DESPERTAR AL AMOR

jueves, 27 de agosto de 2020

27 AGOSTO: Mía es la gloria de mi Padre.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS



LECCIÓN 239

Mía es la gloria de mi Padre.


1. No permitamos hoy que la verdad acerca de nosotros se oculte tras una falsa humildad. 2Por el contrario, sintámonos agradeci­dos por los regalos que nuestro Padre nos ha hecho. 3¿Sería posi­ble acaso que pudiéramos advertir algún vestigio de pecado o de culpa en aquellos con quienes Él comparte Su gloria? 4¿Y cómo podría ser que no nos contásemos entre ellos, cuando Él ama a Su Hijo para siempre y con perfecta constancia, sabiendo que es tal como Él lo creó?


2. Te damos gracias, Padre, por la luz que refulge por siempre en no­sotros. 2Y la honramos porque Tú la compartes con nosotros. 3Somos uno, unidos en esa luz y uno Contigo, en paz con toda la creación y con nosotros mismos.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.





Comentario

No permitamos hoy que la verdad acerca de nosotros se oculte tras una falsa humildad (1:1).

Una cosa de la que ahora me doy cuenta al hacer el Libro de Ejercicios es que cuando usa las palabras “nosotros” y “nosotros mismos”, no se refiere sólo a nosotros como estudiantes del Curso. La palabra “nosotros” incluye a Jesús”. Después de todo, es Jesús quien está hablando a lo largo de todo el libro. Este “nosotros” no es en sentido general. Jesús se está identificando a sí mismo con nosotros, y a nosotros con él.

La “verdad acerca de nosotros” es la verdad acerca de ti, de mí y de Jesús. Al darme cuenta de esto, tengo una sensación de su unión conmigo que nunca antes había tenido. Y veo en todo ello un propósito, centrar toda la atención en la igualdad de él, de mí, y de todos mis hermanos.

Cuando veo señales de pecado y culpa “en aquellos con quienes Él comparte Su gloria” (1:3), los estoy viendo en mí mismo. ¡Eso es falsa humildad! Cuando veo a mi hermano como culpable o pecador es porque yo me estoy considerando a mí mismo de la misma manera., y de ese modo estoy ocultando la verdad acerca de mí. La culpa puede tomar aparentemente una forma santa: “Todos somos sólo unos pobres estudiantes del Curso, débiles y frágiles, que fallamos continuamente” Y esa culpa, esa falsa humildad, oscurece tu gloria y la mía.

Es cierto que todos somos estudiantes, que todos estamos en los peldaños más bajos de la escalera y comenzando a darnos cuenta de todo lo que verdaderamente somos. Es una espiritualidad falsa fingir lo que todavía no estamos sintiendo. Pero es falsa humildad dar importancia continuamente a nuestra debilidad al juzgarnos o concentrarnos en nuestros fallos. Todos tenemos ego, pero también todos compartimos la misma gloriosa Filiación. Necesitamos dedicar tiempo, de vez en cuando, dando gracias por “la luz que refulge por siempre en nosotros… Somos uno, unidos en esa luz y uno Contigo, en paz con toda la creación y con nosotros mismos” (2:1,3).

Aquello que pienso de mis hermanos es lo que pienso de mí. La manera en que veo a mis hermanos es la manera en que me veo a mí mismo.

Parece que es la percepción la que te enseña lo que ves. Sin embargo, lo único que hace es dar testimonio de lo que tú enseñaste. Es el cuadro externo de un deseo: la imagen de lo que tú querías que fuese verdad. (T.24.VII.8:8-10)

¿De qué otra manera podrías poner de manifiesto al Cristo en ti, sino contemplando la santidad y viéndolo a Él en ella? (T.25.I.2:1). En otras palabras, tú manifiestas al Cristo en ti al contemplar a tus hermanos y ver al Cristo en ellos.

La percepción te dice que tú te pones de manifiesto en lo que ves (T.25.I.2:2).

La percepción es la elección de lo que quieres ser, del mundo en el que quieres vivir y del estado en el que crees que tu mente se encontrará contenta y satisfecha… Te revela lo que eres tal como tú quieres ser. (T.25.I.3:1,3)

Si no oculto la verdad de mi propia gloria, no puedo ocultar la de mi hermano. “Lo que es lo mismo no puede tener una función diferente” (T.23.IV.3:4). Si niego la verdad en mi hermano, me la estoy negando a mí mismo. La estoy negando en él porque la estoy negando en mí mismo. Cuando mentalmente me separo de alguien, y le rebajo al juzgarle, estoy viendo únicamente lo que mi mente me está haciendo a mí mismo. Estoy ocultando mi propia gloria, y por lo tanto juzgando a otro, proyectando fuera la culpa. Mi juicio sobre otro puede convertirse en un espejo que me muestra que me he olvidado de lo que verdaderamente soy. Me puede hacer recordar, y elegir de nuevo, recordar mi Ser como Hijo de Dios, “en paz con toda la creación y conmigo mismo” (2:3).



¿Qué es la salvación? (Parte 9)

L.pII.2.5:1-2

Desde el mundo nos volvemos al santo lugar dentro, entramos en el instante santo, donde nuestras ilusiones desaparecen porque ya no las apoyamos, y empezamos a ver con la visión de Cristo, viendo el mundo real. Y luego regresamos al mundo. “Desde ahí le extendemos la salvación al mundo, pues ahí fue donde la recibimos” (5:1). Esto se repite una y otra vez tanto en el Libo de Ejercicios como en el Texto: alejarnos del mundo de los sueños, entrar en el instante santo, y regresar para darle la salvación al mundo. El Curso no pretende que nos aislemos del mundo, sino que lo salvemos. No nos pide que nos retiremos a una vida contemplativa en un monasterio, sino que nos pide que entremos dentro de ese estado mental que encontramos en la meditación y que ofrezcamos al mundo lo que hemos encontrado.


“El himno que llenos de júbilo entonamos le proclama al mundo que la libertad ha retornado” (5:2). Nuestra sanación interna expresa su alegría en una “canción de alegría”, y esa canción se convierte en lo que llama al mundo a regresar a su libertad. Nada hay tan sanador como una persona cuya cara está radiante de alegría. No se pretende que regresemos al mundo a predicarle una nueva religión (L.37.3:1,2), sino que lo cambiemos con nuestra alegría. Representamos un nuevo estado mental. Como dice el Manual: “Representamos la Alternativa” (M.5.III.2:6). Salvamos al mundo al salvarnos nosotros.



TEXTO

VII. La correspondencia entre medios y fin

 

1. Hemos hablado mucho acerca de las discrepancias que puede haber entre los medios y el fin, y de la necesidad de que éstos concuerden antes de que tu relación santa pueda brindarte únicamente dicha. 2Pero hemos dicho también que los medios para alcanzar el objetivo del  Espíritu Santo emanarán de la misma Fuente de donde procede Su propósito. 3En vista de lo simple y directo que es este curso, no hay nada en él que no sea consis­tente. 4Las aparentes inconsistencias, o las partes que te resultan más difíciles de entender, apuntan meramente a aquellas áreas donde todavía hay discrepancias entre los medios y el fin. 5esto produce un gran desasosiego. 6Mas esto no tiene porqué ser así. 7Este curso apenas requiere nada de ti. 8Es imposible imaginarse algo que pida tan poco o que pueda ofrecer más.

2. El período de desasosiego que sigue al cambio súbito que se produce en una relación cuando su propósito pasa a ser la santidad en lugar del pecado, tal vez esté llegando a su fin. 2En la medida en que todavía experimentes desasosiego, en esa misma medida estarás negándote a poner los medios en manos de Aquel que cambió el propósito de la relación. 3Reconoces que deseas alcanzar el objetivo. 4¿Cómo no ibas a estar entonces igualmente dispuesto a aceptar los medios? 5Si no lo estás, admitamos que eres tú el que no es consistente. 6Todo objetivo se logra través de ciertos medios, y si deseas lograr un objetivo tienes que estar igualmente dispuesto a desear los medios. 7¿Cómo podría uno ser sincero y decir: "Deseo esto por encima de todo lo demás, pero no quiero aprender cuáles son los medios necesarios para lograrlo?"

3. Para alcanzar el objetivo, el Espíritu Santo pide en verdad muy poco. 2Y pide igualmente poco para proporcionar los medios. 3Los medios son secundarios con respecto al objetivo. 4Cuando dudas, es porque el propósito te atemoriza, no los medios. 5Recuerda esto, pues, de lo contrario, cometerás el error de creer que los medios son difíciles. 6Sin embargo, ¿cómo van a ser difíciles cuan­do son algo que simplemente se te proporciona? 7Los medios ga­rantizan el objetivo y concuerdan perfectamente con él. 8Antes de que los examinemos más detenidamente, recuerda que si piensas que son imposibles, tu deseo de lograr el objetivo se ve menosca­bado. 9Pues si es posible alcanzar un objetivo, los medios para lograrlo tienen que ser posibles también.

4. Es imposible ver a tu hermano libre de pecado y al mismo tiempo verlo como si fuese un cuerpo. 2¿No es esto perfectamente consistente con el objetivo de la santidad? 3Pues la santidad es simplemente el resultado de dejar que se nos libere de todos los efectos del pecado, de modo que podamos reconocer lo que siem­pre ha sido verdad. 4Es imposible ver un cuerpo libre de pecado, pues la santidad es algo positivo y el cuerpo es simplemente neu­tral. 5No es pecaminoso, pero tampoco es impecable *6Y como realmente no es nada, no se le puede revestir significativamente con los atributos de Cristo o del ego. 7Tanto una cosa como la otra sería un error, pues en, ambos casos se le estarían adjudicando atributos a algo que no los puede poseer. 8Y ambos errores ten­drían que ser corregidos en aras de la verdad.

5. El cuerpo es el medio a través del cual el ego trata de hacer que la relación no santa parezca real. 2El instante no santo es el tiempo de los cuerpos. 3Y su propósito aquí es el pecado. 4Mas éste no se puede alcanzar salvo en fantasías, y, por lo tanto, la ilusión de que un hermano es un cuerpo está en perfecta consonancia con el propósito de lo que no es santo. 5Debido a esta correspon­dencia, los medios no se ponen en duda mientras se siga atribuyendo valor a la finalidad. 6La visión se amolda a lo que se desea, pues la visión siempre sigue al deseo. 7Y si lo que ves es el cuerpo, es que has optado por los juicios en vez de por la visión. 8Pues la visión, al igual que las relaciones, no admite grados. 9O ves o no, ves.

6. Todo aquel que ve el cuerpo de un hermano ha juzgado a su hermano y no lo ve. 2No es que realmente lo vea como un peca­dor, es que sencillamente no lo ve. 3En la penumbra del pecado su hermano es invisible. 4Ahí sólo puede ser imaginado, y es ahí donde las fantasías que tienes acerca de él no se comparan con su realidad. 5Ahí es donde las ilusiones se mantienen separadas de la realidad. 6Ahí las ilusiones nunca se llevan ante la verdad y siempre se mantienen ocultas de ella. 7Y ahí, en la oscuridad, es donde te imaginas que la realidad de tu hermano es un cuerpo, el cual ha entablado relaciones no santas con otros cuerpos y sirve a la causa del pecado por un instante antes de morir.

7. Existe ciertamente una clara diferencia entre este vano imagi­nar y la visión. 2La diferencia no estriba en ellos, sino en su pro­pósito. 3Ambos son únicamente medios, y cada uno de ellos es adecuado para el fin para el que se emplea. 4Ninguno de los dos puede servir para el propósito del otro, pues cada uno de ellos es en sí la elección de un propósito, empleado para propiciarlo. 5Cada uno de ellos carece de sentido, sin el fin para el que fue concebido, y, aparte de su propósito, no tiene valor propio. 6Los medios parecen reales debido al valor que se le adjudica al obje­tivo. 7los juicios carecen de valor a menos que el objetivo sea el pecado.

8. El cuerpo no se puede ver, excepto a través de juicios. 2Ver el cuerpo es señal de que te falta visión y de que has negado los medios que el Espíritu Santo te ofrece para que sirvas a Su pro­pósito. 3¿Cómo podría lograr su objetivo una relación santa si se vale de los medios del pecado? 4Tú te enseñaste a ti mismo a juzgar; mas tener visión es algo que se aprende de Aquel que quiere anular lo que has aprendido. 5Su visión no puede ver el cuerpo porque no puede ver el pecado. 6Y de esta manera, te conduce a la realidad. 7Tu santo hermano -a quien verlo de este modo supone tu liberación- no es una ilusión. 8No intentes verlo en la oscuridad, pues lo que te imagines acerca de él parecerá real en ella. 9Cerraste los ojos para excluirlo. 10Tal fue tu propó­sito, y mientras ese propósito parezca tener sentido, los medios para su consecución se considerarán dignos de ser vistos, y, por lo tanto, no verás.

9. Tu pregunta no debería ser: "¿Cómo puedo ver a mi hermano sin su cuerpo?" 2sino, "¿Deseo realmente verlo como alguien incapaz de pecar?" 3Y al preguntar esto, no te olvides de que en el hecho de que él es incapaz de pecar radica tu liberación del miedo. 4La salvación es la meta del Espíritu Santo. 5El medio es la visión. 6Pues lo que contemplan los que ven está libre de pecado. 7Nadie que ama puede juzgar, y, por lo tanto, lo que ve está libre de toda condena. 8Y lo que él ve no es obra suya, sino que le fue dado para que lo viese, tal como se le dio la visión que le permi­tió ver.












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