DESPERTAR AL AMOR

sábado, 15 de agosto de 2020

15 AGOSTO: Éste es el instante santo de mi liberación.


AUDIOLIBRO


EJERCICIOS

 LECCIÓN 227

Éste es el instante santo de mi liberación.

1. Padre, hoy es el día en que me libero porque mi voluntad es la Tuya. 2Pensé hacer otra voluntad. 3Sin embargo, nada de lo que pensé aparte de Ti existe. 4Y soy libre porque estaba equivocado y las ilusiones que abri­gaba no afectaron en modo alguno mi realidad. 5Ahora renuncio a ellas y las pongo a los pies de la verdad, a fin de que sean para siempre borradas de mi mente. 6Éste es el instante santo de mi liberación. 7Padre, sé que mi voluntad es una con la Tuya.

2. Y de esta manera, nos encontramos felizmente de vuelta en el Cielo, del cual realmente jamás nos ausentamos. 2En este día el Hijo de Dios abandona sus sueños. 3En este día el Hijo de Dios regresa de nuevo a su hogar, liberado del pecado y revestido de santidad, habiéndosele restituido finalmente su mente recta.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
         Piensa en ella durante un rato.


Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.

Comentario

La lección de hoy es otro recordatorio de que estos momentos de práctica son instantes santos para nosotros. Por supuesto, no todos son una experiencia espectacular de gozo que no pueda describirse. Recuerda que simplemente estar dispuesto a concentrar tu mente en Dios puede considerarse un instante santo, tanto si conscientemente sientes algo especial como si no. El poderoso instante santo del que nació el Curso, fue sencillamente un instante en que Bill Thetford dijo: “Tiene que haber otro camino”, y Helen contestó: “Yo te ayudaré a encontrarlo”. El cambio mental de conectar con el propósito de Dios es lo que verdaderamente cuenta. Si practicamos fielmente, llegará la experiencia directa de la verdad de la que se habla en el Libro de Ejercicios, no por nuestros propios esfuerzos, sino por la gracia de Dios, cuando estemos listos para recibirla.

Considera el efecto sobre nuestra mente de concentrarnos en la idea de hoy: “Éste es el instante santo de mi liberación”, y luego sentarnos en silenciosa quietud, abrir nuestra mente y recibir todo lo que se nos dé. Deberíamos entrar en cada uno de esos instantes con esperanza, esperando oír lo que la Voz de Dios nos dirá.

Yo ya soy libre, ahora, hoy. Mi pensamiento de separación no tuvo ningún efecto sobre mi realidad, así que el aprisionamiento que me he imaginado nunca ocurrió. “Nada de lo que pensé aparte de Ti existe” (1:3). ¡Qué maravilloso saber que los pensamientos que yo creía separados de Dios no existen! ¡Qué sanador es abandonarlos, ponerlos a los pies de la verdad, y dejar que sean “para siempre borradas de mi mente”! (1:5). Éste es el proceso sanador del Curso: tomar cada pensamiento que parece expresar una voluntad separada de la de Dios, y llevarlo ante Su Presencia para que sea borrado de mi mente, con la garantía de Dios de que no me ha afectado en nada. Yo sigo siendo Su Hijo.

Así es como sana mi mente. Así es como vuelve la consciencia de mi Identidad a mí




¿Qué es el perdón? (Parte 7)

L.pII.1.4:1-3

“El perdón, en cambio, es tranquilo y sosegado, y no hace nada” (4:1). Si podemos entender esto, tendremos una idea clara de lo que verdaderamente es el perdón. Las palabras “en cambio” se refieren a los dos párrafos anteriores que describían un pensamiento que no perdona (especialmente al 3:1): “Un pensamiento que no perdona hace muchas cosas”. El perdón, en cambio, no hace nada. La falta de perdón es muy activa, intentando ansiosamente hacer que las cosas encajen en su cuadro de la realidad; el perdón no hace nada. No se apresura a interpretar o a intentar entender. Deja que las cosas sean como son.

Una vez más fíjate en la importancia que se le da a la quietud y la tranquilidad. La práctica del instante santo, al igual que la práctica del perdón, es la práctica de estar tranquilo, de estar quieto, de no hacer nada. Nuestro habitual estado mental es resultado del entrenamiento del ego, siempre activo y trabajando constantemente. Necesitamos practicar estar en quietud y no hacer nada. Se necesita mucha práctica para romper la costumbre de la actividad frenética y para formar una costumbre nueva de estar en silencio y quietud.

A menudo una trampa del ego de la que me doy cuenta es que ¡intentará hacerme sentir culpable por estar en quietud y silencio! Cuando intento dedicar diez minutos a sentarme en silencio y quietud, mi ego inunda mi mente con pensamientos de lo que debería estar haciendo en ese momento.

El estado mental en el que el perdón tiene lugar es de simplemente dejar que la realidad sea como es, sin juzgar nada. “No ofende ningún aspecto de la realidad ni busca tergiversarla para que adquiera apariencias que a él le gusten” (4:2). A mi ego le encanta eso de: “Yo tengo razón y ellos están equivocados”. O “Yo soy bueno y ellos son malos”. O “yo soy mejor que ellos”. Incluso “yo no soy como ellos”. Todos estos pensamientos comparten el mismo tema: “Yo soy diferente de ellos y, por lo tanto, estoy separado de ellos”. Cualquier pensamiento de esta clase está deformando la realidad, porque la realidad es que todos somos lo mismo, somos iguales, somos uno. El perdón acalla tales pensamientos y abandona todo esfuerzo de convertir a la realidad en una forma “más deseable”.

“Simplemente observa, espera y no juzga” (4:3). No niega lo que ve, pero no lo interpreta. Espera que el Espíritu Santo le diga lo que significa. “Mi compañero está teniendo una aventura amorosa”. El perdón observa, espera y no juzga. “Mi hijo está enfermo”. El perdón observa, espera y no juzga. “Mi jefe acaba de despedirme” El perdón observa, espera y no juzga. Somos muy rápidos en creer que ¡sabemos lo que significan las cosas! Y nos equivocamos. No lo sabemos. Saltamos a una conclusión basada en la separación, y tal conclusión no entiende nada.


Cuando tales acontecimientos terribles suceden en nuestra vida, lo mejor que podemos hacer es: nada. Únicamente aquietar y acallar nuestra mente, y abrirnos a la luz sanadora del Espíritu Santo. Buscar un instante santo. Que esto se convierta en una costumbre en nuestra vida, y veremos el mundo de una manera completamente diferente, y el Amor fluirá a través de nosotros para llevar sanación a todas las situaciones, en lugar de hacer daño.






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