DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 12 de agosto de 2020

12 AGOSTO: Dios es mi Padre y Él ama a Su Hijo.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS


LECCIÓN 224


Dios es mi Padre y Él ama a Su Hijo.


1. Mi verdadera Identidad es tan invulnerable, tan sublime e ino­cente, tan gloriosa y espléndida y tan absolutamente benéfica y libre de culpa, que el Cielo la contempla para que ella lo ilumine. 2Ella ilumina también al mundo. 3Mi verdadera Identidad es el regalo que mi Padre me hizo y el que yo a mi vez le hago al mundo. 4No hay otro regalo, salvo éste, que se puede dar o reci­bir. 5Mi verdadera identidad y sólo Ella es la realidad. 6Es el final de las ilusiones. 7Es la verdad.


2. Mi nombre, ¡oh Padre!, todavía te es conocido. 2Yo lo he olvidado, y no sé adónde me dirijo, quién soy, ni qué es lo que debo hacer. 3Recuér­damelo ahora, Padre, pues estoy cansado del mundo que veo. 4Revélame lo que Tú deseas que vea en su lugar.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.

Comentario

Estas lecciones nos están ayudando a recordar quiénes somos: el Hijo de Dios. Lo que somos es una Identidad que está mucho más allá de lo que nos podemos imaginar, “tan sublime… que el Cielo la contempla para que ella lo ilumine” (1:1). En la Lección 221 permanecíamos en silencio esperando a Dios “para oírle hablar de lo que nosotros somos” (L.221.2:6). En la 222, aprendimos que lo que somos existe en Dios. En la 223, reconocíamos que no estamos separados, sino que existimos en perfecta unión con Dios. Y ahora, recordamos nuestra verdadera Identidad: Su Hijo. Nuestra identidad “es el final de las ilusiones. Es la verdad” (1:6-7).

La verdad de lo que somos es el final de todas las ilusiones. O, dicho de otra manera, un error acerca de lo que somos es la causa de todas las ilusiones. Lo hemos olvidado, pero en estos momentos de quietud con Dios, Le pedimos que nos lo recuerde, que nos revele esa Identidad. Nuestra Identidad es “sublime e inocente, tan gloriosa y espléndida y tan absolutamente benéfica y libre de culpa…” (1:1). Al leer estas palabras, date cuenta de que nuestra mente consciente lo pone en duda de inmediato, al instante retrocedemos ante el atrevimiento de decir tal cosa. Esto nos demuestra cuánto nos hemos engañado a nosotros mismos, lo bien que nos hemos aprendido nuestras propias mentiras. Sin embargo algo dentro de nosotros, al oír estas palabras, empieza a cantar. Algo dentro de nosotros reconoce la melodía del Cielo y empieza a tararearla al mismo tiempo. Escucha esa melodía. Ponte en contacto con ella. Es tu Ser que responde a la llamada de Dios. Dilo: “Dios es mi Padre y Él ama a Su Hijo”.





¿Qué es el perdón? (Parte 4)

L.pII.1.2:3-4

El pensamiento que no perdona “protege la proyección” (2:3). Nuestra mente, atormentada con su propia culpa, ha proyectado la culpa de nuestra propia condición fuera de nosotros mismos. Hemos encontrado un chivo expiatorio, como Adán hizo con Eva: “La mujer me dio la fruta para que la comiera. Es culpa suya”. Y así nos aferramos a nuestra falta de perdón, queremos encontrar culpa en el otro, porque perdonar y abandonarla sería abrir la puerta del armario que oculta nuestra culpa.

Cuando más nos aferramos a la falta de perdón, más nos cegamos a nosotros mismos. Cuanto más sólidas parecen ser nuestras proyecciones ilusorias, más imposible nos parece verlas de otra manera. Las deformaciones que le imponemos a la realidad se hacen “más sutiles y turbias” (2:3). Nuestras propias mentiras se hacen cada vez más difíciles de ver, “menos susceptibles de ser puestas en duda” (2:3). Todo lo que se nos pide que hagamos es que las pongamos en duda, que pongamos en duda nuestras proyecciones para escuchar a la razón. La falta de perdón le bloquea el camino y refuerza nuestras propias cadenas.


Vemos culpa en otros porque queremos verla ahí (2:4), y queremos verla ahí porque nos evita verla en nuestra propia mente. Y sin embargo, ver la culpa en nosotros mismos es el único modo en que puede sanarse. Si negamos que estamos enfermos, no buscaremos el remedio. Si negamos nuestra propia culpa y la proyectamos en otros, no iremos a la Presencia sanadora dentro de nosotros, que es el único lugar donde puede ser deshecha. Si nuestra mente está cerrada, si no estamos dispuestos a poner en duda nuestra versión de las cosas, estamos cerrando la puerta a nuestra propia sanación. Únicamente al abrir nuestra mente, al soltar nuestro aferramiento a encontrar errores en otros, al admitir que “tiene que haber un camino mejor” (T.2.III.3:6), podemos encontrar nuestra propia liberación.




TEXTO


B. El segundo obstáculo: La creencia de que el cuerpo es valioso por razón de lo que ofrece


1. Dijimos que el primer obstáculo que la paz tiene que superar es tu deseo de deshacerte de ella. 2Allí donde la atracción de la culpabilidad impera, no se desea la paz. 3El segundo obstáculo que la paz tiene que superar, el cual está estrechamente vincu­lado al primero, es la creencia de que el cuerpo es valioso por razón de lo que ofrece. 4Pues aquí la atracción de la culpabilidad se pone de manifiesto en el cuerpo y se ve en él.

2. Este es el tesoro que crees que la paz te arrebataría. 2De esto es de lo que crees que te despojaría, dejándote sin hogar. 3Y esta es la razón por la que le negarías a la paz un hogar. 4Consideras que ello supone un "sacrificio" excesivamente grande, y que se te está pidiendo demasiado. 5Mas ¿se trata realmente de un sacrificio o de una liberación? 6¿Qué te ha dado realmente el cuerpo que justifique tu extraña creencia de que la salvación radica en él? 7¿No te das cuenta de que eso es la creencia en la muerte? 8En esto es en lo que se centra la percepción según la cual la Expia­ción es un asesinato. 9He aquí la fuente de la idea de que el amor es miedo.

3. A los mensajeros del Espíritu Santo se les envía mucho más allá del cuerpo, para que exhorten a la mente a unirse en santa comunión y a estar en paz. 2Tal es el mensaje que yo les di para ti. 3Sólo los mensajeros del miedo ven el cuerpo, pues van en busca de lo que puede sufrir. 4¿Es acaso un sacrificio que se le aparte a uno de lo que puede sufrir? 5El Espíritu Santo no te exige que sacrifiques la esperanza de obtener placer a través del cuerpo, pues no hay esperanza alguna de que el cuerpo te pueda proporcionar placer. 6Pero tampoco puede hacer que tengas miedo del dolor. 7El dolor es el único "sacrificio" que el Espíritu Santo te pide y lo que quiere eliminar.

4. La paz se extiende desde ti únicamente hasta lo eterno, y lo hace desde lo eterno en ti. 2Fluye a través de todo lo demás. 3El segundo obstáculo no es más impenetrable que el primero. 4Tú no quieres ni deshacerte de la paz ni limitarla. 5¿Qué otra cosa pue­den ser esos obstáculos que quieres interponer entre la paz y su avance, sino barreras que sitúas entre tu voluntad y sus logros? 6Deseas la comunión, no el festín del miedo. 7Deseas la salvación, no el dolor de la culpabilidad. 8Y deseas tener por morada a tu Padre y no a una mísera choza de barro. 9En tu relación santa se encuentra el Hijo de tu Padre, 10el cual nunca ha dejado de estar en comunión con Él ni consigo mismo. 11Cuando acordaste unirte a tu hermano reconociste esto. 12Reconocer eso no te cuesta nada, sino que te libera de tener que hacer cualquier clase de pago.

5. Has pagado un precio exorbitante por tus ilusiones, y nada de eso por lo que tanto has pagado te ha brindado paz. 2¿No te alegra saber que el Cielo no puede ser sacrificado y que no se te puede pedir ningún sacrificio? 3No puedes interponer ningún obstáculo en nuestra unión, pues yo ya formo parte de tu relación santa. 4Juntos superaremos cualquier obstáculo, pues nos encontramos ya dentro del portal, no afuera. 5¡Cuán fácilmente se abren las puertas desde adentro, dando paso a la paz para que bendiga a un mundo agotado! 6¿Cómo iba a sernos difícil pasar de largo las barreras cuando te has unido a lo ilimitado? 7En tus manos está poner fin a la culpabilidad. 8¿Te detendrías ahora a buscar culpa­bilidad en tu hermano?

6. Deja que yo sea para ti el símbolo del fin de la culpabilidad, y contempla a tu hermano como me contemplarías a mí. 2Perdó­name por todos los pecados que crees que el Hijo de Dios come­tió. 3Y a la luz de tu perdón él recordará quién es y se olvidará de lo que nunca fue. 4Te pido perdón, pues si tú eres culpable, tam­bién lo tengo que ser yo. 5Mas si yo superé la culpabilidad y vencí al mundo, tú estabas conmigo. 6¿Qué quieres ver en mí, el sím­bolo de la culpabilidad o el del fin de ésta? 7Pues recuerda que lo que yo signifique para ti es lo que verás dentro de ti mismo.

7. Desde tu relación santa la verdad proclama la verdad y el amor se contempla a sí mismo. 2La salvación fluye desde lo más pro­fundo del hogar que nos ofrecisteis a mi Padre y a mí. 3Y allí estamos juntos, en la serena comunión en la que el Padre y el Hijo están unidos. 4¡Venid, oh fieles, a la santa unión del Padre y del Hijo en vosotros! 5Y no os mantengáis aparte de lo que se os ofrece como muestra de agradecimiento por haberle dado a la paz su hogar en el Cielo. 6Llevad a todo el mundo el jubiloso mensaje del fin de la culpabilidad, y todo el mundo contestará. 7Piensa en lo feliz que te sentirás cuando todos den testimonio del fin del pecado y te muestren que el poder de éste ha desapa­recido para siempre. 8¿Dónde puede seguir habiendo culpabili­dad una vez que la creencia en el pecado ha desaparecido? 9¿Y dónde está la muerte, una vez que se ha dejado de oír para siem­pre a su gran defensor?

8. Perdóname por tus ilusiones, y libérame del castigo que me quieres imponer por lo que no hice. 2al enseñarle a tu hermano a ser libre, aprenderás lo que es la libertad que yo enseñé, y, por lo tanto, me liberarás a mí. 3Formo parte de tu relación santa, sin embargo, preferirías aprisionarme tras los obstáculos que inter­pones a la libertad e impedirme llegar hasta ti. 4Mas no es posible mantener alejado a Uno que ya está ahí. 5en Él se hace posible que nuestra comunión, en la que ya estamos unidos, sea el foco de la nueva percepción que derramará la luz que reside en ti por todo el mundo.







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