DESPERTAR AL AMOR

viernes, 21 de agosto de 2020

21 AGOSTO: Hoy le doy mi vida a Dios para que Él la guíe.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 233



Hoy le doy mi vida a Dios para que Él la guíe.



1. Padre, hoy te entrego todos mis pensamientos. 2No quiero quedarme con ninguno de ellos. 3En su lugar, dame los Tuyos. 4Te entrego asi­mismo todos mis actos, de manera que pueda hacer Tu Voluntad en lugar de ir en pos de metas inalcanzables y perder el tiempo en vanas imaginaciones. 5Hoy vengo a Ti. 6Me haré a un lado y simplemente Te seguiré. 7Sé Tú el Guía hoy, y yo el seguidor que no duda de la sabiduría de lo Infinito, ni del Amor cuya ternura no puedo comprender, pero que es, sin embargo, el perfecto regalo que Tú me haces.

2. Hoy nos dirige un solo Guía. 2Y mientras caminamos juntos le entregamos este día sin reserva alguna. 3Éste es Su día. 4Y por eso es un día de incontables dones y de infinitas mercedes para noso­tros.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.


Comentario

Una cosa que me parece muy interesante acerca del Curso es que no es quisquilloso en su teología. Hay lugares en el Curso que dejan muy claro que Dios ni siquiera oye las palabras de nuestras oraciones y que, conociendo únicamente la Verdad, Él no conoce nuestros errores. Entonces, “lógicamente” las oraciones “deberían” ser dirigidas al Espíritu Santo o a Jesús, de los que se habla como intermediarios entre la verdad y las ilusiones, o un puente entre nosotros y Dios. Sin embargo, aquí en la Segunda Parte del Libro de Ejercicios tenemos 140 lecciones, cada una de las cuales contiene una oración dirigida al “Padre”.

En la lección de hoy, Le pedimos al Padre que nos guíe. Pero en otro sitio, se define ser Guía como la función del Espíritu Santo. Así que tengo la sensación de que Jesús (el autor) no está preocupado por la estricta exactitud teológica. Pienso que él es un buen ejemplo a seguir para nosotros. ¿Nos pediría que orásemos al Padre si fuera una práctica espiritual sin importancia?

Si no sacáramos nada más del Curso que la práctica de darle nuestra vida a Dios para que Él nos dirija, estaríamos rápidamente de vuelta en el Hogar. Podemos pedirle que reemplace nuestros pensamientos con los Suyos, y que durante el día dirija todo lo que pensamos, todo lo que hacemos y decimos. Literalmente pensar o actuar por nuestra propia cuenta es una pérdida de tiempo. Su sabiduría es infinita, Su Amor y Su ternura están más allá de lo que podemos comprender. ¿Podemos pedir un Guía más fiable?

El primer paso para seguir la dirección de Dios es hacernos a un lado, soltar las riendas de nuestra vida y ponerlas voluntariamente bajo Su control. Su dirección llegará. A veces, tal vez en muy pocas ocasiones, oiremos una Voz interior. Por experiencia personal, esto es muy raro. Otras veces, sucederán cosas a nuestro alrededor que nos mostrarán muy claramente el camino. O una seguridad interior surgirá sin razón aparente. Quizá como “por casualidad” nos daremos cuenta de algo que dice alguien, o una canción en la radio, o una frase de un libro. Si estamos escuchando para oírle, Le oiremos.

Otra solución es entregarle nuestro día a Él “sin reserva alguna” (2:2), es decir, sin quedarnos nada para solucionar por nuestra cuenta. A veces estamos tan obsesionados con lo que pensamos que queremos o necesitamos, que no estamos dispuestos a oír nada en contra de ello. Y si no estamos dispuestos a oír, no oiremos. Somos como un carrito de la compra roto, que siempre tira para la izquierda o para la derecha, no respondemos bien a la dirección. Tenemos que estar dispuestos a renunciar a todas nuestras preferencias, a toda nuestra inversión en un resultado determinado de antemano, y volvernos completamente dóciles, completamente abiertos a cualquier dirección que Él quiera darnos. Como dice un viejo cántico cristiano:

Hágase Tu Voluntad, Señor,
Hágase Tu Voluntad.
Tú eres el alfarero,
Yo soy la arcilla.
Moldéame y hazme,
Según Tu Voluntad,
Mientras espero,
Cediendo y en silencio.

Eso es lo que significa hacernos a un lado. Así es como le damos nuestra vida a Dios para que Él la guíe. Él nos guía. Nosotros Le seguimos, sin dudar.




¿Qué es la salvación? (Parte 3)

L.pII.2.2:1-3

El Pensamiento de la paz que es nuestra salvación “le fue dado al Hijo en el mismo instante en que su mente concibió el pensamiento de la guerra” (2:1). No transcurrió ningún tiempo entre el pensamiento de la guerra y el Pensamiento de la paz. La salvación se dio en el mismo instante en que surgió la necesidad. El Texto nos ofrece una imagen preciosa de esto, que dice: “No se perdió ni una sola nota del himno celestial” (T.26.V.5:4). La paz del Cielo no se vio alterada en absoluto. Y habiéndose contestado, el problema se resolvió para todo el tiempo y por toda la eternidad, en aquel instante de la eternidad.

Sin embargo, nuestro descubrimiento de la salvación necesita tiempo. O por lo menos así parece. Una semejanza: Imagínate que de repente, por una razón desconocida hasta ahora, te ves con la carga de pagar unos impuestos de hacienda de 10.000 euros, pero en ese mismo instante alguien deposita un millón de euros en tu cuenta corriente. Podrías pasar un montón de tiempo intentando conseguir el dinero que necesitas si no sabes que lo tienes en tu cuenta corriente, pero en realidad no tienes que hacer nada porque el problema ya está resuelto. Entonces, todo lo que necesitas hacer es dejar de intentar solucionar el problema y aprender que ya se ha solucionado.

Antes de que surgiese el pensamiento de la separación (o de la guerra), no había necesidad del “Pensamiento de la paz”. La paz simplemente existía, sin opuestos. Así que podría decirse que el problema creó su propia solución. Antes del problema, no había solución porque no había necesidad de solución. Pero cuando surgió el problema, la solución ya estaba allí. “Una mente dividida, no obstante, tiene necesidad de curación” (2:3). El pensamiento de separación es lo que hace necesario el pensamiento de sanación, pero cuando se acepta la sanación, o cuando se abandona el pensamiento de separación, ya no es necesaria la sanación. La sanación es un remedio temporal (relacionado con el tiempo). En el Cielo no hay necesidad de sanación.

Como el Curso dice acerca del perdón, debido a que hay una ilusión de necesidad, se necesita una ilusión de respuesta o solución. Pero esa “respuesta” es la simple aceptación de lo que siempre ha sido verdad, y siempre lo será. La paz simplemente existe, y la salvación consiste en nuestra aceptación de ese hecho. Tal como el Curso la ve, la salvación no es una respuesta divina activa a una necesidad real. En lugar de ello, es una aparente respuesta a un problema que no existe en la realidad.


Por eso el Curso le llama a nuestro camino espiritual “un viaje sin distancia” (T.8VI.9:7) y ciertamente “una jornada que nunca comenzó” (L.225.2:5). Mientras estamos en él, el viaje parece muy real, y a menudo muy largo. Cuando termine, sabremos que nunca abandonamos el Cielo, nunca fuimos a ninguna parte, y siempre hemos estado donde estamos: en el Hogar en Dios. El viaje en sí mismo es imaginario. Consiste en aprender poco a poco que la distancia que percibimos entre nosotros y Dios no existe realmente.




TEXTO


III. El pecado como ajuste


1. La creencia en el pecado es un ajuste. 2Y un ajuste es un cambio: una alteración en la percepción, o la creencia de que lo que antes era de una manera ahora es distinto. 3Cada ajuste es, por lo tanto, una distorsión, y tiene necesidad de defensas que lo sostengan en contra de la realidad. 4El conocimiento no requiere ajustes, y, de hecho, se pierde si se lleva a cabo: cualquier cambio o alteración, 5pues eso lo reduce de inmediato a ser simplemente una percep­ción: una forma de ver en la que se ha dejado de tener certeza y donde se ha infiltrado la duda. 6En esta condición deficiente es necesario hacer ajustes porque la condición en sí no es verdad. 7¿Quién necesita ajustarse a la verdad, si para ser entendida ésta sólo apela a lo que uno es?

2. Los ajustes, sean de la clase que sean, siempre forman parte del ámbito del ego. 2Pues la creencia fija del ego es que todas las relaciones dependen de que se hagan ajustes, para así hacer de ellas lo que él quiere que sean. 3Las relaciones directas, en las que no hay interferencia, él siempre las considera peligrosas. 4El ego se ha nombrado a sí mismo mediador de todas las relaciones, y hace todos los ajustes que cree necesarios y los interpone entre aquellos que se han de conocer, a fin de mantenerlos separados e impedir su unión. 5Esta planeada interferencia es lo que hace que te resulte tan difícil reconocer tu santa relación tal como es.

3. Los que son santos no interfieren en la verdad. 2No le tienen miedo, pues en la verdad es donde reconocen su santidad y donde se regocijan debido a lo que ven. 3La contemplan directa­mente, sin tratar de adaptarse a ella ni de que ella se adapte a ellos. 4Y así se dan cuenta de que se encontraba en ellos, al no haber decidido de antemano dónde debería estar. 5El hecho mismo de que ellos la busquen plantea una pregunta, y lo que ven es lo que les responde. 6Tú fabricas el mundo, y luego te adaptas a él y haces que él se adapte ti. 7Y no hay ninguna diferencia entre él y tú en tu percepción, la cual os inventó a los dos.

4. Todavía queda una pregunta por contestar, la cual es muy sim­ple. 2¿Te gusta lo que has fabricado? aUn mundo de asesinatos y de ataque por el que te abres paso tímidamente en medio de cons­tantes peligros, solo y temeroso, esperando a lo sumo a que la muerte se demore un poco antes de que se abalance sobre ti y desaparezcas. 3Todo eso son fabricaciones tuyas. 4Es un cuadro de lo que tú crees ser: de cómo te ves a ti mismo. 5Los asesinos están aterrorizados y los que matan tienen miedo de la muerte. 6Todas estas cosas no son sino los temibles pensamientos de aquellos que se amoldan a un mundo que se ha vuelto temible debido a los ajustes que ellos mismos hicieron. 7Y lo contemplan, con pesar desde su propia tristeza interior, y ven la tristeza en él.

5. ¿Te has preguntado alguna vez cómo es realmente el mundo y qué aspecto tendría si se contemplase con ojos felices? El mundo que ves no es sino un juicio con respecto a ti mismo. No existe en absoluto. 4Tus juicios, no obstante, le imponen una sentencia, la justifican y hacen que sea real. 5Ése es el mundo que ves: un juicio contra ti mismo, que tú mismo has emitido. 6El ego protege celo­samente esa imagen enfermiza de ti mismo, pues ésa es su ima­gen y lo que él ama, y la proyecta sobre el mundo. 7Y tú te ves obligado a adaptarte a ese mundo mientras sigas creyendo que esa imagen es algo externo a ti, y que te tiene a su merced. 8Ese mundo es despiadado, y si se encontrase fuera de ti, tendrías ciertamente motivos para estar atemorizado. 9Pero fuiste tú quien hizo que fuese inclemente; y si ahora esa inclemencia parece vol­verse contra ti, puede ser corregida.   
     
6. ¿Quién, que se encuentre en una relación santa, podría seguir siendo no santo por mucho más tiempo? 2El mundo que ven los santos es uno con ellos, de la misma forma en que el mundo que ve el ego es semejante a él. 3El mundo que ven los santos es her­moso porque lo que ven en él es su propia inocencia. 4Ellos no le impusieron lo que tenía que ser, ni hicieron ajustes para que se amoldase a sus mandatos. 5Simplemente le preguntaron con un leve susurro: "¿Qué eres?" 6Y Aquel que cuida de toda percep­ción les respondió. 7No aceptes los juicios del mundo como la respuesta a la pregunta: "¿Qué soy?" 8El mundo cree en el pecado, pero la creencia que lo fabricó tal como tú lo ves no se encuentra fuera de ti.

7. No procures que el Hijo de Dios se adapte a su demencia. 2En él reside un extraño que, mientras vagaba sin rumbo, entró en la morada de la verdad, mas tal como vino así se irá. 3Vino sin nin­gún propósito, pero no podrá permanecer ante la radiante luz que el Espíritu Santo te ofreció y que tú aceptaste. 4Pues bajo esa luz el extraño se queda sin hogar y a ti se te da la bienvenida. 5No le preguntes a ese transeúnte: "¿Qué soy?" 6Él es la única cosa en todo el universo que no lo sabe. 7Sin embargo, es él a quien se lo preguntas, y es a su respuesta a la que deseas amoldarte. 8Este pensamiento torvo y ferozmente arrogante, y, sin embargo, tan ínfimo y carente de significado que su pasar a través del universo de la verdad ni siquiera se nota, se vuelve tu guía. 9A él te diriges para preguntarle el significado del universo. 10Y a lo único que es ciego en todo el universo vidente de la verdad le preguntas: "¿Cómo debo contemplar al Hijo de Dios?"

8. ¿Se le puede pedir que emita juicios a lo que está desprovisto de todo juicio? 2si ya lo has hecho, ¿creerías la respuesta que te da y te ajustarías a ella como si fuese cierta? 3El mundo que ves a tu alrededor es la respuesta que te dio, y tú le has conferido el poder de hacer los ajustes necesarios en el mundo para que su respuesta sea cierta. 4Le preguntaste a ese soplo de locura que te explicase el significado de tu relación no santa, e hiciste que ésta se ajustase a su descabellada respuesta. 5¿Te hizo eso feliz? 6¿Te reuniste acaso jubilosamente con tu hermano para bendecir al Hijo de Dios y darle las gracias por toda la felicidad que os ha brindado? 7¿Has reconocido acaso a tu hermano como el eterno regalo que Dios te dio? 8¿Has visto la santidad que irradia en cada uno de vosotros para bendecir al otro? 9Ése es el propósito de tu relación santa. 10No le preguntes cuáles son los medios necesarios para su consecución la única cosa que haría todo lo posible para que siguiese siendo no santa. 11No le otorgues el poder de adaptar los medios al fin.

9. Los que llevan años aprisionados con pesadas cadenas, ham­brientos y demacrados, débiles y exhaustos, con los ojos aclima­tados a la oscuridad desde hace tanto tiempo que ni siquiera recuerdan la luz, no se ponen a saltar de alegría en el instante en que se les pone en libertad. 2Tardan algún tiempo en comprender lo que es la libertad. 3Andabas a tientas en el polvo y encontraste la mano de tu hermano, indeciso de si soltarla o bien asirte a la vida por tanto tiempo olvidada. 4Agárrate aún con más fuerza y levanta la vista para que puedas contemplar a tu fuerte compa­ñero, en quien reside el significado de tu libertad. 5Él parecía estar crucificado a tu lado. 6Sin embargo, su santidad ha perma­necido intacta y perfecta, y, con él a tu lado, este día entrarás en el Paraíso y conocerás la paz de Dios.

10. Eso es lo que mi voluntad dispone para ti y para tu hermano, y para cada uno de vosotros con respecto al otro y con respecto a sí mismo. 2Ahí sólo se puede encontrar santidad y unión sin lími­tes. 3Pues ¿qué es el Cielo sino unión, directa y perfecta, y sin el velo del temor sobre ella? 4Ahí somos uno, y ahí nos contempla­mos a nosotros mismos, y el uno al otro, con perfecta dulzura. 5Ahí no es posible ningún pensamiento de separación entre noso­tros. 6Tú que eras un prisionero en la separación eres ahora libre en el Paraíso. 7Y allí me uniré ti, que eres mi amigo, mi hermano y mi propio Ser.


11. El regalo que le has hecho a tu hermano me ha dado la certeza de que pronto nos uniremos. 2Comparte, pues, esta fe conmigo, y no dudes de que está justificada. 3En el amor perfecto no hay cabida para el miedo porque el amor perfecto no conoce el pecado y sólo puede ver a los demás como se ve a sí mismo. 4Si mira dentro de sí mismo con caridad, ¿qué podría inspirarle temor afuera? 5Los inocentes ven seguridad, y los puros de corazón ven a Dios en Su Hijo y apelan al Hijo para que él los guíe al Padre. 6¿Y a qué otro lugar querrían ir, sino allí donde anhelan estar? 7Tú y tu hermano os conduciréis el uno al otro hasta el Padre tan irremediablemente como que Dios creó santo a Su Hijo y así lo conservó. 8En tu hermano se encuentra la luz de la eterna pro­mesa de inmortalidad que Dios te hizo. 9No veas pecado en él, y el miedo no podrá apoderarse de ti.












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