DESPERTAR AL AMOR

sábado, 29 de diciembre de 2018

29 DICIEMBRE: Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero simplemente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz.


AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCION 363


Te entrego este instante santo.
Sé Tú Quien dirige, pues quiero simplemente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz.


1. Y si necesito una palabra de aliento, Él me la dará. 2Si necesito un pensamiento, Él me lo dará también. 3Y si lo que necesito es quietud y una mente receptiva y serena, ésos serán los regalos que de Él recibiré. 4Él está a cargo a petición mía. 5Y me oirá y contestará porque Él habla en Nombre de Dios mi Padre y de Su santo Hijo.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

LECCIONES FINALES

Propósito: Recibir el regalo que Dios ha prometido a Su Hijo. Dedicar nuestra mente a seguir el camino de la verdad y llevar allí a nuestros hermanos. Perdonar al mundo y acelerar el final del sueño que Dios ha fijado.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario. • Utiliza las palabras sólo al comienzo, y únicamente para recordarte a ti mismo que estás intentando ir más allá de ellas. Deja el resto de la lección al Espíritu Santo. Ponle a Él a cargo de todo. Cualquier cosa que necesites, sea un pensamiento, una palabra, o quietud y serenidad, Él te lo dará.

Recordatorios cada hora: No hay instrucciones concretas.

Recordatorios frecuentes: No hay instrucciones concretas.

Respuesta a la tentación: No hay instrucciones concretas.

Comentario

Una vez más repetimos esta lección del “instante santo”. Parece como si el autor nos dijera: “Habiendo recibido todos los pensamientos que te he dado, no te queda nada más por hacer excepto poner tu vida en manos del Espíritu Santo”. Helen Schucman, que algo después de haber completado el Curso escribió las primeras partes del Prefacio al Curso (la sección del Prefacio “¿Qué Postula?” la tomó del mismo dictado interno que el resto de los libros), dijo allí:

El Curso no afirma ser de por sí el final del aprendizaje, ni es el propósito de las lecciones del Libro de ejercicios llevar a término el aprendizaje del estudiante. Al final se deja al lector en manos de su propio Maestro Interno, Quien dirigirá el resto del aprendizaje a Su criterio. (Prefacio, página xii)

Eso es exactamente lo que estas cinco lecciones finales están reforzando, dejarnos en las manos del Espíritu Santo para que recibamos más instrucción.

El Libro de Ejercicios es una base, destinada a prepararnos para la instrucción del Espíritu Santo que viene después. Sirve como una especie de muleta mientras estamos demasiado débiles para mantenernos de pie. A veces me gusta pensar que el Libro de Ejercicios es como una especie de “rueditas de aprendizaje” para andar en nuestra bicicleta espiritual. Las ruedas están ahí para evitar que se caiga el niño que está aprendiendo a montar. Cuando aprende a mantener el equilibrio, las ruedas ya no son necesarias, y el niño va aprendiendo a andar en la bicicleta cada vez mejor, tal vez aprendiendo a hacer cabriolas, a andar sin manos, o incluso a hacer maniobras para evitar caerse al suelo. El aprendizaje no se ha terminado cuando acabamos el Libro de Ejercicios, todavía queda mucho que aprender.

El entrenamiento del Curso es un entrenamiento mental. El Libro de Ejercicios ofrece “rueditas de aprendizaje” mental: la estructura de los pensamientos diarios y los ejercicios de práctica que sugiere. Su propósito es iniciarnos en la forma de práctica espiritual del Curso, que consiste en comunicarnos mentalmente con Dios, mañana, noche y en cada momento a lo largo del día. Sus palabras nos dan algo a lo que agarrarnos mientras vamos formando esta nueva costumbre. Al principio está muy estructurado, y la estructura se vuelve bastante rígida. Con el paso del tiempo se vuelve más sencillo, suponiendo que hemos empezado a reforzar la costumbre que está intentando enseñarnos. Aquí, en las Lecciones Finales, la estructura está a punto de terminar, se están quitando las “rueditas de aprendizaje”. Se nos deja en manos del Espíritu Santo completamente, sin libro que nos guíe.

Tal vez alguno se sienta lo bastante motivado para aplicarse con dedicación durante todo el primer año que hacen el Libro de Ejercicios, siguiendo sus instrucciones cada día (o intentándolo). Ciertamente si alguien lo hiciera así, un solo año bastaría para establecer la costumbre de comunicarse espiritualmente con Dios. Sin embargo, para la mayoría de nosotros una sola vez no es suficiente.

Tengo que confesar en este escrito que este próximo año (1997) será la novena vez que hago el Libro de Ejercicios. Completar la primera vez me costó tres años. Desde entonces cada vez lo he hecho en un año, excepto un año que decidí que quería hacer algo diferente por un tiempo. Soy un alumno lento, al acabar este año todavía no he establecido las costumbres que el Libro de Ejercicios está intentando enseñarnos. Cada año lo hago mucho mejor, pero todavía es muy raro el día que recuerdo practicar la lección cada hora, mucho menos acordarme de ella brevemente cinco o seis veces cada hora, y en eso consiste nuestra práctica cuando llevamos varios meses con el libro. Por eso lo estoy haciendo de nuevo, no sólo para compartir los comentarios diarios con vosotros, compañeros, sino porque todavía me queda mucho que aprender.

Aunque no pienso que puedo hacer esta lección tal como se pretende, dejando el Libro de Ejercicios para continuar mi instrucción privada con el Espíritu Santo, aún puedo hacerla cada momento de práctica y de recordatorio durante el día. “Te entrego este instante santo”. Cada instante puede ser un instante santo. Intentemos recordarlo hoy tan a menudo como podamos. Cada vez que lo hagamos, recordemos entregarle el instante al Espíritu Santo para que Él lo haga santo. O más bien, vamos a entregárselo a Él para Sus propósitos en reconocimiento de que es santo.

Tal como la Introducción a esta lección hacía hincapié:

La meta que se nos ha asignado es la de perdonar al mundo. Ésa es la función que Dios nos ha encomendado. (L.Fl.In.3:2-3)

Ése es el propósito del Espíritu Santo, y cada instante que se Le entrega lo usa para ese propósito: perdonar al mundo. “Nuestra función es recordarlo a Él aquí en la tierra” (L.Fl.In.4:1). Le recordamos al perdonar: “Pues todo aquello que perdonamos es parte de Dios Mismo” (L.Fl.In.3:5). Nuestros hermanos son nuestros salvadores, al perdonarles, recordamos a Dios.









No hay comentarios:

Publicar un comentario