DESPERTAR AL AMOR

jueves, 6 de agosto de 2020

6 AGOSTO: SEXTO REPASO. Repaso de la lección 198

AUDIOLIBRO




EJERCICIOS


LECCIÓN 218




No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.



1. (198) Sólo mi propia condenación me hace daño.

2Mi condenación nubla mi visión, y a través de mis ojos ciegos no puedo ver la visión de mi gloria. 3Mas hoy puedo contemplar esta gloria y regocijarme.

4No soy un cuerpo. 5Soy libre.
                                                  6Pues aún soy tal como Dios me creó.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica del Sexto Repaso

Comentario

La condena no hiere al cuerpo. Esto me recuerda la vieja canción de la infancia: “Los palos y las piedras pueden romper mis huesos, pero las palabras no pueden herirme”. No soy un cuerpo, lo que yo soy no puede ser herido por “palos y piedras”. Sólo mi propia condenación, mi aceptación de esas “palabras” puede herirme.

¿No te has insultado a ti mismo? Yo sé que lo he hecho: “¡Idiota!” “¡Eres tan tonto, Watson!” Estas palabras burlándome de mí mismo e insultándome, después de todos estos años, todavía surgen en mi cabeza y salen de mi propia boca. Sólo son síntomas superficiales de una condena mucho más profunda de mí mismo, y de una falta de confianza en mí mismo que es la causa de todos mis problemas. Marianne Williamson tiene toda la razón cuando dice “mi ego es mi odio a mí mismo”.

Y cuando me doy cuenta de que todas las formas de condena dirigidas hacia fuera -ira, prejuicio, resentimiento, desagrado habitual, incluso el simple malestar con alguien- todas y cada una de ellas son proyecciones de mi propio ataque a mí mismo, entonces empiezo a darme cuenta de lo profunda y extensa que es mi condena a mí mismo. Esta condena me hace daño. Arrojo mis dardos de ataque al mundo, y cada una me vuelve para apuñalarme por la espalda. “No puede ser sino a mí mismo a quien crucifico” (L.216).

Mientras mantenga esta guerra contra mí mismo, mis ojos estarán ciegos a mi propia gloria. No puedo ver el Cristo en mí mismo debido al polvo de la tormenta de condena a mí mismo, ya se dirija hacia adentro o afuera a las ilusiones de mí mismo que creo que están fuera de mí. Lo que me ciega es la constante corriente de juicios.

Hoy, puedo ver mi propia gloria sólo con elegirlo. Todo lo que necesito es aceptar la Expiación para mí mismo. Desenchufarme del Canal de los Juicios. Conectarme al Canal del Perdón. Que me aquiete ahora y sienta el Amor dentro: el Amor de Dios por mí, Su Hijo; mi Amor por Él; el Amor de mi propio Ser por mí, y el mío por mi Ser. Y a menudo, hoy, que me pare a recordarme a mí mismo que lo único que puede hacerme daño es mi propia condenación. Soy libre de abandonarla, con la ayuda 

Cada vez que sienta una ráfaga de juicio dentro, dondequiera que se dirija, que lleve el caso a un Tribunal Supremo, y que oiga al Espíritu Santo declarar sin lugar el caso contra mí (T.5.VI,4,10).






TEXTO

II. El pecado en contraposición al error

 


1. Es esencial que no se confunda el error con el pecado, ya que esta distinción es lo que hace que la salvación sea posible. 2Pues el error puede ser corregido, y lo torcido enderezado. 3Pero el pecado, de ser posible, sería irreversible. 4La creencia en el pecado está necesariamente basada en la firme convicción de que son las mentes, y no los cuerpos, que las atacan. 5Y así, la mente es culpable y lo será siempre, a menos que una mente que no sea parte de ella pueda darle la absolución. 6El pecado exige castigo del mismo modo en que el error exige corrección, y la creencia de que el castigo es corrección es claramente una locura.

2. El pecado no es un error, pues el pecado comporta una arrogancia que la idea del error no posee. 2Pecar supondría violar la realidad y lograrlo. 3El pecado es la proclamación de que el ataque es real y que la culpabilidad está justificada. 4Da por sentado que el Hijo de Dios es culpable y que, por lo tanto, ha conseguido perder su inocencia y también convertirse a sí mismo en algo queDios no creó. 5De este modo, la creación se ve como algo que no es eterno, y la Voluntad de Dios como susceptible de ser atacada y derrotada. 6El pecado es la gran ilusión que subyace a toda la grandiosidad del ego. 7Pues debido a él, Dios Mismo cambia y se le priva de Su Plenitud.


3. El Hijo de Dios puede estar equivocado, engañarse a sí mismo e incluso usar el poder de su mente contra sí mismo. 2Pero no puede pecar. 3No puede hacer nada que en modo alguno altere su realidad, o que haga que realmente sea culpable. 4Eso es lo que el pecado quisiera hacer, pues ése es su propósito. 5Mas a pesar de toda la salvaje demencia inherente a la idea del pecado, éste sigue siendo imposible. 6Pues el costo del pecado es la muerte, y ¿podría acaso perecer lo que es inmortal?


4. Uno de los principales dogmas de la descabellada religión del ego es que el pecado no es un error sino la verdad, y que la ino­cencia es la que pretende engañarnos. 2La pureza se considera arrogancia, y la aceptación de nuestro ser como algo pecaminoso se percibe como santidad. 3Y es esta doctrina la que sustituye a la realidad del Hijo de Dios tal como su Padre lo creó, y tal como dispuso que fuese para siempre. 4¿Es esto humildad? 5¿O es más bien un intento de desgajar a la creación de la verdad, y de mante­nerla aparte?


5. El ego siempre considerará injustificable cualquier intento de reinterpretar el pecado como un error. 2La idea del pecado es absolutamente sacrosanta en su sistema de pensamiento, y sólo puede abordarse con respeto y temor reverente. 3Es el concepto más "sagrado" del sistema del ego: bello y poderoso, completa­mente cierto, y protegido a toda costa por cada una de las defen­sas que el ego tiene a su disposición. 4Pues en el pecado radica su "mejor" defensa, a la que todas las demás sirven. 5El pecado es su armadura, su protección y el propósito fundamental de la rela­ción especial tal como el ego la interpreta.


6. Puede ciertamente afirmarse que el ego edificó su mundo sobre el pecado. 2Únicamente en un mundo así podría todo ser a la inversa. 3Ésta es la extraña ilusión que hace que las nubes de la culpabilidad parezcan densas e impenetrables. 4La solidez que los cimientos de este mundo parecen tener descansa en ello. 5Pues el pecado ha hecho que la creación, de ser una Idea de Dios, pase a ser un ideal del ego: un mundo que él rige, compuesto de cuerpos inconscientes y capaces de caer presa de la corrupción y decaden­cia más absolutas. 6Si esto es un error, la verdad puede deshacerlo fácilmente, 7pues todo error puede ser corregido sólo con que se le permita a la verdad juzgarlo. 8Pero si al error se le otorga el rango de verdad, ¿ante qué se podría llevar? 9La "santidad" del pecado se mantiene intacta debido únicamente a este extraño mecanismo. 10En cuanto que verdad, el pecado es inviolable, y todo se lleva ante él para ser juzgado. 11Mas si es un error, es él el que tiene que ser llevado ante la verdad. 12Es imposible tener fe en el pecado, pues el pecado es falta de fe. 13Mas es posible tener fe en el hecho de que cualquier error puede ser corregido.


7. No hay un solo baluarte en toda la ciudadela fortificada del ego más celosamente defendido que la idea de que el pecado es real, y de que es la expresión natural de lo que el Hijo de Dios ha hecho de sí mismo y de lo que es. 2Para el ego eso no es un error. 3Pues ésa es su realidad: la "verdad" de la que nunca se podrá escapar. 4Ése es su pasado, su presente y su futuro. 5Pues de alguna manera se las ha arreglado para corromper a su Padre y hacerle cambiar de parecer por completo. 6¡Llora, pues, la muerte de Dios, a Quien el pecado asesinó! 7Este sería el deseo del ego, que en su demencia cree haberlo logrado.


8.¿No preferirías que todo esto no fuese más que una equivoca­ción, completamente corregible, y de la que fuese tan fácil esca­par que rectificarla totalmente sería tan sencillo como atravesar la neblina y llegar hasta al sol? 2Pues eso es todo lo que es. 3Quizá te sientas tentado de coincidir con el ego en que es mucho mejor ser pecador que estar equivocado. 4Mas piensa detenidamente antes de permitirte a ti mismo tomar esa decisión. 5No la tomes a la ligera, pues es la elección entre el Cielo y el infierno














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