DESPERTAR AL AMOR

domingo, 23 de agosto de 2020

23 AGOSTO: Dios, en Su misericordia, dispone que yo me salve.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS


LECCIÓN 235



Dios, en Su misericordia, dispone que yo me salve.



1. Tan sólo necesito contemplar todo aquello que parece herirme, y con absoluta certeza decirme a mí mismo: "La Voluntad de Dios es que yo me salve de esto", para que de inmediato lo vea desaparecer. 2Tan sólo necesito tener presente que la Voluntad de mi Padre para mí es felicidad, para darme cuenta de que lo único que se me ha dado es felicidad. 3Tan sólo necesito recordar que el Amor de Dios rodea a Su Hijo y mantiene su inocencia eterna­mente perfecta, para estar seguro de que me he salvado y de que me encuentro para siempre a salvo en Sus Brazos. 4Yo soy el Hijo que Él ama. 5Y me he salvado porque Dios en Su misericordia así lo dispuso.

2. Padre, Tu Santidad es la mía. 2Tu Amor me creó e hizo que mi ino­cencia fuese parte de Ti para siempre. 3No hay culpabilidad o pecado en mí, puesto que no los hay en Ti.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.


Comentario


Si miramos a nuestros propios pensamientos honestamente, podremos ver las muchas maneras en que creemos lo contrario de la lección de hoy. Pensamos: “Dios, en su enfado, dispone que yo sea castigado”. En algún lugar dentro de cada uno de nosotros hay una voz negativa que nos dice que merecemos el sufrimiento que tenemos, o que la felicidad que tenemos puede desaparecer porque no nos la merecemos.



A aquellos que tienen una lista de todas sus quejas acerca del mundo y del modo en que los trata injustamente, el Curso tiene un consejo definitivo: “¡Abandona esos pensamientos tan necios!” (M.15.3:1). Tengo el poder de deshacer todas esas cosas. Todo lo que tengo que hacer es asegurarme a mí mismo: “La Voluntad de Dios es que yo me salve de esto” (1:1). Dios no quiere mi sufrimiento, ni mi tristeza, ni mi soledad. Cambiando la manera en que pienso de todo esto, puedo cambiar al mundo.

Pensamos que es el mundo el que nos causa nuestro sufrimiento y tristeza, el Curso nos enseña justo lo contrario. Nuestra creencia en el Dios de la ira es lo que nos trae el sufrimiento, nuestra creencia en Su misericordia y Su Amor puede transformar nuestra vida. Lo que necesita cambiar no es el mundo externo, sino lo que hay dentro de mi mente. Que hoy recuerde, Padre, que “me he salvado y que me encuentro para siempre a salvo en Tus Brazos” (L.235.1:3). Que el pensamiento de que Tú quieres mi felicidad llene hoy mi mente. Si Tú eres Amor, si Tú me amas, ¿qué más puedo querer?


¿Qué es la salvación? (Parte 5)

L.pII.2.3:1-3

La salvación es un des-hacer en el sentido de que no hace nada, al no apoyar el mundo de sueños y de malicia. De esta manera, las ilusiones desaparecen. (3:1-2)

Tomar parte en la salvación no es añadir una nueva actividad, sino abandonar nuestra antigua tragedia de sueños de maldad. Salvarse es dejar de apoyar nuestras ilusiones, dejar de añadirle leña al fuego de la ira, del ataque y de la culpa, que ha arrasado nuestra mente durante miles de años. La salvación no consiste en hacer, sino en no hacer. Es poner fin a nuestra resistencia para que el amor fluya sin obstáculos, tanto el Amor de Dios a nosotros como el nuestro a Dios y a nuestros hermanos. La salvación significa que dejamos de inventarnos excusas para no amar. Significa que dejamos de inventar razones de que no nos lo merecemos.

“El ego no tiene realmente ningún poder para distraerte a menos que tú se lo confieras” (T.8.I.2:1). El único poder que el ego tiene es el que nosotros le damos y utiliza nuestro propio poder contra nosotros. Todas las ilusiones del ego están alimentadas por nuestra inversión en ellas (por creer en ellas). Cuando le retiramos ese poder y dejamos de apoyar las ilusiones del ego, “deja que sim-plemente se conviertan en polvo” (3:3). ¿Cómo se deshace el ego? Por nuestra decisión de ya no apoyarlo nunca más.

El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo. (T.27.VIII.10:1)










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