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Comentario
Cuando la lección dice que hoy “es un día de una celebración especial” (1:2), sospecho que usa la palabra “especial” del mismo modo en que la usa en otro lugar del Texto, en el que Jesús dice: “Todos mis hermanos son especiales” (T.1.V.3:6). Hoy es un día especial porque, en el instante santo, la salvación ya ha llegado. Y sin embargo, “Puedes reclamar el instante santo en cualquier momento y lugar en que lo desees” (T.15.IV.4:4). ¡Siempre que pidas el instante santo, es una celebración especial! ¡Un día de gozo!
Esto es como decirle a un niño que puede celebrar la Navidad el día que quiera. Y ciertamente el Curso nos dice exactamente eso, en la sección titulada “La Hora de Renacer”, escrito en Navidad. Nos dice que esta Navidad es la hora de Cristo, y que la hora de Cristo es el instante santo (T.15.X.2:1), y luego nos dice: “en tus manos está hacer que la hora de Cristo tenga lugar ahora” (T.15.X.4:1).
Y entonces, ¿por qué no hoy? ¿Por qué no todos los días? ¿Por qué no ahora? Cualquier instante que yo quiera puedo convertirlo en un instante en el que “todos los pesares se dejan atrás y el dolor desaparece” (1:4). La práctica del instante santo me ofrece esto. En cualquier instante, dentro de mi mente puedo abrir una ventana al mundo real, y respirar su agradable aire. Puedo sentir un mundo unido, unido por medio de mi perdón.
Todavía no siento la felicidad absoluta en el momento en que cierro los ojos y digo: “En este instante santo llega la salvación”. Siempre está aquí la realidad que he experimentado de vez en cuando, de eso estoy seguro. Sin embargo, es muy desigual mi experiencia de ello (¡muy irregular!). Pero una vez que la has sentido, y en ese instante has sabido que lo que estás sintiendo es eterno, ya nunca podrás dudar de su eterna presencia. Todavía hay muchos obstáculos que impiden que yo sea consciente de ello. Todavía me estoy aferrando a algunos de esos obstáculos. La mayor parte del tiempo, mis resentimientos me ocultan la Luz del mundo. Pero está ahí. Mi perdón me la puede mostrar (1:7, 2:1).
Cada vez que me detengo para recordar, cada vez que intento pedir un instante santo, cae un obstáculo, se añade a mi depósito otra gota de mi buena disposición. ¿De qué mejor manera puedo emplear mi tiempo? Como dijo la Lección 127: “No hay mejor manera de emplear el tiempo que ésa” (ver párrafos 7 y 8).
Una nota más: date cuenta de que en 1:8, Jesús nos dice que le perdonemos a él. Hoy voy a examinarme para ver si todavía guardo algo en su contra, algún tipo de desconfianza hacia él, algún temor a él, algo por lo que le culpo o por lo que estoy resentido contra él. Aunque le respete como mi maestro, es muy fácil tener resentimientos contra tus maestros.
L.pII.3.1:1-4
La primera frase contesta la pregunta ¿qué es el mundo?: “El mundo es una percepción falsa” (1:1). El resto de la página es la explicación de esta corta frase. Algunos de nosotros, al leer por primera vez el Curso, pensamos que quizá el Curso no quería decir que el mundo no es real, sino que la manera en que lo vemos es falsa. Sin embargo, aquí, Jesús nos está diciendo con toda claridad que el mundo y la percepción falsa son lo mismo. El mundo es una alucinación, estamos viendo algo que no está ahí.
Tal como yo lo veo, “yo” estoy dentro de mi cabeza atento a un mundo que no es parte de mí. Separado. Y eso no es la verdad. No existe un mundo externo a mí (T.18.VI.1:1; T.12.III.6:7). “Lo que se proyecta y parece ser externo a la mente, no se encuentra afuera en absoluto” (T.26.VII.4:9).
El mundo “nació de un error” y no ha abandonado nuestra mente que lo produjo (1:2). Como dice el Curso frecuentemente: “Las ideas no abandonan su fuente”. El mundo está en nuestra idea equivocada de la separación, en nuestra mente. Cuando nuestra mente (la mente única que todos compartimos) ya no desee más la idea de la separación, el mundo que representa a esa idea desaparecerá.
Muchos que han sido educados en una tradición religiosa que enseñaba que Dios creó el mundo, han pasado por un montón de angustia y confusión, preguntándose ¡cómo pudo crear Dios semejante lío! Si Él era responsable de todo esto, no estábamos seguros de querer conocerle. ¡Qué alivio es darse cuenta de que Él no lo creó!, nació del error de nuestra mente, de albergar por error en nuestra mente la idea de la separación. Las desgracias de este mundo sólo reflejan la desgracia que trajo a nuestra mente el pensamiento de la separación. Es como si nos preguntásemos: ¿Y si estamos separados?, y se nos diera al instante un viaje a una realidad falsa de lo que eso sería.
Una lección del comienzo dijo: “Puedo escaparme de este mundo renunciando a los pensamientos de ataque” (Lección 55, repaso de la 23). El pensamiento es el mismo. Sana los pensamientos de ataque, los pensamientos de separación que todavía albergo, y puedo dejar atrás el mundo. El Curso nos está ayudando a hacer justamente eso: abandonar nuestros pensamientos de ataque, y solucionar los problemas del mundo en donde se producen.
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