DESPERTAR AL AMOR

jueves, 13 de diciembre de 2018

13 DICIEMBRE: La ira procede de los juicios. Y los juicios son el arma que utilizo contra mí mismo a fin de mantener el milagro alejado de mi

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS


LECCIÓN 347


La ira procede de los juicios. Y los juicios son el arma que utilizo contra mí mismo a fin de mantener el milagro alejado de mi


1. Padre, deseo lo que va en contra de mi voluntad, y no lo que es mi voluntad tener. 2Rectifica mi mente, Padre mío, 3pues está enferma. 4Pero Tú has ofrecido libertad, y yo elijo reclamar Tu regalo hoy. 5Y así, le entrego todo juicio a Aquel que Tú me diste para que juzgara por mí. 6Él ve lo que yo contemplo, sin embargo, conoce la verdad. 7ÉI ve el dolor, mas comprende que no es real, y a la luz de Su entendimiento éste sana. 8Él concede los milagros que mis sueños quieren ocultar de mi conciencia. 9Que sea Él Quien juzgue hoy. 10No conozco mi voluntad, pero Él está seguro de que es la Tuya. 11Y hablará en mi nombre e invocará Tus milagros para que vengan a mí.

2. Escucha hoy. 2Permanece muy quedo, y oye la dulce Voz que habla por Dios asegurarte que Él te ha juzgado como el Hijo que Él ama.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Desde las elevadas alturas de la lección de ayer (“Hoy me envuelve la paz de Dios, y me olvido de todo excepto de Su Amor”), volvemos al nivel de nuestra mente dividida, en el que nos atacamos a nosotros mismos, manteniendo al milagro alejado con nuestros juicios y ataques. La lección anterior era la mente milagrosa, aquí vemos por qué no siempre sentimos ese estado mental: Lo mantenemos alejado enérgicamente mediante juicios y ataques. El proceso del Curso significa aprender a ser completamente honestos con nosotros mismos. Aprendemos a reconocer y admitir que nuestra mente está dividida:

Padre, deseo lo que va en contra de mi voluntad, y no lo que es mi voluntad tener. (1:1)

“Mi voluntad” es mi mente recta, olvidar todo excepto el Amor de Dios. Pero parece que queremos otra cosa y nos resistimos activamente a que el Amor de Dios inunde nuestra mente.

Me encantan estas dos frases:

Rectifica mi mente, Padre mío, pues está enferma. (1:2-3)

Me gustan debido a su sencillez, y por el contraste que ofrecen a la negación de nuestra oscuridad interior que es tan abundante en tantos ambientes. El Curso no se anda con chiquitas. No tapa nuestros problemas. Hay veces en que no es posible otra explicación: ¡Nuestra mente está enferma! Es una locura querer algo que va en contra de mi verdadera voluntad y resistirme enérgicamente a mi propio bienestar. La destrucción voluntaria de uno mismo siempre es una enfermedad. Cuando miramos honestamente al hecho de que estamos apartando nuestra propia paz mental, por elecciones que estamos tomando, debería resultarnos repugnante. Cuando vemos lo que hemos estado haciendo, nuestro ser más cuerdo dice: “¡Esto es una locura!”

Y por eso Le pedimos al Padre: “Rectifica mi mente”. Eso siempre me recuerda a un libro de ciencia ficción de Zenna Henderson, que leí cuando era joven, llamado Personas: No Diferente Carne. En él había ciertas personas que podían entrar telepáticamente en la mente de otra persona y “sanar” sus pensamientos, aliviando su inquietud y dolor internos. La idea me atrajo tanto que solía rezar: “Sáname, Padre”, cuando sentía el caos y la confusión de mis pensamientos. ¡Y funcionaba! Me quedé agradablemente sorprendido al ver esta frase parecida que confirmaba mi experiencia anterior: “Rectifica mi mente”.

Permitimos la sanación de nuestra mente al entregar nuestros juicios al Espíritu Santo y pedirle que juzgue por nosotros (1:5). Él ve lo que nosotros vemos, “sin embargo, conoce la verdad” (1:6). Él está mirando a lo mismo que miramos nosotros, pero Él sabe que el dolor no es real; lo que ve significa algo completamente diferente para Él. Para mí, lo que me muestran los ojos parece demostrarme que la separación, el dolor, la pérdida y la muerte son reales. Cuando Le llevo todo esto y Le pido que sane mi mente, Él me mostrará que lo que estoy viendo no significa lo que creo que significa, Él usará lo que yo pensaba que demostraba mi culpa para mostrarme mi inocencia.

Él concede los milagros que mis sueños quieren ocultar de mi conciencia. (1:8)

Escucha hoy. Permanece muy quedo, y oye la dulce Voz que habla por Dios asegurarte que Él te ha juzgado como el Hijo que Él ama. (2:1-2)


¿Qué es un milagro? (Parte 7)

L.pII.13.4:1

Al principio el milagro se acepta mediante la fe, porque pedirlo implica que la mente está ahora lista para concebir aquello que no puede ver ni entender. (4:1)

Fe, sí, Un Curso de Milagros pide fe, al menos al principio. “Al principio el milagro se acepta mediante la fe”. Éste es un significado bastante tradicional de la palabra “fe”. El Diccionario Americano Heritage define fe como: “Creencia que no se basa en pruebas lógicas o evidencias materiales”. Y eso es lo que se nos está pidiendo. Se nos pide que recibamos el milagro (el cambio de percepción, la visión de la inocencia de mi hermano) sin ninguna “prueba o evidencia material”. Se nos pide que contemplemos la devastación (como la enfermedad, o el daño hecho por las acciones no amorosas de alguien) y que creamos sin “prueba o evidencia material” que lo que vemos es falso.

Esto no es fácil de hacer: creer en algo que no podemos ver. Y sin embargo, si nuestra percepción falsa nos ha cegado a la realidad, y ahora estamos percibiendo las proyecciones de nuestra propia mente en lugar de la verdad, entonces está claro que la verdad ahora es algo que no podemos ver. Y puesto que lo que nuestra mente elige ver es lo que ve, la mente tiene que cambiar antes de que podamos percibir correctamente. Tenemos que elegir cambiar nuestra mente antes de que veamos la evidencia, porque para que el milagro se manifieste, nuestra mente primero tiene que estar “lista para concebir aquello que no puede ver ni entender”. En otras palabras, tenemos que tomar una decisión basada en la fe: tenemos que decidir ver algo que ahora no podemos ver ni entender.

Esto me recuerda mucho a aquellas lecciones del comienzo del Libro de Ejercicios, Lecciones 27 y 28: “Por encima de todo quiero ver” y “Por encima de todo quiero ver las cosas de otra manera”. Esa elección tiene que hacerse antes de que podamos ver. Para poder ver, tenemos que querer ver. Ésa es la fe de la que aquí se habla. Es una elección, una decisión que tenemos que tomar. Tenemos que querer ver a nuestro hermano como inocente. Tenemos que querer sólo amor. Tenemos que estar dispuestos a ver las cosas de manera diferente. Únicamente entonces veremos milagros.




TEXTO

 

VI. La justificación del perdón


1. La ira nunca está justificada. 2El ataque no tiene fundamento. 3Con esto comienza uno a escapar del miedo, y con esto también es como lo logrará. 4Con esto se intercambian los sueños de terror por el mundo real. 5Pues el perdón descansa sobre esto, lo cual es tan sólo natural. 6No se te pide que concedas perdón allí donde se debería responder con ataque y donde el ataque estaría justifi­cado. 7Pues eso querría decir que perdonas un pecado pasando por alto lo que realmente se encuentra ahí. 8Eso no es perdón, 9ya que supondría que, al reaccionar de una manera que no está jus­tificada, tu perdón se ha convertido en la respuesta al ataque que se ha perpetrado. 10Y así, el perdón no habría sido apropiado, al haberse concedido donde no era debido.

2. El perdón está siempre justificado. 2Sus cimientos son sólidos. 3Tú no perdonas lo imperdonable, ni pasas por alto un ataque real que merece castigo. 4La salvación no reside en que a uno le pidan responder de una manera antinatural que no concuerda con lo que es real. 5En lugar de ello, la salvación sólo te pide que respondas adecuadamente a lo que no es real, no percibiendo lo que no ha ocurrido. 6Si el perdón no estuviese justificado, se te estaría pidiendo que sacrificases tus derechos cuando devuelves perdón por ataque. 7Mas se te pide simplemente que consideres el perdón como la respuesta natural ante cualquier aflicción basada en un error que, por ende, no es más que una petición de ayuda. 8El perdón es la única respuesta cuerda, 9pues impide que tus derechos sean sacrificados.

3. Este entendimiento es el único cambio que le permite al mundo real alzarse para ocupar el lugar de los sueños de terror. 2El miedo no puede surgir a menos que se justifique el ataque; y si éste tuviese una base real, el perdón no tendría base alguna. 3El mundo real se alcanza cuando percibes que aquello en lo que el perdón se basa es completamente real y está plenamente justifi­cado. 4Mientras creas que el perdón es un regalo inmerecido, ello no podrá sino reforzar la culpabilidad que quieres "perdonar". 5El perdón que no está justificado es un ataque. 6Y eso es todo lo que el mundo puede jamás ofrecer. Puede que algunas veces perdone a los "pecadores", pero sigue siendo consciente de que han pecado. 8De modo que no se merecen el perdón que les con­cede.

4. Éste es el falso perdón del que el mundo se vale para mantener viva la sensación de pecado. 2puesto que se considera que Dios es justo, parece imposible que Su perdón pueda ser verdadero. De este modo, el temor a Dios es el resultado inevitable de consi­derar que el perdón es algo inmerecido. 4Nadie que se considere a sí mismo culpable puede evitar sentir temor de Dios. 5Pero se salva de este dilema si perdona. La mente tiene que considerar al Creador tal como se considera a sí misma. 7Si puedes darte cuenta de que tu hermano es digno de perdón, es que has aprendido que tú tienes el mismo derecho a ser perdonado que él. 8Y no pensa­rías que Dios tiene destinado para ti un juicio temible que tu her­mano no se merece. 9Pues la verdad es que tú no mereces ni más ni menos que él.

5. Todo perdón que se considera merecido sana, pues le otorga al milagro la fuerza para pasar por alto las ilusiones. 3Así es como aprendes que tú también tienes que haber sido perdonado. 4No hay ninguna apariencia que no pueda pasarse por alto. 5Pues si la hubiera, sería necesario que primero hubiese algún pecado que estuviese más allá del alcance del perdón. Tendría que haber algún error que fuese más que una simple equivocación, un tipo especial de error que fuese inmutable y eterno, y que estuviese más allá de cualquier posibilidad de corrección o escape. 7Ten­dría que haber un error capaz de deshacer la creación, y de cons­truir un mundo que pudiese reemplazarla y destruir la Voluntad de Dios. 8Sólo si esto fuese posible podría haber algunas aparien­cias capaces de ser inmunes al milagro y de no ser sanadas por él.

6. No hay prueba más contundente de que lo que deseas es la idolatría, que la creencia de que hay algunas clases de enferme­dad y de desdicha que el perdón no puede sanar. Esto quiere decir que prefieres conservar algunos ídolos y que todavía no estás completamente listo para abandonarlos todos. 3Y así, pien­sas que algunas apariencias son reales y que no son apariencias en absoluto. 4No te dejes engañar con respecto al significado de la creencia fija según la cual algunas apariencias son más difíciles de pasar por alto que otras. 5Pues ello siempre significa que crees que el perdón tiene límites. 6te habrás fijado una meta en la que el perdón es parcial y en la que puedes liberarte de la culpabilidad sólo en parte. 7¿Qué otra cosa puede significar esto sino que el perdón que te concedes a ti mismo, así como a todos los que pare­cen estar separados de ti es falso?

7. Tiene que ser verdad que o bien el milagro cura toda clase de enfermedad o bien no cura en absoluto. 2Su propósito no puede ser juzgar qué formas son reales y qué apariencias verdaderas. 3Si se tuviese que excluir una sola apariencia de la curación, habría una ilusión que formaría parte de la verdad. 4Y no podrías escaparte totalmente de la culpabilidad, sino sólo en parte. 5Tie­nes que perdonar al Hijo de Dios completamente, 6pues, de lo contrario, conservarás una imagen de ti mismo fragmentada, y seguirás temiendo mirar en tu interior y encontrar allí tu libera­ción de todos los ídolos. 7La salvación descansa en la fe de que es imposible que haya algunas clases de culpabilidad que tú no puedas perdonar. 8Por lo tanto, no hay ninguna apariencia que hubiese podido ocupar el lugar de la verdad con respecto al Hijo de Dios.

8. Contempla a tu hermano con el deseo de verlo tal como es. 2Y no excluyas ninguna parte de él de tu deseo de que se cure. 3Curar es hacer íntegro. 4Y a lo que es íntegro no le pueden faltar partes que se hayan dejado afuera. 5El perdón consiste en recono­cer esto, y en alegrarnos de que no haya  ninguna forma de enfer­medad que el milagro no tenga el poder de curar.

9. El Hijo de Dios es perfecto, ya que de otro modo no podría ser el Hijo de Dios. 2Y no lo podrás conocer mientras creas que no merece librarse de todas las consecuencias y manifestaciones de la culpabilidad. 3De la única forma que debes pensar acerca de él si quieres conocer la verdad acerca de ti mismo es así:
4Te doy las gracias, Padre, por Tu perfecto Hijo, pues en su gloria veré la mía propia.
5He aquí la jubilosa afirmación de que no hay ninguna forma de mal que pueda prevalecer sobre la Voluntad de Dios, el feliz reconocimiento de que la culpabilidad no ha triunfado porque tú hayas deseado que las ilusiones sean reales. 6¿Y qué es esto sino una simple afirmación de la verdad?



10. Contempla a tu hermano con esta esperanza en ti y comprende­rás que él no pudo haber cometido un error que hubiese podido cambiar la verdad acerca de él. 2No es difícil pasar por alto errores a los que no se les ha atribuido efectos. 3Mas no perdonarás aque­llo que consideres que tiene el poder de hacer del Hijo de Dios un ídolo.4 Pues en ese caso él se habrá convertido para ti en una ima­gen sepulcral y en un signo de muerte. 5¿Podría ser eso tu salvador? 6¿Podría acaso el Padre estar equivocado con respecto a Su Hijo? 7¿No será más bien que te has engañado a ti mismo con respecto a aquel que se te dio para que lo curases a fin de que tú te pudieras salvar y liberar?












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