reino de los Cielos. 7Tu herencia no se puede comprar ni vender. 8Ninguna parte de la Filiación puede quedar desheredada, pues Dios goza de pleni­tud y todas sus extensiones son como Él.

7. La Expiación no es el precio de tu plenitud; es, no obstante, el precio de ser consciente de tu plenitud. 2Lo que decidiste "ven­der" tuvo que ser salvaguardado para ti, ya que no lo habrías podido volver a "comprar". 3Aun así, tienes que invertir en ello, no con dinero sino con espíritu. 4Porque el espíritu es voluntad, y la voluntad es el "precio" del Reino. 5Tu herencia aguarda única­mente tu reconocimiento de que has sido redimido. 6El Espíritu Santo te guía hacia la vida: eterna, pero tienes que abandonar tu interés por la muerte, o, de lo contrario, no podrás ver la vida aunque te rodea por todas partes.


martes, 2 de mayo de 2017

2 MAYO: El perdón me ofrece todo lo que deseo.


AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCION 122

El perdón me ofrece todo lo que deseo.


1. ¿Qué podrías desear que el perdón no pudiese ofrecerte? 2¿Deseas paz? 3El perdón te la ofrece. 4¿Deseas ser feliz, tener una mente serena, certeza de propósito y una sensación de belleza y de ser valioso que transciende el mundo? 5¿Deseas cuidados y seguridad, y disponer siempre del calor de una protección segura? 6¿Deseas una quietud que no pueda ser perturbada, una mansedumbre eternamente invulnerable, una profunda y perma­nente sensación de bienestar, así como un descanso tan perfecto que nada jamás pueda interrumpirlo?

2. El perdón te ofrece todo eso y más. 2El perdón pone un deste­llo de luz en tus ojos al despertar, y te infunde júbilo con el que hacer frente al día. 3Acaricia tu frente mientras duermes, y reposa sobre tus párpados para que no tengas sueños de miedo o de maldad, de malicia o de ataque. 4Y cuando despiertas de nuevo, te ofrece otro día de felicidad y de paz. 5El perdón te ofrece todo esto y más.

3. El perdón permite que se descorra el velo que oculta la faz de Cristo de aquellos que contemplan el mundo sin piedad. 2Te per­mite reconocer al Hijo de Dios, y borra de tu memoria todo pensa­miento muerto, de manera que el recuerdo de tu Padre pueda alzarse en el umbral de tu mente. 3¿Qué podrías desear que el perdón no pudiese darte? 4¿Qué otros regalos aparte de éstos merecen procurarse? 5¿Qué imaginado valor, efecto trivial o pro­mesa pasajera que nunca se ha de cumplir puede ofrecerte más esperanza que la que te brinda el perdón?

4. ¿Por qué habrías de buscar una respuesta distinta de la que lo contesta todo? 2He aquí la respuesta perfecta, la que se da a toda pregunta imperfecta, a las súplicas sin sentido, a tu reticencia a escuchar, a tu poco esmero y a la confianza parcial que tienes. 3¡He aquí la respuesta! 4Deja de buscar. 5No hallarás ninguna otra en su lugar.

5. El plan de Dios para tu salvación no puede cambiar ni fracasar. 2Siéntete agradecido de que siga siendo exactamente como Él lo planeó. 3Su plan se alza inmutable ante ti como una puerta abierta, llamándote desde adentro en cálida bienvenida, exhortán­dote a que entres y a que te sientas como en tu casa, donde te corresponde estar.

6. ¡He aquí la respuesta! 2¿Preferirías quedarte afuera cuando el Cielo en su totalidad te espera adentro? 3Perdona y serás perdo­nado. 4Tal como des, así recibirás. 5No hay más plan que éste para la salvación del Hijo de Dios. 6Regocijémonos hoy de que así sea, pues la respuesta que aquí se nos da es clara y explícita, y su sencillez hace que sea inmune al engaño. 7Todas las complejida­des que el mundo ha tejido de frágiles telarañas desaparecen ante el poder y majestuosidad de esta simplísima afirmación de la verdad.

7. ¡He aquí la respuesta! 2No le des la espalda para irte a vagar sin rumbo otra vez. 3Acepta ahora la salvación. 4Es el regalo que te hace Dios, no el mundo. 5El mundo no puede dar ningún regalo de valor a la mente que ha aceptado como suyo lo que Dios le ha dado. 6Dios dispone que hoy se reciba la salvación y que los enre­dos de tus sueños no sigan ocultándote su insustancialidad.

8. Abre hoy los ojos y contempla un mundo feliz, donde reinan la paz y la seguridad. 2El perdón es el medio por el que este mundo feliz viene a ocupar el lugar del infierno. 3Dicho mundo se alza en la quietud para salir al encuentro de tus ojos abiertos y llenar tu corazón de una profunda tranquilidad, según afloran en tu con­ciencia verdades ancestrales en eterno renacimiento. 4Lo que entonces recordarás jamás podrá describirse. 5Sin embargo, tu perdón te lo ofrece.

9. Teniendo presente los regalos que el perdón concede, empren­deremos nuestra práctica de hoy con la esperanza y la fe de que éste será el día en que alcanzaremos la salvación. 2Hoy la busca­remos gustosamente y con ahínco, sabiendo que tenemos la llave en nuestras manos; y aceptaremos la respuesta que el Cielo ha dado al infierno que nosotros mismos nos hemos labrado, pero en el que ya no queremos permanecer por más tiempo. 

10. Dedicaremos gustosamente un cuarto de hora por la mañana y por la noche a la búsqueda que garantiza que al infierno le lle­gará su fin. 2Comienza lleno de esperanza, pues hemos llegado al punto donde el camino se vuelve mucho más fácil. 3Y ahora el trecho que todavía nos queda por recorrer es corto. 4Estamos en verdad muy cerca del momento que se ha señalado como el final de sueño.

11.   Sumérgete en una sensación de felicidad al comienzo de estas sesiones de práctica, pues en ellas hallarás la segura recompensa de preguntas que ya han sido contestadas, así como lo que tu aceptación de esas respuestas te brinda. 2Hoy se te concederá experimentar la paz que ofrece el perdón y la dicha que te propor­ciona el descorrimiento del velo.

12. Ante la luz que hoy has de recibir, el mundo se desvanecerá hasta desaparecer por completo, y verás surgir otro mundo para describir al cual no tienes palabras. 2Ahora nos encaminamos directamente hacia la luz, y recibimos los regalos que han sido salvaguardados para nosotros desde los orígenes del tiempo, los cuales han estado aguardando el día de hoy.

13. El perdón te ofrece todo lo que quieres. 2Hoy se te conceden todas las cosas que deseas. 3No pierdas de vista tus regalos a lo largo del día, cuando regreses nuevamente a enfrentarte a un mundo de constantes cambios y sombrías apariencias. 4Mantén tus regalos claramente en tu conciencia, según ves lo inmutable en medio del cambio y la luz de la verdad tras toda apariencia.

14. No caigas en la tentación de dejar que tus regalos queden sepultados en el olvido, por el contrario, manténlos firmes en tu mente tratando de pensar en ellos por lo menos un minuto cada cuarto de hora. 2Recuerda cuán preciados son con el siguiente recordatorio, el cual tiene el poder de mantenerlos en tu concien­cia a lo largo del día:

3El perdón me ofrece todo lo que quiero.
4Hoy he aceptado que esto es verdad.
5Hoy he recibido los regalos de Dios.




Instrucciones para la práctica

Propósito: “Experimentar la paz que ofrece el perdón y la dicha que te proporciona el descorrimiento del velo” (11:2).

Práctica de la mañana/ noche: 2 veces, durante quince minutos.
Vete a lo más profundo de tu mente donde moran los regalos del perdón. Intenta sentir la felicidad, la paz, y la dicha que ofrece el perdón. Busca de todo corazón ese lugar dentro de ti, lleno de esperanza y alegría. Esta práctica parece un ejemplo de la meditación del Libro de Ejercicios. Es muy parecida a las que venían después de la Lección 100, en las que aquietabas tu mente y tratabas de sentir la felicidad y dicha que Dios ha colocado muy dentro de ti. Basándote en las lecciones pasadas, probablemente deberías empezar repitiendo la idea del día, y luego usar esa idea de vez en cuando para sacar a tu mente de distracciones.

Observaciones: Ven a estos momentos de práctica lleno de esperanza, porque has llegado a un punto decisivo de tu viaje. Después de esto, el camino será más fácil y llevadero. Practica “gustosamente y con ahínco” (9:2), con la confianza de que la salvación puede ser tuya hoy.

Recordatorios frecuentes: Cada quince minutos, durante un minuto por lo menos.
Di: “El perdón me ofrece todo lo que quiero. Hoy he aceptado que esto es verdad. Hoy he recibido los regalos de Dios”.

Observaciones: Estos periodos más cortos de práctica son extremadamente importantes. Practicar durante un minuto, por lo menos, 4 veces por hora no es una hazaña pequeña para la mayoría de nosotros. El propósito de estos periodos más cortos de práctica es conservar en nuestra mente los regalos que hemos aceptado en la práctica de la mañana. Esos regalos se irán apagando si no los renuevas cada hora. Sugiero repetir estas frases como una auténtica y sincera dedicación a la verdad de la idea de hoy. Cuando repitas estas frases, puedes hacerlas más concretas: “Perdonarte (nombre) me ofrece todo lo que quiero (felicidad, paz, seguridad). Hoy (día de la semana) he aceptado que esto es verdad. Hoy (fecha) he recibido los regalos de Dios”.

Comentario

Hay una frase casi al final de la lección que, para mí, siempre destaca. Habla de cómo el perdón me permite ver “lo inmutable en medio del cambio y la luz de la verdad tras toda apariencia” (13:4). Para mí, esta frase se ha convertido en otro modo de considerar lo que es el perdón.

Detrás de cada apariencia hay algo que no cambia. Las apariencias cambian, y muy rápido. Esto es verdad tanto físicamente como en percepciones más finas. Pero el espíritu dentro de nosotros no cambia, habiendo sido creado por lo eterno. El perdón es un modo de mirar más allá de las apariencias a la realidad que no cambia. No hace caso de la imagen pasajera de los errores del ego, y ve al Hijo de Dios. Como la Madre Teresa dijo de cada uno a los que ella ayudaba, vemos a “Cristo en sus disfraces de sufrimiento”.

“El perdón permite que se descorra el velo que oculta la faz de Cristo de aquellos que contemplan el mundo sin piedad” (3:1)

El perdón es abandonar todas las razones que hemos inventado para negar el amor. Se levanta el velo de todos nuestros juicios, y contemplamos algo maravilloso, algo asombroso, algo que no se puede describir. “Lo que entonces recordarás jamás podrá describirse” (8:4). (¡Por eso, ni lo intento!) Cuando el perdón ha eliminado todos los obstáculos a nuestra consciencia de la presencia del amor, vemos amor en todas partes. El amor no ha cambiado ni puede cambiar. No es de extrañar, entonces, que el perdón me ofrezca todo lo que quiero, dándome paz, felicidad, quietud, seguridad, y “una sensación de belleza y de ser valioso que transciende el mundo” (1:4). Cuando ves lo inmutable en medio del cambio, desaparece la angustia de tu corazón porque no hay razón para ella.

¿Por qué nuestro estado de ánimo y nuestros sentimientos nos causan tantos problemas? Porque nos identificamos con ellos, porque cuando nuestro estado de ánimo y nuestros sentimientos cambian creemos que nosotros hemos cambiado. El Curso nos enseña a identificarnos con algo que está más allá del cambio, con la Mente de Cristo dentro de nosotros, que nunca cambia y nunca cambiará. Aquí tienes una regla general: Lo que cambia no soy yo. Mi Ser permanece “inalterado e inalterable por siempre jamás” (L.190.6:5).

Esto está empezando a tomar mejor forma en mi mente, cuando empiezo a entender que el perdón es sencillamente ver lo inmutable en medio del cambio. Es reconocer que lo único que necesita cambiar es el pensamiento de que es posible cambiar la Mente del Hijo de Dios. Es darse cuenta de que todos mis “pensamientos” del ego no han cambiado nada, y que todos los “pensamientos” del ego de mi hermano tampoco han cambiado nada. Es darse cuenta de que lo que cambia no soy yo, es dejar de identificarme con lo que cambia, y dejar de creer que mi hermano es mis percepciones cambiantes de él. El perdón significa mirar más allá de lo que cambia a lo que nunca cambia.

Nuestro sufrimiento procede de identificarnos con lo pasajero. Nuestra paz procede de identificarnos con lo eterno. Dios no ha creado nada que cambie. Nada que cambia es realmente yo. Lo que puede cambiar está amenazado por el cambio, y “Nada real puede ser amenazado” (T.In.2:2). Por lo tanto, nada que cambia es real.

Todo lo que cambia no es nada sino una marca pasajera en tu viaje a lo eterno. No es nada a lo que aferrarse. Piensa en una hilera de piedras por las que cruzas un arroyo, no te aferras a cada una mientras lo pasas. Agradeces su utilidad para ayudarte a cruzar al otro lado, pero no lamentas haber pasado por ellas. Tu meta es la otra orilla. Ése es el único valor de las cosas de este mundo, cosas que incluyen nuestro propio cuerpo y el de nuestros seres queridos, así como las cosas materiales e incluso las ideas de nuestro sistema de pensamiento. Las cosas que cambian sólo pueden valorarse como los peldaños en los que te apoyas para llegar a lo eterno, y que luego abandonas suavemente para subir el siguiente peldaño a lo eterno y que no cambia, que siempre está con nosotros, siempre la realidad de nuestro ser, incluso cuando parece que viajamos hacia allí.




TEXTO


III. Cómo invertir en la realidad


1. Te pedí una vez que vendieses todo cuanto tuvieses, que se lo dieses a los pobres y que me siguieras. 2Esto es lo que quise decir: si no inviertes tu atención en ninguna de las cosas de este mundo, puedes enseñarle a los pobres dónde está su tesoro. 3Los pobres son sencillamente los que han invertido mal, ¡y vaya que son pobres! 4Puesto que están necesitados, se te ha encomendado que los ayudes, pues te cuentas entre ellos. 5Observa lo bien que aprenderías tu lección si te negases a compartir su pobreza, 6pues la pobreza no es otra cosa que insuficiencia, y sólo hay una insu­ficiencia, ya que sólo hay una necesidad.

2. Suponte que un hermano insiste en que hagas algo que tú crees que no quieres hacer. 2Su misma insistencia debería indicarte que él cree que su salvación depende de que tú hagas lo que te pide. 3Si insistes en que no puedes satisfacer su deseo y experimentas de inmediato una reacción de oposición, es que crees que tu salva­ción depende de no hacerlo. 4Estás, por lo tanto, cometiendo el mismo error que él, y haciendo que su error sea real para ambos. 5Insistir significa invertir, y aquello en lo que inviertes está siem­pre relacionado con tu idea de lo que es la salvación. 6La pregunta se compone de dos partes: primera, ¿qué es lo que hay que salvar? 7segunda, ¿cómo se puede salvar?

3. Cada vez que te enfadas con un hermano, por la razón que sea, crees que tienes que proteger al ego, y que tienes que protegerlo atacando. 2Si es tu hermano el que ataca, estás de acuerdo con esta creencia; si eres tú el que ataca, no haces sino reforzarla. 3Recuerda que los que atacan son pobres. 4Su pobreza pide regalos, no mayor empobrecimiento. 5Tú que podrías ayudarles estás ciertamente actuando en forma destructiva si aceptas su pobreza como propia. 6Si no hubieses invertido de la manera en que ellos lo hicieron, jamás se te hubiese ocurrido pasar por alto su necesidad.  

4. Reconoce lo que no importa, y si tus hermanos te piden algo "des­cabellado", hazlo precisamente porque no importa. 2Niégate, y tu oposición demuestra que sí te importa. 3Eres únicamente tú, por lo tanto, el que determina si la petición es descabellada o no, y toda petición de un hermano es tu propia petición. 4¿Por qué te empeñas en negarle lo que pide? 5Pues negárselo es negártelo a ti mismo, y empobrecerte a ti y a él. 6Él está pidiendo la salvación, al igual que tú. 7La pobreza es siempre cosa del ego y nunca de Dios. 8Ninguna petición es "descabellada” para el que reconoce lo que es valioso y no acepta nada más.

5. La salvación es para la mente, y se alcanza por medio de la paz. 2La mente es lo único que se puede salvar, y sólo se puede salvar a través de la paz. 3Cualquier otra respuesta que no sea amor, surge como resultado de una confusión con respecto a "qué" es la salva­ción y a "cómo" se alcanza, y el amor es la única respuesta. 4Nunca te olvides de esto, y nunca te permitas creer, ni por un solo instante, que existe otra respuesta, 5pues de otro modo te contarás forzosamente entre los pobres, quienes no han entendido que moran en la abundancia y que la salvación ha llegado.

6. Identificarte con el ego es atacarte a ti mismo y empobrecerte. 2Por eso es por lo que todo aquel que se identifica con el ego se siente desposeído. 3Lo que experimenta entonces es depresión o ira, ya que lo que hizo fue intercambiar su amor hacia Sí Mismo por odio hacia sí mismo, y, como consecuencia de ello, tiene miedo de sí mismo. 4Él no se da cuenta de esto. 5Aun si es plenamente consciente de que está sintiendo ansiedad, no percibe que el ori­gen de ésta reside en su propia identificación con el ego, y siem­pre trata de lidiar con ella haciendo algún "trato" demente con el mundo. 6Siempre percibe este mundo como algo externo a él, pues esto es crucial para su propia adaptación. No se da cuenta de que él es el autor de este mundo, pues fuera de sí mismo no existe ningún mundo.

7. Si sólo los pensamientos amorosos del Hijo de Dios constituyen la realidad del mundo, el mundo real tiene que estar en su mente. 2Sus pensamientos descabellados tienen que estar también en su mente, pero él no puede tolerar un conflicto interno de tal magnitud. 3Una mente dividida está en peligro, y el reconocimiento de que alberga dentro de sí pensamientos diametralmente opuestos es intolerable. 4Proyecta, por consiguiente, la división, no la reali­dad. 5Todo lo que percibes como el mundo externo no es otra cosa que tu intento de mantener vigente tu identificación con el ego, pues todo el mundo cree que esa identificación es su salvación. 6Observa, sin embargo, lo que ha sucedido, pues los pensamientos tienen consecuencias para el que los piensa. 7Estás en conflicto con el mundo tal como lo percibes porque crees que el mundo es antagónico á ti. 8Ésta es una consecuencia inevitable de lo que has hecho. 9Has proyectado afuera aquello que es antagónico a lo que está adentro, y, así, no puedes por menos que percibirlo de esa forma. 10Por eso es por lo que debes darte cuenta de que tu odio se encuentra en tu mente y no fuera de ella antes de que puedas liberarte de él, y por lo que debes deshacerte de él antes de que puedas percibir el mundo tal como realmente es.

8. He dicho antes que Dios amó tanto al mundo, que se lo dio Su Hijo unigénito. 2Dios ama ciertamente el mundo real y aque­llos que perciben la realidad de éste no pueden ver el mundo de la muerte, 3pues la muerte no forma parte del mundo real, en el que todo es un reflejo de lo eterno. 4Dios te dio el mundo real a cambio del mundo que tú fabricaste como resultado de la divi­sión de tu mente, el cual es el símbolo de la muerte. 5Pues si pudieses realmente separarte de la Mente de Dios, perecerías.

9. El mundo que percibes es un mundo de separación. 2Quizá estés dispuesto a aceptar incluso la muerte con tal de negar a tu Padre. 3Sin embargo, Él no dispuso que fuese así, y, por lo tanto, no es así. 4Tu voluntad sigue siendo incapaz de oponerse a lo que la Suya dispone, y ésa es la razón de que no tengas ningún con­trol sobre el mundo que fabricaste. 5No es éste un mundo que provenga de la voluntad, pues está regido por el deseo de ser diferente de Dios, y ese deseo no tiene nada que ver con la volun­tad. 6El mundo que has fabricado es, por lo tanto, completamente caótico, y está regido por "leyes" arbitrarias que no tienen sen­tido ni significado alguno. 7Se compone de lo que tú no deseas, lo cual has proyectado desde tu mente porque tienes miedo de ello. 8Sin embargo, un mundo así sólo se puede encontrar en la mente de su hacedor, junto con su verdadera salvación. 9No creas que se encuentra fuera de ti, ya que únicamente reconociendo dónde se encuentra es como podrás tener control sobre él. 10Ciertamente tienes control sobre tu mente, ya que la mente es el mecanismo de decisión.

10. Si reconocieses que cualquier ataque que percibes se encuentra en tu mente, y sólo en tu mente, habrías por fin localizado su origen, y allí donde el ataque tiene su origen, allí mismo tiene que terminar. 2Pues en ese mismo lugar reside también la salva­ción. 3El altar de Dios donde Cristo mora se encuentra ahí. 4Tú has profanado el altar, pero no has profanado el mundo. 5Cristo, sin embargo, ha puesto la Expiación sobre el altar para ti. 6Lleva todas tus percepciones del mundo ante ese altar, pues es el altar a la verdad. 7Ahí verás tu visión transformarse y ahí aprenderás a ver verdaderamente. 8Desde este lugar, en el que Dios y Su Hijo moran en paz y en el que se te da la bienvenida, mirarás en paz hacia el exterior, y verás el mundo correctamente. 9Mas para encontrar ese lugar tienes que renunciar a tu inversión en el mundo tal como lo proyectas, y permitir que el Espíritu Santo extienda el mundo real desde el altar de Dios hasta ti.


lunes, 1 de mayo de 2017

1 MAYO: El perdón es la llave de la felicidad.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

LECCION 121

El perdón es la llave de la felicidad.


1. He aquí la respuesta a tu búsqueda de paz. 2He aquí lo que le dará significado a un mundo que no parece tener sentido. 3He aquí la senda que conduce a la seguridad en medio de aparentes peligros que parecen acecharte en cada recodo del camino y soca­var todas tus esperanzas de poder hallar alguna vez paz y tran­quilidad. 4Con esta idea todas tus preguntas quedan contestadas; con esta idea queda asegurado de una vez por todas el fin de la incertidumbre.

2. La mente que no perdona vive atemorizada, y no le da margen al amor para ser lo que es ni para que pueda desplegar sus alas en paz y remontarse por encima de la confusión del mundo. 2La mente que no perdona está triste, sin esperanzas de poder hallar alivio o liberarse del dolor. 3Sufre y mora en la aflicción, mero­deando en las tinieblas sin poder ver nada, convencida, no obs­tante, de que el peligro la acecha allí.

3. La mente que no perdona vive atormentada por la duda, con­fundida con respecto a sí misma, así como con respecto a todo lo que ve, atemorizada y airada. aLa mente que no perdona es débil y presumida, tan temerosa de seguir adelante como de quedarse donde está, de despertar como de irse a dormir. aTiene miedo tam­bién de cada sonido que oye, pero todavía más del silencio; la oscuridad la aterra, mas la proximidad de la luz la aterra todavía más. 2¿Qué puede percibir la mente que no perdona sino su pro­pia condenación? 3¿Qué puede contemplar sino la prueba de que todos sus pecados son reales?

4. La mente que no perdona no ve errores, sino pecados. 2Con­templa el mundo con ojos invidentes y da alaridos al ver sus pro­pias proyecciones alzarse para arremeter contra la miserable parodia que es su vida. 3Desea vivir, sin embargo, anhela estar muerta. 4Desea el perdón, sin embargo, ha perdido toda espe­ranza. 5Desea escapar, sin embargo, no puede ni siquiera conce­birlo, pues ve pecado por doquier.

5. La mente que no perdona vive desesperada, sin la menor espe­ranza de que el futuro pueda ofrecerle nada que no sea desespe­ración. 2Ve sus juicios con respecto al mundo, no obstante, como algo irreversible, sin darse cuenta de que se ha condenado a sí misma a esta desesperación. 3No cree que pueda cambiar, pues lo que ve da testimonio de que sus juicios son acertados. 4No pre­gunta, pues cree saber. 5No cuestiona, convencida de que tiene razón.

6. El perdón es algo que se adquiere. 2No es algo inherente a la mente, la cual no puede pecar. 3Del mismo modo en que el pecado es una idea que te enseñaste a ti mismo, así el perdón es algo que tiene que aprender, no de ti mismo, sino del Maestro que repre­senta tu otro Ser. 4A través de Él aprendes a perdonar al ser que crees haber hecho, y dejas que desaparezca. 5Así es como le devuelves tu mente en su totalidad a Aquel que es tu Ser y que jamás puede pecar.

7. Cada mente que no perdona te brinda una oportunidad más de enseñarle a la tuya cómo perdonarse a sí misma. 2Cada una de ellas está esperando a liberarse del infierno a través de ti, y se dirige a ti implorando el Cielo aquí y ahora. 3No tiene esperan­zas, pero tú te conviertes en su esperanza. 4Y al convertirte en su esperanza, te vuelves la tuya propia. 5La mente que no perdona tiene que aprender, mediante tu perdón, que se ha salvado del infierno. 6Y a medida que enseñes salvación, aprenderás lo que es. 7Sin embargo, todo cuanto enseñes y todo cuanto aprendas no procederá de ti, sino del Maestro que se te dio para que te mos­trase el camino.

8. Nuestra práctica de hoy consiste en aprender a perdonar. 2Si estás dispuesto, hoy puedes aprender a aceptar la llave de la feli­cidad y a usarla en beneficio propio. 3Dedicaremos diez minutos por la mañana y otros diez por la noche a aprender cómo otorgar perdón y también cómo recibirlo.

9. La mente que no perdona no cree que dar y recibir sean lo mismo. 2Hoy trataremos, no obstante, de aprender que son uno y lo mismo practicando el perdón con alguien a quien consideras un enemigo, así como con alguien a quien consideras un amigo. 3Y a medida que aprendas a verlos a ambos como uno solo, extenderemos la lección hasta ti y veremos que su escape supone el tuyo.

10. Comienza las sesiones de práctica más largas pensando en alguien que no te cae bien, alguien que parece irritarte y con quien lamentarías haberte encontrado; alguien a quien detestas vehementemente o que simplemente tratas de ignorar. 2La forma en que tu hostilidad se manifiesta es irrelevante. 3Probablemente ya sabes de quién se trata. 4Ese mismo vale.

11. Cierra ahora los ojos y, visualizándolo en tu mente, contém­plalo por un rato. 2Trata de percibir algún atisbo de luz en alguna parte de él, algún pequeño destello que nunca antes habías notado. 3Trata de encontrar alguna chispa de luminosidad bri­llando a través de la desagradable imagen que de él has formado. 4Continúa contemplando esa imagen hasta que veas luz en alguna parte de ella, y trata entonces de que esa luz se expanda hasta envolver a dicha persona y transforme esa imagen en algo bueno y hermoso.

12. Contempla esta nueva percepción por un rato, y luego trae a la mente la imagen de alguien a quien consideras un amigo. 2Trata de transferirle a éste la luz que aprendiste a ver en torno de quien antes fuera tu "enemigo". 3Percíbelo ahora como algo más que un amigo, pues en esa luz su santidad te muestra a tu salvador, sal­vado y salvando, sano e íntegro.

13. Permite entonces que él te ofrezca la luz que ves en él, y deja que tu "enemigo" y tu amigo se unan para bendecirte con lo que tú les diste. 2Ahora eres uno con ellos, tal como ellos son uno contigo. 3Ahora te has perdonado a ti mismo. 4No te olvides a lo largo del día del papel que juega la salvación en brindar felicidad a todas las mentes que no perdonan, incluyendo la tuya. 5Cada vez que el reloj dé la hora, di para tus adentros:

6El perdón es la llave de la felicidad.
7Despertaré del sueño de que soy mortal, falible y lleno de pecado, y sabré que soy el perfecto Hijo de Dios





Instrucciones para la práctica

Propósito: Aprender a dar el perdón y ver que, cuando lo das, tú recibes perdón.

Práctica de la mañana/ noche: 2 veces, durante diez minutos. 

  • Identifica a alguien a quien perdonar. Piensa en alguien que no te gusta o que desprecias o que te parece irritante o que quieres evitar. El que ya te ha venido a la mente vale. 
  • Cierra los ojos y contémplalo en tu mente, míralo durante un rato. Intenta ver una pequeña chispa de luz en tu imagen de él. Estás buscando algo amoroso o una cualidad verdadera en él, o quizá algún pensamiento amable o un gesto bondadoso suyo (algún reflejo lejano de la luz de Dios en él). Todo depende de esto, así que tómate tiempo. Una vez que encuentres algo, piensa que representa una pequeña chispa de luz en algún lugar de tu obscura imagen de él. Luego ve a esta chispa crecer hasta que cubra completamente tu imagen de él, sustituyendo toda la obscuridad por luz. En otras palabras, contémplale sólo en la luz de esta única cualidad o acción amorosa. Piensa en ella como la única pista de lo que él es de verdad. Si tienes éxito, él te parecerá una persona santa, sin defectos, extendiendo luz. Puedes incluso imaginar que Grandes Rayos brillan y se extienden desde él. 
  • Ahora contempla esta nueva imagen de él durante un rato. Agradece lo amoroso e inocente que es. 
  • Ahora piensa en alguien a quien consideras amigo. Intenta extenderle a tu amigo la luz que viste en tu “enemigo”. Esto hace que tu amigo parezca mucho más que un amigo. Se te muestra como tu salvador, con poder para iluminarte con sólo una mirada de sus santos ojos. Ahora deja que tu salvador te ofrezca la luz que le diste. Después deja que tu antiguo enemigo se una a él, para que ambos puedan ofrecerte esta luz. ¿Por qué no iban a darte este santo regalo, cuando tú se lo diste a ellos, y mostrarte tu santidad durante el proceso? Ve rayos de perdón saliendo de ellos y cubriéndote, perdonándote tus “pecados”, haciendo que tú extiendas los mismos Grandes Rayos que ellos. Contémplate a ti mismo uno con ellos, unido en la santa luz del perdón que tú has dado y recibido. “Ahora te has perdonado a ti mismo” (13.3).


Recordatorios frecuentes: Cada hora (no te olvides).
Repite: “El perdón es la llave de la felicidad. Despertaré del sueño de que soy mortal, falible y lleno de pecado, y sabré que soy el perfecto Hijo de Dios”. Para entender estas líneas, puedes poner “por medio del perdón” al principio de la segunda frase. ¿Recuerdas el viejo dicho:
“Equivocarse es humano, perdonar es divino”? El perdón es lo que nos demuestra que somos más que humanos, que somos divinos.
Una cosa más: Si vas a repetir estas frases cada hora, necesitarás aprendértelas de memoria o escribirlas en una tarjeta.

Comentario

Cuanto más estudio el Curso más sentido tiene esta lección para mí. La primera vez que la leí, me pareció poco probable que el perdón fuese la llave de la felicidad. Podía ver que era una llave pero no la llave. Cuando la explicación del Curso acerca de la raíz de todos nuestros problemas empezó a meterse en mi mente, empecé a ver que de un modo u otro, la falta de perdón estaba detrás de cada problema. Luego empezó a tener sentido que el perdón los solucionaría todos ellos.

Mira a la letanía de males que abarca esta descripción de “la mente que no perdona” (2:1-5:5): 

  • Miedo. 
  • Un modo de pensar estrecho y cerrado que no deja espacio para que el amor crezca y se desarrolle. 
  • Tristeza, sufrimiento, duda, confusión, ira. 
  • Los pares contradictorios de miedos, para mí el más claro es “miedo de cada sonido que oye, pero todavía más del silencio” (3:1). 
  • La deformación de la percepción que resulta de la falta de perdón, que no nos deja ver los errores como lo que son y, en su lugar, percibe pecados. 
  • El terror alucinante de nuestras propias proyecciones.

Me reconozco a mí mismo, o por lo menos recuerdos de mí, en tantas de estas frases: “Desea vivir, sin embargo, anhela estar muerta. Desea el perdón, sin embargo, ha perdido toda espe-ranza” (4:3-4). Yo me he sentido así. Estos párrafos nos describen a todos nosotros. Pienso que si alguien no se reconoce aquí en algunas cosas, no esta siendo honesto consigo mismo. Y el pensamiento más horrible de todos es este: “No cree que pueda cambiar” (5:3). ¿No has sentido ese miedo en tu propio corazón alguna que otra vez? Yo sé que lo he sentido.

Cuando reconocemos que estas descripciones son adecuadas acerca de nosotros, que nos encontramos en uno u otro de estos estados mentales, la misma palabra “perdón” suena como un oasis en el desierto de Sahara. Fresca, calmante y refrescante. Como se nos decía en la Lección 79, tenemos que reconocer el problema antes de darnos cuenta de cuál es la solución.

“El perdón es algo que se adquiere. No es algo inherente a la mente” (6:1-2). Esto afirma un principio fundamental que explica mucho de los métodos del Curso, y explica por qué es necesaria alguna forma de transición entre dónde pensamos que estamos y dónde estamos ya en realidad. Si ya somos perfectos, tal como Dios nos creó, ¿por qué tenemos que aprender algo? Porque la solución al problema de la culpa es el perdón, y el perdón no era parte de nuestra mente tal como Dios la creó. No había necesidad de perdón. Sin pensamientos de pecado, la idea del perdón no tiene significado. Debido a que nos enseñamos a nosotros mismos la idea de pecado, ahora se nos tiene que enseñar el antídoto: el perdón. El perdón tiene que ser aprendido.

Pero la mente que no perdona no puede enseñarse a sí misma el perdón. Cree en la realidad del pecado, y con esa base el perdón es imposible. Todo lo que percibe en el mundo demuestra que “todos sus pecados son reales” (3:3). Atrapados en la falta de perdón, estamos convencidos de que nuestra percepción de las cosas es correcta. No la ponemos en duda. Desde esa perspectiva no hay manera de que nuestra mente pueda siquiera imaginar el verdadero perdón. Por eso necesitamos al Espíritu Santo “Maestro que representa a tu otro Ser” (6:3). Tiene que haber un “Poder más elevado” Que representa un modo de pensar diferente. La causa de nuestra percepción tiene que estar fuera del modo de pensar del ego, aparte de él, limpio de él. Y eso es Él.

Él nos enseña a perdonar y, por medio del perdón, se Le devuelve nuestra mente a nuestro Ser, Que “jamás puede pecar” (6:5). Cada persona “fuera” de nosotros, cada representante de esa multitud de mentes que no perdonan, “te brinda una oportunidad más de enseñarle a la tuya cómo perdonarse a sí misma” (7:1). Nuestros hermanos y hermanas, que manifiestan su ego llenos de miedo, dolor, y de la agitación y confusión del mundo, hablándonos con brusquedad desde su terror, son nuestros salvadores. Al perdonarles a ellos, nos perdonamos a nosotros mismos. Cuando enseñamos la salvación, la aprendemos. Al liberar a otros del infierno, nos liberamos a nosotros mismos. Al dar, recibimos.

De esto trata el Curso. Al practicar hoy, que podamos darnos cuenta de que nos estamos dedicando al ejercicio más importante del Curso, estamos aprendiendo “la llave de la felicidad”. Y no pensemos que ya sabemos lo que es el perdón, vengamos con humildad, preparados para que nos enseñe Uno Que sabe.




TEXTO


II. Cómo recordar a Dios


1. Los milagros son simplemente la transformación de la negación en verdad. 2Si amarse uno a sí mismo significa curarse uno a sí mismo, los que están enfermos no se aman a sí mismos. 3Por lo tanto, están pidiendo el amor que los podría sanar, pero que se están negando a sí mismos. 4Si supiesen la verdad acerca de sí mismos no podrían estar enfermos. 5La tarea del obrador de mila­gros es, por lo tanto, negar la negación de la verdad. 6Los enfermos deben curarse a sí mismos, pues la verdad mora en ellos. 7Mas al haberla nublado, la luz de otra mente necesita brillar sobre la suya porque dicha luz es suya.

2. La luz brilla en todos ellos con igual intensidad independien­temente de cuán densa sea la niebla que la oculta. 2Si no le otor­gas a la niebla ningún poder para ocultar la luz, no tiene ninguno. 3Pues sólo tiene poder si el Hijo de Dios se lo confiere. 4Y debe ser él mismo quien le retire ese poder, recordando que todo poder es de Dios. 5Tú puedes recordar esto por toda la Filia­ción. 6No permitas que tu hermano se olvide, pues su olvido es también él tuyo. 7Pero cuando tú lo recuerdas, lo estás recordando por él también porque a Dios no se le recuerda solo. 8Esto es lo que has olvidado. 9Percibir la curación de tu hermano como tu propia curación es, por lo tanto, la manera de recordar a Dios. 10Pues te olvidaste de tus hermanos y de Dios, y la Respuesta de Dios a tu olvido no es sino la manera de recordar.

3. No percibas en la enfermedad más que una súplica de amor, y ofrécele a tu hermano lo que él cree que no se puede ofrecer sí mismo. 2Sea cuál sea la enfermedad, no hay más que un remedio. 3Alcanzarás la plenitud a medida que restaures la plenitud de otros, pues percibir en la enfermedad una petición de salud es reconocer en el odio una súplica de amor. 4Y dar a un hermano lo que realmente desea es ofrecértelo a ti mismo, ya que tu padre dispone que comprendas que tu hermano y tú sois lo mismo. 5Concédele su petición de amor, y la tuya quedará concedida. 6La curación es el Amor de Cristo por Su Padre y por Sí Mismo. 

4. Recuerda lo que dijimos acerca de las percepciones atemorizan­tes que tienen los niños pequeños, las cuales son aterrorizantes para ellos porque no las entienden. 2Si piden iluminación y la aceptan, sus miedos se desvanecen. 3Pero si ocultan sus pesadi­llas, las conservan. 4Es fácil ayudar a un niño inseguro, ya que reconoce que no entiende el significado de sus percepciones. 5Tú, sin embargo, crees que entiendes el significado de las tuyas. 6Cria­tura de Dios, estás ocultando tu cabeza bajo unas pesadas mantas que tú mismo te has echado encima. 7Estás ocultando tus pesadi­llas en la oscuridad de tu falsa certeza y negándote a abrir los ojos y a mirarlas de frente.

5. No nos quedemos con las pesadillas, pues no son ofrendas dig­nas de Cristo, y, por lo tanto, no son regalos dignos de ti. 2Quítate las mantas de encima y hazle frente a lo que te da miedo. 3Sólo lo que tú te imaginas que ello pueda ser es lo que te da miedo, pues la realidad de lo que no es nada no puede dar miedo. No demo­remos esto, pues el sueño de odio no se apartará de ti a menos que tengas ayuda, y la Ayuda ya está aquí. 5Aprende a mantenerte sereno en medio de la agitación, pues la quietud supone el final de la lucha y en esto consiste la jornada a la paz. 6Mira de frente cada imagen que surja para demorarte, pues el logro del objetivo es inevitable debido a que es eterno. 7Tener al amor por objetivo es algo a lo que tienes derecho, y ello es así a pesar de tus sueños.

6. Quieres todavía lo que Dios dispone, y ninguna pesadilla puede impedir que un Hijo de Dios logre su propósito. 2Pues tu pro­pósito te fue dado por Dios y no puedes sino cumplirlo, ya que ésa es Su Voluntad. 3Despierta y recuerda tu propósito, pues es tu voluntad recordarlos 4Lo que ya se ha llevado acabo por ti tiene que ser tuyo. 5No permitas que tu odio obstruya el camino del amor, pues no hay nada que pueda resistirse al Amor que Cristo le profesa a Su Padre, o al Amor que Su Padre le profesa a Él.

7. Dentro de poco me verás, pues yo no estoy oculto porque tú te estés ocultando. 2Es tan seguro que te despertaré como que me desperté a mí mismo, porque desperté por ti. 3En mi resurrección radica tu liberación. 4Nuestra misión es escaparnos de la crucifi­xión, no de la redención. 5Confía en mi ayuda, pues yo no caminé solo, y caminaré contigo de la misma manera en que nuestro Padre caminó conmigo: 6¿No sabías que caminé con Él en paz? 7¿Y no significa eso que la paz nos acompaña durante toda la jornada?

8. En el amor perfecto no hay miedo. 2No haremos otra cosa que mostrarte la perfección de lo que ya es perfecto en ti. 3No tienes miedo de lo desconocido sino de lo conocido. 4No fracasarás en tu misión porque yo no fracasé en la mía. 5En nombre de la absoluta confianza que tengo en ti, confía en mí aunque sólo sea un poco, y alcanzaremos fácilmente la meta de perfección juntos. 6Pues la perfección simplemente es y no puede ser negada. 7Negar la negación de lo perfecto no es tan difícil como negar la verdad; y creerás en lo que podemos realizar juntos cuando lo veas realizado.

9. Tú  que has tratado de desterrar el amor no has podido lograrlo, pero tú que eliges desterrar el miedo no podrás por menos que triunfar. 2El Señor está contigo, pero tú no lo sabes. 3Sin embargo, tu Redentor vive, y mora en ti en la paz de la cual Él fue creado. 4¿No te gustaría intercambiar tu conciencia de miedo por ésta conciencia? 5Cuando hayamos superado el miedo -no ocultándolo, ni restándole importancia, ni negando en modo alguno su impacto- esto es lo que realmente verás. 6No puedes dejar a un lado los obstáculos que se interponen a la ver­dadera visión a menos que primero los observes, ya que dejarlos a un lado significa que has juzgado contra ellos. 7Si los examinas, el Espíritu Santo  los juzgará, y los juzgará correctamente. 8Sin embargo, Él no puede eliminar con Su luz lo que tú mantienes oculto, pues tú no se lo has ofrecido y Él no puede quitártelo.

10. Nos estamos embarcando, por lo tanto, en un programa muy bien organizado, debidamente estructurado y cuidadosamente planeado, que tiene por objeto aprender a entregarle al Espíritu Santo todo aquello que no desees. 2El sabe qué hacer con ello. 3Tú, sin embargo, no sabes cómo valerte de Su conocimiento. 4Cual­quier cosa que se le entregue que no sea de Dios, desaparece. 5No obstante, tú tienes que estar completamente dispuesto a examinar eso que le entregas, ya que de otro modo Su conocimiento no te servirá de nada. 6Él jamás dejará de prestarte ayuda, pues prestar ayuda es Su único propósito. 7¿No es cierto acaso que tienes más razones para temer al mundo tal como lo percibes, que para mirar a la causa del miedo y abandonarla para siempre?