DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 5 de diciembre de 2018

5 DICIEMBRE: Se me concederá todo lo que pida.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 339


Se me concederá todo lo que pida.


1. Nadie desea el dolor. 2Pero puede creer que el dolor es placer. 3Nadie quiere eludir su felicidad, 4mas puede creer que la dicha es algo doloroso, amenazante y peligroso. 5No hay nadie que no haya de recibir lo que pida. 6Pero puede estar ciertamente confun­dido con respecto a lo que quiere y al estado que quiere alcanzar. 7¿Qué podría pedir, pues, que al recibirlo aún lo siguiese dese­ando? 8Ha pedido lo que le asustará y le hará sufrir. 9Resolvamos hoy pedir lo que realmente deseamos, y sólo eso, de manera que podamos pasar este día libres de temor, y sin confundir el dolor con la alegría o el miedo con el amor.

2. Padre, Te ofrezco este día. 2Es un día en el que no haré nada por mi cuenta, sino que tan sólo oiré Tu Voz en todo lo que haga. aY así, Te pediré únicamente lo que Tú me ofreces y aceptaré únicamente los Pensamientos que Tú compartes conmigo.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

¡Ésta puede ser una idea terrible! Significa que todo lo que he recibido, yo lo he pedido. No nos gusta oír eso, y puede parecer duro. “¿Tienes cáncer? Tú lo has pedido”. Usado así es duro, un arma para la separación en lugar de un instrumento para la unión. ¿Cómo puede alguien desear el dolor y la enfermedad? El pensamiento parece absurdo.

Nadie desea el dolor. Pero puede creer que el dolor es placer. Nadie quiere eludir su felicidad, mas puede creer que la dicha es algo doloroso, amenazante y peligroso. No hay nadie que no haya de recibir lo que pida. Pero puede estar ciertamente confundido con respecto a lo que quiere y al estado que quiere alcanzar. (1:1-6)

Por supuesto que nadie quiere el dolor, nadie rechaza conscientemente la felicidad. Si eso es así, y todo el mundo recibe lo que pide, entonces ¿cómo se presentan el dolor y la infelicidad? Podríamos seguir estos razonamientos y su conclusión:

Nadie quiere el dolor.
Por lo tanto, nadie pediría dolor.
Todo el mundo recibe lo que pide o quiere.
Por lo tanto, no podemos recibir dolor.

Eso parece lógico, ¿verdad? Si las tres primeras son verdad, la cuarta debe ser verdad. Entonces, ¿cómo llego al dolor? Debemos estar olvidando algo, nuestra lógica tiene que tener algún fallo. El fallo está entre los puntos 1 y 2. Nadie quiere el dolor, sin embargo, pedimos dolor, por eso es por lo que lo recibimos.

La lección explica que puedo estar confundido acerca de lo que quiero, que puedo creer que el dolor es placer, o que la dicha es algo doloroso, amenazante y peligroso. Esto último es un poco más fácil de entender ya que es una experiencia corriente. ¿Nunca has tenido el pensamiento “Esto es demasiado bueno para que dure”? O quizás te has sentido muy feliz en una relación y de repente has tenido miedo de eso porque una parte de ti está casi segura de que si bajas la guardia vas a recibir un buen golpe. Tenía una amiga que entró en un estado mental elevado y completamente dichoso y se mantuvo así durante casi tres semanas hasta que empezó a pensar “Esto es maravilloso. Amo a todo el mundo, no tengo miedo de nada, pero si sigo viviendo así en este mundo me van a crucificar. Tal vez no estoy iluminada, tal vez estoy loca”. Así perdió la alegría, y nunca le volvió del mismo modo.

Realmente pensamos que demasiada felicidad es amenazante y peligrosa. Valoramos mucho nuestra desconfianza. Apreciamos mucho nuestras defensas. Tenemos miedo de abrirnos a la dicha. Por eso, sin darnos cuenta la mayor parte del tiempo, pedimos tristeza. Elegimos no estar en paz.

La confusión entre dicha y dolor está mucho más profundamente enterrada, pero el Curso nos enseña que el dolor confirma nuestra separación y justifica nuestras barreras y defensas contra los demás. Lo elegimos para fortalecer nuestra identidad como ego. Tal vez sea difícil creer que todo nuestro dolor y tristeza es elegido, pero el Curso insiste mucho acerca de esto.

¿Qué podría pedir, pues, que al recibirlo aún lo siguiese deseando? Ha pedido lo que le asustará y le hará sufrir. (1:7-8)

Realmente elegimos cosas que nos asustan y que nos traen sufrimiento. Gran parte del Texto está dedicado a que nos demos cuenta de esto, darnos cuenta de lo que estamos eligiendo, para que así nos hagamos conscientes de lo absurdo que es, y que tomemos otra decisión.

Resolvamos hoy pedir lo que realmente deseamos, y sólo eso, de manera que podamos pasar este día libres de temor, y sin confundir el dolor con la alegría o el miedo con el amor. (1:9)

Podemos cambiar nuestra mente. Podemos empezar a elegir conscientemente la dicha de Dios en lugar del dolor. Cuando surja un momento de dolor, podemos aceptar el hecho de que lo estamos eligiendo, y elegir de nuevo. Podemos decir: “Esto no es lo que quiero, elijo la dicha de Dios”. Podemos elegir paz en lugar del enfado. Un pensamiento que repito tan a menudo que casi es un mantra es: “¡Uy! Ya me lo estoy haciendo de nuevo”. Es sorprendente el cambio que puede traer a la vida de uno el darse cuenta de ello.

Ahora lee la corta oración que cierra esta lección, y empieza tu día con estos pensamientos. Si ya has empezado el día, empiézalo de nuevo ahora mismo. Para un momento y acepta este modo de pensar. Establecer el tono de tu mente justo ahora, te acompañará a lo largo del día y te traerá cambios que ahora no puedes ver de antemano.

Padre, Te ofrezco este día. Es un día en el que no haré nada por mi cuenta, sino que tan sólo oiré Tu Voz en todo lo que haga. (2:1-2)



¿Qué es el ego? (Parte 9)

L.pII.12.5:1

Una sola azucena de perdón, no obstante, puede transformar la oscuridad en luz y el altar a las ilusiones en el templo a la Vida Misma. (5:1)

El “oscuro altar” del ego es inundado de luz, y el sangriento altar a la muerte se transforma en “el templo a la Vida Misma”. ¿Cómo? Con “una sola azucena de perdón”. Pienso en un cuento de magia y fantasía, en el que la heroína o el héroe entran en el templo negro y prohibido del dios del mal, llevando sólo una flor. Con gran inquietud se acerca al altar y deposita sobre él la azucena blanca y pura, y de repente toda la escena se transforma.

El perdón es esa “magia”. Aunque no es magia, es un milagro. “El más santo de todos los lugares de la tierra es aquel donde un viejo odio se ha convertido en un amor presente” T.26.IX.6:1). Ése es el milagro que obra el perdón. Lo he visto con mis propios ojos. He visto una relación llena de sangre y amargura transformarse en una tierna dedicación del uno al otro, por medio del perdón. Esto no es una teoría hueca, ni una fantasía idealista, el perdón funciona.

El perdón deshace el ego. La más negra oscuridad que el ego haya manifestado se llena de luz cuando el perdón la toca. No tenemos que tener miedo a mirar a la oscuridad de nuestro ego, no hay nada que el perdón no pueda sanar.






TEXTO

 

IX. El sueño de perdón


1. El que es esclavo de ídolos lo es porque está dispuesto a serlo. 2dispuesto tiene que estar para poderse postrar en adoración ante lo que no tiene vida y buscar poder en lo que es impotente. 3¿Qué le sucedió al santo Hijo de Dios para que su deseo fuese dejarse caer más bajo que las piedras del suelo y esperar que los ídolos lo elevasen? 4Escucha, pues, tu historia en el sueño que tejiste, y pregúntate si no es verdad que no crees que es un sueño.

2. En la mente que Dios creó perfecta como Él Mismo se adentró un sueño de juicios. 2Y en ese sueño el Cielo se trocó en infierno, y Dios se convirtió en el enemigo de Su Hijo. 3¿Cómo puede desper­tar el Hijo de Dios de este sueño? 4Es un sueño de juicios. 5Para despertar, por lo tanto, tiene que dejar de juzgar. 6Pues el sueño parecerá prolongarse mientras él forme parte de él. 7No juzgues, pues el que juzga tiene necesidad de ídolos para evitar que sus juicios recaigan sobre él mismo. 8No puede tampoco conocer al Ser al que ha condenado. 9No juzgues, pues si lo haces, pasas a formar parte de sueños malvados en los que los ídolos se convier­ten en tu "verdadera" identidad, así como en la salvación del jui­cio que, lleno de terror y culpabilidad, emitiste acerca de ti mismo.

3. Todas las figuras del sueño son ídolos, concebidos para que te salven del sueño. 2No obstante, forman parte de aquello para sal­varte de lo cual fueron concebidos. 3De esta manera, el ídolo mantiene el sueño vivo y temible, pues, ¿quién podría desear un ídolo a no ser que estuviese aterrorizado y lleno de desespera­ción? 4Esto es lo que el ídolo representa. aVenerarlo, por lo tanto, es venerar la desesperación, el terror y el sueño de donde éstos proceden. 5Todo juicio es una injusticia contra el Hijo de Dios, y es justo que el que le juzgue no escape la pena que se impuso a sí mismo dentro del sueño que forjó. 6Dios sabe de justicia, no de castigos. 7Pero en el sueño de juicios tú atacas y te condenas a ti mismo; y deseas ser el esclavo de ídolos que se interponen entre tus juicios y la pena que éstos conllevan.

4. No puede haber salvación en el sueño tal como lo estás soñando. 2Pues los ídolos no pueden sino ser parte de él, para salvarte de lo que crees haber hecho y de lo que crees que hiciste para volverte un pecador y extinguir la luz interna. 3Criatura de Dios, la luz aún se encuentra en ti. 4No estás sino soñando, y los ídolos son los juguetes con los que sueñas que juegas. 5¿Quiénes, sino los niños, tienen necesidad de juguetes? 6Los niños juegan a gobernar el mundo, y le otorgan a sus juguetes el poder de mo­verse, hablar, pensar, sentir y comunicarse por ellos. 7Sin embargo, todo lo que los juguetes parecen hacer sólo tiene lugar en las mentes de aquellos que juegan con ellos. 8No obstante, ansían olvidarse de que ellos mismos son los autores del sueño en el que los juguetes son reales, y no quieren reconocer que los deseos de éstos son en realidad los suyos propios.

5. Las pesadillas son sueños pueriles. 2En ellos los juguetes se han vuelto contra el niño que pensó haberles otorgado realidad. 3Mas ¿tiene acaso un sueño el poder de atacar? 4¿O podría un juguete volverse enorme y peligroso, feroz y salvaje? 5Esto es lo que el niño cree, pues tiene miedo de sus pensamientos y se los atribuye a los juguetes. 6la realidad de éstos se convierte en la suya propia porque los juguetes parecen salvarlo de sus propios pensamientos. 7Sin embargo, los juguetes mantienen sus pensa­mientos vivos y reales, pero él los ve fuera de sí mismo, desde donde pueden volverse contra él puesto que los traicionó. 8El niño cree que necesita los juguetes para poder escapar de sus pensamientos porque cree que sus pensamientos son reales. 9Y así, convierte todo en un juguete para hacer que su mundo siga siendo algo externo a él, y pretender que él no es más que una parte de ese mundo.

6. Llega un momento en que la infancia debería dejarse atrás para siempre. 2No sigas aferrándote a los juguetes de la infancia. 3Desé­chalos, pues ya no tienes necesidad de ellos. 4El sueño de juicios no es más que un juego de niños, en el que el niño se convierte en un padre poderoso, pero con la limitada sabiduría de un niño. 5Lo que le hiere es destruido; lo que le ayuda, bendecido. 6Excepto que juzga con el criterio de un niño que no sabe distinguir entre lo que le hace daño y lo que le sanaría. 7Cosas adversas parecen acontecerle, y tiene miedo del caos que ve en un mundo que cree gobernado por las leyes que él mismo promulgó. 8El mundo real, no obstante, no se ve afectado por el mundo que él cree real, 9ni sus leyes han cambiado porque él no las entienda.

7. El mundo real es también un sueño. 2Excepto que en él los personajes han cambiado 3y no se ven como ídolos traicioneros. 4El mundo real es un sueño en el que no se usa a nadie para que sea el sustituto de otra cosa, ni tampoco se le interpone entre los pensamientos que la mente concibe y lo que ve. 5No se usa a nadie para lo que no es, pues las cosas infantiles hace mucho que se dejaron atrás. 6lo que una vez fue un sueño de juicios se ha convertido ahora en un sueño donde todo es dicha porque ése es su propósito. 7Ahí sólo pueden tener lugar sueños de perdón, pues el tiempo está a punto de finalizar, 8Y las figuras que entran a formar parte del sueño se perciben ahora como hermanos, a los que ya no se juzga sino que se les ama.

8. No es necesario que los sueños de perdón sean de larga dura­ción. 2No se concibieron para separar a la mente de sus pensa­mientos, 3ni intentan probar que el sueño lo está soñando otro. 4En ellos se puede oír una melodía que todos recuerdan, si bien no la han oído desde antes de los orígenes del tiempo. 5El perdón, una vez que es total, hace que la intemporalidad esté tan cerca que entonces se puede oír el himno del Cielo, no con los oídos, sino con la santidad que nunca se ausentó del altar que se encuentra eternamente en lo más profundo del Hijo de Dios. 6cuando éste vuelve a oír este himno, se da cuenta de que nunca había dejado de escucharlo. 7¿Y adónde va a parar el tiempo una vez que se han abandonado los sueños de juicios?

9. Siempre que tienes miedo, de la clase que sea -y tienes miedo si no estás experimentando una profunda felicidad, certeza de que dispones de ayuda o una serena confianza de que el Cielo te acompaña- ten por seguro que has forjado un ídolo que crees que te va a traicionar. 2Pues bajo tus esperanzas de que el ídolo te salve yace la culpabilidad y el dolor de la auto-traición y de la incertidumbre, tan profundos y amargos, que el sueño no puede ocultar completamente tu sensación de fracaso. 3El resultado de tu auto-traición tiene que ser el miedo, pues el miedo es un juicio, y conduce inevitablemente a la frenética búsqueda de ídolos y de muerte.

10. Los sueños de perdón te recuerdan que estás a salvo y que no te has atacado a ti mismo. 2De esta manera, tus terrores infantiles desaparecen y los sueños se convierten en la señal de que has comenzado de nuevo, y no de que has tratado una vez más de venerar ídolos y de perpetuar el ataque. 3Los sueños de perdón son benévolos con todo aquel que forma parte de ellos. 4Y así, liberan completamente al soñador de los sueños de miedo. 5Él deja entonces de tener miedo de sus propios juicios, pues no ha juzgado a nadie ni ha intentado liberarse, mediante juicios, de lo que los propios juicios imponen. 6Y ahora recuerda continua­mente lo que había olvidado cuando los juicios parecían ser la manera de salvarle de la sanción que ellos mismos imponen.












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