DESPERTAR AL AMOR

viernes, 3 de agosto de 2018

3 AGOSTO: SEXTO REPASO: Repaso de las lección 195

AUDIOLIBRO




EJERCICIOS


LECCIÓN 215



No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.



1. (195) El Amor es el camino que recorro con gratitud.

2EI Espíritu Santo es mi único Guía. 3Él camina a mi lado con amor. 4Y le doy las gracias por mostrarme el camino que debo seguir.

5No soy un cuerpo. 6Soy libre.
7Pues aún soy tal como Dios me creó.



Instrucciones para la práctica


Ver las instrucciones para la práctica del Sexto Repaso


Comentario

El repaso de hoy añade una nueva nota a la lección. Recorro el camino del amor. Mientras camino, el Espíritu Santo camina conmigo (1:3-4), y me muestra el camino que debo seguir.
Recorrer el camino del amor no siempre es fácil. A menudo no es tan fácil ver qué es “lo más amoroso” que hay que hacer. Si alguien entra en mi casa a robar, y es arrestado, ¿presento cargos contra él, o le saco del atolladero? ¿Qué acción es la “amorosa”? O para ponerlo más sencillo: un amigo con tendencia a malgastar el dinero, me pide un préstamo. ¿Le doy el dinero o se lo niego? ¿Cuál es el camino del amor?

No lo sé. Aunque piense que lo sé, no lo sé. No puedo saber todos los factores. No puedo valorar la motivación del ego del otro. ¿Cómo podría hacerlo, cuando no conozco las motivaciones de mi propio ego? No puedo saber cuándo una persona está abierta a una acción misericordiosa, o cuándo lo más amoroso sería dejarles enfrentarse a las consecuencias de sus errores. Pero el Espíritu Santo conoce todas esas cosas. Él es mi único Guía. No importa lo extensas que hayan sido mis experiencias pasadas, nunca son suficiente para garantizarme un juicio perfecto. Sin embargo, el Espíritu Santo conoce cada detalle de cada situación. Conoce las repercusiones de cada resultado, y puede guiarme en la acción más amorosa que yo tengo que tomar.

¿Cómo distingo Su Voz? De nuevo, no hay un modo garantizado. Aprender a distinguir Su Voz es un proceso que dura toda la vida. Todo lo que tengo que hacer es entregarle a Él la situación, abandonarla en Sus manos de manera consciente, y luego actuar de la manera que mejor me parezca. Cada día en cada situación, renuevo mi decisión de no tomar decisiones por mi cuenta (con el ego). A veces sentiré un ligero toque interior hacia determinada dirección, sin ninguna razón que yo conozca. Quizá las circunstancias parezcan llevarme hacia determinada dirección. Pueden ocurrir coincidencias maravillosas que parecen señales, dirigiéndome. Otras veces, aparentemente se me dejará que decida por mi cuenta. El Curso nos promete que si cometemos un error, Él los corregirá si Le hemos entregado la situación a Él. Cometeremos errores, pero tenemos Su promesa de corregirlos.

Uno de los aspectos más importantes de escuchar Su Voz, que yo he aprendido, es abandonar cualquier inversión en un resultado determinado. El único resultado que busco es el resultado del perdón, el resultado del amor, el resultado de la paz mental para todos los relacionados con la situación. No puedo escoger qué circunstancias externas son más convenientes para este resultado, sólo el Espíritu Santo lo sabe. Un adolescente rebelde amenaza con abandonar su hogar o con dejar la escuela. Como padre o amigo puedo creer que lo mejor es que se quede en casa o que continúe en la escuela. Yo no lo sé. Quizá la lección que necesita aprender sólo puede encontrarla si se aleja durante un tiempo de su familia y amigos. Así que dejo la situación en manos del Espíritu Santo, y Le pido que me guíe acerca de lo que debo decir o hacer para que sea lo más amoroso. Luego, retiro mi control de la situación. Confío en que estoy siendo guiado, aunque las cosas parezcan ir en una dirección que no me gustan (en mi corta visión). Mi principal responsabilidad es sencillamente no interferir en Su tarea.

Que hoy recorra el camino del amor con gratitud, confiando en que el Espíritu Santo dirige cada palabra y cada acción. Que me recuerde a mí mismo que estoy aquí únicamente para ser verdaderamente útil, para representar a Aquel Que me envió, sabiendo que no tengo que preocuparme por lo que tengo que decir o hacer, pues Él me dirigirá (T.2.V(A).18:2-6).





TEXTO



Capítulo 19

LA CONSECUCIÓN DE LA PAZ




I. La curación y la fe



1. Dijimos anteriormente que cuando una situación se ha dedi­cado completamente a la verdad, la paz es inevitable. 2La consecución de ésta es el criterio por medio del cual se puede determinar con seguridad si dicha dedicación fue total. 3Mas dijimos también que es imposible alcanzar la paz sin tener fe, pues lo que se le entrega a la verdad para que ésta sea su único objetivo, se lleva a la verdad mediante la fe. 4Esta fe abarca a todo aquel que esté invo­lucrado en la situación, pues sólo de esta manera se percibe la situación como significativa y como un todo. 5todo el mundo tiene que estar involucrado, pues, de lo contrario, ello implicaría que tu fe es limitada y que tu dedicación no es total.

2. Toda situación que se perciba correctamente se convierte en una oportunidad para sanar al Hijo de Dios. 2éste se cura porque tú tuviste fe en él, al entregárselo al Espíritu Santo y liberarlo de cualquier exigencia que tu ego hubiese querido imponerle. 3Ves, por consiguiente, que es libre, y el Espíritu Santo comparte esa visión contigo. 4puesto que la comparte, la ha dado, y así, Él cura a través de ti. 5Unirse a Él en un propósito unificado es lo que hace que ese propósito sea real, porque tú lo completas. 6esto es curación. 7El cuerpo se cura porque viniste sin él y te uniste a la Mente en la que reside toda curación.

3. El cuerpo no puede curarse porque no puede causarse enfer­medades a sí mismo. 2No tiene necesidad de que se le cure. 3El que goce de buena salud o esté enfermo depende enteramente de la forma en que la mente lo percibe y del propósito para el que quiera usarlo. 4Es obvio que un segmento de la mente puede verse a sí mismo separado del Propósito Universal. 5Cuando esto ocurre, el cuerpo se convierte en su arma, que usa contra ese Propósito para demostrar el "hecho" de que la separación ha tenido lugar. 6De este modo, el cuerpo se convierte en el instru­mento de lo ilusorio, actuando en conformidad con ello: viendo lo que no está ahí, oyendo lo que la verdad nunca dijo y compor­tándose de forma demente, al estar aprisionado por la demencia. 

4. No pases por alto nuestra afirmación anterior de que la falta de fe conduce directamente a las ilusiones. 2Pues percibir a un hermano como si fuese un cuerpo es falta de fe, y el cuerpo no puede ser usado para alcanzar la unión. 3Si ves a tu hermano como un cuerpo, habrás dado lugar a una condición en la que unirse a él es imposible. 4Tu falta de fe en él te ha separado de él y ha impedido vuestra curación. 5De este modo, tu falta de fe se ha opuesto al propósito del Espíritu Santo y ha dado lugar a que se interpongan entre vosotros ilusiones centradas en el cuerpo. 6Y el cuerpo parecerá estar enfermo, pues lo habrás convertido en un "enemigo" de la curación y en lo opuesto a la verdad.

5. No puede ser difícil darse cuenta de que la fe tiene que ser lo opuesto a la falta de fe. 2Mas la diferencia en cómo ambas operan no es tan obvia, aunque se deriva directamente de la diferencia fundamental que existe entre ellas. 3La falta de fe siempre limita y ataca; la fe desvanece toda limitación y brinda plenitud. 4La falta de fe siempre destruye y separa; la fe siempre une y sana. 5La falta de fe interpone ilusiones entre el Hijo de Dios y su Crea­dor; la fe elimina todos los obstáculos que parecen interponerse entre ellos. 6La falta de fe está totalmente dedicada a las ilusiones; la fe, totalmente a la verdad. 7Una dedicación parcial es imposi­ble. 8La verdad es la ausencia de ilusiones, las ilusiones, la ausen­cia de la verdad. 9Ambas no pueden coexistir ni percibirse en el mismo lugar. 10Dedicarte a ambas es establecer un objetivo por siempre inalcanzable, pues parte de él se intenta alcanzar a través del cuerpo, al que se considera el medio por el que se procura encontrar la realidad mediante el ataque. 11La otra parte quiere sanar y, por lo tanto, apela a la mente y no al cuerpo.

6. La transigencia que inevitablemente se hace es creer que el cuerpo, y no la mente, es el que tiene que ser curado. 2Pues este objetivo dividido ha otorgado la misma realidad a ambos, lo cual sería posible sólo si la mente estuviese limitada al cuerpo y divi­dida en pequeñas partes que aparentan ser íntegras, pero que no están conectadas entre sí. 3Esto no le hará daño al cuerpo, pero mantendrá intacto en la mente el sistema de pensamiento ilusorio. 4La mente, pues, es la que tiene necesidad de curación. 5en ella es donde se encuentra. 6Pues Dios no concedió la curación como algo aparte de la enfermedad, ni estableció el remedio donde la enfermedad no puede estar. 7La enfermedad y el remedio se encuentran en el mismo lugar, y cuando se ven uno al lado del otro, reconoces que todo intento de mantener a la verdad y a la ilusión en la mente, donde ambas necesariamente están, es estar dedicado a las ilusiones. aMas cuando éstas se llevan ante la ver­dad y se ve que desde cualquier punto de vista son completa­mente irreconciliables con ella, se abandonan.












jueves, 2 de agosto de 2018

2 AGOSTO: SEXTO REPASO: Repaso de las lección 194


AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCION 214


 
No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.

1. (194) Pongo el futuro en Manos de Dios.

2El pasado ya pasó y el futuro aún no ha llegado. 3Ahora estoy libre de ambos. 4Pues lo que Dios da sólo puede ser para el bien. 5Y acepto únicamente lo que Él da como lo que me pertenece.

6No soy un cuerpo. 7Soy libre.
8Pues aún soy como Dios me creó.







Instrucciones para la práctica


Ver las instrucciones para la práctica del Sexto Repaso


Comentario

Aceptar que el pasado se ha ido es de sentido común, porque por definición, lo que es “pasado” ya no está aquí, se ha ido. Únicamente nuestro apego a las cosas del pasado, nuestra insistencia en repetir continuamente acontecimientos del pasado y darles vuelta en nuestra mente una y otra vez, puede tener algún efecto en el presente. Los efectos que sentimos no son del pasado sino de nuestros pensamientos actuales sobre el pasado.

Aceptar que el futuro todavía no ha llegado es también de sentido común, porque de nuevo por definición, lo que es futuro no está aquí ahora. No puede tener efectos sobre el momento presente. Sólo nuestra imaginación mental de lo que el futuro podría traer, y nuestros pensamientos de lo que todavía no ha llegado, pueden tener efectos en el presente.

En los dos casos, los efectos que imaginamos procedentes del pasado o del futuro, de hecho, proceden de nuestros pensamientos actuales Por lo tanto, únicamente cambiando nuestra manera de pensar pueden cambiarse esos efectos. Cuando soy capaz de abandonar mentalmente el pasado y el futuro, poniendo el futuro en Manos de Dios, se me libera de sus aparentes efectos. Estoy en libertad, en el ahora, para abrirme a aceptar lo que Dios me está dando ahora.

Las circunstancias actuales en las que me encuentro pueden parecer amenazadoras. En mi percepción, pueden haber sucedido a causa de acontecimientos pasados. Pueden parecer que me llevan a un futuro desgraciado. Sin embargo, si puedo abrir mi mente y creer que: “Lo que Dios da sólo puede ser para el bien” (L.214.1:4), entonces ese bien me vendrá. No podemos conocer todos los factores involucrados en los acontecimientos de nuestras vidas y sus efectos en cada uno de los que nos rodean. Pero Dios los conoce. Podemos con seguridad y confianza abandonar nuestros planes, y dejar el futuro en Manos de Dios. Podemos mirar a las cosas que parecen traernos el mal y rechazar el mal, aceptando únicamente lo que Dios da como lo que de verdad nos pertenece. Hay un regalo de Dios en todo, si lo miramos cuidadosamente. Para poner el futuro en Manos de Dios, tenemos que abandonarnos y dejar de intentar organizar los acontecimientos de nuestra vida. Hacer esto es una lección constante de confianza. La confianza es la clave, un ingrediente esencial para poner el futuro en Manos de Dios.

En el Manual para el Maestro, el paso fundamental en el proceso de desarrollo desde “maestro de Dios” a “maestro avanzado de Dios” es el desarrollo de la confianza. Pasa por varias etapas, expuestas en el Manual con claridad. La mayor parte de esas etapas conlleva alguna incomodidad, porque hasta que hayamos adquirido la confianza de verdad, seguimos intentando adelantarnos a Dios. El dolor no viene de aprender, sino de lo que no se ha aprendido todavía. Lo que estamos aprendiendo eliminará el sufrimiento, pero durante el camino el sufrimiento parece casi inevitable. “Son pocos los maestros de Dios que se escapan completamente de esta zozobra” (M.4.I.5:3). Sin embargo, cuando la lección se ha aprendido, la paz será completamente distinta a todo lo que hayamos conocido. Sólo podemos imaginarnos cómo se siente estando totalmente libre de ansiedades, y sin embargo si hemos puesto nuestro futuro en Manos de Dios, ¿qué otra cosa podríamos tener?

Cada esfuerzo que hacemos en esta dirección es beneficioso. Cada instante que ponemos en Sus Manos disminuirá la carga de preocupación que acarreamos constantemente en nuestra vida. Poco a poco, estamos aprendiendo a entregarle a Él todas nuestras preocupaciones, confiando en que Él nos cuida.







TEXTO

IX. Los dos mundos

 

1. Se te ha dicho que lleves la oscuridad a la luz, y la culpabili­dad a la santidad. 2Se te ha dicho también que el error tiene que ser corregido allí donde se originó. 3Lo que el Espíritu Santo necesita, por lo tanto, es esa diminuta parte de ti, el insignificante pensamiento que parece estar separado y desconectado. 4El resto está completamente al cuidado de Dios y no necesita guía. 5Pero ese pensamiento descabellado e ilusorio necesita ayuda porque, en su demencia, cree que él es el Hijo de Dios, completo en sí mismo y omnipotente, único gobernante del reino que estableció aparte para forzarlo, mediante la locura, a la obediencia y a la esclavitud. 6Ésa es la pequeña parte que crees haberle robado al Cielo. 7¡Devuélvesela! 8El Cielo no la ha perdido, pero tú has per­dido de vista al Cielo. 9Deja que el Espíritu Santo la saque del desolado reino donde tú la confinaste, rodeada de tinieblas, pro­tegida por el ataque y reforzada por el odio. 10Dentro de sus barricadas todavía se encuentra un diminuto segmento del Hijo de Dios, completo y santo, sereno y ajeno a lo que tú crees que le rodea.

2. No te mantengas separado, pues Aquel que sí lo rodea te ha brindado la unión, y ha llevado tu minúscula ofrenda de oscuri­dad a la luz eterna. 2¿Cómo se logra eso? 3Muy fácilmente, pues está basado en lo que ese mísero reino realmente es. 4El árido desierto, las tinieblas y la falta de vida, sólo se ven a través de los ojos del cuerpo. 5La desolada visión que éstos te ofrecen está dis­torsionada, y los mensajes que te transmiten a ti que la inventaste para poner límites a tu conciencia son insignificantes y limitados, y están tan fragmentados que no tienen sentido.

3. Parece como si desde el mundo de los cuerpos, al que la demencia dio lugar, se le devolvieran a la mente que lo concibió mensajes descabellados. 2esos mensajes dan testimonio de dicho mundo, y lo proclaman real. 3Pues tú enviaste a esos mensajeros para que te trajesen esos mensajes. 4De lo único que dichos mensa­jes te hablan es de cosas externas. 5No hay mensaje que hable de lo que está subyacente, pues el cuerpo no podría hablar de ello. 6Sus ojos no lo pueden percibir; sus sentidos siguen siendo completa­mente  inconscientes de ello y su lengua no puede transmitir sus mensajes. 7Pero Dios puede llevarte hasta allí, si estás dispuesto a seguir al Espíritu Santo a través del aparente terror, confiando en que Él no te abandonará ni te dejará allí. 8Pues Su propósito no es atemorizarte, aunque el tuyo lo sea. 9Te sientes seriamente tentado de abandonar al Espíritu Santo al primer roce con el anillo de temor, pero Él te conducirá sano y salvo a través del temor y más allá de él.

4. El círculo de temor yace justo debajo del nivel que los ojos del cuerpo perciben, y aparenta ser la base sobre la que el mundo descansa. 2Ahí se encuentran todas las ilusiones, todos los pensa­mientos distorsionados, todos los ataques dementes, la furia, la venganza y la traición que se concibieron con el propósito de conservar la culpabilidad, de modo que el mundo pudiese alzarse desde ella y mantenerla oculta. 3Su sombra se eleva hasta la superficie lo suficiente como para conservar sus manifestacio­nes más externas en la oscuridad, y para causarles desespera­ción y mantenerlas en la soledad y en la más profunda tristeza. 4Su intensidad, no obstante, está velada tras pesados cortinajes, y se mantiene aparte de lo que se concibió para ocultarla. 5El cuerpo es incapaz de ver esto, pues surgió de ello para ofrecerle protección, la cual depende de que eso no se vea. 6Los ojos del cuerpo nunca lo verán. 7Pero verán lo que dicta.

5. El cuerpo seguirá siendo el mensajero de la culpabilidad y actuará tal como ella le dicte mientras tú sigas creyendo que la culpabilidad es real. 2Pues la supuesta realidad de la culpabili­dad es la ilusión que hace que ésta parezca ser algo denso, opaco e impenetrable, y la verdadera base del sistema de pensamiento del ego. 3Su delgadez y transparencia no se vuelven evidentes hasta que ves la luz que yace tras ella. 4Y ahí, ante la luz, la ves como el frágil velo que es.

6. Esta barrera tan aparentemente sólida, y ese falso suelo que parece una roca, es como un banco de nubes negras que flotan muy cerca de la superficie, dando la impresión de ser una sólida muralla ante el sol. 2Su apariencia impenetrable no es más que una ilusión. 3Cede mansamente ante las cumbres que se elevan por encima de ella, y no tiene ningún poder para detener a nadie que quiera ascender por encima de ella y ver el sol. 4Esta apa­rente muralla no es lo suficientemente fuerte como para detener la caída de un botón o para sostener una pluma. 5Nada puede descansar sobre ella, pues no es sino una base ilusoria. 6Trata de tocarla y desaparece; intenta asirla y tus manos no agarran nada. 

7. Pero en ese banco de nubes es fácil ver todo un mundo. 2Las cordilleras, los lagos y las ciudades que ves, son todos producto de tu imaginación; y desde las nubes, los mensajeros de tu per­cepción regresan a ti, asegurándote que todo eso se encuentra allí. 3Se destacan figuras que se mueven de un lado a otro, las acciones parecen reales, y aparecen formas que pasan de lo bello a lo grotesco. 4Y esto se repite una y otra vez, mientras quieras seguir jugando el juego infantil de pretender ser otra cosa. 5Sin embargo, por mucho que quieras jugar ese juego, e inde­pendientemente de cuánta imaginación emplees, no lo confundes con el mundo que le subyace ni intentas hacer que sea real. 

8Asimismo debería ser con las tenebrosas nubes de la culpabili­dad, las cuales son igualmente vaporosas e insubstanciales. 2No te pueden magullar al atravesarlas. 3Deja que tu Guía te muestre su naturaleza insustancial a medida que te conduce más allá de ellas, pues debajo de ellas hay un mundo de luz sobre el que esas nubes no arrojan sombras. 4Sus sombras sólo nublan el mundo que se encuentra más allá de ellas, el cual está aún más alejado de la luz. 5Sin embargo, no pueden arrojar sombras sobre la luz.

9. Este mundo de luz, este círculo de luminosidad es el mundo real, donde la culpabilidad se topa con el perdón. 2Ahí el mundo exterior se ve con ojos nuevos, libre de toda sombra de culpabili­dad. 3Aquí te encuentras perdonado, pues aquí has perdonado a todo el mundo. 4He aquí la nueva percepción donde todo es luminoso y brilla con inocencia, donde todo ha sido purificado en las aguas del perdón y se encuentra libre de cualquier pensa­miento maligno que jamás hayas proyectado sobre él. 5Ahí no se ataca al Hijo de Dios, y a ti se te da la bienvenida. 6Ahí se encuen­tra tu inocencia, esperando para envolverte, protegerte y prepa­rarte para el paso final de tu viaje interno. 7Ahí se dejan de lado los sombríos y pesados cortinajes de la culpabilidad, los cuales quedan dulcemente reemplazados por la pureza y el amor.

10. Pero ni siquiera el perdón es el final. 2El perdón hace que todo sea bello, pero no puede crear. 3Es la fuente de la curación, el emisario del amor, pero no su Fuente. 4Se te conduce ahí para que Dios Mismo pueda dar el paso final sin impedimentos, pues ahí nada se opone al amor, sino que le permite ser lo que es. 5Un paso más allá de este santo lugar de perdón -paso éste que te lleva aún más adentro pero uno que  no puedes dar- te transporta a algo completamente diferente. 6Ahí reside la Fuente de la luz; ahí nada se percibe, se perdona o se transforma, sino que simple­mente se conoce.

11. Este curso te conducirá al conocimiento, pero el conocimiento en sí está más allá del alcance de nuestro programa de estudios. 2Y no es necesario que tratemos de hablar de lo que por siempre ha de estar más allá de las palabras. 3Lo único que tenemos que recordar es que todo aquel que alcance el mundo real, más allá del cual el aprendizaje no puede ir, irá más allá de él, pero de una manera diferente. 4Allí donde acaba el aprendizaje, allí comienza Dios, pues el aprendizaje termina ante Aquel que es completo donde Él Mismo comienza y donde no hay final. 5No debemos ocuparnos de lo que es inalcanzable. 6Aún es mucho lo que nos queda por aprender , 7pues todavía tenemos que alcanzar la con­dición de estar listos para el conocimiento.

12. El amor no es algo que se pueda aprender. 2Su significado re­side en sí mismo. 3Y el aprendizaje finaliza una vez que has reco­nocido todo lo que no es amor. 4Ésa es la interferencia, eso es lo que hay que eliminar. 5El amor no es algo que se pueda aprender porque jamás ha habido un solo instante en que no lo conocieses. 6El aprendizaje no tiene objeto ante la Presencia de tu Creador, Cuyo reconocimiento de ti y el tuyo de Él transciende el aprendi­zaje en tal medida, que todo lo que has aprendido no significa nada en comparación, y queda reemplazado para siempre por el conocimiento del amor y su único significado.

13. Tu relación con tu hermano ha sido extraída del mundo de las sombras, y su impío propósito conducido sano y salvo a través de las barreras de la culpabilidad, lavado en las aguas del perdón y depositado radiante en el mundo de la luz donde ha quedado firmemente enraizado. 2Desde allí te exhorta a que sigas el mis­mo camino que tu relación tomó, al haber sido elevada muy por encima de las tinieblas y depositada tiernamente ante las puertas del Cielo. 3El instante santo en el que tú y tu hermano os unisteis no es más que el mensajero del amor, el cual se envió desde más allá del perdón para recordarte lo que se encuentra allende el perdón. 4Sin embargo, es a través del perdón como todo ello se recordará.

14. Y cuando el recuerdo de Dios te haya llegado en el santo lugar del perdón, no recordarás nada más y la memoria será tan inútil como el aprendizaje, pues tu único propósito será crear. 2Mas no podrás saber esto hasta que toda percepción haya sido limpiada y purificada, y finalmente eliminada para siempre. 3El perdón des­hace únicamente lo que no es verdad, despejando las sombras del mundo y conduciéndolo -sano y salvo dentro de su dulzura- al mundo luminoso de la nueva y diáfana percepción. 4Allí se encuentra tu propósito ahora. 5Y es allí donde te aguarda la paz.











miércoles, 1 de agosto de 2018

1 AGOSTO: SEXTO REPASO: Repaso de las lección 193

AUDIOLIBRO




EJERCICIOS 



LECCION 213



No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.



1. (193) Todas las cosas son lecciones que Dios quiere que yo aprenda.

2Una lección es un milagro que Dios me ofrece, en lugar de los pensamientos que concebí que me hacen daño. 3Lo que aprendo de Él se convierte en el modo en que me libero. 4Por eso elijo aprender Sus lecciones y olvidarme de las mías.

5No soy un cuerpo. 6Soy libre.
7Pues aún soy tal como Dios me creó.







Instrucciones para la práctica



Ver las instrucciones para la práctica del Sexto Repaso



Comentario


Cada circunstancia de la vida me ofrece la elección entre un milagro y los pensamientos de mi ego que me harán daño. O como dice el Texto: “La elección es el milagro en lugar del asesinato” (T.23.IV.5:6). Ésa es la lección que todas las cosas tienen que enseñarme, hoy y todos los días. ¿Qué voz, la del ego o la del Espíritu Santo, voy a escuchar en este momento, y en el siguiente, y en el siguiente? Siempre es una o la otra, nunca ninguna de ellas, nunca las dos al mismo tiempo. “No tomas decisiones por tu cuenta, independientemente de lo que decidas. Pues o bien se toman con ídolos o bien con Dios. Y le pides ayuda al anti-Cristo o a Cristo, y aquel que elijas se unirá a ti y te dirá lo que debes hacer” (T.30.I.14:7-9).

En cada situación en la que me encuentre hoy, esto es lo que está teniendo lugar. El ego ofrece su interpretación, y el Espíritu Santo la Suya, yo elijo cuál quiero escuchar. Puedo elegir el milagro o el asesinato. Mi elección determina mi percepción y mi experiencia de la situación. ¿Cuál quiero elegir hoy?

Cuando la tentación de atacar se presente para nublar tu mente y volverla asesina, recuerda que puedes ver la batalla desde más arriba. Incluso cuando se presenta en formas que no reconoces, conoces las señales: una punzada de dolor, un ápice de culpabilidad, pero sobre todo, la pérdida de la paz. Conoces esto muy bien. Cuando se presenten, no abandones tu lugar en lo alto, sino elige inmediatamente un milagro en vez del asesinato. (T.23.IV.6:1-5)

Esta elección es lo que me hace libre. El Espíritu Santo siempre está conmigo para ayudarme a tomar esta decisión. En cada instante puedo elegir aprender las lecciones que Dios quiere que yo aprenda, y olvidar lo que me he estado enseñando a mí mismo. Que no valore nada sin Su ayuda.

Si pudiéramos entender el significado de esta lección, este hábito de llevarle todo al Espíritu Santo, en lugar de intentar entenderlo por nosotros mismos (lo que siempre significa con la ayuda del ego), todo encajaría a la perfección en su sitio. Esto solo es suficiente para hacernos libres.

Una cosa que el Espíritu Santo ve de manera muy diferente al ego es mi cuerpo. “El Espíritu Santo no ve el cuerpo como lo ves tú porque sabe que la única realidad de cualquier cosa es el servicio que le presta a Dios en favor de la función que Él le asigna” (T.8.VII.3:6). Cuando elijo proteger el cuerpo, convertirlo en el centro de lo que estoy haciendo, confundiendo el cuerpo conmigo, estoy eligiendo el asesinato. No soy un cuerpo. No existo para el beneficio de mi cuerpo, su propósito es servir a Dios al llevar a cabo la función que Él me ha dado en el mundo, y eso es todo.

Si escucho al Espíritu Santo, tengo que estar dispuesto a ver el cuerpo como que no tiene ningún sentido en sí mismo (L.96.3:7), y que es útil sólo como un instrumento de comunicación con el que llegar a mis hermanos. Que me recuerde a mí mismo que no soy un cuerpo, cuando en cada momento busco escuchar la Voz de Dios.




TEXTO

VIII. El pequeño jardín

1. Estar consciente del cuerpo es lo único que hace que el amor parezca limitado, 2pues el cuerpo es un límite que se le impone al amor. 3La creencia en un amor limitado fue lo que dio origen al cuerpo, que fue concebido para limitar lo ilimitado. 4No creas que esto es algo meramente alegórico, pues el cuerpo fue concebido para limitarte a ti. 5¿Cómo podrías tú, que te ves a ti mismo dentro de un cuerpo, saber que eres una idea? Identificas todo lo que reconoces con cosas externas, con algo externo a ello mismo. 7Ni siquiera puedes pensar en Dios sin imaginártelo en un cuerpo, o en alguna forma que creas reconocer.

2. El cuerpo es incapaz de saber nada. 2Y mientras limites tu con­ciencia a sus insignificantes sentidos, no podrás ver la grandeza que te rodea. 3Dios no puede hacer acto de presencia en un cuerpo ni tú puedes unirte a Él ahí. 4Todo límite que se le imponga al amor parecerá siempre excluir a Dios y mantenerte a ti separado de Él. 5El cuerpo es una diminuta cerca que rodea a una pequeña parte de una idea que es completa y gloriosa. 6El cuerpo traza un círculo, infinitamente pequeño, alrededor de un minúsculo segmento del Cielo, lo separa del resto, y proclama que tu reino se encuentra dentro de él, donde Dios no puede hacer acto de pre­sencia.

3Dentro de ese reino el ego rige cruelmente. 2Y para defender esa pequeña mota de polvo te ordena luchar contra todo el universo. 3Ese fragmento de tu mente es una parte tan pequeña de ella que, si sólo pudieses apreciar el todo del que forma parte, verías ins­tantáneamente que en comparación es como el más pequeño de los rayos del sol; o como la ola más pequeña en la superficie del océano. 4En su increíble ignorancia, ese pequeño rayo ha decidido que él es el sol, y esa ola casi imperceptible se exalta a sí misma como si fuese todo el océano. 5Piensa cuán solo y asustado tiene que estar ese diminuto pensamiento, esa ilusión infinitesimal, que se mantiene separado del universo y enfrentado a él. 6El sol se vuelve el "enemigo" del rayo de sol al que quiere devorar, y el océano aterroriza a la pequeña ola y se la quiere tragar.

4. Mas ni el sol ni el océano se dan cuenta de toda esta absurda e insensata actividad. 2Ellos sencillamente continúan existiendo, sin saber que son temidos y odiados por un ínfimo fragmento de sí mismos. 3Aun así, no han perdido conciencia de ese segmento, pues éste no podría subsistir separado de ellos. 4lo que piensa que es, no cambia en modo alguno su total dependencia de ellos para su propia existencia, 5toda vez que ésta radica en ellos. 6Sin el sol el rayo desaparecería, y sin el océano la ola sería inconcebi­ble.

5. Tal es la extraña situación en la que parecen hallarse aquellos que viven en un mundo habitado por cuerpos. 2Cada cuerpo parece ser el albergue de una mente separada, de un pensa­miento desconectado del resto, que vive solo y que de ningún modo está unido al Pensamiento mediante el cual fue creado. 3Cada diminuto fragmento parece ser autónomo, y necesitar a otros para algunas cosas, pero sin ser en modo alguno completa­mente dependiente para todo de su único Creador, ya que nece­sita la totalidad para poder tener algún significado, pues por sí solo no significa nada. 4Ni tampoco puede tener una vida aparte e independiente.

6. Al igual que el sol y el océano tu Ser continúa existiendo, sin darse cuenta de que ese minúsculo fragmento se considera a sí mismo ser tú. 2No es que esté ausente, pues no podría existir si estuviese separado, ni el todo del que forma parte estaría com­pleto sin él. 3No es un reino aparte, regido por la idea de que está separado del resto. 4Ni tampoco está rodeado de una cerca que le impide unirse al resto, o que lo mantiene separado de su Crea­dor. 5Este pequeño aspecto no es diferente de la totalidad, ya que hay continuidad entre ambos y es uno con ella. 6No vive una vida separada, pues su vida es la unicidad en la que su ser fue creado. 

7. No aceptes ese nimio y aislado aspecto como tu identidad. 2El sol y el océano no son nada en comparación con lo que tú eres. 3El rayo refulge sólo a la luz del sol, y la ola ondula mientras des­cansa sobre el océano. 4Pero ni en el sol ni en el océano se encuen­tra el poder que mora en ti. 5¿Preferirías permanecer dentro de tu mísero reino, y seguir siendo un triste rey, un amargado gober­nante de todo lo que contempla, que aunque no ve nada está dispuesto a dar la vida por ello? 6Este pequeño yo no es tu reino. 7Elevado como un arco muy por encima de él y rodeándolo con amor se encuentra la gloriosa totalidad, la cual ofrece toda su felicidad y profunda satisfacción a todas sus partes. 8El pequeño aspecto que piensas haber aislado no es una excepción.

8El amor no sabe nada de cuerpos y se extiende a todo lo que ha sido creado como él mismo. 2Su absoluta falta de límites es su significado. 3Es completamente imparcial en su dar, y abarca todo únicamente a fin de conservar y mantener intacto lo que desea dar. 4¡Cuán poco te ofrece tu mísero reino! 5¿No es allí, entonces, donde le deberías pedir al amor que entre? 6Contempla el desier­to -árido y estéril, calcinado y triste- que constituye tu mísero reino. 7Y reconoce la vida y la alegría que el amor le llevaría pro­cedente de donde él viene y adonde quiere retornar contigo.

9. El Pensamiento de Dios rodea tu mísero reino y espera ante la barrera que construiste, deseoso de entrar y de derramar su luz sobre el terreno yermo. 2¡Mira cómo brota la vida por todas par­tes! 3El desierto se convierte en un jardín lleno de verdor, fértil y plácido, ofreciendo descanso a todos los que se han extraviado y vagan en el polvo. 4Ofréceles este lugar de refugio, que el amor preparó para ellos allí donde antes había un desierto. 5Y todo aquel a quien le des la bienvenida te brindará el amor del Cielo. 6Entran de uno en uno en ese santo lugar, pero no se marchan solos, que fue como vinieron. 7El amor que trajeron consigo les acompañará siempre, al igual que a ti. 8Y bajo su beneficencia tu pequeño jardín crecerá y acogerá a todos los que tienen sed de agua viva, pero están demasiado exhaustos para poder seguir adelante solos.

10Sal a su encuentro, pues traen a tu Ser consigo. 2condúcelos dulcemente a tu plácido jardín, y recibe allí su bendición. 3De este modo, tu jardín crecerá y se extenderá a través del desierto, y no dejará afuera ni un solo mísero reino excluido del amor, dejándote a ti adentro. 4Y tú te reconocerás a ti mismo, y verás tu pequeño jardín transformarse dulcemente en el Reino de los Cielos con todo el amor de su Creador resplandeciendo sobre él.

11El instante santo es la invitación que le haces al amor para que entre en tu desolado y pesaroso reino y lo transforme en un jar­dín de paz y de bienvenida. 2La respuesta del amor no se hace esperar. 3Llegará porque tú viniste sin el cuerpo y no interpusiste barrera alguna que pudiese obstaculizar su feliz llegada. 4En el instante santo, le pides al amor únicamente lo que él ofrece a todos, ni más ni menos. 5al pedirlo todo, recibirás todo. 6Y tu radiante Ser elevará el ínfimo aspecto que trataste de ocultar del Cielo, directamente hasta éste. 7Ninguna parte del amor puede invocar al todo en vano. 8Ningún Hijo de Dios se encuentra excluido de Su Paternidad.

12Puedes estar seguro de esto: el amor ha entrado a formar parte de tu relación especial, y ha entrado de lleno en respuesta a tu vacilante solicitud. 2 no te das cuenta de que ha llegado porque aún no has levantado todas las barreras que construiste contra tu hermano. 3Y ninguno de vosotros será capaz de darle la bienve­nida al amor por separado. 4Es tan imposible que tú puedas conocer a Dios solo como que Él pueda conocerte a ti sin tu her­mano. 5Mas juntos no podríais dejar de ser conscientes del amor, del mismo modo en que el amor no podría no conoceros ni dejar de reconocerse a sí mismo en vosotros.

13Has llegado al final de una jornada ancestral, y aún no te has dado cuenta de que ya concluyó. 2Todavía estás exhausto, y el polvo del desierto aún parece empañar tus ojos y cegarte. 3Pero Aquel a Quien has dado la bienvenida ha venido a ti y quiere darte la bienvenida. 4Ha estado esperando mucho tiempo para hacer eso. 5Recíbela de Él ahora, pues Su Voluntad es que lo conozcas. 6Sólo un pequeño muro de polvo se interpone todavía entre tu hermano y tú. 7Sóplalo ligeramente con gran alborozo y verás cómo desaparece. 8Y entrad en el jardín que el amor ha preparado para vosotros dos.