DESPERTAR AL AMOR

lunes, 10 de diciembre de 2018

10 DICIEMBRE: Hoy aprendo la ley del amor: que lo que le doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 344


Hoy aprendo la ley del amor: que lo que le doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo.


1. Ésa es Tu ley, Padre mío, no la mía. 2Al no comprender lo que signifi­caba dar, procuré quedarme con lo que deseaba sólo para mí. 3Y cuando contemplé el tesoro que creía tener, encontré un lugar vacío en el que nunca hubo nada, en el no hay nada ahora y en el que nada habrá jamás. 4¿Quién puede compartir un sueño? 5¿Y qué puede ofrecerme una ilu­sión? 6Pero aquel a quien perdone me agasajará con regalos mucho más valiosos que cualquier cosa que haya en la tierra. 7Permite que mis her­manos redimidos llenen mis arcas con los tesoros del Cielo, que son los únicos que son reales. 8Así se cumple la ley del amor. 9Y así es como Tu Hijo se eleva y regresa a Ti.

2. ¡Qué cerca nos encontramos unos de otros en nuestro camino hacia Dios! 2¡Qué cerca está Él de nosotros! 3¡Qué cerca el final del sueño del pecado y la redención del Hijo de Dios!



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

¿Y si nos diéramos cuenta de que lo que damos a otros es lo que nos quedará al final? ¿Y si reconociéramos que todo lo que intentamos conservar sólo para nosotros se perderá? ¿Cómo cambiaría eso el modo en que vivimos?

La lección se refiere a nuestros regalos de amor y perdón más que a algo físico, aunque lo físico a menudo representa ese amor. “Pero aquel a quien perdone me agasajará con regalos mucho más valiosos que cualquier cosa que haya en la tierra” (1:6). El Curso nos enseña que todo es una idea; y las ideas cuando se dan, únicamente aumentan, no perdemos nada al darlas. Por otra parte, cuando intentamos guardar nuestro cariño para nosotros solos, terminamos con las manos vacías: “Y cuando contemplé el tesoro que creía tener, encontré un lugar vacío en el que nunca hubo nada, en el no hay nada ahora y en el que nada habrá jamás” (1:3). Únicamente lo que se comparte es real porque únicamente la Unidad es la realidad, y la separación es ilusoria. No podemos tener algo sólo para nosotros porque no estamos solos.

¿Cómo nos elevamos y regresamos a Dios?” (1:9). Perdonando a nuestros hermanos (1:6-8). Cada uno de los que perdono llena “mis arcas con los tesoros del Cielo, que son los únicos que son reales” (1:7). Hay un corto poema que aprendí hace años en la época de mi fundamentalismo cristiano que dice:

Sólo una vida, que pronto habrá terminado,
Sólo lo que se Le da a Cristo durará.

Sólo el amor es real. Sólo el amor es eterno.

¡Qué cerca nos encontramos unos de otros en nuestro camino hacia Dios! ¡Qué cerca está Él de nosotros! ¡Qué cerca el final del sueño del pecado y la redención del Hijo de Dios! (2:1-3)

No creo que todavía tenemos una idea de lo estrechamente que estamos unidos unos a otros, o de lo cerca que estamos unos de otros. Cada vez que eliges escuchar la Voz de Dios en lugar de la del ego, por muy poco que sea, me ayudas en mi camino a Dios. Cada vez que abro los ojos a la visión de Cristo, tú ves un poco mejor. Tú y yo y todos nosotros somos realmente uno. Como dice la Lección 19: “No soy el único que experimenta los efectos de mis pensamientos”. Si hoy estoy dispuesto a ver a otro como completo, le ayudo en el camino a Dios al recordarle Quien es realmente, y literalmente me he ayudado a mí mismo del mismo modo porque nuestras mentes están unidas. ¡Cuántas oportunidades nos esperan a cada uno de nosotros hoy! ¡Qué impaciente estoy de extender el perdón por todo el mundo!


¿Qué es un milagro? (Parte 4)

L.pII.13.2:3-5

El milagro invierte la percepción que antes estaba al revés, y de esa manera pone fin a las extrañas distorsiones que ésta manifestaba. (2:3)

Las percepciones que hemos aprendido del ego están al revés, y un milagro invierte esas percepciones y las pone bien de nuevo. Tal vez ésta es una referencia de cómo funciona la vista física. En la vista física, la imagen proyectada por la lente de nuestros ojos está verdaderamente al revés. La mente literalmente aprende a ver la imagen invertida como si estuviera al derecho. En un experimento a las personas se les daban gafas que invertían la imagen, de modo que en la retina aparecía del derecho, la gente veía todo como si estuviera al revés. Sin embargo, después de varios días la mente se adaptaba y veía todo de nuevo del modo correcto. Cuando les quitaron las gafas, ¡la gente veía entonces las cosas como si estuvieran del revés!

Por ejemplo, la percepción de que lo que doy, lo pierdo, está completamente al revés; la verdadera percepción me muestra que lo que doy, lo conservo. Percibimos lo que es falso, pero nuestra mente ha aprendido a interpretarlo como la verdad. Vemos ilusiones y pensamos que son reales, creemos que la realidad es ilusoria. Tenemos miedo al amor, y amamos el miedo. Pensamos que la culpa es buena, y que la inocencia es culpabilidad. Un milagro invierte todo esto, corrige nuestra percepción, invirtiendo nuestra comprensión. El cambio en la percepción es lo que acaba con la distorsión (deformación) en lo que se está manifestando (es decir, lo que estamos viendo en la forma).

“Ahora la percepción se ha vuelto receptiva a la verdad” (2:4). Cuando el milagro invierte mi percepción y pone fin a la deformación, puedo percibir la verdad (o su reflejo con exactitud). Mientras no se corrija la percepción, la verdad no puede entrar.

“Ahora puede verse que el perdón está justificado” (2:5). Ésta es quizá la inversión más total de todas. Una de las ideas más firmes del Curso es que el perdón está justificado. Si pensamos en el perdón desde el punto de vista del ego, lo vemos como librar a alguien del castigo sin ninguna razón, “fruto de la bondad de nuestro corazón”. El Curso dice que tenemos todas las razones para perdonar. Está totalmente justificado (T.30.VI.2:1). Lo que no está justificado es el juicio, la condena y la ira (T.30.VI.1:1). Esto es algo que no puede aprenderse a través de la lógica (aunque es completamente lógico). Cuando vemos nuestra condena a alguien como justa, así es como lo vemos. No sirve de nada que intentemos razonar nosotros para verlo de manera diferente, no funciona. Tampoco podemos “obligarnos” a nosotros mismos a hacerlo. Si intentamos forzarnos a “perdonar” mientras seguimos viendo culpa, nos sentimos como si no fuéramos honestos con nosotros mismos.


Cuando Le entregas tu percepción al Espíritu Santo y Le pides ver tal como Él ve, Él te da Su percepción. Simplemente aparece en la mente. Literalmente ya no ves ninguna razón para condenar, y sí todas las razones para dar amor. Tu ira, perfectamente justificada hace un momento, ahora ya no existe. Es como el cambio que ocurre cuando miras al dibujo de un Ojo Mágico (donde una imagen de tres dimensiones se esconde en una de dos dimensiones) o una ilusión óptica. Lo estás mirando sólo por un lado, de repente lo miras por el otro. Y cuando lo miras por un lado, no puedes verlo por el otro. Así es el milagro. Invierte tu percepción. Estabas viendo un lado, ahora ves el otro. No puedes hacer que “suceda”, pero cuando sucede, lo sabes.




TEXTO


III. Más allá de todo ídolo


1. Los ídolos son algo muy concreto. 2Mas tu voluntad es univer­sal, puesto que es ilimitada. 3Y así, no tiene forma, ni su contenido se puede expresar en función de la forma. 4Los ídolos son límites. 5Representan la creencia de que hay ciertas formas que pueden brindar felicidad, y de que, limitando, se consigue todo. 6Es como si dijeras: "No tengo necesidad de todo. 7Lo único que quiero es este trocito, y para mí será como si fuese todo". 8Y esto no puede sino dejarte insatisfecho porque tu voluntad es que todo sea tuyo. 9Decídete en favor de los ídolos y estarás buscando perder. 10Decídete por la verdad y todo será tuyo.

2. No es la forma en sí lo que andas buscando. 2¿Qué forma puede ser un sustituto del Amor de Dios el Padre? 3¿Qué forma puede ocupar el lugar de todo el amor que reside en la Divinidad de Dios el Hijo? 4¿Qué ídolo puede dividir en dos lo que es eterna­mente uno? 5¿Y se podría acaso limitar lo que es ilimitado? 6Tú no deseas ningún ídolo, 7pues ésa no es tu voluntad. 8Ningún ídolo puede concederte el regalo que buscas. 9Cuando decides qué forma debe tener lo que quieres, dejas de entender su propósito. 10de ese modo, ves tu voluntad en el ídolo, reduciéndola así a una forma concreta. 11Mas eso nunca podrá ser tu voluntad por­que lo que comparte toda la creación no puede contentarse con ideas triviales o con cosas insignificantes.

3. Tras la búsqueda de todo ídolo yace el anhelo de compleción. 2Lo pleno no tiene forma porque es ilimitado. 3Buscar una per­sona o una cosa especial para añadir, a lo que tú eres y así alcan­zar tu compleción, sólo puede querer decir que crees que te falta algo que una forma puede proporcionarte. 4Y que al encontrarla, alcanzarás tu compleción en una forma que a ti te gusta. 5El pro­pósito de todo ídolo es éste: que no mires más allá de él a la raíz de la creencia de que te falta algo. 6Esto sólo podría ser cierto si hubieses pecado. 7Pues el pecado es la idea de que te encuentras solo y aparte de lo que es pleno. 8Es necesario, por lo tanto, que la búsqueda de la plenitud se lleve cabo más allá de los límites que tú mismo te has impuesto.

4. No es nunca el ídolo lo que realmente quieres. 2Mas lo que crees que te ofrece, eso ciertamente lo quieres, y tienes derecho a pedirlo. 3Y es imposible que te sea negado. 4El que tu voluntad sea estar completo es la Voluntad de Dios, y por tal razón se te concede. 5Dios no sabe nada de formas. 6Él no te puede contestar utilizando términos que no tienen sentido. 7Y tu voluntad no se puede satisfacer con formas vacías, concebidas exclusivamente para llenar una brecha que no existe. 8No es esto lo que quieres. 9La creación no le da a ninguna persona ni a ninguna cosa sepa­rada el poder de completar al Hijo de Dios. 10¿A qué ídolo se puede apelar para que le dé al Hijo de Dios lo que ya es suyo?

5. Alcanzar la compleción es la función del Hijo de Dios. 2Sin embargo, no tiene necesidad de buscarla. 3Más allá de todo ídolo se alza su santa voluntad de ser únicamente lo que él es. 4Pues ser más que pleno no tiene sentido. 5Si se hubiese producido algún cambio en el Hijo de Dios, o si se le pudiese reducir a alguna forma y limitar a lo que no se encuentra en él, entonces no sería tal como Dios lo creó. 6¿Qué necesidad tiene de ídolos para ser quien es? 7¿Podría acaso desprenderse de alguna parte de sí mismo? 8Lo que no es pleno no puede otorgar plenitud. 9Mas lo que se pide sinceramente no puede ser negado. 10Tu voluntad se te concede. 11No en una forma que no habría de satisfacerte, sino en el Pensamiento pleno y completamente hermoso que Dios abriga de ti.

6. Lo que Dios no conoce no existe. 2lo que Él conoce existe para siempre y es inmutable. 3Pues los pensamientos duran tanto como la mente que los pensó. 4Y la Mente de Dios no tiene fin, ni puede haber un instante en que Sus Pensamientos puedan estar ausentes o cambiar. 5Los pensamientos ni nacen ni mueren. 6Comparten los atributos de su creador, y no tienen una vida separada aparte de la de él. 7Tus pensamientos están en tu mente, tal como tú estás en la Mente que te concibió. 8Por lo tanto, no hay partes separadas en lo que existe dentro de la Mente de Dios. 9Su Mente es por siem­pre una, y está eternamente unida y en paz.

7. Los pensamientos parecen ir y venir. 2Sin embargo, lo único que esto significa es que algunas veces eres consciente de ellos y otras no. 3Un pensamiento del que te has olvidado parece nacer de nuevo en ti cuando retorna a tu conciencia. 4Mas no murió cuando lo olvidaste. 5Siempre estuvo ahí, sin embargo, no eras consciente de él. 6El Pensamiento que Dios abriga de ti no se ha visto afectado en modo alguno por tu olvido. 7Siempre será exactamente como era antes de que te olvidaras de él, como seguirá siendo cuando lo recuerdes 8y como fue durante el lapso en que lo habías olvidado.

8. Los Pensamientos de Dios están mucho más allá de cualquier posibilidad de cambio y su resplandor es eterno. 2No están espe­rando a nacer, 3sino a que se les dé la bienvenida y se les recuerde. 4El Pensamiento que Dios abriga de ti es como una estrella inmutable en un firmamento eterno. 5Se encuentra tan alto en el Cielo que aquellos que se encuentran fuera del Cielo no saben que está allí. 6No obstante, brillará por toda la eternidad sereno, puro y hermoso. 7En ningún momento ha dejado de estar allí, ni ha habido jamás un instante en que su luz se haya atenuado o haya perdido su perfección.

9. El que conoce al Padre conoce esta luz, pues Él es el eterno firmamento que la mantiene a salvo, por siempre elevada y fir­memente anclada. 2La perfecta pureza de esa luz no depende de si se ve en la tierra o no. 3El firmamento la envuelve y la man­tiene dulcemente en su perfecto lugar, el cual está tan lejos de la tierra como la tierra lo está del Cielo. 4No es la distancia ni el tiempo lo que hace que esta estrella sea invisible desde la tierra. 5Mas aquellos que andan en pos de ídolos no pueden saber que la estrella está ahí.

10Más allá de todo ídolo se encuentra el Pensamiento que Dios abriga de ti. 2Este Pensamiento no se ve afectado en modo alguno por la confusión y el terror del mundo, por los sueños de naci­miento y muerte que aquí se tienen, ni por las innumerables for­mas que el miedo puede adoptar, sino que, sin perturbarse en lo más mínimo, sigue siendo tal como siempre fue. 3Rodeado de una calma tan absoluta que el estruendo de batallas ni siquiera llega hasta él, dicho Pensamiento descansa en la certeza y en per­fecta paz. 4Tu única realidad se mantiene a salvo en él, completa­mente inconsciente del mundo que se postra ante ídolos y no conoce a Dios. 5El Pensamiento que Dios abriga de ti, completa­mente seguro de su inmutabilidad y de que descansa en su eterno hogar, nunca ha abandonado la Mente de su Creador, al que conoce tal como su Creador sabe que dicho Pensamiento se encuentra en Su Propia Mente.

11. ¿Dónde podría existir el Pensamiento que Dios abriga de ti sino donde tú te encuentras? 2¿Podría acaso tu realidad ser algo aparte de ti y encontrarse en un mundo que le es completamente desconocido? 3Fuera de ti no hay firmamento eterno, ni estrella inmutable, ni realidad alguna. 4La mente del Hijo del Cielo, en el Cielo está, pues ahí la Mente del Padre y la del Hijo se unieron en la creación, la cual no tiene fin. 5Tú no tienes dos realidades, sino una sola, 6no puedes ser consciente más que de una. 7Tu reali­dad es o bien un ídolo, o bien el Pensamiento que Dios abriga de ti. 8No olvides, por lo tanto, que los ídolos tienen que mantener oculto lo que tú eres, no de la Mente de Dios, sino de la tuya. 9La estrella sigue brillando y el firmamento jamás ha cambiado. 10Mas tú, el santo Hijo de Dios, no eres consciente de tu realidad.









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