DESPERTAR AL AMOR

viernes, 14 de agosto de 2020

14 AGOSTO: Mi hogar me aguarda. Me apresuraré a llegar a él.

AUDIOLIBRO

EJERCICIOS


LECCIÓN 226


Mi hogar me aguarda. Me apresuraré a llegar a él.


1. Puedo abandonar este mundo completamente, si así lo decido. 2No mediante la muerte, sino mediante un cambio de parecer con respecto al propósito del mundo. 3Si creo que tal como lo veo ahora tiene valor, así seguirá siendo para mí. 4Mas si tal como lo contemplo no veo nada de valor en él, ni nada que desee poseer, ni ninguna meta que anhele alcanzar, entonces ese mundo se ale­jará de mí. 5Pues no habré intentado reemplazar la verdad con ilusiones.

2. Padre, mi hogar aguarda mi feliz retorno. 2Tus Brazos están abiertos y oigo Tu Voz. 3¿Qué necesidad tengo de prolongar mi estadía en un lugar de vanos deseos y de sueños frustrados cuando con tanta facilidad puedo alcanzar el Cielo?





Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
         Piensa en ella durante un rato.


Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.

Comentario

Hogar. ¡Qué palabra más sugerente! “Voy a mi hogar”. A veces sólo con pensar en ir al hogar, incluso en sentido abstracto, puede hacer que surjan en nosotros profundas emociones, felices, aunque para algunos una vida desgraciada en el hogar ha ensombrecido esta palabra. Incluso entonces, aunque nuestro hogar “real” haya sido desgraciado, seguimos llenos de un profundo deseo del hogar como debería ser. Nuestro verdadero hogar está en Dios. Nuestros deseos del hogar están basados en nuestro deseo de este hogar espiritual en Dios.

¿Cómo puedo “ir al hogar”? Hay canciones que expresan la idea de que vamos al hogar, al Cielo, cuando morimos: canciones espirituales como “Ir al Hogar”. Pero el Curso aquí es muy, muy claro. Habla de abandonar este mundo y dice: “No mediante la muerte, sino mediante un cambio de parecer con respecto al propósito del mundo” (1:2).

Mientras pensemos que el propósito del mundo está en el mundo mismo, que la felicidad y la libertad y la satisfacción se encuentran aquí en el mundo, nunca lo abandonaremos. Ni siquiera al “morir”. Las cadenas que nos atan al mundo son mentales, no físicas. Lo que nos aprisiona al mundo es el valor que le damos. Si le doy valor al mundo “tal como lo veo ahora” (1:3, también 1:4), me tendrá apresado aunque mi cuerpo se desmorone. Pero si ya no veo en este mundo “tal como lo contemplo” nada que quiera conservar o conseguir, entonces estoy libre.

Literalmente hablando, ¡hay todo un mundo de significado en esas palabras “tal como lo veo ahora” y “tal como lo contemplo”! Tal como el ego lo ve, este mundo es un lugar de castigo y de aprisionamiento, y al mismo tiempo un lugar donde vengo a buscar lo que parece “faltarme” a mí. Mientras le dé valor a ese castigo y aprisionamiento, quizá no para mí sino para otros sobre los que he proyectado mi culpa, estaré encadenado al mundo, y no iré al hogar. Mientras piense que me falta algo y continúe buscándolo fuera de mí, dándole valor al mundo por lo que creo que puede ofrecerme, estaré encadenado al mundo, y no iré al hogar.

“Mi hogar me aguarda”. Nuestro hogar no se está construyendo. Está preparado y esperando, la alfombra roja extendida, todo está listo, los Brazos de Dios están abiertos y oigo Su Voz (2:2). El hogar está a mi alcance ahora mismo, sólo con elegirlo. Que esté dispuesto a mirar a lo que me impide elegirlo, porque ésos son los obstáculos que me impiden encontrarlo. ¿Todavía deseo con nostalgia que venga mi príncipe (o princesa) azul? ¿Todavía tengo cosas que quiero hacer antes de estar listo para ir? ¿Todavía encuentro placer cuando los malvados (en mi opinión) sufren? Si este mundo pudiera desaparecer dentro de una hora, ¿qué lamentaría? ¿Estaría dispuesto a irme? Si una brillante cortina apareciese en la entrada y una Voz dijera: “Cruza este portal y estarás en el Cielo”, ¿lo cruzaría? ¿Por qué no?

Esto no es una fantasía. La Voz nos está llamando, y el Cielo está aquí ahora. Podemos cruzar el portal en cualquier momento que lo elijamos. Si no estamos sintiendo el Cielo, estamos eligiendo no hacerlo, y se nos ha encomendado el trabajo de descubrir lo que nos retiene en esta aula de aprendizaje. Para eso es el mundo: para enseñarnos a abandonarlo.

¿Qué necesidad tengo de prolongar mi estadía en un lugar de vanos deseos y de sueños frustrados cuando con tanta facilidad puedo alcanzar el Cielo? (2:3)



¿Qué es el perdón? (Parte 6)

L.pII.1.3:3-4

No nos damos cuenta de cuánto deforman la verdad nuestros pensamientos que no perdonan (3:3). Los pensamientos que no perdonan deforman la manera en que vemos las cosas que nos están de acuerdo con cómo quiere verlas la falta de perdón. Los pensamientos que no perdonan pasan por alto cualquier muestra de amor, y encuentran pruebas de culpa. En “Los Obstáculos a la Paz” y el apartado sobre “La Atracción de la Culpabilidad”, nuestros pensamientos que no perdonan se comparan con mensajeros hambrientos a los que “se les ordena con aspereza que vayan en busca de culpabilidad, que hagan acopio de cualquier retazo de maldad y de pecado que puedan encontrar sin que se les escape ninguno so pena de muerte, y que los depositen ante su señor y amo respetuosa-mente” (T.19.IV (A).i.11:2). Es decir, encontramos lo que estamos buscando, y el ego está buscando culpa.

Pero la distorsión (deformación) no es sólo el método que usa el ego, la distorsión (deformación) es también el propósito del ego. Así, el propósito de la falta de perdón es deformar la realidad. La falta de perdón se propone con furia “arrasar la realidad, sin ningún miramiento por nada que parezca contradecir su punto de vista” (3:4). La realidad es el enemigo odiado, la presencia intolerable, porque nuestra realidad es todavía el Hijo de Dios que jamás se ha separado de Él en lo más mínimo.

La realidad pone al descubierto al ego como una mentira, y esto no puede tolerarse. Cuando nuestra mente está dominada por pensamientos que no perdonan, el modo en que funciona se propone desde el comienzo deformar la realidad para que no se reconozca.


En contraste con esto, el Curso nos pide: “Sueña con la bondad de tu hermano en vez de concentrarte en sus errores… Y no desprecies los muchos regalos que te ha hecho sólo porque en tus sueños él no sea perfecto” (T.27.VII.15). Nos pide que busquemos amor en lugar de buscar culpa. Para empezar, podemos poner en duda el modo en que vemos las cosas, dándonos cuenta de que nuestros procesos de pensamiento y nuestros métodos de juzgar están seriamente dañados y no son de fiar. No es que no deberíamos juzgar, sino que no podemos juzgar (M.10.2:1). Nuestra mente está enferma, necesitamos una mente sana para que juzgue por nosotros. Y esa mente es el Espíritu Santo.




TEXTO



C. El tercer obstáculo: La atracción de la muerte


1. A ti y a tu hermano, en cuya relación especial el Espíritu Santo entró a formar parte, se os ha concedido liberar -y ser libera­dos- del culto a la muerte. 2Pues esto fue lo que se os ofreció, y vosotros lo aceptasteis. 3No obstante, tenéis que aprender más acerca de este extraño culto, pues encierra el tercer obstáculo que la paz debe superar. 4Nadie puede morir a menos que elija la muerte. 5Lo que parece ser el miedo a la muerte es realmente su atracción. 6La culpabilidad es asimismo algo temido y temible. 7Mas no ejerce ningún poder, excepto sobre aquellos que se sien­ten atraídos por ella y la buscan. 8Y lo mismo ocurre con la muerte. 9Concebida por el ego, su tenebrosa sombra se extiende sobre toda cosa viviente porque el ego es el "enemigo" de la vida.

2. Mas una sombra no puede matar. 2¿Qué es una sombra para los que viven? 3Basta con que la pasen de largo para que desapa­rezca. 4¿Y qué ocurre con aquellos cuya consagración no es a la vida; los "pecadores" enlutados, el lúgubre coro del ego, quienes se arrastran penosamente en dirección contraria a la vida, tirando de sus cadenas y marchando en lenta procesión en honor de su sombrío dictador, señor y amo de la muerte? 5Toca a cual­quiera de ellos con las dulces manos del perdón, y observa cómo desaparecen sus cadenas, junto con las tuyas. 6Ve cómo se des­poja del ropaje de luto con el que iba vestido a su propio funeral y óyele reírse de la muerte. 7Gracias a tu perdón puede escapar de la sentencia que el pecado quería imponerle. 8Esto no es arro­gancia. 9Es la Voluntad de Dios. 10¿Qué podría ser imposible para ti que elegiste que Su Voluntad fuese la tuya? 11¿Qué significado podría tener la muerte para ti? 12Tu dedicación no es a la muerte ni a su amo. 13Cuando aceptaste el glorioso propósito del Espíritu Santo en vez del ego, renunciaste a la muerte y la substituiste por la vida. 14Ya sabemos que ninguna idea abandona su fuente. 15la muerte es el resultado del pensamiento al que llamamos ego, tan inequívocamente como la vida es el resultado del Pensa­miento de Dios.

i. El cuerpo incorruptible

3. El pecado, la culpabilidad y la muerte se originaron en el ego, en clara oposición a la vida, a la inocencia y a la Voluntad de Dios Mismo. 2¿Dónde puede hallarse semejante oposición, sino en las mentes enfermizas de los desquiciados, que se han consagrado a la locura y se oponen firmemente a la paz del Cielo? 3Pero una cosa es segura: Dios, que no creó ni el pecado ni la muerte, no dispone que tú estés aprisionado por ellos. 4Pues Él no conoce ni el pecado ni sus resultados. 5Las figuras amortajadas que mar­chan en la procesión fúnebre no lo hacen en honor de su Creador, Cuya Voluntad es que vivan. 6No están acatando Su Voluntad, sino oponiéndose a ella.

4. ¿Y qué es ese cuerpo vestido de negro que quieren enterrar? 2Es un cuerpo que ellos consagraron a la muerte, un símbolo de corrupción, un sacrificio al pecado, ofrecido a éste para que se cebe en él y, de este modo, siga viviendo; algo condenado, malde­cido por su hacedor y lamentado por todos los miembros de la procesión fúnebre que se identifican con él. 3Tú que crees haber sentenciado al Hijo de Dios a esto eres arrogante. 4Pero tú que quieres liberarlo no haces sino honrar la Voluntad de su Creador. 5La arrogancia del pecado, el orgullo de la culpabilidad, el sepul­cro de la separación, son todos parte de tu consagración a la muerte, lo cual aún no has reconocido. 6El brillo de culpabilidad con el que revestiste al cuerpo no haría sino destruirlo. 7Pues lo que el ego ama, lo mata por haberle obedecido. 8Pero no puede matar a lo que no le obedece.

5. Tú tienes otra consagración que puede mantener al cuerpo incorrupto y en perfectas condiciones mientras sea útil para tu santo propósito. 2El cuerpo es tan incapaz de morir como de sen­tir. 3No hace nada. 4De por sí, no es ni corruptible ni incorruptible. 5No es nada. 6Es el resultado de una insignificante y descabellada idea de corrupción que puede ser corregida. 7Pues Dios ha con­testado a esta idea demente con una Suya, una Respuesta que no se ha alejado de Él, y que, por lo tanto, lleva al Creador a la conciencia de toda mente que haya oído Su Respuesta y la haya acep­tado.

6. A ti que estás dedicado a lo incorruptible se te ha concedido, mediante tu aceptación, el poder de liberar de la corrupción. 2¿Qué mejor manera puede haber de enseñarte el primer princi­pio fundamental de un curso de milagros, que mostrándote que el que parece ser más difícil se puede lograr primero? 3El cuerpo no puede hacer otra cosa que servir a tu propósito. 4Tal como lo consideres, eso es lo que te parecerá que es. 5La muerte, de ser real, supondría la ruptura final y absoluta de la comunicación, lo cual es el objetivo del ego.

7. Aquellos que tienen miedo de la muerte no ven con cuánta fre­cuencia y con cuánta fuerza claman por ella, implorándole que venga a salvarlos de la comunicación. 2Pues consideran que la muerte es un refugio: el gran salvador tenebroso que libera de la luz de la verdad, la respuesta a la Respuesta, lo que acalla la Voz que habla en favor de Dios. 3Sin embargo, abandonarte a la muerte no pone fin al conflicto. 4Sólo la Respuesta de Dios es su fin. 5El obstáculo que tu aparente amor por la muerte supone y que la paz debe superar parece ser muy grande. 6Pues en él yacen ocultos todos los secretos del ego, todas sus insólitas artimañas, todas sus ideas enfermizas y extrañas imaginaciones. 7En él radica la ruptura final de la unión, el triunfo de lo que el ego ha fabri­cado sobre la creación de Dios, la victoria de lo que no tiene vida sobre la Vida Misma.

8. Bajo el polvoriento contorno de su mundo distorsionado, el ego quiere dar sepultura al Hijo de Dios, a quien ordenó asesinar, y en cuya putrefacción reside la prueba de que Dios Mismo es impotente ante el poderío del ego e incapaz de proteger la vida que Él creó contra el cruel deseo de matar del ego. 2Hermano mío, criatura de Dios, esto no es más que un sueño de muerte. 3No hay funeral, ni altares tenebrosos, ni mandamientos siniestros, ni distorsionados ritos de condena a los que el cuerpo te pueda con­ducir. 4No pidas que se te libere de eso. 5Más bien, libera al cuerpo de las despiadadas inexorables órdenes a las que lo sometiste y perdónalo por lo que tú le ordenaste hacer. 6Al exaltarlo lo conde­naste a morir, pues sólo la muerte podía derrotar a la vida. 7¿Y qué otra cosa, sino la demencia, podría percibir la derrota de Dios y creer que es real?

9. El miedo a la muerte desaparecerá a medida que la atracción que ésta ejerce ceda ante la verdadera atracción del amor. 2El final del pecado, que anida quedamente en la seguridad de tu rela­ción, protegido por tu unión con tu hermano y listo para conver­tirse en una poderosa fuerza al servicio de Dios, está muy cerca. 3El amor protege celosamente los primeros pasos de la salvación, la resguarda de cualquier pensamiento que la pudiese atacar y la prepara silenciosamente para cumplir la imponente tarea para la que se te concedió. 4Los ángeles dan sustento a tu recién nacido propósito, el Espíritu Santo le da abrigo y Dios Mismo vela por él. 5No tienes que protegerlo, ya dispones de él. 6Pues es inmortal, y en él reside el final de la muerte.

10.¿Qué peligro puede asaltar al que es completamente inocente? 2¿Qué puede atacar al que está libre de culpa? 3¿Qué temor podría venir a perturbar la paz de la impecabilidad * misma? 4Si bien lo que se te ha concedido todavía se encuentra en su infan­cia, está en completa comunicación con Dios y contigo. 5En sus diminutas manos se encuentran, perfectamente a salvo, todos los milagros que has de obrar, y te los ofrece. 6El milagro de la vida es eterno, y aunque ha nacido en el tiempo, se le da sustento en la eternidad. 7Contempla a ese tierno infante, al que diste un lugar de reposo al perdonar a tu hermano, y ve en él la Voluntad de Dios. 8He aquí el bebé de Belén renacido. 9Y todo aquel que le dé abrigo lo seguirá, no a la cruz, sino a la resurrección y a la vida

11. Cuando alguna cosa te parezca ser una fuente de miedo, cuando una situación te llene de terror y haga que tu cuerpo se estremezca y se vea cubierto con el frío sudor del miedo, recuerda que siempre es por la misma razón: el ego ha percibido la situación como un símbolo de miedo, como un signo de pecado y de muerte. 2Recuerda entonces que ni el signo ni el símbolo se deben confundir con su fuente, pues deben repre­sentar algo distinto de ellos mismos. 3Su significado no puede residir en ellos mismos, sino que se debe buscar en aquello que representan. 4Y así, puede que no signifiquen nada o que lo signifiquen todo, dependiendo de la verdad o falsedad de la idea que reflejan. 5Cuando te enfrentes con tal aparente incertidumbre con respecto al significado de algo, no juzgues la situación. 6Recuerda la santa Presencia de Aquel que se te dio para que fuese la Fuente del juicio. 7Pon la situación en Sus manos para que Él la juzgue por ti, y di:

8Te entrego esto para que lo examines y juzgues por mí.
9No dejes que lo vea como un signo de pecado y de muerte, ni que lo use para destruir.

10Enséñame a no hacer de ello un obstáculo para la paz, sino a dejar que Tú lo uses por mí, para facilitar su llegada.
















No hay comentarios:

Publicar un comentario