DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 26 de septiembre de 2018

26 SEPTIEMBRE: Mi vista va en busca de la faz de Cristo.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 269


Mi vista va en busca de la faz de Cristo.


1. Te pido que hoy bendigas mi vista. 2Mi vista es el medio que Tú has elegido para mostrarme mis errores y para poder ver más allá de ellos. 3Se me ha concedido poder tener una nueva percepción a través del Guía que Tú me diste, y, mediante Sus lecciones, superar la percepción y regresar a la verdad. 4Pido la ilusión que trasciende todas las que yo inventé. 5Hoy elijo ver un mundo perdonado en el que todo lo que veo me muestra la faz de Cristo y me enseña que lo que contemplo es mío, y que nada existe, excepto Tu santo Hijo.


2. Hoy nuestra vista es bendecida. 2Compartimos una sola visión cuando contemplamos la faz de Aquel Cuyo Ser es el nuestro. 3Somos uno por razón de Aquel que es el Hijo de Dios, Aquel que es nuestra Identidad.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

La lección de hoy trata del perdón, de elegir de antemano ver la inocencia en otros Recordemos algunas cosas que nos han enseñado lecciones anteriores sobre el perdón

Lección 126: La manera de recibir el perdón es dándolo.

¿Cómo se relaciona en esta lección “dar es recibir” con el perdón? Explica como, según el mundo entiende el perdón, no hay nada que nosotros podamos recibir del perdón. “Cuando "perdonas" un pecado, no ganas nada con ello directamente” (L.126.3:1). Si creo que el pecado de alguien es real y se lo “perdono”, es sólo un acto de caridad hacia alguien que no es digno del perdón. Es un regalo que no se merece. De hecho podría parecer que yo salgo perdiendo, y que no gano nada con ello. No hay ninguna liberación para mí en hacer esto.

Sólo cuando he recibido el perdón para mí, puedo darlo; y sólo al darlo reconozco que lo he recibido. ¡Ni siquiera conozco lo que es! ¿Cómo podría reconocerlo? Así que para saber lo que es el perdón, y para saber que lo tengo, tengo que darlo. Tengo que verlo “ahí fuera” para reconocerlo “aquí dentro”. Cuando lo haga, empezaré también a comprender que no hay diferencia entre ahí fuera y aquí dentro.

La idea de que dar es recibir, que “el que da y el que recibe son uno” (L.126.8:1) es una preparación necesaria para liberar nuestra mente de todos los obstáculos al verdadero perdón. El juicio se basa en la separación y las diferencias: el pecado está en otro y no en mí. Él es malo, yo soy mejor. El perdón se basa en la unidad y la igualdad. No hay “otro” a quien hacer o que me haga. Los dos somos inocentes. Nunca hubo pecado alguno. Todos somos parte del mismo Corazón de Amor.

Lección 134: El verdadero perdón perdona las ilusiones, no pecados reales.

Aquí aprendemos que el principal obstáculo para aprender el verdadero perdón es la creencia de que tenemos que perdonar algo real. Creemos que el pecado existe, que se ha causado daño realmente. Es imposible perdonar un pecado que creemos que es real. “Es imposible pensar que el pecado es verdad sin creer que el perdón es una mentira” (L.134.4:2). “La culpabilidad no se puede perdonar” (L.134.5:3).

Éste es un obstáculo muy importante. Puedo asegurar que es posible que algo que antes te pareció un pecado, verlo como un simple error y una petición de amor. Yo lo he sentido. Yo no hice el cambio. No podemos hacerlo nosotros. Pero sí que es necesario querer que el cambio ocurra. Sé que hay muchas cosas que, dándome cuenta o no, todavía juzgo y condeno como pecado, como malo. Cada vez que encuentro juicios en mi mente, no necesito hacer nada, sólo reconocer que está ahí y creer que hay otra manera de verlo. Afirmo que quiero verlo de manera diferente. Pido ayuda para entender el perdón por medio de esa experiencia. Y espero.

Me permito a mi mismo mirar a la ira, al miedo, al resentimiento que puedo estar sintiendo. No lo escondo, eso perpetuaría la mente errada. Quiero también ver mis sentimientos de manera diferente. Reconozco que quizá me estoy juzgando por sentirlos. Por eso, lo que hago con los juicios externos, también lo hago con los juicios internos: Afirmo que quiero verlo de manera diferente y pido ayuda para ello. Y espero.

Lo que entonces sucede es cosa de Dios. Se produce un cambio en mi mente. Puede ocurrir primero en relación con el otro, el “pecador”; o puede suceder primero en relación conmigo. Puesto que el otro y yo somos uno y lo mismo, no importa cómo ocurra o en qué orden. En el cambio, llego a ver algo que estoy juzgando, en el otro o en mí mismo, como una petición de amor. Llego a ver que, sea cual sea la apariencia que tenga, la inocencia está detrás del acto en sí. Puedo ver que estaba enfadado porque quería estar cerca de la otra persona y me alejó. Yo quería unirme, la unidad. No hay nada por lo que sentirse culpable en ello. Lo vi como ataque y ataqué. Ahora veo que no hubo ataque; los dos queremos lo mismo, así que abandono mi ataque y respondo con amor. O puedo ver que la otra persona tenía miedo, se sentía amenazada por mí de alguna manera (y sé que no soy una amenaza), y así perdí la cabeza. Mi ataque fue el mismo error. Veo que no hubo pecado en lo sucedido, y todo el asunto puede abandonar mi mente.

La lección de hoy: Vemos inocencia cuando elegimos verla.

“Mi vista va en busca de la faz de Cristo”. “Hoy elijo ver un mundo perdonado” (1:5). “Ver el rostro de Cristo” es una manera simbólica de decir que vemos inocencia, que vemos un mundo perdonado.

En esta lección vemos que el perdón es una elección. Cuando decidimos que sólo queremos ver inocencia, sólo vemos inocencia. El Espíritu Santo nos da el regalo de la visión. “Lo que contemplo es mío” (1:5). Si veo errores ahí fuera, son mis propios errores. Si veo inocencia, es también la mía propia. Si puedo ver inocencia (y la veré si elijo verla, la veré si lo pido), es la prueba de mi propia inocencia. Únicamente aquellos que ven inocencia en otros conocen su propia inocencia. Los que se sienten culpables siempre verán culpa. Ver inocencia en otros es el medio que Dios nos ha dado para descubrir nuestra propia inocencia. No la podemos encontrar si miramos directamente. Es como intentar verte tu propia cara, necesitas un espejo. El mundo es mi espejo, me muestra el estado de mi propia mente. La imagen en el espejo es sólo una imagen, una ilusión, pero en este mundo es una ilusión necesaria, y lo será hasta que haya conocimiento sin percepción.



¿Qué es el cuerpo? (Parte 9)

L.pII.5.5:1-3

Como se indicó en la Lección 261: “Me identificaré con lo que creo es mi refugio y mi seguridad” (5:1, y ver L.261.1:1). Si pensamos que nuestra identidad física y el ego son nuestra seguridad, nos identificaremos con ellos; si entendemos que ser el amor que somos es lo que nos da seguridad, nos identificaremos con él, en lugar de con el cuerpo y el ego. Si nos identificamos con el cuerpo, nuestra vida se vuelve un intento agobiante e inútil por conservarlo y protegerlo. Si nos identificamos con el amor, el cuerpo se convierte en un instrumento que usamos para expresar nuestro propio ser amoroso, que es Dios expresándose a través de nosotros.

“Tu seguridad reside en la verdad, no en las mentiras” (5:3). El cuerpo es una mentira acerca de nosotros, no es lo que nosotros somos. “Enseña sólo amor, pues eso es lo que eres” (T.6.I.13:2). Ahí es donde reside nuestra verdadera seguridad, y con eso es con lo que tenemos que aprender a identificarnos.

¿Qué me parece “más real” hoy? ¿Mi cuerpo o mi Ser amoroso? ¿A qué le doy más importancia? O ¿a qué dedico la mayor parte de mi tiempo y de mi atención? ¿Qué es lo que más cuido y lo que más me preocupa? La práctica de las lecciones del Libro de Ejercicios puede ser muy reveladora acerca de esto, al comenzar a darme cuenta de que raramente dejo de cuidar mi cuerpo: alimentándolo, vistiéndolo, limpiándolo, durmiendo. ¿Cómo cuido mi espíritu? Cuando la atención a mis necesidades espirituales y a la expresión de mi naturaleza interna sea lo más importante, cuando prefiera perderme el desayuno en lugar de mis momentos de quietud con Dios, sabré que he empezado a cambiar mi identidad de las mentiras a la verdad.

Si al observarme, me doy cuenta de que todavía no es así, que no me sienta culpable por ello. La culpa no sirve para nada positivo. Mi identificación con el cuerpo no es un pecado. Es sólo un error y una indicación de que necesito practicar desaprender esa identificación y, en lugar de ello, aprender a identificarme con el amor. Cuando estoy practicando la guitarra y me doy cuenta de que me estoy saltando algún acorde, no me siento culpable por ello, simplemente intensifico mi práctica de esa canción hasta que la aprendo.


Incluso puedo usar mi costumbre de identificarme con el cuerpo para ayudarme a formar un nuevo enfoque. Cuando me ducho o me lavo la cara, puedo usar el tiempo para repetir mentalmente la lección del día y pensar en su significado para mí. ¿Qué otra cosa más valiosa ocupa tu tiempo en esos momentos? Cuando como, puedo acordarme de dar gracias, y dejar que sea un indicador de que recuerde a Dios. Si estoy solo durante la comida, quizá puedo leer una página del Curso, o la lección. Puedo hacer del cuerpo un instrumento de ayuda para recorrer el camino a Dios.







TEXTO 


III. Salvación sin transigencias


1. ¿No es cierto acaso que no reconoces algunas de las formas en que el ataque se puede manifestar? 2Si es cierto que el ataque en cualquiera de sus formas te hará daño, y que te hará tanto daño como lo harían cualquiera de las formas que sí reconoces, enton­ces se puede concluir que no siempre reconoces la fuente del dolor. 3Cualquier forma de ataque es igualmente destructiva. 4Su propósito es siempre el mismo. 5Su única intención es asesinar, y ¿qué forma de asesinato puede encubrir la inmensa culpabilidad y el terrible temor a ser castigado que el asesino no puede por menos que sentir? 6Puede que niegue ser un asesino y que justifi­que su infamia con sonrisas mientras la comete. 7Sin embargo, sufrirá y verá sus intenciones en pesadillas en las que las sonrisas habrán desaparecido, y en las que su propósito sale al encuentro de su horrorizada conciencia para seguir acosándolo. 8Pues nadie que piense en asesinar puede escaparse de la culpabilidad que dicho pensamiento conlleva. 9Si la intención del ataque es la muerte, ¿que importa qué forma adopte?

2. ¿Podría cualquier forma de muerte, por muy hermosa y carita­tiva que parezca, ser una bendición y un signo de que la Voz que habla por Dios le está hablando a tu hermano a través de ti? 2La envoltura no hace el regalo. 3Una caja vacía, por muy bella que sea y por mucha gentileza que se tenga al darla, sigue estando vacía. 4Y tanto el que la recibe como el que la da no podrán seguir enga­ñándose por mucho más tiempo. 5Niégale el perdón a tu hermano y lo estarás atacando. 6No le estarás dando nada y sólo recibirás de él lo que le diste.

3. La salvación no transige en absoluto. 2Transigir es aceptar sólo una parte de lo que quieres: tomar sólo un poco y renunciar al resto. La salvación no renuncia a nada. Se les concede a todos enteramente. 5Si permites que la idea de transigir invada tu pen­samiento, se pierde la conciencia del propósito de la salvación porque no se reconoce. 6Dicho propósito se niega cuando la idea de transigir se ha aceptado, pues es la creencia de que la salvación es imposible. 7La idea de transigir mantiene que puedes ata­car un poco, amar un poco, y ser consciente de la diferencia. 8De esta manera, pretende enseñar que un poco de lo mismo puede ser diferente, y, al mismo tiempo, permanecer intacto, cual uno solo. 9¿Tiene sentido esto? 10¿Es acaso comprensible?

4. Este curso es fácil precisamente porque no transige en abso­luto. 2Aun así, parece ser difícil para aquellos que todavía creen que es posible transigir. 3No se dan cuenta de que si lo fuese, la salvación sería un ataque. 4Es indudable que la creencia de que la salvación es imposible no puede propiciar la calmada y serena certidumbre de que ésta ha llegado. 5El perdón no se puede negar sólo un poco. 6Tampoco es posible atacar por una razón y amar por otra, y entender lo que es el perdón. 7¿No te gustaría poder reconocer lo que constituye un asalto a tu paz, si sólo de esa manera resulta imposible que la pierdas de vista? 8Si no la defiendes, puedes mantenerla brillando ante tu visión, eterna­mente diáfana y sin jamás perderla de vista.

5. Los que creen que es posible defender la paz y que está justifi­cado atacar en su nombre, no pueden percibir que la paz se encuentra dentro de ellos. 2¿Cómo iban a saberlo? ¿Cómo iban a poder aceptar el perdón y al mismo tiempo seguir albergando la creencia de que algunas formas de asesinato mantienen la paz a salvo? 4¿Cómo iban a estar dispuestos a aceptar el hecho de que su brutal propósito va dirigido contra ellos mismos? 5Nadie se une a su enemigo ni comparte su propósito. 6Y nadie transige con un enemigo sin seguir odiándolo por razón de lo que éste le privó.


6. No confundas una tregua con la paz ni la transigencia con el escape del conflicto. 2Haber sido liberado del conflicto significa que éste ha cesado. 3La puerta está abierta; te has retirado del campo de batalla. 4No te has quedado allí con la esperanza cobarde de que el conflicto no se reanude sólo porque los caño­nes se han acallado por un momento y el miedo que asola el lugar de la muerte no es evidente. 5En un campo de batalla no hay seguridad. 6Lo puedes contemplar salvo desde lo alto sin que te afecte. 7Pero dentro de él no puedes encontrar ninguna seguri­dad. 8Ni uno solo de los árboles que aún quedan en pie puede ofrecerte cobijo. 9Ni una sola fantasía de protección puede servir de escudo contra la fe en el asesinato. 10He aquí el cuerpo, vaci­lando entre el deseo natural de comunicarse y la intención anti­natural de asesinar y de morir. 11¿Crees que puede haber alguna forma de asesinato que ofrezca seguridad? 12¿Podría acaso la cul­pabilidad estar ausente de un campo de batalla?













martes, 25 de septiembre de 2018

25 SEPTIEMBRE: Que todas las cosas sean exactamente como son.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 268


Que todas las cosas sean exactamente como son.


1. No permitas que hoy sea Tu crítico, Señor, ni que juzgue contra Ti. 2No permitas que interfiera en Tu creación, desfigurándola y convirtién­dola en formas enfermizas. 3Permítaseme estar dispuesto a no atacar su unidad imponiéndole mis deseos, y así dejarla ser tal como Tú la creaste. 4Pues de esta manera seré también capaz de reconocer a mi Ser tal como Tú lo creaste. 5Fui creado en el Amor y en el Amor he de morar para siempre. 6¿Qué podría asustarme si dejo que todas las cosas sean exacta­mente como son?


2. Que nuestra vista no sea blasfema hoy, y que nuestros oídos no hagan caso de las malas lenguas. 2Sólo la realidad está libre de dolor. 3Sólo en la realidad no se experimentan pérdidas. 4Sólo la realidad ofrece completa seguridad. 5Y esto es lo único que bus­camos hoy.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Vista a la luz del perdón, esta lección nos enseña que criticar lo que existe es juzgar y condenar a Dios. Dejar que todas las cosas sean lo que son es una forma de perdón. Insistir en que las cosas sean diferentes es juzgar y no perdonar. Como Paul Ferrini dice sabiamente en su libro Del Ego al Ser: “Sólo cuando me resisto a lo que está aquí, deseo lo que no está”.

Estamos llenos de deseos acerca de cómo deberían ser las cosas. Todos estamos descontentos con las cosas tal como son. ¿Está alguien contento con todas las cosas de su vida?

Sin embargo, esto es lo que nos aconseja esta lección. Podría parecer un consejo cruel, tanto para mí como para el mundo que me rodea. Si vivimos en condiciones desagradables (enfermos, atrapados en una relación destructiva, muriendo a causa de una enfermedad, pasando apuros económicos, muy desgraciados), ¿cómo podemos decir con honestidad: “Que todas las cosas sean exactamente como son”? Parece decir algo horrible.

Si vemos situaciones horribles a nuestro alrededor, en la familia, amigos, el mundo, con personas en alguna de las situaciones que se han mencionado antes, ¿cómo podemos decir: “Que así sea”?

Nuestra resistencia a decir estas palabras en tales circunstancias da testimonio de nuestra firme creencia de que tales condiciones son reales. Si creemos que el sufrimiento es real, ¡por supuesto que no queremos que continúe! No lo podemos decir si lo que significa para nosotros es: “Que mi hermano se muera en dolor”, o “Que mi marido siga bebiendo y pegándome”. ¡Por supuesto que no!

La lección es sencillamente una llamada a recordar que las condiciones que vemos no son reales. “Sólo en la realidad no se experimentan pérdidas” (2:3).Es una llamada a recordar que “nada real puede ser amenazado” y que “nada irreal existe” (T.In.2:2). No podemos decir: “Que todo sea como es” hasta que primero reconozcamos que “todo” se refiere únicamente a lo que es real, únicamente a lo que es de Dios. El resto es ilusión.

Decir: “Que todas las cosas sean exactamente como son”, es una afirmación de fe en que lo que parece ser dolor y sufrimiento no está ahí realmente. Es una respuesta a la llamada de Dios, que nos saca del mundo de las condiciones y nos lleva a la verdad sin condiciones. Es una frase que se aplica, no al mundo que vemos con los ojos del cuerpo, sino al mundo que podemos ver únicamente con los ojos de Cristo. Es una afirmación de que queremos ver la realidad que hay detrás de todas las ilusiones de sufrimiento.

No significa que le demos la espalda a un hermano que está sufriendo y con dolor, verle y cruelmente decir: “Que sea exactamente así”. Ése es el viejo error cristiano de: “Es la Voluntad de Dios”. No es la Voluntad de Dios que suframos y muramos. Pensar eso es creer que el error es real, y luego culpar a Dios por ello.

Esta lección habla de no ver ningún error.

No veas el error. No lo hagas real. Selecciona lo amoroso y perdona el pecado, eligiendo en su lugar el rostro de Cristo. (Canción 2.I.3:3-5)

Decir: “Que todas las cosas sean exactamente como son”, es una afirmación de que las condiciones no necesitan cambiar para que el amor sea real. Sólo el amor es real, sean cuales parezcan ser las condiciones, eso es lo que estamos afirmando.

El error, el dolor y el sufrimiento que vemos, no proceden de Dios. Por lo tanto, no son reales. Es sólo una proyección de nuestra mente colectiva. Están ahí porque hemos deseado ser diferentes a como Dios nos creó. Poner fin al deseo de que nuestras condiciones sean diferentes es el comienzo de la desaparición de la ilusión. Lo que se me pide es que renuncie a ser el creador del universo. Pensamos que podemos cambiar esto y arreglar aquello, remendar tal cosa, y el mundo será un lugar mejor. ¡Es nuestra intromisión en la realidad lo que lo ha hecho como es! Es nuestra intromisión lo que tiene que terminar.

Mientras estamos en el mundo de la ilusión, tenemos que actuar con sensatez. Si me corto el dedo, no lo dejo sangrar de manera descuidada aunque sé que el mundo no es real. No, le pongo una tirita. Sin embargo, al hacerlo, que me dé cuenta de que lo que estoy haciendo es “magia”. Sólo estoy remendando la ilusión, y no es realmente importante. Sólo contribuye a una ilusión más cómoda. Hacer que la ilusión sea más cómoda está bien, pero en realidad carece de importancia.

Lo mismo sirve para situaciones extremas. Supón que me estoy muriendo de cáncer. Por supuesto que lo trato. La manera en que lo trato no importa. Puedo usar tratamiento médico. Puedo intentar curarme con una dieta. Puedo hacer afirmaciones y condicionamiento mental. Todo ello es magia, todo ello está remendando la ilusión. Al final no importa si mi cuerpo muere o vive. “Que todas las cosas sean exactamente como son” en esta circunstancia significa que “Lo que importa no es lo que le sucede al cuerpo. Lo que importa es dar y recibir amor. No necesito librarme del cáncer para ser feliz, lo que le sucede a mi cuerpo no afecta a lo que yo soy”.

Cuando estoy enfermo, si continuamente insisto en que mi estado físico tiene que cambiar para que yo sea feliz, estoy perpetuando el error que me enfermó. “Que así sea” no significa que abandone todos mis esfuerzos por mejorar mi estado, sino que significa que abandono todo mi empeño en el resultado. Significa que no importa cómo evolucione y se manifieste el estado físico, descanso seguro de que no puede perjudicar al bien final de todas las cosas.

La lección 24 dice: “No percibo lo que más me conviene”. Decir: “Que así sea” es el resultado natural de darnos cuenta de nuestra ignorancia. Actuando desde nuestro limitado punto de vista, podemos intentar cambiar las condiciones, pero al hacerlo, reconocemos que hay muchas cosas que no entendemos, muchas cosas que todavía no hemos tenido en cuenta porque desde la perspectiva de una mente separada no podemos verlo. Por eso hacemos lo que vemos que hay que hacer, pero no nos apegamos al resultado, reconociendo que sean cuales sean nuestros esfuerzos, los resultados están en manos de Dios, y las manos de Dios son buenas manos. Como un ejemplo de esta actitud, orando en el Jardín de Getsemaní Jesús dijo: “Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase Tu Voluntad” (Mt 26:39). Desde su perspectiva como ser humano individual, Jesús no quería ser clavado a una cruz. Desde su confianza en Dios, todavía podía decir: “Hágase en mí Tu Voluntad”.

Es necesario que el maestro de Dios se dé cuenta, no de que no debe juzgar, sino de que no puede. (M.10.2:1)

Decir: “que así sea” es darse cuenta de esto, y afirmar que el juicio de Dios es perfecto. No vamos a juzgar nada de lo que suceda. “Hoy no juzgaré nada de lo que ocurra” (L.243). Eso significa que no juzgamos nada como malo, y que tampoco juzgamos nada como bueno. No juzgamos en absoluto. Lo que es, es. “Que así sea”.



¿Qué es el cuerpo? (Parte 8)

L.pII.5.4:3-4

Cuando cambiamos el propósito de nuestro cuerpo del asesinato a los milagros, de la búsqueda del infierno a la meta del Cielo, ¿cómo se hace esto en la práctica? “El Hijo de Dios busca la mano de su hermano para ayudarlo a marchar por la misma senda que él” (4:3). Es así de sencillo. Extendemos la mano para ayudar a nuestro hermano. Ponemos la mano bajo su brazo cuando tropieza y le ayudamos a caminar con nosotros hacia Dios. Somos los primeros en darle la bienvenida con nuestra sonrisa. Abandonamos el orgullo y somos el primero que busca la reconciliación en una relación dolida. Visitamos a un amigo enfermo. Nos ayudamos el uno al otro.

Algunos dicen que puesto que nuestra única responsabilidad es aceptar la Expiación para nosotros mismos, no importan las acciones externas, que todo es mental. Yo digo: “¡Qué va!” Aceptar la Expiación para uno mismo es la única responsabilidad del “obrador de milagros”. Esto significa que si aceptas la Expiación, obrarás milagros. Si no estás obrando milagros (llevando la sanación a aquellos a tu alrededor), no estás aceptando la Expiación. Los dos van juntos. Lee el párrafo en el que aparece la frase “la única responsabilidad” (T.2.V.5), y date cuenta de lo que sigue a esa frase. Al aceptar la Expiación, tus errores son sanados, y luego tu mente sólo puede curar. Al hacer esto,… te colocas en una posición desde la que puedes eliminar la confusión de niveles en otros. El mensaje que entonces les comunicas es el hecho irrefutable de que sus mentes son igualmente cons-tructivas. (T.2.V.5:4-5, lee el párrafo entero)

Para ser un obrador de milagros tienes que aceptar la Expiación para ti mismo; para sanar los errores de otros, primero tienes que haber sanado los tuyos (M.18.4).

Si conoces la teología cristiana, esta confusión entre sanar yo y sanar a otros es parecida al viejo argumento de la salvación por la gracia y la salvación mediante acciones. La Biblia dice que hacer buenas obras no te salvará, que la salvación tiene lugar “mediante la gracia a través de la fe”. Y sin embargo también dice que si tienes fe, harás obras buenas; las obras buenas son la señal de la fe. Por lo tanto, “la fe sin obras es una fe muerta” (Santiago 2:20). De igual modo, aceptar la Expiación es todo lo que se necesita, pero la “prueba” de que has aceptado la sanación para tu propia mente es la extensión de los milagros de sanación a aquellos que te rodean. El Curso repite esto una y otra vez, diciendo que el modo en que tú sabes que has sanado es sanando a otros.

Por eso es por lo que los milagros dan testimonio de que eres bendito. Si perdonas completamente es porque has abandonado la culpabilidad, al haber aceptado la Expiación y haberte dado cuenta de que eres inocente. ¿Cómo ibas a percatarte de lo que se ha hecho por ti, sin tú saberlo, a menos que hicieses lo que no podrías sino hacer si se hubiese hecho por ti? (T.14.I.1:6-8)

Así que lo que estas frases están diciendo (volviendo a “¿Qué es el Cuerpo?”) es que el cuerpo se vuelve santo al usarlo al servicio de otros. Al extender la mano para ayudar, llevamos sanación a nuestra mente. Extendemos en lugar de apartarnos, buscamos sanar en lugar de herir, es la manera en que aceptamos la Expiación, o mejor dicho, la manera de demostrarnos a nosotros mismos que la hemos aceptado. La mente que ha aceptado la Expiación puede únicamente sanar, y mediante la sanación conocemos a nuestro Ser. Date cuenta aquí de que el cuerpo “sirve para sanar la mente”(4:5). Sí, la mente es lo que necesita sanación, pero el cuerpo sirve para sanarla al actuar con amor sanador con otros.






TEXTO


12. Pero ¿qué es eso que deseas que exige su muerte? 2¿Cómo pue­des estar seguro de que tu ataque asesino está justificado, a menos que sepas cuál es su propósito? 3Aquí es donde el "último" princi­pio del caos acude en tu "auxilio". 4Este principio alega que hay un substituto para el amor. 5Ésta es la magia que curará todo tu dolor, el elemento que falta que curaría tu locura. 6Ésa es la razón de que tengas que atacar. 7He aquí lo que hace que tu venganza esté justificada. 8He aquí, revelado, el regalo secreto del ego, arrancado del cuerpo de tu hermano donde se había ocultado con malicia y con odio hacia aquel a quien verdaderamente le perte­nece. 9Él te quiere privar de ese ingrediente secreto que le daría significado a tu vida. 10El substituto del amor, nacido de vuestra mutua enemistad, tiene que ser la salvación. 11Y no tiene substitu­tos, pues sólo hay uno. 12así, el propósito de todas tus relaciones es apropiarte de él y convertirte en su dueño.

13. Mas nunca podrás poseerlo del todo. 2tu hermano jamás cesará de atacarte por lo que le robaste. 3la venganza de Dios contra vosotros dos tampoco cesará, pues en Su locura Él tiene también que poseer ese sustituto del amor y destruiros a ambos. 4Tú que crees ser cuerdo y caminar por tierra firme en un mundo en el que se puede encontrar significado, considera lo siguiente: Éstas son las leyes en las que parece basarse tu "cordura". 5Estos son los principios que hacen que el suelo que pisas parezca firme. 6Y es ahí donde tratas de encontrar significado. 7Esas son las leyes que promulgaste para tu salvación. 8Apoyan firmemente al sus­tituto del Cielo que prefieres. 9Ése es su propósito, pues para eso es para lo que fueron promulgadas. 10No tiene objeto preguntar qué significado tienen. 11Eso es obvio. 12Los medios de la locura no pueden sino ser dementes. 13¿Estás tú igualmente seguro de que comprendes que su objetivo es la locura?

14. Nadie desea la locura, ni nadie se aferra a su propia locura si ve que eso es lo que es. 2Lo que protege a la locura es la creencia de que es la verdad. 3La función de la demencia es usurpar el lugar de la verdad. 4Para poder creer en la demencia hay que considerarla la verdad. 5Y si es la verdad, entonces su opuesto, que antes era la verdad, tiene que ser ahora la locura. 6Tal inver­sión, en la que todo está completamente al revés: en la que la demencia es cordura, las ilusiones verdad, el ataque bondad, el odio amor y el asesinato bendición, es el objetivo que persiguen las leyes del caos. 7Esos son los medios que hacen que las leyes de Dios parezcan estar invertidas. 8Ahí las leyes del pecado parecen mantener cautivo al amor y haber puesto al pecado en libertad.

15. Ésos no parecen ser los objetivos del caos, pues gracias a la gran inversión parecen ser las leyes del orden. 2¿Cómo podría ser de otra manera? 3El caos es la ausencia total de orden, y no tiene leyes. 4Para que se pueda creer en él, sus aparentes leyes tienen que percibirse como reales. 5Su objetivo de demencia tiene que verse como cordura. 6Y el miedo, con labios mortecinos y ojos que no ven, obcecado y de aspecto horrible, es elevado al trono del amor, su moribundo conquistador, su substituto, el que te salva de la salvación. 7¡Cuán bella hacen aparecer a la muerte las leyes del miedo! 8¡Dale gracias al héroe que se sentó en el trono del amor y que salvó al Hijo de Dios para condenarlo al miedo y a la muerte!

16. Sin embargo, ¿cómo es posible que se pueda creer en semejan­tes leyes? 2Hay un extraño mecanismo que hace que ello sea posi­ble. 3Es algo que nos resulta familiar, pues hemos visto en innumerables ocasiones cómo parece funcionar. 4En realidad no funciona en absoluto, mas en sueños, donde los protagonistas principales son sólo sombras, parece ser muy poderoso. 5Nin­guna de las leyes del caos podría coaccionar a nadie a que cre­yese en ella, si no fuera por el énfasis que se pone en la forma y por el absoluto desprecio que se hace del contenido. 6Nadie que crea que una sola de estas leyes es verdad se da cuenta de lo que dicha ley estipula. 7Algunas de las formas que dichas leyes adop­tan parecen tener sentido, pero eso es todo.

17. ¿Cómo es posible que algunas formas de asesinato no signifi­quen muerte? 2¿Puede acaso un ataque, sea cual sea la forma en que se manifieste, ser amor? 3¿Qué forma de condena podría ser una bendición? 4¿Quién puede incapacitar a su salvador y hallar la salvación? 5No dejes que la forma que adopta el ataque contra tu hermano te engañe. 6No puedes intentar herirlo y al mismo tiempo salvarte. 7¿Quién puede estar a salvo del ataque atacán­dose a sí mismo? 8¿Cómo iba a importar la forma en que se manifiesta esta locura? 9Es un juicio que se derrota a sí mismo, al con­denar lo que afirma querer salvar. 10No te dejes engañar cuando la locura adopte una forma que a ti te parece hermosa. 11Lo que está empeñado en destruirte no es tu amigo.

18. Sostienes -y piensas que es verdad- que no crees en estas leyes insensatas ni que tus acciones están basadas en ellas. 2Pues cuando examinas de cerca lo que postulan, ves que no se puede creer en ellas. 3Hermano, crees en ellas. 4Pues de no ser así, ¿cómo podrías percibir la forma que adoptan, con semejante contenido? 5¿Podría acaso ser sostenible cualquiera de las formas que adop­tan? 6Sin embargo, crees en ellas debido a la forma que adoptan, y no adviertes el contenido. 7Éste nunca cambia. 8¿Puedes acaso darle vida a un esqueleto pintando sus labios de color rosado, vistiéndolo de punta en blanco, acariciándolo y mimándolo? 9¿Y puede acaso satisfacerte la ilusión de que estás vivo?

19. Fuera del Cielo no hay vida. 2La vida se encuentra allí donde Dios la creó. 3En cualquier otro estado que no sea el Cielo la vida no es más que una ilusión. 4En el mejor de los casos parece vida, en el peor, muerte. 5Ambos son, no obstante, juicios acerca de lo que no es la vida, idénticos en su inexactitud y falta de significado. 6Fuera del Cielo la vida es imposible, y lo que no se encuen­tra en el Cielo no se encuentra en ninguna parte. 7Fuera del Cielo lo único que hay es un conflicto de ilusiones, de todo punto insen­sato, imposible y más allá de la razón, aunque se percibe como un eterno impedimento para llegar al Cielo. 8Las ilusiones no son sino formas. 9Su contenido nunca es verdad.

20. Las leyes del caos gobiernan todas las ilusiones. 2Las formas que éstas adoptan entran en conflicto, haciendo que parezca posible concederle más valor a unas que a otras. 3Sin embargo, cada una de ellas se basa, al igual que todas las demás, en la creencia de que las leyes del caos son las leyes del orden. 4Cada una de ellas apoya dichas leyes completamente, y ofrece un testi­monio inequívoco de que son verdad. 5Las formas de ataque que en apariencia son más benévolas no son menos inequívocas en su testimonio o en sus resultados. 6Es indudable que el miedo que engendran las ilusiones se debe a las creencias que las originan y no a su forma. 7Y la falta de fe en el amor, sea cual sea la forma en que se manifieste, da testimonio de que el caos es la realidad.

21. La fe en el caos es la consecuencia inevitable de la creencia en el pecado. 2El que sea una consecuencia es lo que hace que parezca ser una conclusión lógica, un paso válido, en el pensamiento orde­nado. 3Los pasos que conducen al caos proceden de manera orde­nada desde su punto de partida. 4Cada uno de ellos se manifiesta en forma diferente en el proceso de invertir la verdad, y conduce aún más profundamente al terror y más allá de la verdad. 5No pienses que un paso es más corto que otro ni que el retorno desde uno de ellos es más fácil que desde otro. 6En cada uno de ellos reside el descenso desde el Cielo en su totalidad. 7Y allí donde tu pensamiento empieza, allí mismo tiene que terminar.


22. Hermano, no des ni un solo paso en el descenso hacia el infierno. 2Pues una vez que hayas dado el primero, no podrás reconocer el resto como lo que son. 3cada uno de ellos seguirá al primero. 4Cualquier forma de ataque te planta en la tortuosa escalera que te aleja del Cielo. 5Sin embargo, en cualquier instan­te todo esto se puede deshacer. 6¿Cómo puedes saber si has ele­gido las escaleras que llevan al Cielo o el camino que conduce al infierno? 7Muy fácilmente. 8¿Cómo te sientes? 9¿Estás en paz? 10¿Tienes certeza con respecto a tu camino? 11¿Estás seguro de que el Cielo se puede alcanzar? 12Si la respuesta es no, es que caminas solo. 13Pídele entonces a tu Amigo que se una a ti y te dé certeza con respecto al camino a seguir.












lunes, 24 de septiembre de 2018

24 SEPTIEMBRE: Mi corazón late en la paz de Dios.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 267


Mi corazón late en la paz de Dios.


1. Lo que me rodea es la vida que Dios creó en Su Amor. 2Me llama con cada latido y con cada aliento; con cada acción y con cada pensamiento. 3La paz llena mi corazón e inunda mi cuerpo con el propósito del perdón. 4Ahora mi mente ha sanado, y se me concede todo lo que necesito para salvar al mundo. 5Cada latido de mi corazón me inunda de paz; cada aliento me infunde fuerza. 6Soy un mensajero de Dios, guiado por Su Voz, apoyado por Su amor y amparado eternamente en la quietud y en la paz de Sus amorosos Brazos. 7Cada latido de mi corazón invoca Su Nombre, y cada uno es contestado por Su Voz, que me asegura que en Él estoy en mi hogar.


2. Que preste atención sólo a Tu Respuesta, no a la mía. 2Padre, mi corazón late en la paz que el Corazón del Amor creó. 3Y es ahí y sólo ahí donde estoy en mi hogar.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Ésta es una lección corta, pero muy poderosa. Es una de esas lecciones muy positivas que dice cosas maravillosas acerca de nosotros. Si os parecéis a mí, y estoy seguro de que en cierto modo sí, a menudo al leer una lección como ésta, hay como una especie de filtro mental actuando. La lección dice: “Ahora mi mente ha sanado”, e inmediatamente la corriges: “Bueno, ha sanado en parte” o “Algún día sanará” o “Mi mente está en el proceso de ser sanada”. Quitamos valor al significado. Cuando dice: “La paz llena mi corazón e inunda mi cuerpo con el propósito del perdón”, nos sentimos tentados a negar que es así y pensamos: “La paz no llena mi corazón”. El ego está continuamente intentando negar la verdad acerca de nosotros.

Lo que el Curso está diciendo acerca de nosotros no encaja con la imagen que tenemos en nuestra mente. La opinión tan mala acerca de nosotros mismos que continuamente intentamos mantener es uno de nuestros problemas más importantes. Cuando hacemos una meditación del Libro de Ejercicios, abandonar esa pobre imagen es lo que necesitamos practicar durante un rato. El Curso nos dice constantemente que activamente impedimos que llegue a nuestra consciencia una idea verdadera de Quien somos y de Lo Que somos. Las meditaciones del Libro de Ejercicios son parte de nuestro entrenamiento en abandonar la imagen que nos hemos inventado acerca de nosotros mismos, y en lugar de ella aceptar el Pensamiento que Dios tiene de nosotros. En algún lugar dentro de cada uno de nosotros hay un ligero resplandor de reconocimiento de que este párrafo habla de nosotros y no sobre un santo muy lejano. Es esa pequeña chispa, como el Curso la llama, que el Espíritu Santo quiere convertir en una llama.

De eso trata el Curso. Nuestra valoración de nosotros es increíblemente mala, nos menospreciamos. “Soy un mensajero de Dios”. De verdad lo soy. Puede que me sienta mucho menos que eso, pero siempre soy ese mensajero. Siempre tengo todo lo que necesito para salvar al mundo.

Hoy, al leer esta lección, intenta no corregir la lección en tu mente. Cuando dice: “Ahora mi mente ha sanado”, deja que eso sea verdad para ti ahora. No te preocupes por cómo pasaste ayer todo el día. No te preocupes por cómo estará tu mente después de la meditación. Deja que sea verdad en este momento. Estate de acuerdo con la manera en que Cristo te ve, y respóndele: “Sí. Ahora mi mente ha sanado”.

Lee despacio, para darte tiempo a absorber cada frase. Necesitamos tiempo, principalmente para localizar las respuestas negativas que la mente del ego inventará, y simplemente ¡no le hagas caso! No luches ni discutas con el ego. Únicamente decide, durante estos pocos minutos, no escucharle. Únicamente decide, durante estos pocos minutos, escuchar la Voz que habla en favor de Dios.



¿Qué es el cuerpo? (Parte 7)

L.pII.5.4:1-2

¡Qué cambio hay desde que empieza el párrafo cuatro! Se nos ha dicho que el cuerpo es una cerca para separar partes de nuestro Ser de otras partes (1:1), que no durará (2:1, 3), que su muerte es la “prueba” de que el eterno Hijo de Dios puede ser destruido (2:9), y que es un sueño hecho de miedo y para ser temeroso (3:1,4). Ahora, con un cambio de propósito, todo cambia de repente: “El cuerpo es el medio a través del cual el Hijo de Dios recobra la cordura” (4:1).

Merece la pena parar y repetirme a mí mismo: “El cuerpo es el medio a través del cual el Hijo de Dios recobra la cordura”. Con todas las cosas aparentemente negativas que el Curso dice del cuerpo, ésta es una afirmación sorprendente. A la mayoría de nosotros, a mí ciertamente, nos sientan bien pensamientos positivos de este estilo sobre nuestro cuerpo. Hacerlos personales me ayuda a sentirlos más vivamente: “Mi cuerpo es el medio por el que el Hijo de Dios recobra la cordura”.

En lugar de la actitud negativa y aborrecible hacia el cuerpo de algunas religiones, actitudes que hacen desear deshacerse del cuerpo y dejarlo de lado, esta afirmación del Curso nos da una actitud positiva hacia el cuerpo. “¡Este cuerpo es mi vehículo para regresar al hogar!” ¿Cómo puede el cuerpo ser el medio para recobrar la cordura?

Se convierte en eso cuando cambiamos su propósito. Sustituimos la “meta del infierno” por la “meta del Cielo” (4:2). Empezamos a usar el cuerpo para expresar y extender el amor que el cuerpo pretendía dejar afuera y para lo que se inventó. Está claro que esto supone una actividad física en el mundo, ya que todo lo relacionado con el cuerpo es físico. Recuerda lo que Jesús nos dijo antes en el Quinto Repaso:

Pues esto es lo único que necesito: que oigas mis palabras y que se las ofrezcas al mundo. Tú eres mi voz, mis ojos, mis pies y mis manos, con los cuales llevo la salvación al mundo. (L.rV.In.9:2-3)

Así es como el cuerpo se convierte en “el medio a través del cual el Hijo de Dios recobra la cordura”. Cuando ofrecemos nuestro cuerpo para que sirva a los propósitos del Espíritu Santo en este mundo, usando nuestra voz, nuestros ojos, nuestras manos y nuestros pies, para dar las palabras de Jesús al mundo (quizá con palabras, o con el ejemplo, o a través de ayuda física, ayudando y sanando), nuestra mente sana junto con la mente de aquellos a nuestro alrededor. En este sueño físico, Dios necesita mensajeros físicos. Y tú y yo somos esos mensajeros.






TEXTO



II. Las leyes del caos


1. Puedes llevar las "leyes" del caos ante la luz, pero nunca las podrás entender. 2Las leyes caóticas no tienen ningún significado y, por lo tanto, se encuentran fuera de la esfera de la razón. 3No obstante, aparentan ser un obstáculo para la razón y para la ver­dad. 4Contemplémoslas, pues, detenidamente, para que poda­mos ver más allá de ellas y entender lo que son, y no lo que quieren probar. 5Es esencial que se entienda cuál es su propósito porque su fin es crear caos y atacar la verdad. 6Éstas son las leyes que rigen el mundo que tú fabricaste. 7Sin embargo, no gobiernan nada ni necesitan violarse: necesitan simplemente contemplarse y transcenderse.

2. La primera ley caótica es que la verdad es diferente para cada persona. 2Al igual que todos estos principios, éste mantiene que cada cual es un ente separado, con su propia manera de pensar que lo distingue de los demás. 3Este principio procede de la creen­cia en una jerarquía de ilusiones: de que algunas son más impor­tantes que otras, y, por lo tanto, más reales. 4Cada cual establece esto para sí mismo, y le confiere realidad atacando lo que otro valora. 5Y el ataque se justifica porque los valores difieren, y los que tienen distintos valores parecen ser diferentes, y, por ende, enemigos.

3. Observa cómo parece ser esto un impedimento para el primer principio de los milagros, 2pues establece grados de verdad entre las ilusiones, haciendo que algunas parezcan ser más difíciles de superar que otras. 3Si uno pudiese darse cuenta de que todas ellas son la misma ilusión y de que todas son igualmente falsas, sería fácil entender entonces por qué razón los milagros se apli­can a todas ellas por igual. 4Cualquier clase de error puede ser corregido precisamente porque no es cierto. 5Cuando se lleva ante la verdad en vez de ante otro error, simplemente desaparece. 6Ninguna parte de lo que no es nada puede ser más resistente a la verdad que otra.

4. La segunda ley del caos, muy querida por todo aquel que venera el pecado, es que no hay nadie que no peque, y, por  lo tanto, todo el mundo merece ataque y muerte. 2Este principio, estrechamente vinculado al primero, es la exigencia de que el error merece castigo y no corrección. 3Pues la destrucción del que comete el error lo pone fuera del alcance de la corrección y del perdón. 4De este modo, interpreta lo que ha hecho como una sen­tencia irrevocable contra sí mismo que ni siquiera Dios Mismo puede revocar. 5Los pecados no pueden ser perdonados, al ser la creencia de que el Hijo de Dios puede cometer errores por los cuales su propia destrucción se vuelve inevitable.

5. Piensa en las consecuencias que esto parece tener en la relación entre Padre e Hijo. 2Ahora parece que nunca jamás podrán ser uno de nuevo. 3Pues uno de ellos no puede sino estar por siem­pre condenado, y por el otro. 4Ahora son diferentes y, por ende, enemigos. 5su relación es una de oposición, de la misma forma en que los aspectos separados del Hijo convergen únicamente para entrar en conflicto, pero no para unirse. 6Uno de ellos se debilita y el otro se fortalece con la derrota del primero. 7Y su temor a Dios y el que se tienen entre sí parece ahora razonable, pues se ha vuelto real por lo que el Hijo de Dios se ha hecho a sí mismo y por lo que le ha hecho a su Creador.

6. En ninguna otra parte es más evidente la arrogancia en la que se basan las leyes del caos que como sale a relucir aquí. 2He aquí el principio que pretende definir lo que debe ser el Creador de la realidad; lo que debe pensar y lo que debe creer; y, creyéndolo, cómo debe responder. 3Ni siquiera se considera necesario pre­guntarle si eso que se ha decretado que son Sus creencias es ver­dad. 4Su Hijo le puede decir lo que ésta es, y la única alternativa que le queda es aceptar la palabra de Su Hijo o estar equivocado. 5Esto conduce directamente a la tercera creencia descabellada que hace que el caos parezca ser eterno. 6Pues si Dios no puede estar equivocado, tiene entonces que aceptar la creencia que Su Hijo tiene de sí mismo y odiarlo por ello.

7. Observa cómo se refuerza el temor a Dios por medio de este tercer principio. 2Ahora se hace imposible recurrir a Él en momentos de tribulación, 3pues Él se ha convertido en el "ene­migo" que la causó y no sirve de nada recurrir a Él. 4La salvación tampoco puede encontrarse en el Hijo, ya que cada uno de sus aspectos parece estar en pugna con el Padre y siente que su ata­que está justificado. 5Ahora el conflicto se ha vuelto inevitable e inaccesible a la ayuda de Dios. 6Pues ahora la salvación jamás será posible, ya que el salvador se ha convertido en el enemigo.

8No hay manera de liberarse o escapar. 2La Expiación se con­vierte en un mito, y lo que la Voluntad de Dios dispone es la venganza, no el perdón. 3Desde allí donde todo esto se origina, no se ve nada que pueda ser realmente una ayuda. 4Sólo la destruc­ción puede ser el resultado final. 5Dios Mismo parece estar poniéndose de parte de ello para derrotar a Su Hijo. 6No pienses que el ego te va a ayudar a escapar de lo que él desea para ti. 7Ésa es la función de este curso, que no le concede ningún valor a lo que el ego estima.

9. El ego atribuye valor únicamente a aquello de lo que se apro­pia. 2Esto conduce a la cuarta ley del caos, que, si las demás son aceptadas, no puede sino ser verdad. 3Esta supuesta ley es la creencia de que posees aquello de lo que te apropias. 4De acuerdo con esa ley, la pérdida de otro es tu ganancia y, por consiguiente, no reconoce el hecho de que nunca puedes quitarle nada a nadie, excepto a ti mismo. 5Mas las otras tres leyes no pueden sino con­ducir a esto. 6Pues los que son enemigos no se conceden nada de buen grado el uno al otro, ni procuran compartir las cosas que valoran. 7Y lo que tus enemigos ocultan de ti debe ser algo que vale la pena poseer, ya que lo mantienen oculto de ti.

10Todos los mecanismos de la locura se hacen patentes aquí: el "enemigo” que se fortalece al mantener oculto el valioso legado que debería ser tuyo; la postura que adoptas y el ataque que infli­ges, los cuales están justificados por razón de lo que se te ha negado; y la pérdida inevitable que el enemigo debe sufrir para que tú te puedas salvar. 2Así es como los culpables declaran su inocencia. 3Si el comportamiento inescrupuloso del enemigo no los forzara a este vil ataque, sólo responderían con bondad. 4Pero en un mundo despiadado los bondadosos no pueden sobrevivir, de modo que tienen que apropiarse de todo cuanto puedan o dejar que otros se apropien de lo que es suyo.

11. Y ahora queda una vaga pregunta por contestar, que aún no ha sido "explicada". 2¿Qué es esa cosa tan preciada, esa perla de inestimable valor, ese tesoro oculto, que con justa indignación debe arrebatársele a éste el más pérfido y astuto de los enemigos? 3Debe de ser lo que siempre has anhelado, pero nunca hallaste. 4ahora "entiendes" la razón de que nunca lo encontraras. 5Este enemigo te lo había arrebatado y lo ocultó donde jamás se te habría ocurrido buscar. 6Lo ocultó en su cuerpo, haciendo que éste sirviese de refugio para su culpabilidad, de escondrijo de lo que es tuyo. 7Ahora su cuerpo se tiene que destruir y sacrificar para que tú puedas tener lo que te pertenece. 8La traición que él ha cometido exige su muerte para que tú puedas vivir. 9Y así, sólo atacas en defensa propia.