DESPERTAR AL AMOR

domingo, 9 de diciembre de 2018

9 DICIEMBRE: No se me pide que haga ningún sacrificio para encontrar la misericordia y la paz de Dios.


AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 343


No se me pide que haga ningún sacrificio para encontrar la misericordia y la paz de Dios.


1. El final del sufrimiento no puede suponer una pérdida. 2El regalo de lo que lo es todo tan sólo puede aportar ganancias. 3Tú sólo das. 4Nunca quitas. 5Y me creaste para que fuese como Tú, de modo que el sacrificio es algo tan imposible para mí como lo es para Ti. 6Yo también no puedo sino dar. 7Y así, todas las cosas me son dadas para siempre. 8Aún soy tal como fui creado. 9Tu Hijo no puede hacer sacrificios, pues es íntegro, al ser su función completarte a Ti. 10Soy íntegro por ser Tu Hijo. 11No puedo perder, pues sólo puedo dar, y así, todo es mío eternamente.

2. La misericordia y la paz de Dios son gratuitas. 2La salvación no cuesta nada. 3Es un regalo que se debe dar y recibir libremente. 4Y esto es lo que vamos a aprender hoy.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

La idea de pérdida y sacrificio le es completamente ajena al Curso. Nos dice “El sacrificio es una noción que Dios desconoce por completo” (T.3.I.4:1). Como señala la primera línea de la lección, ¿cómo podría ser un sacrificio el final del sufrimiento? ¿Cómo puede obtenerse la felicidad por medio del sacrificio? Es ridículo cuando piensas en ello y, sin embargo, durante siglos muchas religiones han creído que para encontrar la misericordia de Dios tienes que renunciar a algo, normalmente algo valioso. Tienes que sufrir para alcanzar el Cielo. Tienes que pagar por tus equivocaciones.

El Cielo, o la salvación, tienen que ser sólo ganancia. ¿Cómo podría ser una pérdida y seguir siendo el Cielo? Voy a decir a mi Padre:

Tú sólo das. Nunca quitas. Y me creaste para que fuese como Tú, de modo que el sacrificio es algo tan imposible para mí como lo es para Ti. Yo también no puedo sino dar. (1:3-6)
Y lo que Dios da, lo da para siempre.

Aún soy tal como fui creado. Tu Hijo no puede hacer sacrificios, pues es íntegro, al ser su función completarte a Ti. (1:8-9)

No puedo perder lo que soy, no puedo sacrificar algo valioso y quedarme incompleto porque eso estaría en contra de mi función de completar a Dios. Para que Dios esté completo (lo cual por supuesto está, siendo Dios) yo debo estar completo, pues ¡Él me creó para completarle a Él! Por lo tanto, no puedo hacer sacrificios, debo permanecer completo.
Estamos acosados por la idea de que de algún modo tenemos que ganarnos la misericordia y la paz de Dios. Especialmente cuando me he desviado por alguna maniobra del ego, siempre me siento como si tuviera que “pasar por algo” para encontrar mi camino de vuelta. Necesito tener un verdadero periodo de remordimiento y de sentirme culpable. ¡Al menos tengo que dormir para reponerme! No parece correcto pasar inmediatamente de la locura del ego a un estado de paz y dicha sin pagar antes algún tipo de castigo. Sin embargo

La misericordia y la paz de Dios son gratuitas. La salvación no cuesta nada. Es un regalo que se debe dar y recibir libremente. Y esto es lo que vamos a aprender hoy. (2:1-4)

Ya que la misericordia y la paz de Dios son gratuitas están disponibles de inmediato en cada instante. Sólo necesito estar dispuesto a darlas y a recibirlas libremente.

En este instante, ahora mismo, voy a darme misericordia a mí mismo. Voy a ver el corazón del niño en dolor por lo que ha hecho, y voy a extenderle por encima misericordia como si fuese un manto caliente. Hoy voy a aceptarme con amor y afirmar de nuevo mi propia inocencia. ¿Qué he olvidado quien soy? No pasa nada. ¿Qué me he enfadado con un hermano? Sigo mereciendo misericordia y paz. ¿Qué he traicionado a un amigo? Dios sigue considerándome Su Hijo. No se me pide ningún sacrificio ni ningún castigo, ni siquiera un tiempo “decente” de lamentaciones. Puedo sencillamente y con total confianza abrir mi mente a mi Amigo y darle la bienvenida. Puedo regresar a casa con Dios. ¿A qué estoy esperando? Voy a ir ahora mismo a Él.


¿Qué es un milagro? (Parte 3)

L.pII.13.2:1-2

Una de las lecciones que se repiten con mayor frecuencia en el Curso es que dar y recibir son lo mismo: “Dar y recibir son en verdad lo mismo” (Lección 108). Esta lección, una de las más importantes de las que el Espíritu Santo quiere enseñarnos (es la primera lección del Espíritu Santo, en el Capítulo 6: “Para poder tener, da todo a todos”), es también para nosotros una de las más difíciles de aprender porque es lo contrario de nuestra manera de pensar habitual.

En el milagro reside el don de la gracia, pues se da y se recibe como uno. (2:1)

Para recibir un milagro, tenemos que darlo; para darlo, tenemos que recibirlo. Recibir un milagro y dar un milagro son una cosa, no dos. Muchos de nosotros nos liamos intentando entender si primero tengo que perdonarme a mí mismo para poder perdonar a otro, o si tengo que perdonar a otro antes de poder perdonarme a mí mismo. La respuesta es sí y no, a las dos preguntas. Para perdonarte a ti mismo tienes que perdonar a la otra persona, pero para perdonar a la otra persona tienes que perdonarte a ti mismo. Son una misma cosa. Parecen ser dos acciones distintas pero no lo son, son una misma acción porque mi hermano y yo somos un solo Ser. Dentro del tiempo, a menudo puede parecer que una acción ocurre antes, pero en realidad ocurren al mismo tiempo.

“Y así, nos da un ejemplo de lo que es la ley de la verdad, que el mundo no acata porque no la entiende” (2:2). Pienso que “la ley de la verdad” es lo mismo que “la ley del amor” de la de la que se habla en la Lección 344: “lo que le doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo”. Si hiciéramos nuestro este pensamiento completamente, estaríamos fuera de aquí, con el programa de estudios aprendido. Un milagro demuestra esta ley, nos muestra una representación gráfica de ella. Cuando ofrezco un milagro a un hermano, observo su devastación y me doy cuenta de que lo que estoy viendo es falso (1:3). Estoy viendo su plenitud, en lugar de la ilusión de su carencia. El hecho de que yo lo vea en él se lo hace ver a él mismo, si quiere hacerlo. Y cuando recibe el milagro, yo soy bendecido. Se me recuerda quien soy.


El mundo no obedece esta ley ni la entiende. Desaprender la manera de pensar del mundo acerca de esto es lo que el Curso llama “el deshacimiento del concepto de „obtener‟” (T.6.V(B).3:1). Le llama a esto el primer paso en la inversión de la manera de pensar del ego (invertir, darle la vuelta). Los milagros son importantes para nosotros porque nos demuestran esta ley, nos ayudan a conocer mediante la experiencia que dar es recibir, que conservo lo que quiero al darlo a otros.




No hay comentarios:

Publicar un comentario